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(NARRACIÓN: SEBASTIÁN)

En verdad estoy dando lo mejor de mí para no tenerla en este mismo momento. Pero su cuerpo está volviéndome loco.

Intenta escapar de mí pero es imposible. La tengo sujetada de la cintura, arrinconandola contra la mesa. Su hermoso rostro queda a centimbetros de mi, listo para ser devorado por mi.

—Te lo suplico– susurra cuando la palma de mi mano acaricia su mejilla. — no me toques... solo dejame ir a dormir.

Me alejo de ella y me llevo las manos a la cabeza. Estoy volviéndome loco de deseo y ella no puede notarlo. ¿Por qué no puede ser buena chica y consentirme un poco?

Isabella se mueve con timidez y se aleja de la mesa. Me mira por unos momentos y gruño totalmente molesto. ¿Qué tan difícil es hacer un esfuerzo para complacerme mí? ¡Nada! Es una mala chica, no sabe lo que está perdiendo.

—Aún me debes unos castigos— le digo mientras la observo. Me mira con timidez y observo sus piernas temblorosas. Me gusta tenerla en ese estado, verla tan sumisa me complace y me hace querer mantenerla en ese estado. 

—Te los pagaré luego...— susurra.

—Me lo vas a pagar mañana— le digo.

—¿No dijiste que querías hablar conmigo?— dice cambiándome por completo de tema. Me cruzo de brazos y niego firmemente.

—No me cambies el tema, gatita...— le susurro mientras me acerco nuevamente a ella. La tomo de su pequeño rostro y le sonrió.— ¿Quieres hablar?

—Quiero saber cuál es verdadero motivo de que me tengas aquí— me pregunta. Sonrío y acaricio su largo cabello y en especial el mechón corto que le he dejado.

—Estas aquí para ser mía ¿Qué es lo que no puedes entender?— le pregunto. Su rostro tiembla en la palma de mi mano, sus labios tiemblan a causa del miedo que le produzco y eso me encanta. Parece que quiere mantenerse tranquila pero no lo logra. 

—¿Me vas a asesinar?— me pregunta con una pequeña lagrima recorriendo su mejilla. Sonrío y paso mi lengua por su rostro, saboreando la salada lagrima.

—Solo si no te portas bien— le indico. — pero sé que te portaras bien, ¿Cierto?

Isabella asiente levemente y me mira. Esta mujer me encanta como ninguna mujer lo ha hecho, su simple existencia me hace enloquecer y sé que nunca le permitiré irse de mi lado. Por qué Isabella Renaldi es mía, algo dentro de mí me lo hice y sé que ella tiene algo que ver con mi pasado y lo descubriré. A golpes si es necesario.

—¿Puedo irme a dormir?— me pregunta. Acaricio la marca que ha dejado mi mordida en su cuello y hago un pequeño puchero.

—¿No piensas cenar conmigo? ¿Cómo puedes dejar solo a tu esposo cenando? Es nuestra primera noche.

Isabella me mira a los ojos y me suplica con la mirada. Me alejo de ella y asiento.

—Puedes irte a tu habitación, hablaremos mañana.

Ella asiente y huye con rapidez del comedor. Sonrío ampliamente y miro la hora en el reloj. Es hora del juego, esta noche me divertiré como nunca. Celebrare el hecho de haber encontrado a la mujer de mis sueños. Una mujer completamente sumisa y de vez en cuando un poco rebelde pero sobre todo, deliciosa.  Con unas tetas bastantes jugosas.

Oscar y Lucas entran al comedor. Los observo y finalmente les regalo una sonrisa burlona.

—Apúrate, necesito una hembra— dice Lucas. Asiento y camino hacia ellos. Gruño con fuerza cuando me hacen tropezar, me aferro a la pared y los miro de mala gana.

—Juro que algún día les volare la cabeza— digo pero ellos simplemente ríen y asienten. Salgo del comedor y busco con la mirada a mi mujer pero no logro verla, me la imagino en su habitación totalmente paranoica. No puedo evitar sonreír.

Oscar me pasa la mano por el hombro y me lleva al jardín.

—Parece que el jefe está bastante feliz esta noche— dice  Oscar con una amplia sonrisa en su rostro.

—Tiene a una mujer hermosa a su disposición, hasta yo tendría esa sonrisa en el rostro— susurra Lucas mientras abre la puerta del auto.

