Capítulo 4 – provócame.

Bastián.

Cuando vuelvo a la correccional ya se ha hecho de madrugada, yo corro hacia mi habitación y camino en puntillas una vez que estoy adentro, me quito el mono negro, me pongo el pijama y salgo de la habitación,

¡Bastián! – susurra Billie acercándose a mí.

¿Qué hay hermano? – le pregunto sin detenerme.

Bastián, ¿Dónde demonios estabas? Me toco mentir por ti y decir que estabas en enfermería – me recrimina.

Como si eso fuera algo nuevo – yo ruedo los ojos y suelto un bufido – creo que a estas alturas ya deberías estar costumbrado a cuidarme el culo.

¡Maldita sea Bastián, no me digas que estabas con las jodidas monjas! – dice muy bajito, pero aun asi puedo percibir su tono de reproche.

¿En dónde más podría estar?

Te dije que tenías que dejar eso asi, no te metas en la boca del lobo.

Y yo te dije que dejaras de comportarte como una niña miedosa.

Joder, ¿Qué vas a hacer allá adentro? – me pregunta mientras yo saco un clip metálico plateado y comienzo a introducirlo en la ranura de la puerta del alcaide.

Retuerzo el alambre hasta que la puerta hace un clic, giro el pomo y entro en la oficina del hombre. Creo que Billie va a quedarse afuera, pero él siempre me ha acompañado en cada una de mis estupideces, asi que no me sorprende cuando se mete en la oficina detrás de mí.

Yo me quito la camisa del pijama y cubro la cámara de seguridad que está en la esquina superior de la pared.

¿Qué demonios estás haciendo? – Billie no deja de hacer pregunta y comienza a cabrearme.

¿Podrías callarte la puta boca? Voy a conseguir un permiso – enciendo el computador del alcaide, que es demasiado estúpido como para poner una contraseña que no sea su fecha de cumpleaños, y entonces redacto una carta en Word mientras Billie no deja de regañarme.

¿Para que necesitas un permiso?

Para poder irme mañana, encontré mi objetivo – sonrío.

¿De qué hablas?

De la novicia, ya se quien va a hacer que me gane los diez mil dólares – me burlo – es una novicia estúpida que está dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudarme.

Billie niega con la cabeza ¿Estás jodiendo?

No, su nombre es Annabelle, es ingenua, de verdad, es la persona mas tonta que he conocido en toda mi puta vida, está convencida de que necesito su ayuda, me inventé una historia para poder pasar tiempo a solas con ella.

¿Qué historia? – me pregunta.

Le dije que supuestamente mi madre está enferma y que necesito salir antes, por lo que ella cree, si hago servicio social entonces puedo irme antes de esta m****a.

¡Joder! ¿De verdad lograste que ella te creyera?

¿Por qué te sorprende? Ya deberías saber como soy yo. Siempre consigo lo que quiero, tengo a esa chica comiendo de la palma de mi mano – me burlo – deberías haber visto la forma en la que se retorció cuando la toque. Es una virgen inexperta.

Y por desgracia cayo en las manos equivocadas… sisea Billie.

Yo no creo que sean las manos equivocadas, esa mujer va a sentir placer como nunca en su vida, eso te lo puedo asegurar – le guiño un ojo a Bille mientras imprimo el permiso falso que yo mismo he hecho.

Billie suelta una carcajada – asi que después de todo vas a enseñarle lo bien que se siente quemarse en el infierno.

Eso espero – yo tomo la hoja que acaba de salir de la impresora, abro la gaveta del escritorio del alcaide y le pongo un sello a mi permiso – está perfecto – miro la hoja blanca del permiso y sonrío orgulloso de mi trabajo.

¡Eres un cabrón! – Billie me da una palmada en la espalda desnuda mientras le muestro el permiso.

