Capítulo 2

Llevaba seis horas conduciendo y todavía no sabía cuál era mi destino final.

Había visto un par de lugares en el mapa donde podría estudiar lo que me gustaba, y que se estaban lo suficientemente lejos de mi casa para que al menos por un tiempo no me pudieran encontrar.

Observé el reloj que estaba sobre la pantalla táctil de mi auto: eran las nueve de la mañana. Para este entonces mi padre ya debía saber que me había escapado, y seguramente tendría a todo el mundo buscándome.

Me había asegurado de dejarle una nota para que no pensara que me había pasado algo malo, ya que al ser parte de una familia con bastante poder siempre estábamos expuestos a constantes amenazas. Joder, eso tampoco lo iba a extrañar para nada.

De pronto un cartel negro con letras blancas y pequeñas luces a su alrededor captó mi atencion:

"Sky Valley"

Observé en el espejo retrovisor que ningún auto venía detrás mío, así que con un giro un poco brusco me desvié de la carretera y entré a ese pueblo.

Si no me sentía a gusto allí, podía seguir mi camino hacia otro lugar. Pero por el momento estaba muy cansada y deseaba parar aunque sea para comer algo. La espalda me dolía de estar tanto tiempo sentada, y también tenía que comprarle algo a Ponce para comer.

A los pocos metros, las calles en forma de empedrado me obligaron a reducir la velocidad pero a su vez me permitieron observar el paisaje.

Y mi Dios, era maravilloso.

Enormes árboles bordeaban el camino. Sus hojas verdes se mecían al compás del viento, disfrutando sus últimos momentos de esplendor, ya que el otoño se acercaba.

Bajé el vidrio del auto y dejé que mi pelo bailara con libertad también. Ésto era justamente lo que necesitaba. Inspiré profundamente para permitir que el aire puro ingresara a mi cuerpo y sonreí.

El sol se escabullía entre las ramas de los árboles y le acompañaba un cielo completamente celeste.

Conduje un poco más hasta que el paisaje cambió. Unas pequeñas casas aisladas fueron las primeras que me recibieron, y luego una gran variedad de locales comerciales y parques.

La gente caminaba con tranquilidad, de modo pausado, de modo envidiable.

Yo quería también estar así. Y eso fue la motivación suficiente para decidir que me quedaría aquí. Este era mi nuevo hogar.

Ponce se estiró por sobre la mochila captando mi atención, el pobrecillo estaba agotado. 

Y cuando volví la vista al frente, un auto negro estaba a escasos centímetros del mío.

Contuve la respiración y pisé el freno rápidamente, sosteniendo el volante con una mano y  con la otra evitando que mi gato saliera disparado hacia adelante.

El auto se detuvo generando un movimiento brusco sobre mi cuerpo. Volví a respirar. Carajo, casi chocaba.

Miré a Ponce, que relamía sus patitas como si nada y suspiré.

Dirigí mi vista al otro vehículo y decidí bajarme para pedirle disculpas al dueño. Claramente había sido mi culpa por no mirar al frente, y no quería empezar con el pie izquierdo en mi nueva vida. 

Abrí la puerta, y asomé mi cuerpo mientras salía del auto.

Y cuando miré nuevamente al frente mi respiración volvió a cortarse.

Y mi corazón latió acelerado.

Y al contrario, el tiempo pareció ir más lento.

El hombre que se había bajado del automóvil era lo más cercano a la perfección. Nunca había visto a nadie así.

Su cabello era marrón claro y sus ojos verdes oscuros. Una incipiente barba se asomaba sobre su barbilla, acompañada de unos labios gruesos y fruncidos, en señal de desconcierto. Su ceño también lo estaba, claramente producto de la molestia. Su cuerpo no se quedaba atrás, tenía la espalda ancha y sus brazos con la cantidad perfecta de músculos.

Todo en él gritaba masculinidad.

Dió un par de pasos hacia mí con notable enojo.  Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, su rostro cambió. Sus cejas volvieron a la posición normal y las arrugas de su frente desaparecieron. Entreabrió levemente sus labios y me observó fijamente.

Joder, esa mirada.

Volví al presente rápidamente y me acerqué más a él.

-Lo siento, le pido disculpas. Es que mi gato me distrajo un segundo y...-

-No pasa nada- me cortó de modo tajante, con frialdad.

Bueno, aquí teníamos su defecto. Al parecer era frío como un témpano de hielo, y sus ojos inexpresivos eran testigos de ello.

-De acuerdo... Lo lamento de nuevo- me dí la vuelta confundida frente a su actitud, con la intención de alejarme de él.

Había escuchado muchas veces que a ese tipo de personas, los que estaban enojados con la vida, era mejor perderlos que encontrarlos.

Sin embargo, su gruesa voz me detuvo.

-Soy Máximo-  dijo con tranquilidad.

¿Se estaba presentando? Luego de actuar de modo tan descortés...

Me di la vuelta y lo observé extrañada.

-Soy Anastasia- murmuré.

-¿Eres nueva en el pueblo?- preguntó rápidamente.

-Si, recién llegué...-

Él no dijo nada, simplemente me observó detenidamente, de modo bastante intimidante.

Ciertamente era mejor estar lejos.

-Bueno, voy a seguir mi camino. Disculpas de nuevo- sonreí con amabilidad, y antes de que pueda irme, otra vez su voz captó mi atención.

-¿Tienes dónde quedarte?-

-No, pero voy a buscar ahora mismo-

-Yo conozco un sitio, es una especie de  hermandad. En realidad es una casa donde se alojan los estudiantes-

Mi corazón comenzó a latir producto de una inmensa alegría.

Eso era justo lo que necesitaba. Había escuchado de esos sitios pero solamente en las películas; me parecía increíble que realmente existieran. Y sobre todo me emocionaba mucho la idea de estar rodeada de otras personas de mi edad y que también estudiaran.

Por fin podría hacer amigos de verdad, y no como aquellas personas que se interesaban en mí solamente por el poder de mi familia.

-Oh, eso estaría genial. ¿Puedes decirme la dirección?-

-Si quieres, puedo acompañarte. Yo también estoy parando allí. Puedes seguirme con tu auto- propuso pero sin visible emoción.

-¿No es molestia?-  pregunté perspicaz. 

Negó sin decir una palabra y se dirigió nuevamente a su vehículo.

Me quedé de pie observando como me daba la espalda. ¿Debía ir con él? ¿Podía confiar en un desconocido? Claramente no debía, pero a pesar de su aura de frialdad, algo en él me inspiraba cierta confianza.

-¿Vamos?- insistió asomando su cabeza por la ventana.

Asentí y me subí al auto. Iba a arriesgarme. De todos modos tenía mi propio transporte, y si algo no me gustaba de su actitud me daría media vuelta y me iría.

Él aceleró y se dirigió en dirección contraria a la que venía cuando nos cruzamos.

Lo imité y comencé a seguirlo. Y en ese momento fui consciente de que una nueva aventura había empezado para mi.

Y junto con ella, un misterioso hombre había llegado a mi vida.

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