CAPÍTULO 1. VISITAS ESPERADAS

Valentino se encontraba nervioso,  la familia de Macarena había decidido ir a visitarlos para esa Semana Santa, desde la muerte de ella, solo los veía un par de veces al año, a Matteo y a Meredith, pero nunca habían acudido a ninguna celebración en su casa, para él  eso fue lo mejor, pues la cabaña era un santuario donde vivía con su pequeña y los recuerdos guardados de la mujer, a quien a pesar de transcurrir el tiempo seguía amando como el primer día. No podía olvidarla, ni dejar de recriminarse por la injusticia cometida, el remordimiento lo carcomía constantemente, corroyendo cada vez un poco más el alma, si no fuese por su hija, habría cedido a las inmensas ganas de dejar ese mundo e ir al encuentro de su amada.

Por otra parte, estaba esa joven, Itzael, quien últimamente se coló en sus vidas, se hizo amiga de Meliena y ahora eran inseparables, apenas llegaba del colegio la niña se escapaba para estar con ella o viceversa, por eso la mayoría de las veces debía llevarla él, para evitar recorriera sola el camino hasta la casa, pese a no haber delincuencia en el lugar, podía caerse y rodar por alguna pendiente, poniendo en peligro su vida.

Eso lo molestaba, muchas veces, le provocaba enfrentar a la mujer y pedirle se alejara de su hija, sin embargo, no podía comportarse de manera egoísta, debía reconocer la verdad, ella le estaba haciendo bien a la niña, quien cambió mucho, ahora era más alegre, incluso se notaba más feliz, Itzae, le dio un poco de luz a su hogar, aunque en el fondo no soportaba, el hecho de que cada día fuese ganando un poco más de espacio en su casa, a tal punto,  que cuando la veía llegar, se encerraba en su habitación.

De esa manera, procuraba evitar todo contacto con ella, no obstante, no podía dejar de estar pendiente de sus pasos, su voz, y cada cosa que hacía, haciéndolo sentir como traidor, porque se juró, jamás sentir emociones por alguien más, solo su hermosa Macarena, la mujer a quien amó y condenó a muerte por su odio e  intransigencia, por haber sido un títere en manos de sus hermanos.

Al traer a su mente esos tristes pensamientos, sintió el corazón encogerse, su dolor era lacerante, profundo, por más intento de mitigarlo no podía, todo intento era infructuoso, estaba condenado a pasar todo el tiempo lamiendo esas heridas, se pasó las manos por la cabeza, alborotándose el cabello en un gesto de desespero, el cuerpo comenzó a estremecérsele producto del llanto, gritó con impotencia, maldiciéndose en su interior.

—¡Mi amor! ¿Cómo me haces falta? Daría mi vida entera por volverte a tener entre mis brazos. ¡Fui tan idiota! Debí protegerte, como me pesan mis acciones. Permití que te dañaran, me empeñé en destruirte, hasta enviarte al lugar más peligroso del país, te condené mi Rena y sigo atormentado, yo también estoy sepultado en mi dolor.

Empezó a tirar los objetos con violencia, destruyendo toda su habitación, creyó estar solo, cuando escuchó un ruido en la puerta, al girar la vista ella estaba en la puerta de la habitación, con sus ojos abiertos de par en par.

—¿Qué haces aquí? ¿Quién te ha dado derecho a entrar a mi habitación? —espetó el hombre exhibiendo una máscara de absoluta rabia, al mismo tiempo de que un par de rastros de lágrimas corrían por sus ojos.

—¡Lo siento! Vine a buscar a Meliena, escuché un grito, también ruidos y me preocupé, por eso abrí la puerta. Mi intención no fue incordiarlo, solo quería ayudarlo, si necesita hablar con alguien, puedo escucharlo, a veces contar nuestros problemas nos permiten aliviar nuestras penas y tormentos.…—sin embargo, la joven guardó silencio, cohibiéndose y retrocediendo con un poco de susto, cuando lo vio a avanzar como un animal salvaje a punto de atacar a su presa.

—¡Escúchame bien! Espero esta sea la primera y última vez, cuando te atrevas a irrumpir en mi habitación sin nadie haberte llamado. No te tolero, no me caen bien las personas y si te permito la entrada a mi casa, es por el bien que le haces a mi hija. Pero tú no me simpatizas en lo más mínimo —expuso furioso, acercándose tanto a ella, al punto de observar el color de sus ojos, por un momento se quedó hipnotizado, eran los ojos de su Rena.

