Capítulo 5

Capítulo 5

Detesto la costumbre de mi cuerpo a levantarse temprano. Después de encontrar a mi madre y Matthew, rodeados de los que supuse que eran sus amigos, tuve que insistir reiteradas veces hasta que – después de una hora – logré mi cometido de largarnos de ese lugar. Lo primero que hice al llegar a casa fue tirarme sobre la cama, no era mi intención quedarme dormida, por más que lo deseará. Primero quería ponerme mi pijama, hablar con Sheila y mi padre, a lo mejor leer un poco y ya después acostarme. Pero mi cuerpo no estuvo por la labor, un par de minutos después ya estaba en el mundo de los sueños. Unas horas después unos golpes me desvelaron y aunque maldecí que lo hicieran también me sentí agradecida por la oportunidad de poder cambiarme de ropa.

Incluso con un sueño de más de seis horas, que no es lo común en mí, me despierto agotada y cabreada. A penas son las ocho de la mañana. La rutina escolar ha provocado que me siga despertando temprano. Lo primero que captan mis ojos al abrirse es el techo, tan blanco y limpio como un lienzo. Vuelvo mi cabeza hacia la ventana por donde ya entra la luz potente del sol. Me froto la mejilla derecha y el ojo antes de esforzarme en incorporarme. No me puedo quejar de la cama, es mejor que la mía sin duda, pero la pereza mañanera no me deja apreciarlo.

Humedeciendo mis labios resecos me despojo de las sábanas, que ya se habían enredado en mis piernas, y me dispongo a salir de la cama. No sé como es el horario de mi madre, ni de Matthew, mucho menos el del resto teniendo en cuenta que se encuentran de vacaciones como yo. Por ello cuando salgo de mi habitación y me dirijo al piso de abajo intento escuchar si hay algún ruido, pero no capto ninguno. Debido a eso me sorprendo cuando al adentrarme en la cocina me encuentro a Matthew.

– Buenos días – comenta con una leve sonrisa antes de llevarse la taza a los labios. Me esfuerzo en devolverle el acto, pero creo que me sale una mueca.

– Buenos días, ¿hay café? – pregunto, pero mi mirada ya está sobre la cafetera hecha. Él asiente con un sonido y yo me acerco a prepararme un café con leche. Normalmente, en casa, me suelo preparar una de las cápsulas de mocca, eso si no es Sheila la que me lo trae de Oasis. Pero por obvias razones ahora no puedo prepararme mi café favorito.

– Veo que hoy estamos muy madrugadores todos – comenta. En un principio su comentario me confunde, pero al mirar sobre mi hombro lo comprendo. Trey, vestido con unos tejanos y una camiseta de manga corta blanca que se ciñe de maravilla en su cuerpo, está en el arco. Rueda los ojos antes de hablar.

– Me largo – sentencia. Está dispuesto a dar la conversación por terminada y huir de ahí, pero su padre no tiene los mismos planes.

– Espera – lo frena –. ¿A qué hora viniste ayer y a dónde vas?

– No me comas la oreja, papá, no tengo cinco años – gruñe. Su mirada capta que tengo mi atención en él por lo que al instante vuelvo a girar mi rostro, continuando con mi acción –. Llegué a una hora y me voy con las chicas y Joshua, como siempre. No entiendo por qué preguntas.

– Porque eres mi hijo y me preocupo por ti –. Trey suelta una risa cínica en respuesta que vuelve a captar mi mirada. Niega con la cabeza mientras mantiene una sonrisa falsa en sus labios.

– No me hagas reír –. Matthew está a punto de rebatirle cuando Trey me observa de reojo y añade: – No voy a tener está conversación de nuevo, llego tarde.

Me lanza una última mirada antes de desaparecer causando que Matthew suelte un suspiro de rendición. Decido no involucrarme, por más que me mate la curiosidad por saber por qué Trey se comporta así con su padre, pero supongo que es por lo típico: es un chulo que se cree mejor que nadie. Capullo.

