Sociedad Lunar
Sociedad Lunar
Por: Karen Terminel
1

La mujer se arrastró por el suelo mientras el dolor la atacaba.

Él la observó arrastrarse con un perfecto traje de cuero rojo con una gran cantidad de plumas que marcaban ciertas curvas de su cuerpo. Dante se sentó en el sillón de terciopelo azul y se pasó una mano por la mandíbula mientras que con la otra mano jugueteaba con el látigo de cuero. Suspiró y finalmente sonrió.

— Vuelve a hacerlo —ordenó.— si no lo haces bien no estarás en el show de la bienvenida.

La mujer lo obedeció rápidamente y sonrió viéndolo. Meneó su cintura al ritmo de la musica, de manera completamente provocativa y soltó una pequeña risa coqueta sin dejar de menear su cuerpo al ritmo de la musica.

La sonrisa de la mujer se borró por completo  cuando sintió el ardor sobre su piel a causa del incomodo material de cuero.

El sonido del látigo golpeando la madera del suelo se escuchó con claridad hasta el pasillo de aquel edificio poco iluminado dónde se escondía la sociedad.

— ¿En qué momento te dije que te podías mover? no me desobedezcas— dijo Dante, antes de volver a azotar el suelo con aquel látigo de cuero. — ¿Te gusta esto?— preguntó mientras la mirada con la mirada totalmente dura — ¿Esto te emociona?— dijo antes de azotar por tercera vez el suelo.

— ¿Puedo contestar amo?— preguntó.

—Puedes hacerlo.

La mujer de traje rojo volteó un poco su rostro para poder ver a su amo. Observó los  ojos oscuros que se escondían tras el antifaz lleno de cristales y escaneó la mandíbula tensa del hombre que la miraba con curiosidad y molestia. Luchó contra ella misma e intentó no mirar hacia abajo pero terminó bajando la vista en busca de algo, las inquietas piernas de Dante.

— ¿Buscas esto?— preguntó él mientras tocaba el gran fajo de billetes que él tenía en medio de sus piernas. 

La mujer se pasó la lengua por los labios y sonrió para luego asentir rápidamente y olvidar por completo la petición que había solicitado a su amo.

—Entonces tómalo — dijo él, retandola con la mirada. Tomando la gran cantidad de billetes que tenía frente a él.

La mujer se acercó a él, arrastrándose de manera divertida y lo observó por unos segundos. Sonrió ampliamente y finalmente comenzó a estirar sus manos por completo hacia el dinero. Dante sonrió friamente antes de morderse los labios. 

—Es nuestra última noche— susurró él. Dejando caer su cabeza hacia un lado y mientras la observaba. Ella estaba ansiosa y completamente lista para él. Había estado ansiosa todo el día y finalmente él la complacería con una gran cantidad.

Finalmente después de tanto, él le daría el dinero que se merecia. 

Él se miró en el espejo y se acomodó la ropa oscura, levantandose de su asiento con el rostro completamente tenso.

— Adiós— dijo antes de mirar a la mujer y tirarle un gran cantidad de billetes de cien euros a la cara. — págate un taxi.

Ella miró la lluvia de euros caer al lujoso suelo rojo, lo tomó y miró a su amo con completa decepción.

— ¿Te vas?— preguntó ella— ¡Es nuestra tercera noche!

Él asintió y se acomodó el cabello frente al espejo. Sonrió y se mordió el labio al ver su imagen totalmente perfecta. Se volteó hacia la mujer y la observó en el suelo con el billete en manos.

—Me has aburrido, eres buena pero no eres absolutamente nada de lo que quiero, agradezco que sea nuestra tercera noche, de ese modo tendrás que dejar de buscarme.

— Mr.Black... —susurró ella, antes de comenzar a levantarse para caminar hacia él, esta vez al borde del llanto. — se lo suplicó, no me deje.

Dante carcajeó y asintió al verla rogar. Le palmeó la cabeza como si de un perro se tratara y salió de aquella habitación oscura.

Ignoró por completo la voz de la mujer y siguió caminando por el pasillo.

Dejar mujeres era su especialidad, amaba tomar todo lo que quisiera de ellas para luego botarlas como siempre. Siempre las dejaba rogando por más y nunca accedía a ellas.

Había reglas en la sociedad, reglas que él había impuesto  y no pensaba romperlas, las iba a cumplir sin importar qué.