» ¡Fuera! ¡Vete! —exclamó furioso, segundos después, por completo fuera de sí, ella por un momento quedó paralizada, se giró abrió la puerta y salió corriendo, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

Él se recostó de la puerta, sintiéndose miserable, y sin poder entender ¿Por qué eso ojos le recordaban tanto a los de su Macarena? Itzae no tenía derecho a tener los ojos como su amada, pensaba una parte  de él, de manera irracional a causa del dolor.

—¡Mi amor! ¿Por qué no me dijiste la verdad? Quería tanto que me tiraras a la cara tu inocencia, pero no fue así —un pequeño golpe se escuchó en la puerta.

Se giró dispuesto a volver a discutir, pensando se trataba de Itzae, al abrir, era su  pequeña hija, la mini Rena, quien lo miraba con las cejas fruncidas y las manos en la cintura, como si se tratara de una adulta. Levantó el dedo de forma acusadora y pronunció molesta.

—¿Qué le hiciste a mi amiga? —intentó excusarse y decirle que nada, mas antes de poder responder, ella se adelantó en decirle—. No intentes decirme mentiras papi, vi a Itzae llorando y salía de aquí. Eso no me gusta, me iré a su cabaña —expuso con seriedad. Vio dentro de la habitación, esbozó un gesto de enfado en el dulce rostro y agregó—. Limpia, eso es asqueroso.

Dicha esas palabras se giró, dejándolo sorprendido, porque su nena aún no cumplía sus cinco años, y ya lo había mandado como si ella fuese adulta y él un niño. Sacudió la cabeza, en un gesto negativo, sin poder dejar de pensar en lo sucedido, sin embargo, esto fue sustituido por los recuerdos del pasado.

Su adorable Macarena, sus besos, sus abrazos, cada unión de sus cuerpos, cuando se daban el profundo amor, era lamentable como el destino terminó conspirando en su contra, no podía explicarse, como él, un hombre tan perspicaz no se dio cuenta de lo sucedido, ella culpándose de un crimen que no cometió cuando el único responsable de esa tragedia, fue  su propio hermano, Gian Piero.

Tuvo ante sí el amor verdadero, no obstante, lo perdió, siempre era así, terminaba perdiendo lo más amado, perdió a su madre, a su hermanita y a la mujer amada, para Valentino Pagliuca no existían los milagros, solo le pedía a Dios protección para su niña, no soportaría perderla a ella también, era el único soporte de su existencia, quien evitó que terminara de hundirse. Aunque esperaba con ansias que su pequeña creciera para él partir para reencontrarse con Macarena.

Terminó de arreglar no solo la habitación, sino el resto de la cabaña, se metió a ducharse y justo cuando estaba terminando de vestirse, escuchó un auto aparcarse frente a la casa, abrió la puerta y al extender la mirada estaban sus cuñados, pues así los consideraba pese a nunca haber contraído matrimonio con Macarena, el hecho de que fuera la mujer amada, les daba ese carácter.

—Cuñado querido. Lo saludó Meredith, acercándose y dándole un abrazo y un beso.

Hola, Meredith. Habló respondiéndole el saludo con frialdad, era tan parecida físicamente a Macarena, no obstante, en personalidades sus diferencias eran del cielo a la tierra.

Luego saludó a su hermano Gian Paúl quien venía a su lado, con una mueca, no podía evitar sentir resentimiento por él, pensó lo perdonaría y ese engaño terminaría olvidado, en el pasado, mas no había sido así, era imposible no pensar en su participación en esos sucesos. Después apareció Matías, tenía un triste semblante y por último Melody, quien lo miraba con desconfianza, la menor de los Mendoza ya estaba a punto de cumplir los dieciocho años.

Señor Pagliuca—. Expresó la chica de manera distante evitando todo contacto físico con él.

Ella tenía el carácter de su Rena, era arisca y con ese aire de suficiencia , igual a su amada, tenía cuatro años que no la veía desde el día del entierro, la chica creció y se convirtió en toda una mujer, seguro si la viera, se sentiría muy orgullosa de ella.

Bienvenidos todos manifestó con educación, mientras los invitaba a pasar. Les mostró las habitaciones, se ubicarían los dos hombres en una habitación y las chicas en otra.

¿Dónde está Meliena?Interrogó Melody.

—Está en la cabaña de más abajo, está con una amiga—respondió Valentino.

—No deberías permitirle a la niña andar sola por allí, es peligroso, puede caerse por una pendiente, resbalarse, aún no cumple los cinco años—. Comentó Meredith.

Valentino respiró profundo, estaba calmándose para responderle, cuando Matías salió en su defensa.

—Meredith, Valentino sabe lo que hace, además no es un papá, capaz de dejar ir a Meliena sola.

