Capítulo 4. Él

Emily Evans

El hombre a mi lado era seducción pura. Sus labios carnosos, su mandíbula perfilada, sus hombros anchos en aquel traje elegante, su voz y su mirada me provocaban miles de cosas en mi interior, tenía que apretar mis muslos. Podía sentir hasta mis pezones erectos rozando con la delicada tela de mi vestido. Mi corazón no dejaba de galopar a toda prisa por todo lo que Brad estaba provocando en mí.

― ¿Veinteañera? ―preguntó atónito, era adorable ver como no podía controlarse, asentí, pero bueno, si quería estar un poco más con él sin que se asustara por mis veinte años recién cumplidos, mentí. Al cabo ya no lo vería de nuevo.

―Tengo veintidós años. ―sonreí, pero él arrugó su ceño.

―Mentirosa. ―usó un tono serio, me tensé el solo pensar que podría ser pillada, así que me hice la ofendida.

―Bueno, ¿Cómo vas a creer a una mujer que acabas de conocer? ¿No? Bien, no me creas.

―Has dicho “recién veinteañera” Y uno piensa que acabas de cumplir veinte años. ―Solté una risita a su expresión, tomó la bebida y se tomó de un solo trago todo.

―Bueno, se ha colado la palabra “Recién”. ―sonrió. ― ¿Y cuál es tu edad? ―miré si llevaba una argolla, pero al no ver ni la marca, me emocionó.

― ¿Cuántos me calculas? ―preguntó.

Hice un gesto de estar calculando con un dedo en mi barbilla.

― ¿Treinta y nueve? ―él se sorprendió, y yo…más. ― ¿Atiné?

―Sí. Treinta y nueve años. Soy diecisiete años mayor que tú. ―dijo, aunque realmente eran diecinueve, pero él no lo iba a saber. ― ¿No te asusta? ¿No deberías de estar con alguien de tu edad? ―intenté no reír burlona a sus preguntas.

―Siempre he pensado que la edad solo es un número, además, los de mi edad son demasiado inmaduros, no saben lo que quieren. Y da pereza.

― ¿Y tú si sabes? ―preguntó irónico.

Me molestó su tono.

―Aunque no creas, sé lo que quiero. Y también lo que deseo…―nos miramos fijamente. ― ¿Entonces? ―pregunté.

― ¿Entonces qué? ―noté confusión en su mirada.

― ¿Quieres ir a un lugar más privado? ―era una locura lo que había dicho, pero no quería despegarme de él, era un tipo de atracción que no podía describir y quería por primera vez descubrirlo, él arqueó una ceja. ―Me refiero a un lugar dónde podamos platicar, ―él siguió callado. ―Tranquilo, ¿No tienes hambre? Yo no he podido cenar…―él asintió.

―Claro, ―miró el vaso vacío, luego hacia la pista. ― ¿Tienes auto o vienes…con alguien más?

―Amigas. Pero parece ser que bailan con tus amigos…―miró de nuevo hacia la pista llena de gente, sus amigos estaban bailando con Amber y Ariana. Brad regresó la mirada a mí. ―Vengo en mi auto. ―le dije, hice un movimiento de hombros. ―Podríamos irnos en él y ya te dejo dónde sea que te estés quedando.

Él pareció pensar un poco más.

―Bien, iré a avisarles entonces, ¿Me esperas aquí? ―asentí, Brad hizo un gesto a la mesera que lo estaba atendiendo, mostró señal de que quería la cuenta, al llegar la mujer, se sorprendió por su belleza masculina que emanaba de él.

― ¿Sí, señor? ¿Desea algo más…? ―dijo en un tono seductor, me aclaré la garganta y miré a la mujer.