Yo recojo mi camiseta y Billie y yo salimos de la oficina del alcaide, vamos a nuestro dormitorio y nos acostamos enseguida. Yo sonrío orgulloso y entonces caigo rendido como una piedra mientras pienso en la estúpida de Annabelle.

Al día siguiente me levanto temprano, me doy una ducha de agua helada y me pongo el mono negro, encima uso la única chaqueta que tengo aquí en el reclusorio, que es una vieja chamarra de cuero negra que es en realidad lo único que tengo de mi padre.

Me la paso por lo hombros y me escabullo por la parte trasera del patio, corro hasta llegar a donde está Annabelle, no sin antes haber guardado las llaves de mi auto.

Espero afuera del convento hasta que dan las seis de la mañana y toco a la puerta, Annabelle me recibe y me deja entrar, yo la veo fijamente y me doy cuenta de que sus ojos azules están brillantes y sus mejillas están sonrosadas.

Buenos días – dice con una sonrisa.

¿Nos vamos ya? – digo sin darle muchas vueltas al asunto.

Annabelle frunce el ceño.

Primero tenemos que ir con la madre superiora, espero que hayas traído el permiso.

Aquí esta – le muestro la hoja y comienzo a caminar adentro del convento que en realidad parece el escenario de una película de terror, no se porque, pero siempre me ha parecido que este tipo de sitios religiosos tienen una historia lúgubre tras de sí, me parecen escalofriantes, el tipo de sitio en el que siempre muere alguien de forma trágica.

Por aquí – me indica Annabelle.

Ella llama a la puerta y la madre superiora la deja entrar.

Madre, este es el hombre del que le hablé – ella me señala y yo intento fingir una sonrisa – él está dispuesto a colaborar con la remodelación de la iglesia de Chippenham.

¿Tiene el formato de autorización? – pregunta extendiendo su mano.

Si, aquí esta – yo me acerco a su escritorio, ella se pone los anteojos y lee la carta que yo mismo escribí anoche.

De acuerdo – la monja le saca una fotocopia y firma ambas cartas, me devuelve la mía.

Pueden irse ahora – ella se pone en pie y nos da permiso.

¿No hay que rezar ni nada parecido? – pregunto con un tono de burla, Annabelle me mira de mala gana y la madre supiera me ve con desdén, como si estuviera acostumbrada a tratar con muchas personas como yo

No hijo, no hay que rezar, pero les doy mi bendición para que vayan.

Annabelle y yo salimos de la oficina de la monja y vamos afuera.

El bus a Chippenham pasa en unos diez minutos, lo que nos da tiempo de caminar hasta la parada más cercana.

Yo suelto una carcajada – yo no voy a esperar ningun bus.

¿Y entonces?

Vamos en mi auto.  

Ella hace una mueca con el rostro ¿Tú estás en una cárcel o en un hotel cinco estrellas?

Yo sonrió, pero no le respondo, simplemente la tomo de la mano y siento como ella se remueve bajo mi contacto, ¡Demonios! Es que es tan obvia, no tengo que tocarla para saber que probablemente se ha mojado con un simple agarre de manos, es estúpida, de verdad, es la chica más fácil que he conocido en mi vida y eso que he estado con muchas putas a lo largo de mis veinte años.

¿Ese es tu auto? – ella levanta una ceja y señala mi deportivo clásico.

Si.

No creo que eso sea apropiado.

¿Tienes miedo de subirte a un auto conmigo? – sonrío.

No, tengo miedo de que tu puedas causar un accidente, nunca he querido morir en un auto.

Deja de ser una miedosa, Annabelle, súbete al maldito auto.

¡Y ahora también lo estás maldiciendo! ella rueda los ojos, pero al final abre la puerta y se sube adentro.

¿Por dónde queda la maldita iglesia? – lo hago para molestarla.

Si sigues asi voy a irme.

¿Y si estamos en carretera? ¿Planeas tirarte del auto? – suelto una carcajada y ella me da un codazo.