Sin decir ni una palabra y con mi taza con café con leche desaparezco de nuevo escaleras arriba. Me lo tomo al tiempo que contesto mensajes de Sheila y trasteo un poco en el resto de aplicaciones. También decido comentarle a mi padre cómo me está yendo, evadiendo el hecho de que perdí a su hija pequeña entre un montón de personas. Me regañaría, aunque también desaprobaría el hecho de que mi madre me dejara a cargo de ellos en un lugar que no conozco. Aun así no lo comento.

Es en ese momento cuando recuerdo a la chica de anoche. Camila. Me dijo que si quería conocer San Diego que fuera esta mañana a su casa. No es algo que me apasiones, pero, ya que estoy aquí sería una buena idea, al menos por un día. Intento hacer memoria sobre su dirección al mismo tiempo que me adentro en el baño con la intención de darme una ducha. Por culpa de mi madre y su idea de ir a Ocean Beach no pude darme una relajante ducha después de todo el día de clase y el vuelo. No es hasta que termino de ducharme cuando encuentros los primeros recuerdos de su dirección: Willow Street – que gracias a Holly, a quién pregunté ayer mientras volvíamos, sé que es nuestra calle –, en el cruce con Ingelow Street. Agradezco vivir en la época de la tecnología y agradezco al creado de la increíble app del mapa, gracias a ella se ha dónde debo dirigirme.

Como no sé como se comporta el clima en esta zona decido copiar un poco a Trey y ponerme unos tejanos largos, rotos por la rodilla, y una camiseta de manga corta, un poco ancha y de color negro con el logo de los Rolling Stones. Una vez equipada con mis auriculares, teléfono y cartera, salgo de mi habitación. Decido avisar a Matthew de que voy a salir, ya que mi madre no se encuentra en casa. Salgo al jardín una vez he revisado todas las estancias. Se encuentra en una silla de la mesa que hay en el porche leyendo un libro. Alza la vista al escucharme llegar.

– Voy a salir... em... –. ¿Debería pedirle permiso? No, él no es mi padre, ni mucho menos. Con que esté informado y le dé la información a mi madre es suficiente –. Iré a conocer un poco los alrededores y a lo mejor me acerco al centro.

– ¿Tú sola? – cuestiona dejando el libro al lado –. Las calles son complejas y ni que decir del centro. No creo que sea una buena idea – argumenta con sus brazos apoyados en la mesa. «Me da igual tu opinión», me gustaría decir, pero me lo guardo.

– Voy con una chica que conocí ayer en el muelle – informo importándome bien poco que no le parezca adecuado. Parece dudar, pero termina formando una leve sonrisa.

– Está bien, pero ten cuidado y cualquier cosa nos llamas –. Asiento sin aclarar que no tengo su número ni el de la casa, y no pienso marcar a mi madre – a no ser que sea una urgencia – mientras se encuentra en el trabajo.

Dando la conversación por terminada vuelvo al interior de la casa en dirección a la puerta principal. Owen y Holly siguen dormidos, aprovechando el primer día de vacaciones para despertarse tarde. Con cuidado de no hacer ruido, aunque soy consciente de que no se despertarán, salgo de casa. Reviso una vez más la dirección en la pantalla antes de ponerme en marcha. Durante el camino observo los detalles de cada una de las grandes casas que se encuentran por esas calles. Algunas en colores ocres, otras en tonos blancos y grises, estilo victoriano, estilo contemporáneo... Tan diferente unas de otras, pero con algo en común: son caras. Visto lo visto las personas que habitan por esta zona, aunque no llegan a ser millonarias, el dinero no les falta.

El cruce se encuentra a escasos minutos de mi casa por lo que llego con rapidez. Camila me dijo que era la que hacía esquina, pero hay cuatro, lo cual me obliga a hacer uso de la memoria, de nuevo, e intentar acordarme del número que nombró. Se me viene un tres mil y algo, pero no logro mucho más. Me paseo por en frentes de ellas, intentando no parecer una acosadora, y noto que solo dos de ellas tienen el número tres mil. Aunque sigue siendo un problema, al menos lo he reducido a la mitad.