—Envidiosos— les susurro y entro al auto. Lucas cierra la puerta del auto. Me recargo en el asiento de cuero negro y cierro mis ojos por un momento.

No me cuesta admitirlo, estoy feliz. Tengo a una mujer súper linda en casa, cualquier hombre estaría fascinado con ella ¿Cómo no podría estarlo yo?

Isabella tiene esa pequeña mezcla de inocencia y sensualidad que la convierten en el pecado perfecto, sé que a esa mujer no la han tocado muchos hombres y eso me gusta. No me gustan las mujeres que suelen ser tocadas con facilidad y mucho menos para estar con ellas todos los días, como lo pienso hacer con ella. La he investigado a la perfección y sé que nunca fue una mujer de dinero. Sé que trabajo desde muy pequeña y eso me encanta. No quiero una mujer interesada que solo quiera los miles de millones que hay en mi cuenta de banco, quiero una mujer que siempre esté disponible  para mí, cuando yo lo quiera. Quiero una mujer que pueda reclamar como mía y que ningún hombre vuelva a tocar y sé que ella lo será. 

Sé que ella siempre será mía. Ella ahora es mi propiedad y ningún hombre volverá a tocarla.

El auto se detiene y miro a través de la ventana. Abro la puerta del coche y me bajo de el. Todas las miradas se detienen en mí, todas las mujeres me miran a mí. Aprécienme, que esta noche no podrán tener mi cuerpo.

La gran puerta negra se abre y camino por el largo pasillo. Oscar y Lucas vienen a mis espaldas como siempre, asegurándose de que ningún cobarde intente apuñalarme. Nunca lo han intentado, usualmente nadie se mete conmigo, saben quién tiene el poder en este lugar. Aquí y en todos lados.

Todos están a mis pies, todos quieren un poco de mi poder, todos quieren intentar agradarme pero no lo logran ni un poco. Es tan gracioso, son como unos perros comiendo las sobras que dejo.

Las mujeres se mueven de una mesa a otra, algunas bailan en los tubos con únicamente unas minimas prendas. Observo la gran cantidad de piel que hay al aire y no puedo evitar desear ver algo mejor.

No pasan ni cinco minutos cuando un empleado se me acerca y con voz temblorosa me invita a pasar a mi mesa. Saben que odio esperar y por ello se vuelven locos al verme. No importa si no hay mesas disponibles, siempre hay una mesa para mí y si no la hay... el lugar termina siendo un cementerio.  Ellos saben cómo soy, por eso me obedecen. Me temen.

 El empleado coloca una botella de bebida en mi mesa y tomo asiento. Tres mujeres se lanzan de inmediato a nuestra mesa, Lucas y Oscar las aceptan con gusto pero yo no tengo humor así que la lanzo al suelo cuando ella decide sentarse en mis piernas. La escucho jadear de dolor y le regalo una demoniaca sonrisa.

—Piérdete — le digo. Ella asiente aterrada y se levanta del suelo para terminar corriendo, lejos de mí.

—Vamos hermano, si no querías a cualquier mujer hubieras pedido una.

Observo fijamente a Lucas y me doy cuenta de como sus dedos se pierden en las piernas de la mujer rubia que tiene sentada sobre sus piernas. Tomo la delgada copa y la llevo a mis labios.

Mi mirada se cruza con el hombre de traje rojo que se adentra en la sala. El ambiente se vuelve completamente tenso en cuestión de segundos y me pregunto como Franccesco Fiore se atreve a pisar mi territorio.

Se acerca a mí con una maliosa sonrisa en su rostro, es un demonio y sé que viene a molestarme.

—Sebastián— me llama Lucas pero estoy lo bastante concentrado en el hombre de traje rojo.  Estoy furioso con solo verlo, Franccesco siempre ha sido mi enemigo, desde que inicie este negocio, él siempre ha estado intentando arruinar mis negocios pero nunca lo ha conseguido porque es un completo inutil y nunca podrá llegar a mi nivel. Siempre he mantenido el trono. Aquí mando yo y él lo sabe. No puedo negar que Franccesco tiene poder pero nunca podrá tener el poder que yo poseo. Ambos tenemos una guerra fría que deseo que rompa, estoy ansioso de clavar mi navaja en su cuello.

—¿Quieres jugar una partida de billar?— pregunta Franccesco. Empino la copa sobre mi rostro y saboreo el dulce sabor.

