El misterioso guardián
El misterioso guardián
Por: Mili Per
Capítulo 1

Suspiré mientras dejaba el papel doblado por la mitad sobre el escritorio de madera.

Sabía que lo que estaba por hacer era una locura, pero ya no podía echarme atrás.

También era consciente de que iba a estar en boca de todos mañana, aunque eso no era lo que realmente me importaba, sino mi padre.

Durante los últimos años habíamos tenido cientos de charlas sobre esto, pero ante su intensa y firme negativa tuve que tomar una decisión.

Ojalá me hubiera comprendido cuando se lo rogué...

Acaricié con dulzura a mi gatito Ponce mientras este ronroneaba.

-Te voy a extrañar tanto- murmuré con los ojos llorosos. Él había sido mi regalo al cumplir los quince años, y desde allí nos habíamos vuelto inseparables. 

Frotó su cabecita contra mi mano y deseé con todo mi corazón poder llevármelo.

Tal vez...

Observé la mochila negra que tenía preparada y noté que prácticamente estaba vacía. Si quería empezar una nueva vida tenía que dejarlo todo atrás, incluso mis cosas. Solamente guardaba en ella mis documentos personales y el dinero que había podido ahorrar en estos últimos meses.

Y ahora, también a mi gato.

-Ven aquí pequeño- murmuré mientras tomaba en mis brazos a la bola de pelos blanca con manchas grises en su cuerpo.

Enseguida maulló en respuesta y no pude evitar sonreír.

-Claro que no voy a dejarte aquí solo- lo coloqué con cuidado dentro del bolso y al instante asomó su cabeza observándome con curiosidad -Así está mejor- dije.

Abracé la mochila por delante y me acerqué hasta la puerta de lo que, hasta ese momento, había sido mi habitación.

Suspiré con melancolía y mi mente comenzó a hacer lo que mejor le salía: pensar y pensar. 

¿Estaba bien lo que iba a hacer?

¿Sería peligroso?

¿Si todo salía mal, podría volver aquí?

¿Cómo reaccionaría mi padre al enterarse de que su única hija se había escapado?

Joder eso sí que no quería saberlo.

Cerré la puerta lentamente y caminé con sigilo por el pasillo. La madera crujió debajo de mis pies y me detuve. Cerré los ojos y dejé de respirar.

-Por favor, que nadie haya escuchado- murmuré casi imperceptiblemente.

Luego de que ningún ruido se oyó en los siguientes segundos, continué mi camino. Bajé los dos pisos que me separaban de la planta baja y en ese momento maldije vivir en una mansión. Sentía que la distancia hacia la puerta era cada vez mayor. 

Al cabo de unos minutos, después de escapar de mi hogar como un ladrón a media noche, caminé por el pavimento de la calle donde se asentaba nuestra casa.

Era la madrugada de una noche muy fría y solitaria, y eso me llenó de nostalgia. Esperaba no arrepentirme de esto. Pero pronto recordé por qué lo hacía, y eso fue el impulso suficiente para seguir.

El ruido de mis pisadas era lo único que escuchaba, y Ponce miraba hacia todos lados sin entender absolutamente nada.

Acaricié su cabecita y ronroneó complacido. Joder, menos mal que lo había traído conmigo.

Caminé unas quince cuadras hasta llegar a mi auto. Lo había dejado estacionado a esta distancia de la casa para que nadie escuchara cuando me fuera. 

Abrí la puerta del copiloto y dejé mi mochila y a Ponce sobre el asiento.

Nuevamente lo acaricié para que no se pusiera nervioso, todo esto era demasiado raro para él. En realidad, para los dos. Estábamos acostumbrados a vivir encerrados en un mundo de cristal, donde la gente decidía por nosotros y todo estaba bien.

Quiero decir, "Bien". Porque por dentro, todo estaba mal. Y por eso, decidí escaparme.

Quería, no, mejor dicho necesitaba ver lo que realmente era vivir.

Estaba harta de que alguien más hiciera las cosas por mí, de que decidieran qué comía, cómo me vestía y qué debía estudiar. Eso definitivamente fue la gota que rebalsó el vaso.

"Anastasia, tienes que estudiar leyes para seguir con la tradición familiar."

Y curiosamente no había nada que detestara tanto como esa profesión. 

No estaba dispuesta a sacrificar mi futuro por algo que iba en contra de mis creencias.

Lo que en verdad me gustaba era el arte, quería perfeccionarme en el dibujo, especialmente en retratos. 

Pero claro, la hija de un Conde no podía hacer eso.

Porque si, mi padre era un Conde. 

Era extraño pensar que en pleno siglo veintiuno todos esos títulos de nobleza seguían existiendo, o que tenían tanto peso como hace años. Pero lamentablemente era así y para las familias que formaban parte de la aristocracia todo eso era su vida, lo que los definía, tanto en su pasado como en su futuro.

Y a mí, como vizcondesa, me incluía. Estaba obligada moralmente a acatar las órdenes.

Realmente nunca había sido una mujer rebelde, pero cuando mi madre murió hace cinco años mi padre se volvió una persona distante y aún más estricto de lo que era antes.

Y desde allí, todo cambió.

Dios mío, cuánto extrañaba a mi mamá.

Me senté del lado del conductor, y suspiré mientras dejaba descansar mi cabeza sobre el asiento. Una pequeña lágrima se escapó de mis ojos, y la dejé seguir su recorrido por mi mejilla. Tenía miles de emociones a punto de entrar en ebullición dentro de mi pecho...

Pero ya estaba hecho. No podía volverme atrás, y no quería hacerlo.

Acomodé mi cabello castaño claro en una cola de caballo y enderecé mi espalda, colocando las manos con firmeza alrededor del volante. 

Con más dudas que certezas, iba a empezar mi nueva vida.

Encendí el motor del auto y comencé a alejarme de mi pasado, pensando en qué cosas nuevas traería esta aventura a mi vida...

Y también, a quiénes.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo