10.- Jonás.

¿Recuerdan lo que les dije de las chicas?

Ahí lo tienen, una enorme pancarta que pone “Jonás, nos hace feliz con su gran polla” y otra “eres un orgasmo con pies” y muchas otras que se refieren a sexo y promiscuidad ¿lindo eh? Esto es obra de la loca Mila ¿no sé por qué pensé que me había librado de ella? Ya entiendo la bronca del entrenador, las chicas – diecisiete en total – se encuentran en ropa interior de encajes y algunas no llevan sujetador, sino unas estrellitas adhesivas en los pezones. Una rubia pecho gigante se acerca a mí.

— ¡Hola Jonás! – levanto las cejas entorno a sus prominentes pechos y ¡uf! Mi cuerpo responde de inmediato — ¿Podríamos? – se restregó un poco.

— ¡Por supuesto que sí cariño! – Casi brincó de alegría — Pero deben irse ahora, para poder montar la fiesta esta noche en casa de Jonathan Lem.

— ¡Oh por Dios! ¿Jonathan el quarterback? – Asiento sonriente — ¡Te amamos! Chicas vamos a prepararnos para la fiesta – gritaron un “te amamos Jonás” y dieron media vuelta, dejándome la vista más maravillosa del mundo.

— ¡Hey amigo mío! – se acerca John con los chicos — ¿Y esas Nenazas? – sonrío engreído.

— Un regalo – escucho risas y vitoreos — Por cierto, tenemos fiesta en tu casa – le hago un guiño y camino hasta el gimnasio de nuevo.

— ¿En serio? – Asiento y continúo mi camino — ¡Excelente tío, mis padres aún no regresan de su viaje y tenemos todo lo que resta de semana! – sonrío y entro.

— ¡Todo solucionado entrenador, lamento las molestias! – subo a la cinta de nuevo y entreno hasta que quedo hecho polvo.

La noche pinta bien, las chicas trajeron comida como para un ejército y tratándose de una fiesta privada; dudo que nos la comamos toda. Llego a la casa de Jonathan en una hora luego de dejar el entrenamiento. Ducha y un atuendo cómodo: vaqueros gastados y una camiseta, zapatillas de deporte, dos cajas de mis condones favoritos y salgo. Mi teléfono vibra en el bolsillo y lo saco para responderle a Mila antes de subir a mi motocicleta.

— ¡Mila! ¿Qué tal? – respondo muy agradable.

— ¡Hola, pensé en pasarme por tu casa! ¿Estás disponible? – ahora es mi turno loca.

— ¡Lo siento, voy de salida, ah lo olvidaba! Estoy agradecido por el regalo que me dejaste frente al gimnasio Nena ¡Nos vemos! – arranco mi bebé y cuelgo sin más.

¿Qué se piensan las mujeres? Es una loca que quiere retenerme como sea ¡Ja, esta delirando!

— Para mí tienes mucha ropa – la chica que me abordó frente al gimnasio saca mi camiseta.

— Creo que es mejor si subimos cariño – me dedica un hermoso puchero y sonrío porque es una belleza — ¡Vamos! ¿Me quieres para ti sola no? – asiente con una sonrisa y subimos.

Se tumba en la cama y me acomodo a su lado, sus labios son operados, de hecho casi toda lo es, pero no importa porque esta buenísima, nos tocamos y la llamas me abrasan cuando acaricia mi hombría por encima de la tela del vaquero. En un minuto somos solo bocas y manos besando y tocando por todos lados y desnudos nos sumimos en un baile deliciosamente erótico hasta alcanzar la meta esperada. Esta chica es bastante… ágil.

Salgo de la alcoba y bajo la escalera, dejo atrás el concierto de jadeos y gemidos sonriéndole a una morena que me lanza el sujetador bastante achispada por cierto. Lo sujeto en el aire.

— ¡Hola Jonás, te amo! – no puedo evitar reírme.

— ¿Esto es una invitación? – levanto la prenda.

— ¡Claro que sí! – Dice con una carcajada — ¿Aceptas? – se restriega al respaldo del sofá como un gatito.

— ¡Claro que sí! – Respondo con sus palabras — Espérame arriba para hacer un trío – grita de la emoción.

Voy a la cocina y encuentro a Elvis con dos chicas y una le está haciendo una felación cerca del microondas donde se calienta la comida, niego sacudiendo la cabeza y saco unos panecillos con jamón y otros canapés para comer en la habitación. Por los resoplidos y jadeos de mi amigo se la está pasando muy bien, palmeo su espalda y escucho un “¡uf!” de su parte ¡disfrútalo chico!

Escucho más ruidos salvajes cuando salgo de la cocina y río a carcajadas ¡ups! giro a la derecha y me detengo de súbito al ver una cabellera rubia rizada y unos ojos verdes que me hipnotizan ¡maldita sea Leila! ¿Qué coño hace aquí? Sonríe y me dirijo hacia ella como un autómata. Sus esmeraldas me observan de manera curiosa y de pronto caigo en la cuenta: estoy en bóxer. Aun así no deja de mírame y mi cuerpo reacciona al instante. Por alguna razón que no entiendo, no quiero que me vea de este modo tan… crudo y prosaico, pero tampoco puedo dejar de mirarla; su expresión es de asombro, sin embargo sus ojos se oscurecen cuando estoy cerca dejándome ver su deseo reflejado en ellos ¡mierda!

"Y entonces te vi...". Jonás S.

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