El trueque

El parque de diversiones de la ciudad volvió en verano, y como siempre, estaba ubicado cerca del Puerto de Walsh, podíamos llegar en veinte minutos caminando desde nuestra casa en la Avenida Gilbert. Los rumores de mis vecinos eran sobre la nueva casa embrujada, con mejores atractivos y espantos que me harían temblar de miedo. A René le apetecía más el carrusel, pero ya estábamos algo grande para eso, en su defensa agregó que el ciclo infinito del aparato combinada con la música circense le ayudaba a pensar con claridad. No entendí nada de lo que decía, sin embargo, le pedí que me acompañara.

            Primero elaboramos una coartada para que nuestra madre no tuviera sospechas de nuestras travesuras. Fue algo sencillo, la idea se le ocurrió René, le dijo a mamá que iríamos a la biblioteca. Ella estaba ocupada en una llamada telefónica, asintió y dijo que tuviéramos cuidado. René me vio con desdén intelectual y salimos de la casa.

            Mientras caminábamos le ofrecí a mi hermano un trueque, consistía en intercambiar su clásica goma de mascar con sabor a mango por una goma picante. Aceptó el trato porque estaba dispuesto a demostrarme que era un maestro de las gomas de mascar. A los pocos segundos se puso eufórico y vio una regadera donde empezó a tomar agua. El pobre sacaba su lengua como un perro cansado. Aliviado, seguimos nuestros caminos, y continuó con otra goma sabor a piña.

            Cuando llegamos a la entrada del parque de diversiones vi el enorme cartel con rostro de payaso, era el mismo cartel del año pasado. Supuse que los rumores de la casa embrujada eran falsos, me sentí decepcionado, y quise regresar a casa, pero René tenía una sonrisa diabólica cuando observó el carrusel. Tuvo tanta suerte que ni siquiera hizo fila para su turno, estaba ansioso, y daba saltitos de tanto entusiasmo. Le advertí que había crecido y, no lo dejarían subir al aparato. En efecto, el guardia le dijo que debido a su estatura le era inadmisible subir al carrusel. Le tomé la mano luego que dejara de decirle sandeces al guardia y salimos corriendo. Para recompensarlo lo invité a comer algodón de azúcar.

            Mientras paseábamos por el lugar vi el letrero de la casa embrujada. René todavía estaba triste, y no quería dejarlo solo, según el reglamento del año pasado, la casa embrujada aceptaba a niños mayores de once años, y esa era la edad de René. Supuse que podríamos entrar sin ningún percance.

            Llegamos a la fila de tan solo dos personas que esperaban su turno, durante cinco minutos vi a todos lados y me di cuenta que René había desaparecido. Se me ocurrió que debió ir al carrusel para convencer al guardia con algún argumento certero.

            Mientras seguía en la fila, escuché los gritos despavoridos provenientes de la casa embrujada, pensé que sería un buen recorrido, y que mis compañeros tenían razón. Al finalizar el turno de los que estaban adentro, vi salir a una pareja con las caras pálidas y temblando de miedo. Eso me causó mayor emoción. El joven que acompañaba a su novia me dijo que tuviera cuidado, simulé estar aterrorizado y moví las manos como un fantasma vestido con sábanas. Su novia me quedó viendo y en realidad parecía espantada.

            Cuando llegó mi turno, reconocí el mismo guardia del año pasado. Me preguntó si estaba listo para morir de miedo. Le contesté que nada podía asustarme. En seguida abrió la puerta y de una patada en el trasero entré a la casa embrujada. Al principio todo estaba oscuro, luego escuché el chillido de las típicas ratas, y el caminar de cientos de insectos. También comenzó a sonar un órgano fantasmal, vi las calaveras que saltaron a mí alrededor, y las aparté de un manotazo.

            En ese momento pensé que mi vida era demasiado aburrida como para buscar emociones fuertes en una casa embrujada que en realidad solo era un juego. Mi existencia adolescente tendía hacia al suicidio porque no era del todo feliz, mis padres discutían todo el tiempo, eran actores del Teatro Marianas. Siempre vivían estresados por las deudas, y mi padre se emborrachaba los domingos con sus amigos artistas. Era insoportable, teníamos que encerrarnos en el sótano para evitar escuchar las discusiones luego que sus amigos se marchaban. A veces mamá llegaba al sótano y nos llevaba con la tía Gloria durante un par de semanas hasta que papá llamaba y pedía perdón.

