Armados hasta los dientes

Andrés llegó a su casa y su bebé preciosa le saltó encima. 

—Hola, papá. 

—Hola, princesa de mi vida—Dijo y él le llenó de besos. Se desarmó y le pasó la pistola a su asociado. 

—Papá, no hay que andar con pistolas es peligroso, eso mata gente. 

—Sí y también nos protege. —Replicó y le llenó de besos. —¿Por qué mejor me cuentas un cuento? Voy a ducharme y la nana te ducha a ti, nos vemos en quince. 

—Me encanta, pero yo tengo que cenar, ehh. No seas irresponsable. 

—Lo que ella cene, yo igual —Vio a la niñera. —Unas quesadillas y papas fritas. 

—Quiero quesadillas de pescado y guacamole. —pidió la niña y su papá le vio confundido por la combinación, de todos modos él prefirió dejarla ir. 

—Chapas, dame el teléfono. Voy a pasar una hora con Mindy y volvemos a salir, Asher está bajo guardia y el Rey. 

—Así es señor.

—¿Algo inusual? —preguntó Berrocal. 

—No. 

—¿Cómo está la princesa?—preguntó refiriéndose a Lexie.

—La señorita no ha salido del club. Estaba conversando con sus socios, aparentemente va a salir del país. 

—Vigílala e impide que se vaya.

—Lo que sea. 

—La quiero viva, si intenta irse en la madrugada quiero saber y quiero estar en el avión, prepara gente para eso. 

—Perfecto, señor. 

—Solo me interrumpes chapas si la Princesa está en riesgo, el Rey o lazarillo—Chapas sonrió y asintió hacia su jefe con una sonrisa. 

Berrocal fue a su habitación y se encontró con su hermano acostado en su cama. 

—Tengo una cita no puedo atenderte. 

—Quiero estar en el negocio —Replicó su hermano. 

—¿Tú sabes por qué mi hija y mis hermanos tienen un nombre diferente y viven en otro país?—preguntó Berrocal y decidió no perder el tiempo. —Porque no quiero nunca en la vida tener que verles muertos fingí su muerte y van a seguir así el resto de su vida Adolfo Cabral. 

El joven se quitó la ropa y fue hacia la ducha. Tomó una ducha de agua helada y se quedó debajo del agua mientras rezaba por su familia. Rezó  un Ave María arrodillado y le pidió a la madre de Dios que intercediera por su familia y por sus enemigos. Se puso en pie y fue por un bóxer, un pantalón deportivo y una camisa negra. Se lavó los dientes y fue  con su hija la cual estaba dando saltos en la cama. 

Berrocal subió a la cama y la cargó mientras saltaba, se tiró y le llenó de besos. Luego disfrutó de su olor. Los dos oraron juntos y le pidieron al niñito dios por todos los que tenían hambre, sed, dolor y frío. El joven vio a su hija enternecida y le dijo al oído. 

—Te amo. Te amo. Te amo —La pequeña rio. —Miranda, cómo estuvo tu día. 

—Bien ¿y el tuyo, señor Berrocal?

—Bien, estoy agotado pero bien. 

—Me imagino. ¿Quieres un masaje?—preguntó su hijita y los dos sonrieron. 

—No mi amor, quiero que me cuentes todo lo que ha pasado. Cuéntame sobre tus pequeñas amigas, tus nuevas hermanas, tus primas. 

La pequeña comenzó a hablar en un fluido mandarín sobre su nueva vida y le dolía con el alma no ser parte de ella, no ser el que la llevaba al colegio, no poder dormirle en las noches, pero era la mejor para Miranda. Su excuñada había sido demasiado amable al permitir que la niña viviese con ellos básicamente ocultos en el lugar más incógnito del planeta. Ella le educaba en casa para compensar lo que realmente no estaba a prendiendo en la  escuela local. 

La niña tenía una vida normal y estaba lejos del peligro. Dos veces al año Berrocal se ponía de acuerdo con un doble, para que le cubriera y poder ir a visitar a su hija.  Esta vez había sido la excepción, su cuñada había dado a luz a su propio hijo y pensaron que Miranda le haría bien pasar unos días lejos de casa mientras ellos se ajustaban. 

Esta semana había tenido que romper su burbuja de irrealidad, primero había estado en la cárcel y segundo había estado investigando sobre una mujer que era una pesadilla por naturaleza. Los Staton son caracterizados por su tozudez y Lexie estaba llena de eso, no podía competir, necesitaba simplemente ganar. 

—Señor una emergencia—Chapas le tiró un antibalas. 

—Quédate con la niña. Encadena a mi hermano de ser necesario. No quiero que nada estúpido pase—Le dio un beso a su hija—Lo siento, muñequita.

—¿Te puedo esperar despierta?

—No sé si sea rápido mi amor, pero mañana que se queme el mundo. Vamos a estar todo el día viendo películas en el cine de abajo y después a la piscina.  