Entró al vestidor y vio a los empleados con sus trajes perfectamente limpios, un hombre se acercó a él con una bandeja de oro y se la extendió, Dante asintió con la cabeza y tomó su ropa que solía llevar a la universidad.

—Mr.Black, ¿Necesita que preparemos un baño para usted?

Dante asintió y tomó un poco del agua helada que le ofrecía el segundo empleado.

El primer empleado asintió y lo llevó hacia el baño privado de Dante para que se pudiera dar un largo baño de agua caliente.

—Puedes irte —dijo él, el empleado salió de la habitación y cerró la puerta con llave. Dante  esperó unos minutos a que la tina se llenara y se aseguró de que la puerta estuviera perfectamente cerrada antes de quitarse el antifaz dorado.

La chica de cabello rojo observó a su madre y negó levemente mientras se pasaba las manos por las piernas. La llamaban para entrar al consultorio de la doctora Lee. Escuchó su nombre nuevamente en ella bocina del hospital y suplicó unas cuantas veces. Suspiró ruidosamente y se levantó del asiento cuando finalmente se dio por vencida.

Caminó hacia el consultorio y finalmente entró, totalmente obligada por su madre.

—Siéntate en la camilla y abre. Por favor —dijo la mujer.

Kaylee suspiró y se sentó en la camilla, al mismo tiempo que bajaba su ropa hasta los tobillos, se abrió de piernas y esperó para que la ginecóloga pudiera revisarla, como todos los meses.

La ginecóloga se colocó los guantes negros y se acercó a ella, se sentó en su asiento y observó por completo a la chica de cabello rojizo, revisó cuerpo y se separó.

—Todo perfecto—dijo la mujer mientras se quitaba los guantes de látex blanco.

La pelirroja asintió y se bajó de la camilla, se acomodó su ropa interior y se bajó el vestido de color azul claro que resaltaba su piel.

—Te daré los resultados y puedes irte.

—Bien — dijo ella en un pequeño susurro.

Kaylee esperó por los resultados, la ginecóloga le extendió una hoja de papel y le sonrió.

Ella tomó el papel y salió del consultorio sin decir absolutamente una palabra. Caminó hacia su madre y le dio los resultados.

— ¿Pura?— preguntó su madre.

—Pura. — dijo ella, sintiéndose totalmente molesta.

La anciana asintió y revisó los exámenes, sonrió y abrazó a su hija. Ella cerró los puños con fuerza y se alejó de su madre.

—Llévame a la universidad, por favor.

— ¡Claro!— exclamó su madre con una amplia sonrisa en el rostro.

Kaylee se sentía humillada, una vez más.

A su edad nadie esperaría que sus padres la obligaran a hacerse pruebas para comprobar que seguía siendo "Pura", pero sucedía, cada mes, año tras año.

No encontraba la manera de escapar de esa situación, quería huir de casa y disfrutar la vida a su manera, quería dejar de ser la niña controlada y disfrutar de su vida al igual que lo hacían sus amigas. Pero, no podía, al menos que quisiera perder a su familia.

En algún momento de su vida le presentarían a un perfecto hombre que estaría dispuesto a casarse con ella y ella tendría que aceptar. Si o sí. Por qué eso era lo que le habían enseñado sus padres.

Así era su vida, basada en  matrimonios arreglados y con la sexualidad totalmente prohibida.

—Me alegra que sigas cumpliendo las reglas, eres una hija excelente. — dijo la anciana mientras abría la puerta del auto para ella, Kaylee subió al auto y se preparó mentalmente para el discurso de su madre.

La anciana comenzó a hablar en cuanto subió al auto, le recordó a su hija una y otra vez cuál era su objetivo en la vida.

Casarse y tener hijos ¡Únicamente cuando Dios lo decidiera! Por qué el sexo por placer era un pecado y ella no podía pecar, al menos que quisiera terminar en el infierno.

La anciana la obligó a prometer que se mantendría virgen hasta el día de su boda y que cumpliría su labor como esposa, tal como ella le había enseñado.

Kaylee prometió lo mismo que prometía todos los meses y se mantuvo en silencio.

Dante subió al auto y se quitó el antifaz que cubría la mitad de su rostro. Se estiró en el asiento de cuero y encendió el lujoso auto recién comprado.

Sonrió y piso el acelerador con fuerza, haciendo sonar el motor, gruñó de felicidad y salió del lugar.

Guardó cualquier rastro de la sociedad y observó a la distancia como el edificio de la universidad cada vez era más visible.

La llamada entrante cortó la música, Dante observó el número y suspiró antes de contestar.

