Capitulo 3 Stripper Virgen

La barra de metal era su guía para deslizar su cuerpo por ella… Zoé, movía las caderas al compás de la música que sonaba a fondo.  Esa tarde ensayaba su número para la noche. Vestida con muy poca ropa se movía de manera sensual.

A pesar de que cuando empezó a trabajar en el club nocturno hace un mes no sabía absolutamente nada de cómo deslizarse en ese tubo. Pero dada las clases intensivas que le habían dado las chicas del club podría decirse que se defendía bastante bien.

Para desgracia de Zoé, no lograron encontrar otro empleo que no fuese en ese lugar. Nada más al entrar y conversar con el dueño, de inmediato las contrataron sin importar que no supiera hablar francés. La joven no se sentía para nada cómoda con ese empleo, y a pesar de no salir al público completamente desnuda seguía queriendo salir huyendo.

Pero la paga era buena, y sus intentos de encontrar otro empleo cada vez era más difícil. Si no aprendía el idioma, de nada le servía seguir buscando. Maya y ella hacían doble trabajo en el bar, una vez por noche tenían un número en la tarima y luego terminaban la noche sirviendo y llevando tragos.

—¡Debes subir más la pierna Kira!

—Le doy todo lo que puedo.

—No seas floja.

Una de las chicas, fue quien deseo ayudarla para que aprendiera hacer su trabajo bien, pero ésta era muy exigente. Qué tanto podía subir la pierna por ese tubo, era una locura total. Al dar una vuelta, la chica cae el piso de culo.

—¡Joder! Exclama sobándose las nalgas.

—¡Kira! ¡Kira! Si no empleas la fuerza necesaria te pasará esto.

—No puedo aguantarme.

—¡Deberás! Si te caes delante de los clientes, estarás de patitas en la calle.

—¡Lo sé! Responde poniendo los ojos en blanco.

Aunque no estaría mal que la despidieran, total era lo que quería desde el primer día que realizó el primer baile erótico.  Al menos le habían asignado un nombre artístico (Kira) no deseaba que la llamaran por su verdadero nombre.

Volvió a ponerse en pie, tomando el tubo entre sus manos. Suspiro pesadamente. ¿Acaso así sería su vida? Trabajar ese ese antro donde las chicas se acostaban con los clientes.

[…]

—Maya, de verdad  que ya no quiero seguir trabajando aquí. Suelta Zoé en los vestidores.

—¿Y qué vamos hacer? Nadie más nos quiere dar trabajo, por lo menos aquí ganamos para pagar la renta y comer decente.

—¡Por dios! Esto es un antro, las chicas se acuestan con los clientes.

—Ya lo sé… he escuchado que les pagan más. Además, sabes que solo bailar y servir tragos no genera tantos ingresos para vivir como lo hacen ellas.

—¿Qué insinúas?

La morena la mira por el rabillo del ojo mineras recogía la maraña de cabello rizado en una coleta alta.

—He pensado que… quizás también deba hacerlo.

—¡Maya! Su amiga se pone en pie llegando hasta ella. —¿Cómo puedes querer una cosa así? Tú no eres una prostituta.

—Si no te has dado cuenta, aquí viene una clientela muy distinguida. No seré una mujerzuela de la calle.

—Pero te acostarás con varios tíos… estás loca.

—Solo sería con uno por noche… no podría hacerlo como las chicas. Sería un ingreso extra, necesitamos mudarnos Zoé.

Aunque la morena tenía razón en una sola cosa, donde vivían era un barrio muy peligroso. Hace dos días las atacaron llegando al edificio, y a duras penas lograron escaparse. Además, el apartamento era un asco, tenían una grave plaga de ratas. Le habían comido el mercado de una semana.

Pero ¿Prostituirse? Eso no figuraba en sus planes… es más, no podría acostarse con un tipo por dinero. Y a la siguiente noche volverlo hacer con otro.

Por fortuna, cuando firmaron contrato con el bar no era obligatorio acostarse con nadie… por esa razón había accedido a trabajar en ese lugar. Por eso le extraña que Maya le dijera que pensaba acostarse con los clientes.

Había sido la primera en respirar con calma cuando salieron del bar esa tarde, alegando que era un alivio no tener que acostarse con nadie.

—Maya no creo que sea buena idea.

—¡Deberías pensarlo! No es que te presione, pero… ganaríamos más amiga. Y falta que nos hace la plata.

La chica cierra el casillero y suspira cerrando los ojos.

—Yo no quise este empleo Zoé, pero es lo que nos tocó. Y ya estamos aquí, debemos hacer algo. O lo hacemos o morimos de hambre y vivimos en la calle.

—¡Lamento haberte traído hasta acá! Esto es mi culpa. Le dice con culpa.

—No me has traído con un arma en la cabeza, he venido porque quise. Además, no te iba a dejar sola en una situación como la que pasaste.

—Gracias… eres mi mejor amiga.

—¡Soy la única!

Ambas sonríen en forma de complicidad para luego abrazarse. Esa noche vestían muy poca ropa, brillante y llamativa. Un maquillaje algo fuerte pero sexual.

—Estos tacones me matan. Se queja Zoé separándose.

—Ni me lo digas. Responde la amiga. —Zoe… la morena la llama.

—¿Qué pasa? Pregunta mientras arregla la tanga futsia en su trasero.

—¿Lo pensarás?

—No tengo que pensarlo, ¡no lo haré! Estás loca Maya.

—En algún momento tendrás que perderla Zoé… está la mira de reojo.

—Pero no así, es una forma horrible y cruel.

—¿Acaso esperas algo especial?

—De hecho…

La chica se queda pensando un momento la respuesta… ¿Quería algo especial? ¿Deseaba a alguien que se lo ganará de verdad?

—Yo… ¡Creo que sí!

—Tienes 22 años Zoé… sabes, es muy raro encontrar a una chica de tu edad virgen.

—Shh… que no te oigan, si el jefe se entera capas y me vende al mejor postor.

—¡Eso no pasara! La morena niega divertida. —No es un maldito mafioso.

—No lo sabemos. Susurra.

—En fin… si sigues esperando al hombre ideal para perder la virginidad, créeme pierdes el tiempo. Esos tíos no existen.

—Quizás si… se encoge de hombros.

—No, no existen… yo te recomiendo que te lo pienses amiga…

Zoé se mordió los labios pensando en la sugerencia de Maya… ¿debería perder la virginidad como una perfecta puta?

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