—El equipo está afuera. —Chapas se quitó los zapatos. —Tico le espera con la información. ¿Cuál sobrina quiere cantar karaoke?

—¡Yoyoyo yo yo yo yooo!—gritó Miranda. 

Lexie había tenido el día más pesado de su vida. Había  tenido que pedirles a sus abuelos que le consiguieran un vuelo. Le dejó las cosas listas a su amigo y se devolvió a casa. Lexie se dedicó  hacer el teatro para los empleados de cenar sola en el comedor, quitarse las joyas y dejarlas en el joyero, tomar una ducha larga, un pijama de seda negro y se estaba por poner la crema. 

No quería ni podía dormir. Estaría en su cama hasta que dieran las dos de la mañana, luego comenzaría a correr por la propiedad como todos los días, finalmente llegaría al punto acordado en el cual un auto  estaría esperándole para llevarle al aeropuerto, lejos, menos peligro, probablemente  con su familia.

 Lexie se estaba pasándose la crema corporal cuando escuchó los primeros balazos. Corrió a su armario y sacó las cosas para poder abrir  el fondo en el cual escondía las armas.  Se colocó una porta armas y cargo en él un par de cargadores y armas de repuesto. Los balazos retumbaban por la propiedad. Ella sabía que en todo el lugar solo había veinte hombres protegiéndola. Eran demasiado pocos para enfrentarse a cualquier ejército que hubiesen enviado en su contra, además, nadie entra a una propiedad a ciegas, por lo que tenían la ventaja de saber cuántos hombres tenía en la propiedad. No esperaba que nada le pasase porque no se relacionaba con su padre por más de una razón. 

Tomó el Walkie Talkie.

—Varo, ¿cómo estamos?—preguntó Lexie mientras escuchaba más armas sonar. 

—Once hombres caídos jefa. No salga. —pidió Varo. — Vamos a hacer una barrera, pero necesitamos refuerzos si quiere salir, son demasiados. 

—¿Sabemos quiénes son?

—No son la gente de su padre. Esta es otra organización. 

Perfecto, cuando queden cinco les dices que los estoy esperando con una granada en el culo. 

Lexie no tenía el número de Berrocal, pero sabía que no había sido él. N Era demasiado valiosa para él en estos momentos. La joven llamó a su abuelo. 

—Acorralaron mi casa. Mataron a mis hombres, me quedan menos de la mitad. Estoy armada.

—Llama a tu papá ¡Ya! Lexie. Si quieres sobrevivir llámalo y pide ayuda.—Dijo y le colgó. 

Ella tomó la línea directa y esperó un par de tonos. 

Alexis Staton estaba en su casa sentado frente a Asher. El cual estaba con fuerzas intentando camelarlo. Cuando su jefe de seguridad se acercó con la línea segura. El hombre extendió la mano. 

—Tengo ocho hombres armados contra un ejército, me van a matar. 

—Lexie, cálmate. 

—No tengo cinco minutos, así que si esto eres tú…

—No es mi gente Lexie.

—Necesito refuerzos, en helicóptero o lancha ocupo gente. 

—Lexie, si te quedan pocos necesitas ponerte de espalda y arrodíllate. 

—¿Qué?

—Ponte de espalda. Es una regla, si te matan por detrás está muertos para cualquiera en Mainvillage. 

—¡Van a esconder el cuerpo!

—Alguien siempre está viéndote—dijo y yo tengo a gente viendo tu casa todo el día. 

Vio a Asher ponerse en pie. 

—Siéntate pedazo de hijo de puta y reza porque mi hija esté bien. 

—Están disparándole a la puerta y solo me le arrodillo ante Dios. No por un pez de m****a. Que no tiene los pantalones para venir a matarme en persona.

Lexie tiró el teléfono preparó su arma. Escuchó el celular en la mesa de noche y tomó la llamada. 

—Mi gente y yo vamos por ti—anunció Berrocal. —¿Cuál es tu habitación?

—¿Hiciste esto para ser el héroe?

—Mi amor, tú aquí eres la jefa. No espero menos que una mujer con un buen par de ovarios para ponerle cara a lo que necesite. ¿Crees que me estoy casando a los cuarenta con cualquier idiota?—preguntó. —¿Cuál es tu maldita ventana, Lexie?

—Voy a encender la luz, pero están disparándole a la puerta. 

—¿Estás armada?

—Obvio. 

—Si logran abrir, dispara, y no dejes de hacerlo. 

La joven se puso en posición y se preparó para disparar desde su lado, prefería que se abriese la puerta y tener el control sobre los primeros mientras entraba Berrocal. Ella intentó dar el primer disparo, pero no salió nada. 

—¡Está trabada! —Lo último que escuchó Berrocal antes de que abrieran fuego de nuevo dentro de la casa fue una maldición por parte de Lexie. 

¡¡Primer capítulo y vamos con fuerza!!

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