Una de las casas es la 3246 y la otra la 3311. Debo escoger una, aun a riesgo de equivocarme. Si es así pediré disculpas y me dirigiré a la contraria. Debato unos segundos hasta que me decanto por la 3311, ya que su número me atrae estéticamente. Subo una pequeña pendiente hasta el camino donde se encuentra el camino que da a las escaleras hacia la puerta principal. Cuando me encuentro delante de esta dudo unos segundos, planteándome si cambiar de opinión y picar a la otra, o incluso irme a casa. Deshago el pensamiento teniendo seguridad y picando al timbre. Me muerdo el labio y jugueteo con él con los dientes en el tiempo que espero. Mi mirada cae en la otra casa, que puedo observar desde ahí, pero vuelvo la vista al frente en cuanto la puerta se abre.

– ¿Vega? – pregunta la chica que no se parece en nada a la pelirroja de ayer, pero si a otra que también conocí. Ante mí se encuentra Evie, que me mira entre sorprendida y confusa –. ¿Qué haces aquí? ¿Te manda Matthew a por Trey? –. «Trey está aquí, cierto».

– Em... no... es que ayer conocí a una chica y... – antes de que pueda terminar la oración alguien me interrumpe, otra voz de mujer.

– ¿Quién es Ev? – pregunta una chica posicionándose a su lado, su mirada se clava en mí. Su pelo liso de color castaño con reflejos rubios cae sobre sus hombros y pechos creando una pequeña cortina en sus ojos por culpa de algunos mechones. Sus labios se fruncen al igual que sus cejas y con sus ojos azules me escruta entera.

– Es Vega, la hermanastra de Trey –. Una vez salen las palabras de su boca la chica la mira atónita antes de posar los ojos de nuevo en mí –. Ven, pasa – me ofrece. Niego con la cabeza.

– No, en serio, no quiero molestar y además...

– No digas tonterías – asegura con una sonrisa. La chica, de la cual aún no sé el nombre, me toma del brazo a la vez que dice:

– Además no le harás el feo a las amigas de tu hermanastro, ¿no? – cuestiona con un tono repipi. No quiero juzgar demasiado pronto, pero tengo la sensación de que esta chica no me va a agradar. Y por las ciertas miradas que me lanza, creo que yo a ella tampoco – Ty, mira quién ha venido.

Soy arrastrada por un pasillo, mientras a mis espaldas se encuentra Evie. Cuando intento encontrar sus ojos veo como los rueda y suelta un suspiro pesado, como si el comportamiento de su amiga no le gustara. Cuando la ojiazul abre la puerta corrediza ante mí se encuentra un amplio espacio, igual o un poco más amplio que el salón de casa de mi madre. Sobre el sofá en forma de L, se hallan Trey y un chico. Ambos clavan la mirada en mí, pero sus reacciones son un tanto distintas. El chico me mira con confusión mientras que, a su lado, Trey me observa con sorpresa.

– Tu hermanastra – concluye la chica.

– ¡¿Tu qué?! – pregunta el chico dirigiendo la mirada a Trey, pero este la mantiene fija en mí. Quiero huir, no quiero estar rodeada de gente que se relaciona con el idiota de mi herman... de Trey. No es mi hermanastro ni quiero que sea nada. Solo quiero salir de aquí.

– Su hermanastra – repite Evie mientras se interpone entre la chica y yo deshaciendo el agarre. Me mira con una leve sonrisa, la cual le devuelvo en forma de agradecimiento –. Yo también me sorprendí ayer, pero bueno Trey me explicó... – se detiene a observarlo como si le estuviera pidiendo permiso. Este hace un gesto con la mano interpretando que prosiga, que le da igual, y se vuelve a recostar en el sofá mientras pasa canales con el mando, como si esto no fuera con él –. Se ve que ella es la hermana de Holly y ha venido a pasar las vacaciones con su madre.

– Bueno, pues hay que darle la bienvenida – comenta el chico posicionándose delante de mí, la mirada de Trey lo sigue en todos sus movimientos –. Soy Joshua, el mejor amigo de Trey – se presenta. Su pelo castaño con rizos y sus finos labios le dan un aire aniñado, y sus ojos grises con motas azules te hipnotizan, son preciosos.