—¿Jugar contigo?— le pregunto.—la última vez que jugamos terminé con dos escopetas en  el rostro. ¿No te da miedo perder otros cinco millones?

Mi rostro se tensa al verlo sentarse con comodidad en mi mesa. Mi mirada se alza al ver a otros dos hombres acercarse a mi mesa. ¿Quién les dijo que era mesa comunista? ¡Es mi mesa!

—Bien —digo y le hago una señal a uno de los camareros para que traiga otras copas. Veo a Lucas sacar el paquete de cartas de debajo de la mesa y me sonríe con maldad. Oscar suelta una pequeña sonrisa burlona y aprieta con gusto una pierna de la mujer que lo acompaña. Los tres lo sabemos, esta noche ganaremos muchos millones. Franccesco reparte las cartas y me mira con rivalidad.

Sé lo que está tramando y no lo va a lograr. No podrá vencerme.

—Cinco millones, cada uno—digo, sabiendo que si jugamos seis personas terminaré ganando treinta millones en una sola noche. Bueno, veinte con exactitud. Oscar y Lucas se llevarán su parte de regreso.

—Perfecto— dicen los hombres y luego sonrió con maldad.— en efectivo, así que saquen el dinero ahora —ordeno.— o pueden largarse de mi mesa.

Franccesco me mira como si yo estuviera jugando y me cruzo de brazos. Lucas y Oscar se van por un momento y regresan con maletines llenos de dinero. Poco a poco cada jugador comienza a dejar sus millones sobre una mesa que he ordenado exclusivamente para mis billetes. Creen que podrán ganarme en mi territorio ¡¿Acaso no saben quién soy?! ¡Soy Sebastián Russo! Mejor conocido como el demonio de Valencia, el hombre más apuesto de toda Italia, el hombre que armo un imperio millonario a base de sangre y de juegos sucios. Soy invencible.

Uno de los empleados inicia el juego, observo mis cartas y veo a mis socios, ellos me miran de la misma manera así que sonrió al darme cuenta que ese dinero ya es mío.

Franccesco me mira por un segundo y después observa sus cartas, entonces sé que sus cartas son una b****a. He ganado, lo sé.

Las mujeres se acercan una y otra vez a la mesa pero yo estoy lo bastante concentrado como para concentrarme un poco en ellas. Arrojo la segunda botella vacía al suelo y Lucas me mira al darse cuenta que he acabado con dos botellas yo solo.

Miro la última carta que tiran y no puedo evitar reír. Arrojo mis cartas como un último movimiento  y ellos me miran completamente petrificados, ese es el rostro de tres hombres que han perdido una gran cantidad de dinero.

Franccesco me mira con furia y se levanta de la mesa. ¿En verdad creía que podría ganarme? 

—¿Dónde quedaron los huevos que tanto presumían?— les pregunto al verlos completamente derrotados. Oscar y Lucas me miran con una amplia sonrisa. Sonrisa que borran por completo al ver el rostro de Franccesco.

Los demás jugadores se retiran de la mesa y abro la tercera botella para comenzar a beber de ella.

—Te propongo un negocio— dice Franccesco y yo término riendo en la boquilla de la gran botella.

—¿Un negocio?— le pregunto. Oscar me mira por un momento al darse cuenta que la bebida lo comienza a hacerme hablar como un completo idiota.

—Quiero pasar mercancia al extranjero y tú eres el mejor en eso.

—¿De cuánto dinero estamos hablando?

—Mil millones para cada quien. — dice pero yo lo ignoro por un momento. Mi celular vibra y lo saco para recibir una foto de Isabella en el comedor, atascándose de fruta.

—¿Qué gano yo si no me das tu parte del trato?— le digo mientras tomo de la botella.

—Me alejo por completo del negocio y si tú no me das la parte del trato, me quedaré con la mujer de la foto.

¿La mujer de la foto? Habla de Isabella. Lo observo por un momento y sonrió al darme cuenta de lo ventajosa que es la oferta.

—¿Qué quieres a cambio?— preguntó.

—Solo ayúdame a cruzar la mercancía.

—Perfecto — le digo al escuchar algo tan sencillo. Franccesco  sonríe ampliamente y mira a mis socios que me miran totalmente sorprendidos al ver que acabo de meter a Isabella en medio de un negocio. No soy un inocente niño y sé que ella nunca llegara a sus manos. Italia, España y gran parte del extranjero es mi territorio.

