Capitulo 5 Cautivado

—¡Vamos papá! Cálmate…

—Aparta Adrien… esto es con tu hermano.

—Haz lo que te dé la maldita gana padre. Pasa a un lado del hombre. —Vamos Adrien. Orden el castaño.

—Jean Pierre… ¡Jean Pierre! Grita su padre desde la oficina.

El castaño abandona la oficina seguido de su hermano.

—¿Qué ha pasado allí dentro?

—Lo mismo de siempre. Me tiene fastidiado con sus amenazas.

—¡Ahs!  El viejo cuando aprenderá.

Los chicos llegan al estacionamiento y ambos se suben al coche de Jean… lo prende de golpe y lo arranca con brusquedad.

—¿A dónde vamos? Pregunta Adrien luego de un rato.

—¡A beber! Responde mortalmente serio.

(...)

Zoé, llevaba una charola de cristal en la mano mientras caminaba entre las mesas llevando pedidos de tragos. Faltaba poco para su número en la tarima. Apenas Maya estaba haciendo su show.

Servía una mesa repleta de tíos enflusados y todos con anillos de oro en sus dedos… se preguntó ¿No aman a sus esposas? ¿Qué rayos hacían en ese lugar? De pronto sintió como la mano de uno de éstos, se metió por debajo de su falda. Éste se apoderó de su nalga lo que la encendió.

Se alejó de él de mala gana, en su contrato tampoco decía que debía dejarse tocar por los clientes… aunque las chicas le decían que los dejara, ya que dejaban buenas propinas. Pero Maya y ella no había podido dejarlos tocarlas.

—No vuelvas a ponerme un dedo encima señor. Le dice con desprecio.

—¿Qué te pasa? Si eres una maldita prostituta barata.

Todos se ríen en forma de burla después del comentario del sujeto, a lo que ella se tuvo que aguantar las ganas de montarle la charola por la cabeza. Su jefe siempre las estaba espiando. Terminó por recoger todo para marcharse de allí.

Llegó a la barra justo cuando el público aplaudía y gritaba aplaudiendo por el número de Maya. Eso significaba que era su turno. Detrás de la tarima observó a la chica de cabello rosado, era la de las coreografías. Le hizo señas para que fuera a cambiarse.

Dejo la charola y corrió hacia allá… en segundos la estaban cambiando de ropa, esa noche le tocaba lencería blanca. Como si todos sospecharan que ella era virgen, ¡Por dios! Es que lo tenía gravado en la gente, y si se enteraban se las iba a ver fea en ese bar.

(...)

Jean conducía como loco buscando un lugar para beber y tratar de drenar toda esa rabia que llevaba por dentro. Su padre sí que sabía cómo sacarlo de quicio.

—¡Eh, mira! Ese lugar es nuevo… su hermano le señala un bar que realmente no había visto.

—No lo había visto antes. Responde parando el coche.

—¿Entramos?

—¡Claro que sí! A eso hemos venido.

De inmediato se bajaron y no tuvieron que hacer la larga fila para entrar. Ya que los Dubois eran conocidos en toda Francia.

Al entrar no se sorprendieron mucho, ya que estos chicos se la pasaban frecuentando cientos de bares y antros. De pronto la luz se apagó, y solo una luz color rosa iluminaba el escenario donde había un tubo de metal en el medio.

Jean parpadeo repetidas veces en cuanto vio salir detrás del telón rojo a una chica vestida de punta en blanco. Llevaba un antifaz puesto del mismo color. La chica comenzó a bailar alrededor del tuvo con una elegancia, experiencia y a la vez… que era eso, ¿inocencia? ¿Quizás? Pensó. ¡Imposible! Le respondió esa voz de la cabeza.

No podía quitarle los ojos de encima, verla deslizarse por él tuvo con aquellos movimiento podría llegar a enloquecer a un hombre. Jean admiro las curvas de su cuerpo, justo como le gustaba. Su vientre plano era exquisito, carecía de alguna cicatriz en todo ese cuerpo.

Su cabello era tan oscuro  como la misma noche, lo llevaba por la altura de la cintura. Éste la miraba perplejo, y por un momento pensó que ella lo estaba mirando fijamente. Jean noto sus labios, estaban pintados con un color rosa suave. Parecía angelical, luego reprendió esos pensamientos.

¿Una prostituta santa? Se dijo así mismo. Se cruzó de brazos mientras no le quitaba los ojos de encima como el resto de los hombres, parecía muy famosa (y no lo pudo en duda). En eso noto como ella tocaba su cuerpo, lo que lo puso duro en el acto...  ¡Joder! Exclamó para sí.

Unos minutos después la joven terminaba su sensual y erótico baile. Pero aun así él no le quitaba los ojos de encima.

—Denle un aplauso  a Kira… por su sensual baile.

—¡Vaya! Esa tía sí que está buena. Dice su hermano sonriendo. ¡La pediré!

—Quieto… pone una mano en su pecho.—Esa strippers es mía. Sentencia Jean observando como ella abandona la tarima.

—¡Cómo quieras! Éste sonríe. — Vamos a pedir algo para beber.

Su hermano dirigió sus pasos hasta una mesa, pero Jean tenía otros planes. Encaminó sus pasos hasta la tarima. Aún tenía en su campo de visión a la stripper y no iba a permitir que se le escapara.

La alcanzó justo cuando se disponía a irse, Jean la toma del brazo para detenerla.

Zoé a sentir unas manos sobre ella se gira bruscamente fulminando a la persona quién la retenía.

—¿Qué coño cree que hace? ¡Suéltame!

—Quiero comprarte toda esta noche, así que no te ocupes con nadie preciosa.

La chica solo abre los ojos como platos al escuchar las palabras de ese arrogante sujeto. Pensaba que era una prostituta. La chica frunce el ceño en señal de disgusto.

—Quítame las manos de encima. Esta le advierte en tono severo.

—¡¿Qué?! Jean frunce el ceño.

—¿Pasa algo? La voz del jefe suena en medio de la batalla de miradas entre Jean y Zoé.

—Quiero comprar a esta mujer por toda la noche, ¿Cuánto cuesta? Pregunta sin apartar la vista de Zoé.

—Yo no me vendo. Responde arrogante.

El jefe mira en forma de reproche a Zoé, pero a ella lo tenía sin cuidado. No se iba a dejar humillar por ese hombre. Si lo tenía que poner en su lugar lo haría.

—Disculpe señor Dubois… es que, algunas chicas no están en alquiler. Responde el hombre.

—¿De qué hablas? Éste es un maldito prostíbulo.

—Es un club nocturno, las chicas son strippers… solo si ellas lo desean se acuestan con los clientes.

—¡Eso es una estupidez! Responde esa vez mirando al hombre a su lado.

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