– Vega – murmullo. Antes de poder estrechar la mano del agradable chico la castaña que me ha arrastrado hasta aquí lo aparta de un empujón para presentarse.

– Y yo soy Keira, la novia de Ty – recalca con una amplia sonrisa. Una sonrisa que se le borra en cuanto el nombrado se pronuncia.

– No eres mi novia, y deja de llamarme Ty – comenta con firmeza. Keira lo mira mal, pero él tiene sus ojos clavados en la pantalla de plasma que reposa sobre la pared. Un silencio se instala hasta que él lo rompe –. Ahora que ya la conocéis, largo –. No me mira, pero sé que sus palabras son una orden.

– Troy Bolton, es mi casa – le aclara Evie con una mirada severa –. Y yo quiero que se quede –. La miro sorprendida. ¿Por qué querría algo así? Ni siquiera yo quiero algo así. Sus siguientes palabras van dirigidas hacia mí –. Si vas a pasarte el verano aquí necesitarás a gente con quien estar.

– Ya, pero...

– Ni peros, ni peras – acota Keira con una sonrisa falsa –. Venga, no seas aguafiestas –. Su comentario provoca que tenga ganas de contestarle algo, pero apenas los conozco y puede que Trey salga a defenderla por lo que mejor me mantengo callada. Ya suficiente tuve ayer.

– Está bien – concluyo. La mirada de Trey, una seria, pero neutral, se mantiene en mí el tiempo que tardo en seguir a Evie para sentarme a su lado en el gran sofá. Después la vuelve a llevar al frente e ignora la conversación que se inicia.

– ¿Y de dónde eres? – me pregunta Joshua, que se encuentra a mi otro lado, a la derecha. Lo miro con una sonrisa melancolía. Llevo un día fuera y ya extraño mi ciudad.

– De Salt Lake –. Este analiza mi respuesta en sus pensamientos, y lo sé por la pequeña mueca que realiza con los labios y por como se rasca levemente la barbilla, pero no dice nada.

– ¿Y cómo llevas las primeras veinticuatro horas? – cuestiona, esta vez, Evie. Tiene una sonrisa en su rostro. Joshua escucha interesado, pero va dándole miradas a la televisión, donde Trey ha puesto un partido de baloncesto. Por otra parte, Keira también mantiene la atención en la conversación, pero siento como su mirada me analiza. En cambio, Trey tiene la mirada fija en el partido y no se molesta ni en escucharnos, o al menos eso parece.

– Bien, supongo – miento, soy consciente de que desde que he pisado este lugar solo me han rodeado cosas malas: tensión con mi madre, lo que ocurrió ayer, tener a un capullo como hermanastro... y siento que en mi tono se percibe que no estoy convencida de mi respuesta.

– Bien – repite Trey captando la mirada de todos, pero la suya no se ha movido –. Genial, vamos – ironiza y suelta una risa cínica –. Por eso perdió a su hermana y a Owen a las tres horas, porque le ha ido bien.

– ¿Los perdiste? – pregunta, sorprendido, Joshua. Apoya el codo derecho en su rodilla y me mira inclinando la cabeza hacia un lado. Las ganas de pegar a Trey son grandes, pero me controlo. Apenas acabo de llegar y el resto está intentando llevarse bien conmigo por lo que no quiero provocar una situación desagradable – por más que tenga ganas – para ellos.

– No conocía la zona del muelle, acababa de llegar y salieron corriendo sin darme tiempo a reaccionar – me explico con firmeza intentando dejarle claro, al idiota, que ocurrió realmente. Trey ni se inmuta.

– Holly y Owen son unos trastos, aún me acuerdo cuando un día Trey tuvo que cuidarlos y me pidió ayuda porque se encontraba con resaca – explica Evie –. Me hicieron jugar a un juego en el que yo era la mala y me tenían que atrapar...

– Me acuerdo – interrumpe Trey y suelta una leve risa, diría que sincera, pero no termino de sentirla como tal –. Cuando bajé para pillar agua, te encontré maniatada encima del sofá.