Estrecho la mano con mi enemigo y lo veo alejarse.

—¿Qué has hecho?— me pregunta Oscar.

—Negocios —le digo.

Me sorprendo por un momento al ver a dos hombres ser abatidos a tiros. Oscar y Lucas se levantan de golpe y lanzan a las mujeres por los aires. Es divertido ver la escena, todas las chicas corren de un lado a otro, los disparos vuelan de un lado a otro y yo me levanto bailando, disfrutando de la música del lugar. Un hombre me apunta y le vuelo la cabeza en cuestión de segundos.

—¡Justo en la cabeza!— grito divertido. Lucas me mira molesto y me arrastra hacia la salida del lugar. Descargo mi arma con unos cuantos hombres, en realidad no me quiero ir, estoy divirtiéndome por completo. Me detengo de golpe en medio de la lluvia de balas y los gemelos me observan con furia. — Mis millones— les digo.

—¿Qué haces?— gritan al mismo tiempo.

Tomo un arma del suelo y me rasco la cabeza con ella. Oh, estoy tan ebrio que puedo ver como todos se mueven en cámara lenta. Una mujer cae muerta en mis pies y hago un gesto de asco al verla.

—Ewk —susurro para luego caminar hacia la mesa y tomar los maletines. Los gemelos están furiosos y yo no entiendo por qué no pueden divertirse en estos momentos. ¡¿Por qué no pueden ver esta diversión?! Entonces recuerdo que tengo problemas mentales y suelto una amplia carcajada.

Los gemelos me observan caminar con tranquilidad hacia ellos, bailo con mis maletines llenos de dinero y gruño al ver una bala rozar mi rostro. Lucas me jala y me saca por completo de la fiesta.

—Son unos aguafiestas — les grito.

—Puedes buscar otros tipos de diversión esta noche, ¡como tener a Isabella!— me grita Lucas. Lo veo molesto y gruño cuando ambos me dejan caer en el interior del auto.

Cierro los ojos por un momento y no me doy cuenta en que momento termino en una joyería. Oscar se acerca a mí y me mira fijamente.

—Dijiste que querías comprar un brazalete para tu mujer.

Entonces lo recuerdo, la policía nos ha detenido y le he dado quinientos mil dólares a cada uno. Gasté dos millones en tonterías. El personal de la joyería me mira totalmente aterrados, que bonitos lucen aterrados.

—Enséñenme lo mejor que tienen— les digo y ellos me miran como si esperaran una cantidad.— Sabes quién soy ¿Cierto? — le pregunto a una mujer y ella me mira con terror para luego asentir. Sus labios están pálidos y temblorosos a causa del terror que me tiene, me hace sentir como un león a su lado.

Un chico me mira fijamente y lo volteó a ver.  

—¿Me conoces?— le preguntó  al ver su peculiar mirada. Oscar y Lucas se miran entre ellos y se acercan a mí. Me susurran que es tarde pero a mi no me interesa que sean las tres de la mañana o esté a punto de amanecer.

—Te enseñaré lo que tengo — me dice y me acerco a él. Un pequeño chillido me hace levantar la mirada. La hermana de Isabella me mira fijamente y yo le regalo una sonrisa.

—¿Dónde está ella?— me pregunta con la voz completamente temblorosa. Miro los brazaletes que dejan sobre el mostrador y la ignoro por completo.— a ella no le gustan los brazaletes plateados— suelta, entonces tomo un brazalete dorado. — ¿Dónde está mi hermana?

—En casa, probablemente durmiendo en su habitación— digo cuando finalmente escojo un brazalete con diamantes incrustados. Observo el precio y le hago una señal a Lucas para que acerque uno de los maletines. — Pueden quedarse con lo demás — les digo.— total, seremos familia política — les susurro para luego reír y caminar hacia la puerta.

—Sebastián ¡¿Volviste a tomar a Isabella?!— me grita el chico y yo termino frunciendo mi ceño por completo. Me detengo en la puerta y lo volteo a ver pero Lucas me empuja un poco.

—Viejo, vámonos —me susurra en una súplica. Gruño molesto y miro a Lola.

—Luego vendré por ti— digo para terminar saliendo de la joyería.

Y yo hablo en serio, mi mujer necesitara ver a su familia de vez en cuando y no pienso prohibírselo.

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