CAPÍTULO 3. ¿QUIÉN ERES? ¿DE DÓNDE SALISTE?

Valentino, no supo en qué momento se dejó vencer por esa tentación, pero todo en esa mujer le era tan familiar, la dulzura de esos labios, la lengua jugueteando con la suya, sintió cada fibra del cuerpo sediento por ella, por segundo dejó de pensar, se dejó llevar por esas sensaciones, las cuales eran un aliciente para su atribulado corazón. Poco a poco fue caminando hasta recostarla con cuidado en la cama, descendió con su boca mordisqueando por el cuello, mientras con sus manos acariciaba la silueta de la chica, quien se sintió hipnotizada antes sus caricias.

Él levantó la prenda e introdujo sus manos dentro del vestido, delineando su silueta en el exterior, hasta llegar a la altura de la entrepierna, dirigiendo allí la mano, acarició su femineidad por encima de la prenda, provocando que de la boca de Itzae surgieran suaves gemidos, sin embargo, esa burbuja de excitación fue interrumpida cuando de manera inesperada, salió del hombre un nombre y una expresión cariñosa, con voz ronca, no dirigida a ella, haciéndola dar cuenta de su error.

—Macarena, mi amor, te he extrañado tanto.

Esas palabras provocaron que el cuerpo de Itzae se tensara, todo resquicio de deseo, se esfumó como la neblina al soplar el viento, lo empujó apartándolo de sí de forma violenta, entretanto él la miró por unos segundos con una expresión de confusión hasta convertirla en enfado.

—Haga el favor, apártese de mí y ¡Salga de mi casa de manera inmediata! —expuso con evidente indignación, levantándose de la cama— ¿Cómo se atreve a besarme confundiéndome con otra mujer?

Valentino se apartó de ella, mirándola con aparente indiferencia.

—¿Acaso creíste que me había rendido ante ti? Pues no, si me siento atraído por ti, es debido a tu parecido con ella, hace un momento la mente me jugó una mala pasada, de lo contrario ni te habría mirado —. Ante sus palabras, pudo observar los ojos de la chica brillar, pese a ello, las lágrimas no corrieron.

» ¿Te sientes triste por qué pensaste sería una presa fácil para ti? Claro, por eso buscas acercarte a mi hija, para tenerme cerca de ti, Meredith tenía razón —comenzó a decir con un gesto de prepotencia —. Eres una …

Antes de poder continuar ella lo detuvo.

—¡Cállese! ¡Cada ladrón Juzga por su condición! Seguro la Meredith —pronunció despectivamente—. Su novia habla así, porque probablemente ella sería capaz de utilizar a una niña para acercársele al padre. Pero, ¿Sabe? No todas las mujeres pensamos de esa manera y al fin de cuenta, poco me interesan las opiniones suyas y de su amiguita, sin embargo, tenga en claro, Meliena es especial para mí, si lo medio tolero es por amor a ella, porque sinceramente a usted ni siquiera me dan ganas de verlo —. Ante el gesto de burla de Valentino, ella encogió los hombros—, si no me quiere creer, nada puedo hacer para cambiar su opinión, entretanto yo estoy tranquila con mi conciencia.

» Ahora salga de mi casa, porque aquí no es bienvenido, es más yo siendo usted, evitaría en el futuro acercárseme, porque como soy una mujer tan maquinadora,   debería temer porque lo puedo drogar, para meterlo en mi cama —expuso furiosa, caminando hacia la puerta y abriéndola, entretanto hacía un gesto con la mano para invitarlo a salir.

Valentino caminó hasta donde ella estaba, le quitó la mano de la puerta y la cerró, ella se paró con su mentón alzado, una postura firme a punto de enfrentársele, recordándole de nuevo con esa expresión y mirada desafiante a Macarena, tanto que olvidó continuar con la discusión, en vez de eso se le acercó, le acarició con el dorso de la mano el rostro, como si estuviese hipnotizado, tal como si no quisiera ver desvanecerse lo observado y le preguntó.

—¿Quién eres? ¿De dónde saliste? ¿Por qué te pareces tanto a ella? Me hace daño verte, aunque a la vez, me siento tan bien estando junto a ti, no quiero alejarme —pronunció cerrando los ojos, sin dejar de acariciarle el rostro, ella se quedó paralizada, sin saber que decirle, al sentir el roce en la piel, solo pudo ser consciente del vivaque de mariposas revoloteándole en el estómago y la humedad otra vez empezó a brotar entre sus piernas, haciéndole acelerar los latidos del corazón.

» Tu piel es suave, como la seda, te deseo tanto, al punto de resultarme doloroso —pronunció en voz ronca, mientras con la otra mano le tomaba la de ella, llevándola hasta su entrepierna, para que tocara la dureza de su excitación.

Al tocar la erección, Itzae dio un respingo, pensó en alejarse, pero él la tomó por el mentón, unió la boca con la de ella, comenzó a besarla con desespero, empujándola hacia la puerta, sus corazones golpeteaban con fuerza en el pecho, las respiraciones entrecortadas como si estuviesen corriendo un maratón, la pasión entre ellos se desbordó.

Valentino introdujo la rodilla entre las piernas de ella, quien sintió palpitar su sexo, necesitaba apaciguar ese fuego crepitándole en el interior, por ello movió la pelvis contra la pierna del hombre, en un vaivén arrollador, los dos abandonados a esas sensaciones enloquecedoras, el ambiente se cargó de sexualidad, solo se escuchaban los gemidos surgidos de sus bocas, hasta ser interrumpido por el timbrado de un teléfono, que al principio ignoraron, oyéndolos muy lejano, mas ante la insistencia de quien llamaba, terminaron separándose.

—¡Esto es un error! —exclamó Itzae casi sin aliento.