—¿Y quién es la amiga con la cual juega? ¿Cuántos años tiene? ¿Quiénes son sus padres? —interrogó Meredith con un tono de preocupación—. Lo siento si sueno intensa, esa niña es lo único que nos queda de mi hermana, y hoy día hay demasiado peligro, mucha gente mala, sin escrúpulos, quienes han perdido la humanidad, no podemos dejar a nuestros niños con cualquiera.

Valentino se dio cuenta, de que en verdad Meredith estaba preocupada por el bienestar de la niña y le respondió tranquilizándola.

—Tienes razón en tus palabras, pero Itzae es una chica de confianza tiene como veintitrés años, es responsable, y le tomó mucho cariño a mi pequeña.

—¿De dónde la conoces? —Siguió interrogando Meredith.

—La conocí en la tienda, cuando estaba buscando comprar unos adornos navideños para prepararle una sorpresa a Meliena, ella me ayudó a decorar todo—respondió con tranquilidad.

—Esa mujer debe andar buscando atraparte a ti, y por eso simula encariñarse con la niña ¿Por qué cómo se explica que un extraño sienta tanta empatía por una pequeña, quien no es absolutamente nada de ella? —Alegó Meredith sin ocultar su irritación.

Valentino no sabía por qué le molestó las palabras pronunciadas por su cuñada en contra de Itzae.

—No estoy de acuerdo con tu teoría, si fuese así estaría aquí conmigo no con Meliena, además los niños tienen un sexto sentido para percibir cuando la gente finge el amor—respondió irritado.

—Además, no creas que todas son como tú Meredith, pero bueno cada ladrón juzga por su condición —respondió Melody, luego dirigiéndose a Valentino preguntó—. ¿Será que puedes buscar a la niña? Estoy ansiosa por verla.

—Está bien iré por ella, quedan en su casa— les indicó.

Mientras salía, el viento soplaba fuerte y le alborotó el cabello, el cual llevaba un poco largo, pues tenía tiempo de no cortarselo.

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—Itzae, ve como han quedado mis galletitas, quiero hacerlas ricas para dárselas a mi papi ¿Verdad que él es lo más lindo del mundo? —interrogó la niña ansiosa porque la chica le respondiera.

Itzae, se quedó pensativa, si era muy hermoso, cuando lo veía el corazón se le aceleraba, palpitando más veces por segundos, Valentino le producía taquicardia a tal extremo que al tenerlo cerca temía por su salud, por eso le huía, también porque era insensible y cuando la veía, siempre la echaba y terminaba tratándola mal.

 Como no le respondió, la niña la sacudió, volviéndole a preguntar.

—Itzae ¿Por qué no me respondes? ¿Verdad que papá es muy bonito, así sea un gruñón?

—Si tu padre es bonito, tiene una hermosa sonrisa cuando se le ocurre exhibirla y sus ojos negro profundo con esa mirada tan intensa, uno se siente perdido en ellos  —expresó con una expresión soñadora, mientras la niña la miraba con una gran sonrisa. Itzae no se dio cuenta de la llegada de Valentino y mucho menos de que la escuchó hablar.

Este al escucharla se preguntó mentalmente ¿Será que Meredith tenía razón y esta mujer está tratando de atraparme?  “Bueno dicen que amarrando al becerro se atrapa a la vaca, en este caso sería amarrando a la becerrita atrapan al toro”, pensó con molestia, pues esa chica se había equivocado con él, porque jamás él borraría de la mente y el corazón a su Macarena, por mucho parecido entre las dos y lo mejor era dejárselo en claro de una vez por todas.

—Buenas tardes—. Saludó Valentino.

Al escuchar su voz, Itzae se sorprendió, abrió expresivamente sus ojos y al querer voltearse completamente, hizo un movimiento brusco y se resbaló, pero Valentino actúo con rapidez y la sostuvo, al hacerlo sintió un corrientazo entrar por su brazo y la soltó de inmediato—. Vine a buscar a mi pequeña.

—Hola, papi —dijo la niña corriendo hacia él, para abrazarlo—. No me quiero ir, estoy haciendo galletas y pastel con Itzae. Además me va a preparar una pasta a la boloñesa que es mi plato favorito y el de ella, así como también era la comida preferida de mi mami.

Valentino se inclinó a la altura de la niña.

—Mi princesa hermosa. Vine a buscarte, no puedes quedarte, llegaron tus tíos Matías, Gian Paúl, Melody y Meredith, debes atenderlos.

La niña hizo un puchero y sus ojos se humedecieron.

—No quiero dejar sola a Itzae, su padre casi nunca viene a acompañarla ¿Puede venirse con nosotros a casa? —interrogó esperanzada la niña.