– ¿Te maniataron? – cuestiono perpleja. Ella asiente con una risa, como si fuera algo normal –. ¿Holly? – pregunto para cerciorarme.

– Sí, la misma, junto con Owen.

– Nunca pensé que mi hermana maniataría a alguien – murmullo para mí misma. Holly siempre ha sido una niña inocente y buena, respeta las normas que mis padres les impone aunque a veces sea un poco rebelde.

– Pues no conoces a tu hermana, deberías pasar más tiempo con ella – sentencia Trey. Su comentario colma mi paciencia. Acaba de insinuar que no me preocupo lo suficiente en tener relación con mi hermana y que por ello no la conozco. Reconozco que habrá cosas que desconozca de ella al no convivir bajo el mismo techo, pero de eso a decir que no la conozco hay una diferencia.

– ¿Pero de qué vas? – le encaro posicionándome delante del él, tapándole su visión de la televisión –. Tú que sabrás si conozco o no a mi hermana.

– Solo digo lo que veo – contesta con simpleza al mismo tiempo que se encoge de hombros. Su comportamiento indiferente me enerva todavía más. Doy un paso hacia adelante haciendo chocar mi pie con el suyo que se encuentra estirado.

– No me conoces de absolutamente nada así que no tienes ni puta idea de cómo es la relación con mi hermana. La conozco y punto, no te voy a explicar nada porque no eres nadie a quien se las deba dar –. Me inclino y lo señalo con el dedo –. Y más te vale que no vuelvas a mencionar nada de mi hermana que tenga que ver conmigo, eso es cosa mía, no tuya – le amenazo. Me mantengo estática con una expresión facial segura. El tema de mi hermana es importante para mí. Me obligo a dar un paso atrás cuando se levanta de golpe quedando cara a cara.

– ¿Me estás amenazando? – pregunta con firmeza. Sus ojos me muestran el enfado que está comenzando a hervir en su sangre. Asiento con seguridad –. Ten cuidado con lo que dices, las amenazas tienen que cumplirse, Incordio –. Estoy a punto de contestarle cuando alguien se interpone entre nosotros.

– Haya paz – comenta Joshua a mi lado, pero quien se ha situado entre ambos ha sido Evie. Está de espaldas a mí y mira a Trey en busca de su mirada que mantiene por sobre su cabeza y la clava en mí.

– Trey, ya – ordena con solemnidad. Este baja la vista – debido a que Evie es bastante más baja que él, aunque a mí me supere por unos pocos centímetros – y se la mantiene durante unos instantes antes de soltar un suspiro con resentimiento. Se deja caer de nuevo sobre el sofá. La castaña se da la vuelta y forma una sonrisa, la primera que siento que está forzando –. ¿Qué tal si nos vamos a comer ya?

– Sí, por favor. Quiero llegar a tiempo, si no es de mala educación – habla Keira poniéndose en pie al mismo tiempo que se atusa el pelo.

– Es solo una reserva en un bar, no va a pasar nada por llegar un par de minutos tardes – le dice Joshua después de poner los ojos en blanco. Trey se pone en pie y pasa por mi lado propinándome un golpe en el hombro –. Vienes con nosotros, ¿verdad? – pregunta en mi dirección. Tener que convivir con Trey durante más horas me parece un horror, pero veo la sonrisa que me están dedicando Joshua y Evie, que parecen conformes con tenerme con ellos. A diferencia de Keira que ha salido detrás de Trey con rapidez.

– Claro – respondo dedicándoles una sonrisa un tanto forzada. Evie suelta un sonido de alegría mientras cuelga su brazo sobre mis hombros y me obliga a caminar por donde, minutos atrás, me han traído.

– Ya verás que nos lo vamos a pasar genial, es una simple comida, pero será guay – comenta mientras salimos de su casa seguidas de Joshua quien se encarga de cerrar la puerta.

– ¿Os dais prisas o que? – ladra Trey desde el interior de un coche. Observo este e intento adivinar de cuál se trata, pero nunca he sido muy fan de los coches, al menos no hasta el punto de saber el modelo exacto con solo verlo –. Si no movéis el culo os dejo aquí tirados.

