4. La Primera Invitación

Nuestras manos volvieron a unirse sobre las riendas del caballo mientras que te subías a Zorro. No era la primera vez que nos veíamos, pero tampoco es que lleváramos una vida conociéndonos. Sin embargo, parecía que llevábamos años haciendo esto. Tu maravillosa mirada llena de melancolía se fijaba en el horizonte mientras que te lucias en cada movimiento que provocabas que hiciera Zorro y por alguna razón no te veías tan feliz y mi curiosidad me ganaba.

Te mire como queriendo descubrir en tus ojos todos tus secretos o quizás todas tus verdades, 《¿Qué secretos podía tener alguien como tú?》 Pensé. Me mirabas fijamente y después de lo que pareció una eternidad sonreíste. —Es tan fácil montar contigo mirándome… siento que todo lo hago mal — Dijiste tímidamente y allí estaba ese gesto nuevamente, tus dedos llevando un mechón de tu largo cabello detrás de tu oreja.

Mire el reloj que llevaba en mi muñeca y regrese mi mirada a ti. — Lo haces genial, pero creo que deberías tomarte un descanso ¿Te gustaría ir por un café?— Pregunte con naturalidad. 

Era la primera vez que te invitaba a algo y tu rostro reflejo la misma sorpresa que paso por mi mente al darme cuenta de mi osadía. El deseo de seguir conversando contigo fue mas fuerte que mis dudas —Vale.— Respondiste tímidamente y sonreí.

Me puse de pie rápidamente y te ofrecí mi mano para que bajaras del caballo. La tomaste con algo de dudas y apenas te incorporaste la soltaste. Te daba vergüenza el contacto conmigo, lo sentí. 

Salimos del picadero y dando alguna que otra explicación a los que estaban alrededor nos fuimos a cambiar para después salir de la escuela hípica. Luego de subirnos a mi auto e ir al centro de Madrid, nos bajamos de este para caminar hasta encontrar un lugar que nos agradara. Era invierno y tenias frio a pesar del abrigo que llevabas puesto; tengo que decir que tenia tantas ganas de abrazarte y caminar así por las calles de la ciudad... No lo hice por el simple hecho de que no debía. —¿Te parece bien aquí?— Te pregunte señalando la puerta de un café que había a tres calles de donde había estacionado. Asentiste y te abrí la puerta para que entrases. El lugar no estaba ni muy lleno, ni muy vacío; estaba bien para que tú y yo nos sentáramos en la mesa más lejana al escaparate del lugar y disfrutáramos de este momento.

El mesero se acerco a nosotros para tomar la orden y me llamo la atención que pidieses un café con chocolate, dijiste que era tu favorito y sonreí ante tu gusto. Ya sabía algo mas de ti y me estaba encantando conocerte —Y dime, ¿Hace mucho que entrenas? — Te pregunte para romper el hielo.

Este era tu tema favorito; me di cuenta cuando tus ojos brillaron. —Si, hace seis años.—

—¿Y tu familia te apoya en esto de la equitación y de querer ser Jockey?— Era un mal actor, solo quería que me contaras de ellos.

Miraste el mantel de la mesa y al darte cuenta de que era de papel y a un costado había crayones para dibujar, tomaste uno y comenzaste a dibujar imágenes al azar. —Si, mi madre, sobre todo. A mi padre le cuesta un poco más, pero es porque creo que no le gusta que este viviendo en Madrid sola.— Me dijiste sacándome de contexto, no entendí... ¿vivías sola aquí?

—¿Cómo que vives aquí sola?— Pregunte preocupado. 

—Bueno, en realidad vivo con mi hermano Francisco...— Me explicaste y seguía sin entender muy bien.

—¿Y porque se han quedado ustedes dos aquí? ¿Dónde viven tus padres? — Cuestione y me miraste con una leve sonrisa.

—Hace tres años que a mi padre lo trasladaron por trabajo a Berlín y yo no me quise mudar porque aquí tenia a mis amigos, lugar para entrenar, y bueno... mi vida. Me dijeron que no podía quedarme sola, que era una locura... y ahí fue cuando mi hermano que es 15 años mayor que yo y que estaba terminando su carrera de medicina propuso que me quedara con el aquí. — Esa explicación fue como una revelación, me explicaba tanto de ti y de cómo era tu personalidad...

—¿Es decir que tienes un hermano doctor?— Pregunte de manera muy curiosa.

—Si, eso es muy bueno... me ha salvado muchas veces de ir al hospital.— Me dijiste entre risas.

—Me imagino... ¿y extrañas a tus padres?— Esa pregunta cambio todo.

—Por supuesto, pero mi sueño es los caballos y aquí es uno de los mejores lugares del mundo para eso. — 

No estaba equivocado, había algo muy grande que nos unía y ese día lo comprendí todo... Eran los caballos...

—Sé perfectamente lo que significa los caballos para alguien que los ama. Sinai, eres demasiado talentosa y quiero ayudarte en todo lo que pueda.— Ese fue mi más sincero ofrecimiento, ese que sin darnos cuenta cambiaria absolutamente todo entre los dos. 

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