Capítulo 1: Gabriela.

Mi madre llega del hospital con mi pequeña hermana menor. Con apenas dos días de nacida puedo decir que será mi consentida. 

La llevo a la cuna que me conseguí por ahí con una vecina, mi madre no quiere amamantar, por lo que vendiendo unos juguetes y la ropa que no me queda en la feria hice dinero para comprarle leche. Espero que el tarro me alcance para el mes, porque si no… no tengo idea de dónde sacar. 

-No seas porfiado  -me dice Magaly-. Deja que vaya dónde los abuelos y les pida plata.

-No, porque cada vez que lo haces, ellos te mandan con un “encargo". No te quiero metida esas cosas, yo me las arreglaré. Para eso soy el hombre de la casa.

-Ja, vo’ po, tienes diez años nada más.

-Igual más que tú. 

Magaly tiene ocho años, José tres años y Gabriela, nuestra nueva hermanita era la nueva integrante de esta familia extraña.

A mi corta edad iba al colegio por las mañanas, llegaba temprano para lustrar los zapatos de mis compañeros y algunos profesores. Es que tú ropa puede estar ropa, manchada o como sea, pero los zapatos deben estar impecables.

Como soy inteligente, a veces cobro por hacer tareas. Que me paguen hasta con un paquete de fideos o un kilo de arroz, para mí es suficiente. Ya con eso tengo para alimentar a mis hermanos. 

Luego de salir de clases me voy a una panadería, allí me espera un “triciclo" que es una especie de bicicleta que empuja un carrito con ruedas, en él salgo a vender pan y, no es por presumir, pero soy un excelente vendedor. Cada día salgo con cincuenta kilos y nunca le he regresado siquiera un pan a don Sergio, el dueño de la panadería. Mi pago son mil pesos y un kilo de pan  puede parecer poco para tanto trabajo, pero para mí son treinta mil pesos en el mes, que me sirven para pagar cuentas.

Llego a casa como a las seis de la tarde y me doy una hora para estudiar, hacer mis tareas y ayudar a Magaly, que es más burra que un… burro. A ella no se le da lo del estudio y falta seguido al colegio.  Yo me molesto con ella por eso, porque al menos si va al colegio tiene asegurado el desayuno y el almuerzo. Además, le digo que la única manera de salir de nuestra situación es estudiando, para ganar becas y llegar a la universidad, pero ella dice que nuestros abuelos no tienen nada de eso y ganan mucho dinero.

Todos sabemos que las drogas dejan dinero, pero a costa del sufrimiento de otros.

Luego de mis estudios, preparo de comer, hago que mis hermanos se bañen y luego a dormir. Pero yo no, cuando estoy solo me encargo de esas tareas que nunca me faltan, de esos compañeros desesperados. 

Incluso, hace poco me llegaron trabajos de niños de cursos más adelantados que yo. Apenas curso sexto básico y ya he hecho los trabajos de octavo básico. 

Hoy, la cosa es diferente y mis horarios cambiarán, porque debo ocuparme de Gabriela. Mi madre solo se ha dedicado a dormir todo el día, afortunadamente es sábado y he podido ocuparme de mi hermanita. No dejo de mirarla, es un pequeño angelito. Su nariz y boca pequeñas me causan mucha ternura. 

Cuando consigo dormirla en su cuna escucho llaman a la puerta. Voy a ver quién es y  me encuentro al novio de mi mamá. 

-Está durmiendo, que quieres -le digo seco, sin abrir mucho la puerta para que no entre -.

-"¿Qué quieres?” – me imita burlándose de mi manera de hablar-. Sale pa' llá mocoso, vengo a ver a tu mamá,  no a vo’.

-Está descansando, pero si trajiste plata o comida te dejo entrar. Tu hija está en mi pieza, por si la quieres conocer.

-Sale pa' llá – me aparta de un manotazo y entra -. Yo no tengo críos con nadie. Si ella la quiso tener es cosa suya. Vengo por otra cosa.

Y yo a qué. Esos sonidos desagradables se me hacen asquerosos. Mis hermanos duermen, esos no escucharían ni un auto estrellarse en la casa, así que me voy por Gabriela, la cubro con una manta y salgo de la casa.

MMe voy donde la única persona en la que confío, la vecina de enfrente. Una anciana que no tienen a nadie más en la vida, nunca tuvo hijos y enviudó. Yo soy el que le repara el techo, le hace mandados y compañía. Me recibe con una sonrisa, le hace arrumacos a mi dormida hermana y me lleva a la habitación que me deja para cuando quiero escapar. 

-Ay, mi' jo. Y recién parida la viene a molestar… pero no importa. Duerme tranquilo, nadie te sacará de ahí.

Cierro mis ojos, con mi hermanita acomodada a mi lado. Aquí estaremos tranquilos, al menos por esta noche.

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