– Capullo – susurro una vez Evie se deshace de mi agarre y se encamina al coche. Joshua se sitúa a mi lado y me observa con una sonrisa divertida. Ahora que lo pienso no sé cómo ellos tres consiguen soportarlo, sobre todo al nivel de llegar a ser sus mejores amigos. No llevo ni veinticuatro horas exactas y ya no lo aguanto.

– Ignóralo – murmura un segundo antes de imitar la acción de su amiga y dirigirse al coche. En mi caso, suelto un suspiro hondo, mentalizándome, antes de subirme.

***

La comida no ha sido tan nefasta como mi imaginación recreaba, el ambiente ha estado tranquilo a excepción de un par de comentarios y comportamientos por parte de Trey, pero han sido insignificante y me he propuesto ignorarlo todo lo posible como me ha aconsejado Joshua. Con este no me ha faltado una risa, además de que se le ve un buen chico. Con su aire aniñado parece súper tierno. Además de que he congeniado de maravilla con Evie, y hemos sido consciente de que compartimos muchos gustos: en vinilos – música en general –, lugares para viajar, películas, series...

– La película es increíble – reconoce antes de llevarse la pajita a sus labios al natural y se bebe la mitad de su refresco sin pestañear –. Pero lloré a mares durante más de media hora.

– Es preciosa, pero prefiero el libro – admito mientras juego con mi ensalada, apenas tengo hambre. Enfrente, Joshua da por finalizada la conversación con Trey y Keira y se gira en nuestra dirección.

– ¿De qué habláis? – nos pregunta formando una linda sonrisa.

– De la película A dos metros de ti – responde Evie al mismo tiempo que remueve su vaso. Su mirada está fija en el interior y mueve los hielos con rapidez –. Y que Vega piensa que es mejor el libro –. Alza la mirada hacia la mía –. No soy de leer, así que no puedo opinar.

– Yo ni siquiera me he visto la película – admite Joshua encogiéndose de hombros y suelta una risa al ver la expresión de horror que traspasa el rostro de su amiga.

– A leer no le encuentro la función – comenta Keira en un murmullo, pero se escucha. Mi mirada se fija en ella al instante y mis ojos se abren como si vieran a la criatura más salvaje del planeta. A su lado Trey frunce el ceño, supongo que por mi reacción.

– Leer tiene una de las funciones más preciosas del mundo – le recrimino en un tono suave –. Leer es abandonar tus problemas, tus pensamientos, tu vida... y sumergirte en la que se crea a través de palabras. Te introduces en el mundo de los personajes y lo vives como si realmente te estuviera sucediendo, como si cada acción fuera real. Olvidas todo y solo sientes, sientes todo lo que te transmiten. Leer es vivir mil vidas sin ni siquiera moverte de tu casa, es imaginar y soñar.

Mi discurso crea un silencio en que las miradas sorprendidas y extrañas vuelan hacia mí. El único que me mira diferente, con neutralidad, es Trey. Creo que mis palabras le son indiferentes y lo confirma cuando saca su teléfono y se pone a realizar cualquier chorrada, desconectando de la conversación. Joshua va formando una sonrisa, poco a poco, hasta que llega a una amplia.

– No suelo leer – admite este –. Únicamente lo hago si el instituto nos obliga y a veces ni eso, pero debo admitir que tus palabras me alientan.

– Es más probable que Trey vuelva a amar leer a que tú leas uno – le comenta con diversión, Evie. «Que Trey vuelva a amar leer». Frunzo el ceño mientras ellos siguen hablando y fijo mi mirada en el chico que tengo enfrente, ni siquiera se ha inmutado. Y aunque no debería importarme lo más mínimo, la curiosidad me gana – como siempre – y termino preguntando.

– ¿Amas leer, Trey? –. El dedo que pasa por la pantalla se queda estático y su mirada se alza con cautela hasta que conecta con la mía.

– ¿Qué? – cuestiona. Evie sigue hablando con Joshua y a ellos se ha añadido Keira por lo que la conversación solo es entre nosotros.