—Tienes razón, ¡Lo siento! No venía ni a discutir contigo, ni tampoco a hacer esto, sino a pedirte que fueras a nuestra cabaña. Meliena agarró una rabieta porque quiere verte —suspiró tratando de tranquilizarse y enfriar el cuerpo, el cual le seguía ardiendo por ella; sus miradas se volvieron a cruzar y de nuevo sintieron como esa especie de campo magnético atrayéndolos.

» Mejor me voy, de esa forma podrás atender el teléfono, Meliena te espera —pronunció, abrió la puerta y salió corriendo como si cientos de demonios lo persiguieran.

Ella cerró la puerta y se quedó recostada, tratando de calmar ese loco corazón, sin embargo, fue en vano, el sabor de Valentino le quedó en la boca, su piel y nariz quedaron impregnadas de su aroma. Dejó esos pensamientos atrás, al escuchar de nuevo el repique. Respiró profundo antes de atender.

—Itzael, ¿Dónde estabas? Te he estado llamando insistentemente desde la mañana, no me has respondido, estaba preocupado y casi salgo a buscarte. ¿Qué hacías para no responderme? —inquirió su padre al otro lado de la línea, se escuchaba muy nervioso.

—Papá, no te preocupes, estoy bien. He pasado todo el día en la casa, estaba horneando unas galletas con Meliena, por eso no…—no continúo la oración porque la interrumpió su padre.

—Cuando te llamo, siempre estás con esa niña ¿Por qué? No te quiero cerca de extraños, me da temor te suceda algo y…

—Papá por favor, nada me pasará, es una pequeña de cinco años, no representa ningún peligro para mí, no entiendo ¿Cuál es ese empeño de mantenerme en una burbuja, sin tener contacto con nadie?

» Te aseguro, si no trabajaras del lado de la ley, estaría pensando que me tienes secuestrada y escondida para evitar ser vista por los conocidos —expresó en tono jocoso, para calmar a su padre y provocarle una carcajada, no obstante al otro lado de la línea se hizo un absoluto silencio, la joven frunció el ceño.

» ¿Papá? ¿Estás allí? —inquirió pensando se había cortado la llamada—. Aló, ¿Pasa algo? —repitió y allí obtuvo respuesta.

—No estoy para chistes Itzae, debo protegerte, tengo muchos enemigos, no te hagas ideas equivocadas —resopló con enfado al otro lado de la línea.

—Lo sé papá, era solo un chiste, con intención de hacerte reír no para que te molestaras —respondió la muchacha, tratando de calmarlo, no le gustaba verlo molesto.

—Lo siento hija, me da miedo que te suceda algo malo, ya te perdí una vez y no quiero volver a hacerlo, no soportaría volver a vivir ese tormento —expresó en un tono, con el cual, para ella fue evidente su desesperación.

—¿Me perdiste? ¿Cómo me perdiste? —preguntó desconcertada, sin entender sus palabras.

—Me refiero al accidente, en el cual creí perderte Itzae, no quiero volver a sufrir eso —expuso con tristeza.

—Entiendo papá, está todo bien, Meliena es una niña encantadora, cuando la conozcas, te robará el corazón, ella también vive sola con su padre y…—. Al parecer ese día su papá estaba empeñado en interrumpirla.

—¿Cómo? ¿Quién es su padre? ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? —sus preguntas surgían a borbotones, causando malestar en la joven, quien se sentía como si estuviese frente a un tribunal siendo juzgada.

De repente tuvo un recuerdo o tal vez una sensación de déjà vu, movió la cabeza de forma negativa, ¿Por qué razón ella estaría en un juzgado?, si fuese así, su padre se lo habría dicho.

—Padre, por favor deja la sobre protección, todo está bien, nada de eso viene al caso, solo he visto a ese señor un par de veces, mi contacto mayor es con su hija, no te estreses por nada de eso. La próxima semana viajaré a verte. ¿Te parece? —preguntó tratando de desviar la atención de las preguntas, para no seguir siendo objeto de interrogación y así evitar mentirle.

—Está bien, te esperaré ansioso. Adiós hija, cuídate —se despidió su padre.

—Adiós papá, te envió un beso.

Al cortar la llamada, tomó la decisión de pasar por la cabaña de Valentino a ver a Meliena, antes de ir al pueblo. Se retocó el maquillaje, tomó un suéter, porque prefirió caminar hasta allá, para luego regresar a buscar la motocicleta; realizó el recorrido, poco a poco, a pesar de estar abrigada, sintió la fuerte brisa golpear su cuerpo, produciéndole una sensación de estremecimiento.

Estando solo a escasos pasos de llegar a la puerta, vio salir a un hombre de la casa, quien quedó de frente, no pudo controlar esa sensación de miedo que la invadió, por escasos segundo se quedó impávida sin saber qué hacer, hasta el momento cuando lo vio acercándose a ella, empezó a retroceder.

—¡Aléjese de mí! —se giró y corrió camino abajo, como si cientos de demonios la persiguieran.

Dejando al hombre, desconcertado, en ese momento Valentino salió vio a su hermano.

—¿Qué pasó? ¿Por qué ese rostro? —preguntó preocupado por la palidez de este.

—Vino una chica, cuando me vio, fue como si hubiese visto un fantasma y salió corriendo, sin dejarme preguntar quién era, aunque esos ojos me parecen tan familiares, se parecían a…—no continúo porque Valentino lo interrumpió.

—A Rena, la chica tenía sus ojos como Macarena —afirmó Valentino, su hermano afirmó con la cabeza, sin poder dejar de exhibir en el rostro una mezcla de sorpresa y preocupación, por lo que acababa de escuchar.

“La sorpresa es el móvil de cada descubrimiento.” Cesare Pavese.

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