Si tengo que hacerlo, pues si – encoge los hombros – vamos, el padre Tito nos espera en una hora, yo te indico el camino.

Ponte el cinturón de seguridad – le ordeno.

Ella mira para todos lados – esto no tiene cinturón – frunce el ceño.

Yo chasqueo la lengua y me acerco ligeramente a ella, acerco mi rostro al suyo y paso mi mano a un lado de su cuerpo, rozando su pecho que se resalta aun sobre el ropón que tiene puesto, el otro brazo lo pongo en el espaldar de su asiento, de modo que prácticamente la estoy rodeando por completo. Annabelle traga saliva, me mira fijamente y comienza a respirar mas deprisa.

¿Hay algo en lo que quieras que yo te ayude? – susurro y me acerco aún más a su rostro ¡joder! Me he puesto caliente, sus ojos asustados y miedosos me han empalmado., gracias al cielo que ella está demasiado concentrada en mi boca como para darse cuenta de que tengo la erección mas grande que he tenido en mucho tiempo.

Si – susurra descolocándome – es decir no – cierra la boca – quiero decir que si, necesito que me des el cinturón ¡Y que te alejes de mí! – me grita.

Frunzo el ceño porque prácticamente me deja sordo.

Te dije que no te acerques asi, ¡Bastián! ¿Qué es lo que intentas hacer?

Follarte – respondo y le doy el cinturón – quiero quitarte el maldito habito y follarte en el auto, o contra la pared, cualquiera de las dos opciones está bien para mí.

Me alejo de ella y Annabelle me mira con los ojos bien abiertos, parece un tomate de lo roja que está, creo que va a explotar.

Es solo una broma – digo – pero si quieres no es una broma – agrego, aclarándome la garganta.

No están esperando – veo como ella desvía la mirada a mis pantalones y entonces me quito la chaqueta de cuero y la pongo en mi regazo, lo que menos quiero es asustarla con mi polla. Todavía no es momento de que ella la vea, pienso.

Pongo el auto en la carretera y enciendo el estéreo, una canción de rap comienza a sonar, yo tarareo mientras conduzco y la brisa nos pega en la cara a Annabelle y a mí.

Demasiado obscena – ella alarga la mano y apaga el estéreo.

-– Tú no sabes lo que es verdaderamente obsceno – suelto una risa lobuna y ella levanta una ceja.

Concéntrate en la carretera, Jones.  

El camino dura una media hora más y yo aparco el auto frente a una iglesia más bien pequeña y oscura, la pintura se está cayendo y casi parece que la estructura estuviera a punto de venirse abajo.

¿Qué es lo que se supone que tenemos que hacer aquí? Este lugar no tiene salvación.

Todo tiene salvación – dice y entonces camina adentro.

No todo, pienso.

Me quedo observando la vieja iglesia mientras Annabelle habla con el cura, en realidad a mi no me interesa conocerlo, asi que dejo que vaya y le lamba las botas entretanto camino alrededor.

Listo – ella se acerca como un pony encantado.

¿Listo qué?

He hablado con el cura y necesita que lijemos las paredes y pintemos – me explica – el material de trabajo está allí – señala una esquina llena de cosas.

¿Y a donde va él? – pregunto mientras el cura sale de la iglesia.

-No creerás que se va a quedar aquí todo el día, ¿O sí? – se burla – él volverá en la tarde a supervisar el trabajo realizado.

¿Eso quiere decir que vamos a quedarnos solos?

La sonrisa se borra de su rostro y frunce el ceño, como si hasta este momento no se hubiera dado cuenta de lo que eso significa – sí, creo que si – traga saliva.

Bien.

Yo me quito la parte superior del mono y dejo que caiga en mis caderas, me quito la camisilla que tengo debajo y me quedo desnudo frente a ella.

¿Qué estás haciendo Bastián? – me pregunta asustada.

Poniéndome cómodo – respondo.

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