Capítulo 0002

Valeria sonrió de medio lado. Su madre se había encargado de convertirla en una mujer fuerte, aunque a veces, como aquella, no midiera sus palabras.

—Déjeme ver si entiendo, señora Bennet. Esto es para usted… ¿qué? ¿Una apuesta contra su hijo… o conmigo…? —preguntó.

—No, querida, ¡este es un intento desesperado por ver de nuevo la alegría y la coquetería caminar por estos pasillos! —aseguró Layla—. Pero tú le puedes llamar como quieras. La cuestión es que si en tres meses resultas ser otra de esas diseñadoras sumisas entonces…

—Entonces no le sirvo —comprendió Valeria—. Bien, acepto el trato.

Se levantó y extendió la mano con determinación.

—¿De verdad? ¿Estás segura? —Layla parecía temerosa de entusiasmarse.

—Con una condición. Si voy a enfrentarme a su hijo, debo tener al menos su respaldo, de lo contrario me podrá de patitas en la calle cuando quiera.

—No te preocupes —sonrió Layla—. Tengo un contrato especial esperando por alguien como tú. Lleva todo a Recursos Humanos, avisaré que eres mi “caso especial”. Quiero que empieces a trabajar lo más pronto posible.

Valeria salió de aquella oficina con una sonrisa mientras Oli le dirigía una mirada interrogante.

—¿Y? —preguntó levantando las cejas.

—¡Tengo el trabajo! —exclamó Valeria muy bajito, acercándose, y Oli palmeó con alegría.

—¡Me alegro mucho! ¡Qué bueno que vas a trabajar aquí!

—Bueno, ahora tengo que ir a Recursos Humanos. ¿Me dices dónde queda?

—Mmmm —Oli arrugó el ceño, como si recordara algo—. ¡Rayos! ¡Lazlo sale de vacaciones hoy! —murmuró para sí misma.

—¿Perdón?

—Lazlo, el chico de Recursos Humanos que se encarga de las contrataciones, se va de vacaciones hoy… y esto normalmente lleva tiempo —le dijo Oli—. Si no alcanza a terminar tus documentos hoy tendrás que esperar dos semanas hasta que regrese.

El rostro de Valeria se descompuso. ¡No podía esperar otras dos semanas para empezar a trabajar!

—¡Oli, por favor ayúdame! —le pidió tomando sus manos—. ¡Tengo que empezar a trabajar el lunes!

La muchacha le sonrió con picardía y bajó los ojos ruborizándose un poco.

—La verdad Lazlo es un chico muy lindo… —murmuró—. Le gusta el café mocca frío, con mucha crema y chispitas de colores. Llévale uno y pídele amablemente que te ayude y estoy segura de que se quedará algunas horas más por ti.

Valeria achicó los ojos y puso las manos en la cintura.

—Oli, ¿te gusta Lazlo? —le preguntó.

—Nooooo… —respondió la muchacha nerviosa.

—Bueno. Si consigo que me ayude te traeré todos los papeles lo más pronto posible.

Valeria salió corriendo hacia la cafetería y compró un café tal como Oli se lo había descrito. Luego se dirigió hacia el departamento de Recursos Humanos, donde se encontró al muchacho más sonriente y dulce que cualquiera podía imaginar. Casi parecía menor de edad, de lo joven que se veía, y era como una versión en masculino de Oli.

—Hola, ¿eres Lazlo? —preguntó Valeria.

—Sí, soy yo, ¿cómo la ayudo?

—Mi nombre es Valeria, vengo de parte de Oli… —por alguna razón Valeria sospechaba que ese nombre tendría más impacto que el de la señora Bennet.

—¿Oli…? —El chico se sonrojó en un segundo—. ¿Qu… qué necesita?

—Me encargó que te entregara esto —dijo entregándole el café y Lazlo casi empezó a tartamudear—. Es un mocca frío con mucha crema y chispitas.

—Es… es… como me gusta —murmuró el chico sonriendo.

—Sí, oye… necesitamos tu ayuda. Me acaban de contratar y Oli me dijo que te vas de vacaciones. ¿Puedes ayudarme a procesar todo antes de irte?

—¿Oli sabe que me voy de vacaciones?

«¿En serio eso fue lo que se le quedó?» pensó Valeria antes de asentir.

—Te gusta mucho Oli, ¿verdad?

El muchacho negó mirando al suelo.

—Apuesto a que incluso sabes cómo le gusta el café a ella —lo animó Valeria—. ¿Qué tal si cuando terminemos, vamos por un café que le guste a Oli y yo se lo llevo de tu parte?

Lazlo sonrió con timidez y asintió, poniéndose enseguida a armar su expediente y escribir su contrato. Ya le había llegado el memorándum de la señora Bennet acerca del tipo de contrato que quería, y la tarde avanzó con rapidez mientras organizaban todo.

—Listo, terminamos —suspiró Lazlo casi a las seis de la tarde, poniendo en sus manos todos los documentos—. Solo falta que te tomen la foto para tu gafete de la empresa. Es en la oficina de Seguridad, con gusto te llevo… además la cafetería queda de paso.

Valeria sonrió entusiasmada y se colgó del brazo de Lazlo mientras iban a la cafetería.