– Evie ha dicho que es más probable que tú vuelvas a amar leer antes que Joshua se lea uno. Volver significa que antes has tenido que hacerlo – explico jugando con el vaso con mi mano derecha al tiempo que muerdo mi labio inferior.

– Eran cosas de cuando era un crío – contesta con simpleza volviendo a su teléfono de nuevo. Pero mis labios no se cierran y vuelven a pronunciar palabra.

– ¿Qué leías?

– Cosas de niños – responde sin levantar la vista. Su semblante se mantiene serio, pero puedo notar como la mandíbula se le comienza a tensar a medida que voy preguntando, como si esta conversación le molestara. A mí no, es la primera vez desde que nos conocimos ayer, que tengo una conversación decente con él, por más que su tono sea cortante.

– Yo soy más de literatura romántica – confieso. Trey suelta un bufido y deja caer la cabeza hacia delante y yo suelto una pregunta más –. ¿Por qué dejaste de leer? Supongo que como todos los chicos que lo dejan, llegan los videojuegos u otras cosas y leer pasa a catalogarse como algo "friki".

– Leer no es de frikis – sentencia mirándome con seriedad, una que incluso podría asustar, pero a mí solo me intriga. ¿Por qué se pone tan serio de golpe? –. Y yo no soy como los otros que lo dejaron por unos videojuegos o por otra de esas cosas.

– ¿Entonces? –. Poso mis codos sobre la mesa y apoyo la barbilla en mis manos entrelazadas –. ¿Por qué abandonaste la lectura? –. Me mira con intensidad, una que me hace temblar, pero intento mantenerme segura. Sus ojos marrones son capaces de hipnotizarme, pero su acción siguiente hace que pierda el contacto. Se pone en pie captando la mirada del resto.

– ¿Nos vamos? Hemos acabado de comer hace media hora –. Todos asienten poniéndose en pie sin romper la charla que tenían. Lo miro confusa, pero no puedo decir nada cuando ya se dirige a la caja.

***

– ¿Segura que no te quieres venir? – pregunta Evie a través de la ventanilla bajada, en el asiento de copiloto. Esta vez ha sido ella más rápida que Keira, con quien he tenido que compartir espacio en los asientos de atrás. Me inclino hacia Evie antes de contestar.

– No, en serio. Llegué ayer y apenas he pasado tiempo con mi hermana y, a fin de cuentas, he venido a eso – explico por tercera vez desde que les dije que no me apuntaba a ir a la ciudad, ya que deseaba estar con mi hermana. En verdad lo que deseo es estar en casa, si es con mi hermana genial.

– Déjala – le dice Trey en cuanto ve que va a volver a insistir –. No quiere, punto – su tono seco hace que le lance una mirada asesina, que él ataca con una sonrisa burlona.

– Está bien – acepta la chica –. En cualquier caso, tienes mi número. Si un día de estos hay algún plan te aviso y si quieres hacer algo estoy a una llamada de presentarme en tu casa. ¿De acuerdo? – asiento con una sonrisa –. Genial, nos vemos otro día.

– Adiós, chicos – me despido en general, al mismo tiempo que alzo la mano al igual que ellos.

– No me esperes despierto, Incordio – me dice, Trey, con arrogancia inclinándose un poco sobre Evie y poder guiñarme un ojo, antes de pisar con fuerza el acelerador. El coche sale disparado haciendo rechinar la goma de las ruedas contra el asfalto.

Suelto un suspiro pesado, giro mi cuerpo de nuevo hacia la casa y me encamino hacia la puerta. Como no poseo las llaves de la casa me veo obligada a picar al timbre, por más que lo último que desee es que todos sepan que he llegado. Cuanto más desapercibida pase este verano, más rápido y mejor se me pasarán estas semanas que avecinan sentirse como eternas. Una sonrisa se me forma cuando el pequeño cuerpo de mi hermana aparece delante de mí.

– Hola – saludo entrando –. ¿Qué tal tu mañana?

– Genial – responde con entusiasmo mientras yo me encargo de cerrar la puerta –. Me he despertado tarde, he desayunado tortitas y he estado toda la mañana jugando con Owen. Estar de vacaciones es lo mejor –. Su infinita felicidad es algo que la caracteriza y que, sorprendentemente, adoro.