— ¡Hermano!— gritó un chico de voz gruesa. — ¿Dónde estás?

—Estoy a punto de llegar— dijo él.

— ¡No olvides la reunión!

—Estaré ahí en diez minutos— dijo Dante, colgó la llamada y gruñó totalmente harto.

Dante entró al estacionamiento de la universidad y estacionó el lujoso auto. Tomó su mochila negra y salió del auto. Se colocó los lentes de sol y suspiró, totalmente listo para fingir un día más.

— ¡Adiós mamá!— gritó Kaylee. Dante volteó al escuchar la voz de la chica y la observó. Sonrió ampliamente y finalmente soltó una pequeña risa burlona.

"¿Cuántos años tiene? ¿Cinco?" Pensó al verla despedirse. Desvió la mirada y escaneó su cuerpo. Clavo la mirada en las pálidas pierdas de la chica y suspiró.

—Nada mal— susurró al verla irse.

Lo pensó dos veces y finalmente lo decidió. Hablaría con ella y usaría el método más cliché que pudiera encontrar.

Kaylee entró al edificio y chocó con un alto chico de chaqueta negra. Lo observó y tragó saliva al verlo, observó sus lentes de sol y suspiró, Dante se quitó los anteojos y fingió preocupación.

—Lo siento cariño ¿Te lastime? — preguntó antes de acariciarle el cabello.

Ella se alejó un poco, totalmente nerviosa. Frunció el ceño y suspiró.

—Estoy bien, Dante —susurró antes de alejarse por completo de él.

Él la observó irse y gruñó al darse cuenta que el método cliché había fallado por completo.

—Luce totalmente como una inadaptada social ¿Por qué no funcionó?

Ella entró al aula de la sociedad estudiantil y se limpió las manos en el pantalón al percatarse que sus palmas sudaban por completo.

Llevaba tres años enamorada de Dante y él finalmente le había hablado, la había notado.

Él era perfecto. Educado, caballeroso, buen estudiante, provenía de una excelente familia adinerada y sobre todo, era muy guapo.

— ¡Kay!— gritó una chica al fondo de la habitación. Ella la observó y se acercó a ella, se sentó en el asiento vacío y suspiró.

—He chocado con Dante —susurró ella.

— ¿Qué?— susurró la chica rubia.

— ¡Buenos tardes!— dijo Dante al entrar al lugar, mantuvo una sonrisa en su rostro y se quitó la chaqueta de cuero y dejó los lentes sobre el escritorio. — hoy hará calor.

— ¡Deberíamos de ir a beber con los nuevos miembros!— dijo un chico de voz gruesa.

Kaylee miró a su amiga y rio un poco. Wendy observó a su amiga totalmente enamorada y negó.

— ¿Quiénes con los nuevos?— preguntó Dante con completa curiosidad— Levanten la mano para que pueda verlos.

La chica rubia miró a su amiga y sonrió antes de tomarla de la mano y levantar su brazo.

— ¡Nosotras!— dijo ella.

Él volteó a verlas y clavó su mirada en la hermosa pelirroja que había descubierto hace unos minutos, sonrió y se sentó en su asiento, recargó los brazos sobre el escritorio y sonrió.

—Bienvenidas —dijo con una sonrisa en el rostro. —Iremos a beber saliendo de clase, espero y nos acompañen. — dijo amablemente.

— ¡Iremos!— dijo la chica rubia.

Él asintió y sonrió. Observó la carpeta sobre su escritorio y suspiró.

—Tenemos mucho trabajo para este mes, lamentablemente tendremos que trabajar muy duro —susurró Dante al mismo tiempo que observaba la carpeta. — Chicos apoyen a las nuevas.

— ¡Claro!— dijo una chica.

— ¡Más cerveza!— gritó un chico, Kaylee lo observó y negó.

— ¡He tomado lo suficiente!— gritó ella sobre la música.

— ¡Una más!— gritó el chico de cabello claro.

Ella asintió y tomó el vaso de cerveza, se lo llevó a los labios y saboreó el líquido frío. Observó a Wendy despedirse a lo lejos y señalar a un chico.

Kaylee asintió y continuó tomando aquella que sería su última bebida.

Dante salió del baño y observó la hora en el reloj que llevaba en su muñeca.

Estaba harto y se quería ir. Observó a los chicos levantarse de la mesa del bar y volteó, sus ojos se clavaron automáticamente en la chica pelirroja que estaba prácticamente dormida sobre la mesa. Sonrió falsamente y se acercó a la mesa.

