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(Narración: Sebastián)

Me importa un carajo si la he secuestrado, si la he asustado o si la he lastimado. Desde el momento que la vi en la televisión  supe que era mía.

El simple hecho de saber que finalmente la tengo en casa me pone tan ansioso. Mirándola frente a mí con mi corbata amarrando sus manos me hace desear querer besarla una y otra vesz, incluso cuando está dormida. Quiero escucharla gritar mi nombre mientras suplica por un poco más, quiero que maúlle como la gatita que sé que es mientras la llevo al borde de la locura.

Puedo ver como sus ojos se abren lentamente al escuchar la ligera música clásica de mi oficina. Clavo la mirada en sus piernas y suspiró al darme cuenta que mis pantalones comienzan a molestarme por completo.

La mirada de Isabella viaja por todos los rincones de la habitación, excepto en mi. Cosa que me enfurece por completo, quiero que me vea y descubra que no hay escapatoria. Que finalmente su dueño ya ha llegado a reclamarla.

Sus suaves ojos se clavan en las ataduras y grita con fuerza, totalmente presa del miedo. Sonrió ampliamente  ante el placer que me causa verla asustada y me paso la mano por el gran bulto de mi pantalón.

—Gatita — la llamo. Ella gira su cabeza lentamente como si esperara encontrarse con un muerto. Me mira fijamente y niega con fuerza como si intentara borrarme de su entorno. La miró con el ceño fruncido, totalmente molesto con su acción.

— ¿Por qué estoy aquí?— pregunta con voz temblorosa. Su voz temblorosa provoca fuertes fantasías en mi cabeza. Y cada una de ellas termina en lo mismo, a mi compartiendo buenos momentos con ella. Me levanto del asiento y sonrío cuando ella nota que la corbata que sujeta sus manos me pertenece, al igual que ella.

—Te dije que si te atrapaba serias mía y te atrapé.— le susurró mientras colocó mis manos en sus suaves piernas. Maldición está volviéndome loco. Tan solo un toque de su ardiente y sedosa piel me hacen alucinar.

— ¡No soy un animal al que puedes atrapar y quedarte con el! — contesta con un cierto toque de odio en su voz. Asiento y me acerco un poco más a ella. La observó fijamente mientras analizo cada uno de mis movimientos. Estoy seguro que si ella se pudiera ver en estos momentos, estaría igual de ansioso que yo.

—No lo eres... eres una mujer, muy hermosa... —susurro con suavidad— cosa  que termina resultando aún más atractivo— su cuerpo se tensa por completo bajo mis manos y eso provoca una gran oleada de  impaciente placer. Sé que no soportaré mucho sin poder besarla. Sé que en cuestión de segundos perderé el control y terminare comiendome sus sedosos labios. Intento mantener la calma y le sonrió diabólicamente — no te asustes, no te lastimaré... por el momento.

—¿Dices eso cuando me mantienes amarrada con una corbata?— me grita al rostro. Pierdo el control. La ira me apodera por completo en el momento que se atreve a gritarme. Tendré que castigarla o seguirá comportándose de esa manera. Quiero enseñarle una leccion que pueda recordar. Quiero dejar su piel tan roja e hinchada para que recuerde que no debe de tratar a su amo de esta manera. Mis manos se dirigen con fuerza a su rostro y la miró fijamente mientras aprieto un poco su piel. Ella cierra los ojos con fuerza y deja escapar un tembloroso sollozó.

—Te has ganado un castigo — le susurró en el oído. Su cuerpo tiembla bajo mis manos y decido apretar un poco más su cuello.—¿Quieres el castigo ahora o te prefieres saber el acuerdo? — le digo con una amplia sonrisa. Ella abre los ojos llenos de lágrimas e intenta hablar. Pongo mis ojos en blanco al darme cuenta que no puede hablar por mi culpa. Alejo mi mano y la observo. Finalmente sus ojos lucen aterrados y sonrió al darme cuenta lo bien que me hace sentir eso.

—¿Ese no fue el castigo?— me pregunta ella en medio del llanto.

—¡Oh cierto! Acabo de recordar que no te he dicho que haces aquí.. ¿O ya lo hice?— pregunto como si estuviera totalmente desquiciado, la mirada de terror que me regala me causan una diversión totalmente fascinante.— Tienes dos opciones.— digo mientras jalo un poco la corbata que ata sus manos.— te quedas siete meses conmigo, jugando y durmiendo conmigo cada vez que lo desee y ¡Cuando tú lo desees! — le digo sin borrar la sonrisa.— soy todo un caballero ¿Cierto?— le pregunto, ella asiente rápidamente y tiembla en su asiento— o puedes largarte de mi casa...claro no te aseguro que salgas a la calle… con lo mucho llegarás al jardín antes de que…—le digo mientras simuló un disparo en su cabeza con mis manos.— tu sabes lo que intento decir.