            Después de recordar la triste realidad de mi hogar, ocurrió algo fascinante en la casa embrujada, algo nuevo, pensé. Escuché las pisadas de un adulto detrás de mí, en realidad venía corriendo, y así fue, un hombre vestido de gabardina me dio un empujón y siguió su camino. Observé que llevaba un largo cuchillo en su mano derecha. Eso si me espantó. Mi corazón se aceleró y me dio escalofríos. Por fin algo nuevo en la casa embrujada. Caminé despacio para disfrutar de la armonía oscura del lugar, además aprecié los cuadros colgados en las paredes, la mayoría eran fotografías de gente muerta de muchas maneras. Eso me conmocionó bastante, porque nunca había visto un cadáver descuartizado. Se me revolvió el estómago y seguí mi camino. Por un momento escuché que alguien susurró mi nombre. Solaris… Solaris…

            A veces no entendía a mi hermano, la mayoría del tiempo hablaba de libros que nunca había leído, mis lecturas eran más dirigidas hacia textos oscuros. Los descubrí porque la vecina me ofreció trabajo, tenía que limpiar su librero, y fue ahí cuando encontré El libro de las ánimas perdidas e Historia de asesinos macabros. Al principio me parecieron graciosos, en especial El libro de las ánimas pérdidas, creía que era pura fantasía, pero mientras me adentré a ese mundo, descubrí que cabía la posibilidad de un universo alterno donde los muertos viajan a un sitio donde les asignan un puesto en el mundo terrenal para cumplir su condena como pecadores. El segundo libro relataba el perfil de cientos de asesinos estudiados por doctores. El libro era algo más psiquiátrico que una historia sobre cómo desmembrar un cuerpo y sacrificarlo al diablo.

            Estaba en medio de una encrucijada, debía girar a la izquierda, pero vi una sombra de un tipo apuñalando a alguien en el piso. El cuerpo estaba inmóvil, apenas se movía con cada puñalada que recibía. De verdad pensé que las nuevas mejoras a la casa embrujada era un buen espectáculo. La sombra del sujeto se puso de pie y salió corriendo. Aproveché para ver el cuerpo y vi que era demasiado real como para parecer un muñeco. La expresión del rostro del joven tenía esa mirada de espanto como de alguien que descubre algo más allá. El supuesto muñeco se movió y expulsó sangre de la boca, eso me alarmó, y me acerqué más, me puse de rodillas, sostuve su cabeza, y vi que le temblaban las manos. Intentó decirme algo, pero murió en mis brazos. Aunque la única solución era que se trataba de un artista, y la sangre fuera falsa, lo mejor era salir del lugar y avisarle al guardia lo que había ocurrido.

            Logré llegar a la salida de la casa embrujada, el guardia me vio en un estado de euforia y entre voces le dije que había un hombre muerto adentro de la casa. Contestó que sí, que había varios hombres muertos, era el nuevo atractivo. Insistí en gritos que no se trataba de eso sino de un hombre apuñalado a sangre fría. Un policía apareció poniendo su mano en mi hombro saludándome por mi nombre.

            Le preguntó al guardia si todo estaba bien, el guardia contestó que había logrado asustar al joven Solaris. Le explique al policía que un hombre con un cuchillo apuñaló a un sujeto, y se dio a la fuga. La gente se conmocionó al verme en ese estado, y empezaron a preguntar si en verdad había un hombre muerto. Les dije que sí, que había uno adentro de la casa embrujada. El policía alzó su voz diciendo que era hijo de los actores Colt, y la mentira era mi naturaleza. Le advertí a las parejas que estaban a punto de entrar  a la casa embrujada que iban a encontrar al hombre muerto. No me hicieron caso, y entraron. Al final del recorrido los esperé afuera y me dijeron que no vieron nada fuera de lo común.

            Sorprendido por su respuesta entré a la casa embrujada recorrí el trayecto hasta llegar a la escena del crimen y para mi sorpresa no encontré nada. Pero había una pista, el pedazo de alfombra donde yacía el hombre fue removido. Confirmé que en realidad se trataba de un asesinato, y si continuaba alzando mi voz pondría mi vida en peligro. Volví a salir de la casa embrujada, y fui en busca de René, a quien encontré disfrutando de su paseo en el carrusel, le dije que debía apresurarse, pero faltaban cinco minutos para que el juego terminara, no tuve más opción que bajarlo por la fuerza e irnos del parque.

            Llegamos a la casa, de inmediato le conté a mi madre lo que había visto, sin embargo, solo recibí un regaño por haberme escapado y me envió directo a mi habitación. A la semana siguiente escuché en la radio sobre el asesinato de un hombre de la mafia encontrado con varias puñaladas cerca del Puerto de Walsh.

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