—Váyanse, yo la llevaré a casa —dijo amablemente.

—Eres el mejor Dante.

—Siempre un caballero —dijo una chica.

Él asintió y sonrió.

—Buenas noches — dijo mientras veía a los chicos salir del lugar. Suspiró molesto y tomó a Kaylee entre sus brazos.

—Mínimo deberíamos de pasar la noche juntos—susurró al verla dormida.

Llevó a la chica a su lujoso auto gris, la dejó con cuidado sobre el asiento y cerró la puerta. Caminó hacia el otro lado y entró.

Observó a la chica y suspiró.

La sacudió levemente y sonrió amablemente al verla abrir los ojos.

—Cariño ¿Dónde vives?

Kaylee observó al chico de ojos oscuros y negó.

— ¡No puedes llevarme a casa!— susurró totalmente borracha. Sacó un pequeño papel y se lo extendió a él. Dante frunció el ceño y tomó el pequeño papel, lo extendió y vio la dirección.

Asintió y comenzó a manejar hacia la dirección, con suerte terminaría follando con la chica y terminaría el día perfectamente.

Observó a la chica dormir y negó.

"Que fastidio" pensó.

Kaylee abrió un poco los ojos cuando escuchó la voz de Dante, lo observó y suspiró. Él la tomó de la cintura y la llevó hasta la puerta del departamento, la chica  buscó la llave en el bolsillo de su pantalón y la sacó mientras se tambaleaba, Dante le quitó la llave de las manos y abrió la puerta para ella, la llevó a la litera y suspiró cuando la vio caer en sobre el colchon.

Dante se llevó las manos a la cabeza cuando ella vomitó sobre él. La observó y finalmente se fue al baño, totalmente molesto.

—Dios —susurró. Se quitó la camisa y el tiro a la tina del baño. — Que asco — susurró.

Kaylee abrió sus ojos y observó al chico, pasó la mirada por su abdomen marcado y se sonrojó instantáneamente ante la pena. Se movió en la litera y observó su ropa.

— ¿Qué has hecho?— preguntó ella.

— ¿Disculpa?— preguntó él.

—Tengo otra ropa.

—Te diste un baño ¿No lo recuerdas?— preguntó él de manera inocente.

Ella negó y tragó saliva.

—Vomitaste sobre mi... tuve que quitarme la camisa, la ropa está en el baño.

Ella asintió y lo observó alejarse. Dante se pasó las manos por el cabello y observó el pequeño departamento de manera grotesca mientras que ella no lo veía. Frunció el ceño y volteó al escuchar un pequeño sonido. Kaylee volteó hacia el piso y observó la tarjeta de color negro con el antifaz dorado, ella lo reconoció al instante por la sociedad lunar, la famosa sociedad lunar a la que la habían invitado hace meses.

Dante palideció y la tomó rápidamente pero ella ya lo había visto.

—La sociedad lunar — susurró ella.

— ¿De qué hablas?— preguntó él con una sonrisa en el rostro, fingiendo ser el hombre perfecto que  siempre fingía ser.

La chica se levantó de la litera y suspiró al sentirse totalmente mareada a causa del alcohol que corría por su torrente sanguíneo.

— ¡Eres un miembro de la sociedad lunar!—acusó.

Dante frunció el ceño al verse totalmente descubierto. Gruñó y la empujó haciéndola caer a la litera .

— ¡Escucha niñita! Si llegas a hablar de esto, te prometo que te vas a arrepentir — le gritó en la cara.

Ella asintió totalmente aterrada y se mordió los labios. Dante la miró y rio al ver su piel totalmente erizada, observando su camiseta blanca demostraba todo lo que ella sentía en esos momentos.

— ¿Te gusta que te traten mal?— preguntó acercándose a ella.

Ella tragó saliva y retrocedió un poco sobre la litera , intentando alejarse de él. Él se acercó a ella y la despojó rápidamente de su blusa.

—Tan solo mírate — susurró. — ¿Tanto te gusto? 

Kaylee soltó un pequeño chillido al sentir las frías manos de Dante sobre su cintura, se mordió los labios y chilló cuando él finalmente apretó su delgado cuerpo.

— ¿Te estás emocionando?— preguntó antes de reír. La miró y la tomó del cuello antes de obligarla a acostarse por completo en la litera . — Tienes dos opciones... guardas silencio y te guardas el secreto a cambio de unos cuantos miles — susurró mientras la observaba fijamente — o afrontate a las consecuencias

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