Ella tiembla en ira y miedo. Me mira como si fuera un monstruo que estuviera a punto de llevarla al infierno. Suelta un fuerte sollozó y rompe en llanto frente a mí. ¿Por qué llora? Le estoy ofreciendo siete meses de una vida llena de lujos y diversión ¿Qué más quiere esta mujer?

—Te ofrezco un carro — le digo con una feroz sonrisa. Esperando que deje de lloriquear.— último modelo, personalizado. —añado.

Ella me mira con sus pestañas completamente húmedas y sonrió al darme cuenta que finalmente a dejado de llorar. Eso es, sabía que el auto la animaría.

—¿Si decido irme solo moriré yo?— me pregunta con un leve puchero. La miró fijamente a los ojos y me percato de sus pensamientos. Que valiente.

—Sabes… tengo dos tigres. Les encanta comer familias— ella abre los ojos con fuerza al entender mi amenaza y traga saliva.  Nuevamente rompe en llanto y grito totalmente irritado.

Esta mujer me volverá loco si no le enseño unos cuantos modales. Solo quería que se quedara unos cuantos días pero ahora que conozco su carácter y aprecio lo hermosa que esta... sé que no la podre dejar ir tan fácil.

—Yo…—comienza a decir con sus labios temblorosos en medio del llanto que la ataca. Maldigo en voz baja y anhelo  poder tomar esos carnosos labios. — ¿Estaré encerrada durante siete meses?

—Si me demuestras que eres confiable te daré la libertad que quieras siempre y cuando regreses a mi lado. Eres mi mujer y quiero tenerte todas las noches.

—Entonces… me quedaré— dice en un pequeño susurró lleno de decepción y miedo. Tengo la sensación que cree que le está entregando su alma al diablo y a mí su jugoso ser.

Me encanta la idea de haberla hecho creer que tenía posibilidad de irse. Incluso me encanta la idea de hacerle creer que algún día podrá salir de la casa, Isabella es mía y nunca permitiré que se aleje de mí. No importa si pasan dos semanas, los siete meses o una eternidad. Nunca podrá irse.

Su pequeño rostro tembloroso. Sus ojos temerosos y sus labios gruesos son míos. Me mira como si estuviera esperando que la suelte en cualquier momento. Pobre gatita, la mantendré amarrada hasta que termine su castigo. Mis manos arden en deseo, muriendo por tocarla. Mi corazón desea castigarla con fuerza hasta que ella aprenda a no gritarme. Estoy tan ansioso de poner mis manos en ella que podría hacer todo por ello ahora mismo.

—Ahora viene tu castigo — le susurro en el oído.—¿Creíste que perdonaría que me gritaras? Te enseñaré quien manda en esta casa, gatita.

—Perdóname… no lo volveré a hacer ¡Te lo prometo!

—Oh...Isabella—susurro mientras la levantó  del lugar donde se encuentra y la llevo conmigo por el pasillo de la mansión. Entrando con ella en una de mis salas favoritas, la sala donde suelo guardar cada una de mis aventuras. Puedo sentir como está temblando con cada paso que da así que como el caballero que soy la siento en uno de los asientos que se encuentran frente al gran televisor. Su cuerpo se tensa por un momento antes de cruzar miradas conmigo. —Pondremos unas cuantas películas— le digo. Su rostro palidece de inmediato, ella sabe perfectamente que es lo que verá.

—Por favor—susurra, atreviéndose a tomarme de las manos. Dios, por un momento pienso en empujarla pero su tímido y tembloroso tacto me encanta.

—¿Por qué crees que puedes tocarme?—le pregunto. Sus ojos se abren por completo, ocasionando que una gran sonrisa se escape de mis labios. Isabella aleja sus manos por completo y las entierra bajo sus piernas como si estuviera tratando de desaparecerlas por completo. — tienes suerte que este de buen humor.

—Lo siento... no volveré a hacerlo— promete, viéndome encender el televisor. El chillido de terror que sale de sus labios me causa tanto placer que no puedo evitar sonreír.—¡No quiero ver esto!—me grita. Me encojo de hombros mientras me acerco a ella con una gran sonrisa.

—Te dije que te habías ganado un castigo por gritarme y lo vuelves a hacer. ¿Qué debería de hacer contigo, gatita?— le pregunto antes de tomar sus mejillas, ansioso por castigarla como se debe. Ella cierra los ojos con fuerza como si estuviera esperando que  yo la besara o algo parecido.— ¿Realmente quieres ser castigada? Puedo hacerlo incluso más duro si esto es lo que te gusta...

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