– Me alegro mucho – comento acariciándole la mejilla –. ¿Qué te parece si mejoramos eso viendo una película juntas?

– ¡Sí, sí, sí! – asiente dando salititos. No puedo evitar soltar una leve risa y formar una sonrisa, que desaparece ante sus siguientes palabras: – Mamá está en el comedor, podemos verla con ella.

– Em... – dudo mordiéndome el labio inferior –. ¿Y si mejor la vemos en mi habitación, como cuando mamá y papá ocupaban el comedor y nos metíamos debajo de las sábanas?

– Vale.

– Pues sube a mi habitación y busca una película en mi ordenador, yo voy a por palomitas – le ordeno volviendo a sonreír. Con entusiasmo sube las escaleras de dos en dos y en menos de lo que dura un pestañeo ya ha desaparecido de mi visa.

Por mi parte, me dirijo a la cocina donde rebusco por, prácticamente, toda la cocina hasta que al fin doy con mi objetivo. Espero tres minutos hasta que se hagan y al colocarlas en un bol le echo un extra de sal. Mi hermana y yo adoramos las palomitas saladas. Cuando vuelvo sobre mis pasos, esta vez con el bol entre mis manos, decido asomarme levemente a la sala. Ahí está, mi madre. Se encuentra sentada en el sofá con las piernas sobre este mientras habla por teléfono y juega con los hilos de su camiseta, como siempre la veía hacer cuando aún éramos una familia. Parece que está tranquila, como si nada la atormentase, como si su vida estuviera libre de agobio. Menuda diferencia.

Cuando dejo abajo a mi madre y subo las escaleras mi ánimo ha decaído ligeramente, pero me obligo a mí misma a recomponerme por Holly, quien me espera con las piernas cruzadas sobre el gran colchón y con el portátil enfrente de ella.

– ¿Qué película has escogido? – le pregunto al mismo tiempo que me posiciono a su lado y dejo el bol en mi regazo. Ella roba un puñado de palomitas y las adentra en su boca de golpe, masticándolas con velocidad.

– Mi favorita.

– ¿Greace?

– No – responde provocando que mi sonrisa se trasforme en confusión –. Red Sparrow –. La miro perpleja, durante años hemos visto mil películas y ella siempre aseguraba que nunca habría una que superara su amor por Greace, que siempre sería su película favorita. Pero henos aquí, con una que la ha suplantado y que causa que las palabras de Trey se me repitan en la mente. A lo mejor tiene razón y ya no conozco tanto a mi hermana como creía, a lo mejor vernos solo por las fiestas no es lo suficiente para saber como es –. Pero no se lo digas a mamá – me pide con súplica –. Esa peli no es para mi edad y me reñiría si se entera. Bueno, a Owen, a Trey y a mí.

– ¿Trey os la puso? – pregunto con una ceja alzada, a lo que ella me responde con una leve sonido. Ese chico es idiota, son simples niños.

– No se lo digas a mamá, por faaa – me suplica poniendo cara de cachorrito. Suelto un leve suspiro y asiento. Tampoco es que quiera conversar con mi madre y mucho menos sobre Trey y las películas inadecuadas que les pone.

Nos acomodamos sobre el colchón y estamos a punto de poner la película cuando la puerta se abre lentamente. De ella emerge el rostro pequeño de Owen que observa con atención lo que estamos haciendo antes de hablar.

– ¿Estáis viendo una película?

– Vamos a comenzarla ahora – respondo antes de llevarme un puñado de palomitas a la boca. Dejo que la sal recorra toda mi cavidad bucal, proporcionándome una sensación gratificante –. ¿Quieres verla con nosotras? –. Owen asiente con entusiasmo y se adentra a la habitación. Se posiciona al lado de Holly, dejándola en medio. Una vez acomodados ponemos en marcha la película. Observo a mi hermana unos segundos y algunos pensamientos se cuelan de nuevo en mi mente. Sacudo la cabeza borrándolos, centro la atención en la película e intento disfrutar del momento.

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