—Lo siento Meliena, no hay espacio donde Itzae se pueda quedar, tenemos muchas visitas en este momento. Así que por favor, ve y busca tus cosas, porque nos vamos—expresó con firmeza.

La niña intentó hacer un berrinche, pero Itzae se agachó y con una dulce voz conversó con ella.

—Princesa no te preocupes por mí. Estaré bien, te guardaré galletas y torta. Y la pasta con la Boloña la haré después de Semana Santa. Anda a buscar tus cosas, tu papi te espera.

—Yo te amo con todo mi corazón Itzae, siento que eres una parte de ti—dijo con sentimiento la pequeña.

—Yo también mi niña, siento que te conozco de siempre, por eso aquí te esperaré, no iré a ningún lado—. La tranquilizó dándole un beso y seguidamente la niña salió corriendo a buscar sus cosas.

—No entiendo, ¿Qué te mueve a quererla? —Sin dejarla responder agregó—, te voy a dejar algo claro Itzae, a la única mujer a quien he amado y a quien amaré hasta el día cuando me muera, es Macarena la madre de mi hija, no estoy interesado en ninguna mujer. Te agradezco que no te atrevas a malinterpretar las cosas y a utilizar a mi hija para acercarte a mí.

No sabía las razones, no obstante, sus palabras la habían herido profundamente, ella sería incapaz de usar a la pequeña para tener alguna relación con él y así se lo hizo saber, porque no estaba dispuesta a dejarse apabullar, como lo hizo cuando la corrió de su habitación, sin embargo, prefirió, no traer a colación ese momento.

—Mi cariño por Meliena es sincero, esa niña se ha ganado mi corazón, yo la amo, me gusta estar con ella, hablar, hacer cosas juntas. No la utilizo para acercarme a usted, no sé de donde puedes sacar algo así.

—Te escuché cuando le decías a la niña que yo era lindo y te encantaban mis ojos—. Al percatarse que Valentino había escuchado cada una de sus palabras, se ruborizó, por un momento la mente se le quedó en blanco, pero luego de unos segundos reaccionó.

—No se haga ilusiones —expresó con un dejo de altivez—, solo respondía lo que Meliena quería oír. Usted no me interesas para nada, no es mi tipo de hombre.

Desconocía el motivo, mas le molestó que alegara no ser su tipo.

—¿Así? No soy tu tipo ¿Y quién es tu tipo? —Interrogó en tono mordaz.

El corazón de Itzae latía con mayor fuerza, no obstante, por nada del mundo le haría saber a ese arrogante que todas las noches al dormir, soñaba con él.

—Confórmese con saber, está a salvo conmigo, no es el caramelo causante de mi caries, ni la caspa que me tumba el cabello.

Valentino levantó su ceja izquierda sorprendido, por la forma en cómo le dijo de manera sobrada, que él no le interesaba, por eso con el gusanito de la maldad, acechándole, se fue acercando a ella, dejando el rostro tan pegado al suyo, solo los separaban escasos milímetros, tal como le sucedió en la habitación, un pequeño movimiento de alguno de los dos y sus labios terminarían unidos, justo en ese momento llegó Meliena corriendo y ellos se separaron de inmediato.

—Estoy lista, papi, ya tengo todas mis cosas conmigo. Chao Itzae, me gustaría vinieras a casa, te dije que mi familia sería la tuya, yo te la presto, aunque para eso debes conocerlos —expresó con seriedad, abrazándola—. Te quiero Itzae.

Luego de besarla, le dio la mano a su padre y juntos partieron a la cabaña, mientras la chica los observaba alejarse desde la puerta de la casa, después de un momento Valentino tomó en brazos a Meliena y así siguió haciendo su recorrido.

Ella ingresó a la pequeña casa, siempre era así cada vez que la niña partía, le dejaba un gran vacío y una profunda tristeza en el corazón, no se explicaba como solo en poco más de tres meses, la logró cautivar, sentía una conexión especial con ella, le inspiraba ternura, protección, le gustaba verla reír, hacerla feliz, la pequeña Meliena se convirtió en la persona más importante de su vida y lo extraño. no podía explicarse cómo sucedió, aunque tampoco tenía interés en descubrirlo.

Desde el momento cuando despertó del accidente, no le daba vuelta a las cosas, ni se detenía a pensar mucho en las causas de porque las cosas sucedían. Estaba agradecida de estar viva, lo ocurrido fue catastrófico, pasó varios años con tratamiento, le reconstruyeron el rostro, algunas partes del cuerpo y esta nueva oportunidad de vida era suficiente para ella, de allí lo que viniera demás, lo consideraría dádivas del destino.

“La vida es muy simple, pero insistimos en hacerla complicada”. Confucio.

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