—¿Sabes? Si quieres yo podría ayudarte con Oli…

El chico estaba encantado. Iban conversando tan animadamente que Valeria ni siquiera tuvo tiempo de esquivar al hombre que venía de frente, totalmente abstraído en su celular, hasta el punto de tirarle encima todo el café que llevaba.

Valeria logró salvar los documentos sacándolos a tiempo del camino, pero su blusa y su chaqueta fueron algo completamente diferente.

Subió los ojos furiosos, porque estaba literalmente bañada en café y todavía tenía que tomarse la foto del gafete. Y su mirada se encontró nada menos que con la de un hombre absolutamente impactante. Debía medir cerca de uno noventa, con una complexión fuerte y rasgos duros y atractivos. Tenía los ojos muy oscuos y el cabello corto y sofisticado. Parecía un maldito semidios, estaba como para comérselo sin dejar ni un pedacito, y lo peor de todo era que él la miraba como si ella fuera una inoportuna piedra en su camino.

—A ver si la próxima vez se fija mejor —fue lo que salió de su boca y Valeria sintió que la rabia hervía dentro de ella.

—¡Usted fue el que chocó conmigo! —replicó Valeria intentando no hablar alto.

—Si no viniera tan entretenida con su… lo que sea —dijo con sorna mirándola de arriba abajo y luego a Lazlo—, me hubiera esquivado perfectamente.

—¡Si se molestara en mirar al frente nadie tendría que esquivarlo! ¡Mire cómo me dejó!

—Sí… bueno, ese es su problema, no el mío…

La cara de Valeria se puso colorada mientras con la carpeta golpeaba el pecho de Lazlo y este la sostenía. Miró alrededor y en cuanto encontró la puerta del baño de mujeres, arrastró a aquel hombre hasta allí. Quizás fue porque lo tomó por sorpresa, pero lo cierto fue que apenas se resistió.

Valeria lo empujó dentro del baño personal y entró también, cerrando la puerta tras ella.

—¿Pero se volvió loca o qu…?

El discurso de aquel semidios se interrumpió en el mismo momento en que Valeria se quitó la chaqueta y la blusa. Era una mujer hermosa, de eso no cabía duda, pero tenía que estar loca para desnudarse frente a un hombre con tanta desfachatez.

—¿Qué? ¿Nunca ha visto a una mujer en traje de baño? —se rio—. Deme su camisa —demandó ella y lo vio echarse atrás.

—¡Por supuesto que no! —se negó él.

—¡Oiga! ¡Tengo que sacarme una foto y no puedo hacerlo desnuda ni con una blusa que usted manchó! Deme su camisa.

—Pues no pareciera que andar desnuda le moleste mucho…

—Mire, no le aconsejo provocarme, porque vengo de un día muy duro —lo amenazó Valeria.

—¡Le dije que no le daré nada! ¡¿Pero qué clase de mujer es usted…?!

La rodilla de Valeria fue a clavarse violentamente contra la entrepierna de aquel hombre y lo escuchó gritar de dolor. Aprovechó para quitarle el saco mientras su cara solo mostraba sorpresa y malestar.

—¡Soy la clase de mujer que se cansó de que la vapuleen, la menosprecien, y la degraden! —exclamó sacándole la camisa—. ¡Usted fue el que no miró! ¡Así que sí es su problema!

Lo vio incorporarse un poco, mirándola con ojos muy abiertos. Valeria llevaba uno de sus propios diseños, un brasier con medio corsé, color fucsia con encajes negros, y casi podía jurar que había escuchado cómo a aquel hombre se le había cortado la respiración sin poder quitar los ojos de su pecho.

Sonrió internamente, esa era la reacción que quería: sentirse fuerte, sentirse poderosa. Sin embargo no podía negar que él era absurdamente atractivo. Jamás se habría adivinado aquel pecho perfectamente cincelado y aquellos abdominales de infarto bajo el traje. Lo vio apretar los puños con impotencia mientras ella se ponía su camisa sobre el brasier.

—Para que conste, si no fuera porque tengo que tomarme una foto… ¡y porque usted es un desentendido!, créame que no haría esto… ¡Aunque siento que usted disfrutó la vista más de lo que yo estoy disfrutando dejarlo sin camisa!

Y haciéndole un guiño lo dejó ahí, solo y aturdido por aquel huracán de mujer que acababa de pasarle por encima.

Valeria llegó corriendo junto a Lazlo, que ya había comprado el café para Oli. Tomó su carpeta de documentos y el café, y le dio un beso al chico en la mejilla.

—¡Gracias por todo! ¡Te prometo que te llevo café todos los días cuando regreses! —le dijo apurada.

—Valeria… ¿qué hiciste? —preguntó espantado Lazlo viéndola ponerse la chaqueta sobre una camisa demasiado grande para ella—. ¿Tienes idea de lo que hiciste? ¿Sabes quién era ese?

—Lazlo, puede ser el presidente de Estados Unidos, el rey de España o su Santidad el Papa… igual me miró como un hombre común. Voy a tomarme mi foto porque el lunes empiezo a trabajar en esta empresa, ¡llueva, truene o relampaguee!

Salió corriendo en dirección a la oficina de Seguridad del edificio, mientras tras ella Lazlo negaba con la cabeza.

—¡Ay Val, no es su Santidad el Papa, pero definitivamente no es un hombre común!
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