―Se va a pagar la cuenta para poder irnos. ―la mujer arrugó su ceño, sin duda debe de pensar que había un abismo de diferencia de edad. ―Gracias. ―miré a Brad y él sonrió a mi acción. No entendí por qué me dio esa respingada de celos, pero no era tiempo para desmarañar nada. Se levantó y fue hasta la pista para avisarles que se iba, el grupo de sus amigos y mis amigas, miraron hacia a mí, una de ellas se acercó y susurró algo a su oído, Brad soltó una risa y asintió, me levanté de un movimiento y no pude evitar no molestarme. Caminé hacia a él hasta la primera planta, Amber y Ariana se acercaron a mí antes de Brad, quien se había quedado hablando con sus amigos.

― ¡Emily! ―gritaron ambas, me abrazaron y susurraron “Feliz cumpleaños” en mi oído. ―No me lo puedo creer, es oro lo que te has encontrado en este lugar…―dijo Ariana riendo discretamente y mirando hacia ellos.

― ¿No es una belleza de hombre? ―asintieron ambas, me miraron.

― ¿Segura que te irás con él? ―preguntó Amber a toda prisa. ―No quiero que te vaya a pasar algo, ¿A dónde irán? ―hice un movimiento de hombros.

―No lo sé, muero de hambre, así que iremos a cenar…―sonreí y sentí el calor embargarme por todo el cuerpo.

―Emily, ten cuidado. ―dijo Ariana.

―Sí, pero necesitaré tu auto. ―le dije a Amber quien puso sus ojos en blanco y negó divertida.

―Vale, me iré con Ariana, pero cuidado, cualquier cosa, llama. ―sonreímos las tres, mientras Amber tomó las llaves de su pequeño bolso y me lo entregó. ― ¿Sabes dónde está? ―asentí. ―Está cruzando la acera.

―Gracias, mañana te lo entrego…

―Por cierto, ―se acercaron ambas. ― ¿Vas a perder tu virginidad con él? ―abrí mis ojos un poco más de lo normal.

― ¡No! ―sentí el calor más intenso el solo imaginar hacerlo con ese hombre. ― ¡Claro que no! Solo quiero conocerlo y… no sé, sé qué al regresar a casa, mi padre me expulsará del país, así qué, ¿Qué puedo perder? Por cierto…―miré a Ariana. ― ¿Qué es lo que le has susurrado a él? ―ella soltó una risa divertida.

―Qué más le vale cuidarte por qué si te pasaba algo, se las iba a ver con nosotras.

Vi más allá que venía Brad.

―Ahí viene…―ellas retrocedieron un poco más y se aclararon la garganta.

― ¿Nos vamos? ―preguntó, asentí.

―Nos vemos chicas. ―ella sonrieron de manera picara al ver que nos íbamos.

Lo puse al volante, le señalé los mejores lugares para poder comer algo delicioso a estas horas de la madrugada, al final, al no encontrar algo de nuestro gusto y uno que otro restaurante cerrado, llegamos a un puesto de comida ambulante con carpas rojas cubriendo una área cerca del parque y me di cuenta que era comida coreana, él pareció no gustarle la idea, pero yo moría de hambre y podría comerme lo que sea con tal de satisfacer mi apetito.

― ¿Segura que aquí? ―preguntó desconfiado.

― ¿A poco nunca has comido en estos lugares? ―él negó.

―Nunca he comido en la calle.

Puse los ojos en blanco.

―Bueno, entonces será tu primera vez. ―Brad tomó aire y lo retuvo por un momento, luego lo soltó discretamente. ―Anda, ¿Has probado el ramen? ―él negó.

―Uffff, entonces bajemos.

No pude evitar sonreír al verlo bajar dudando del auto. Caminé hacia el negocio pero me detuvo de manera brusca, lo miré.

―Espera, ―se quitó su saco del traje elegante y me lo puso encima, y yo por dentro, “Awww, me lo quiero comer a besos” Es un caballero. ―Así está mejor.

―Gracias…―entramos al lugar y una señora muy amable, nos guio a una mesa en la esquina del lugar.

― ¿Gustan el platillo de la noche? ―preguntó la mujer con la pequeña libreta en su mano y una pluma lista para anotar.

― ¿Recomendación? ―ella sonrió.

―Recomiendo Odeng y tortas de pescado en pinchos, son bocados rápidos y económicos, es lo que más vendemos, también recomiendo el pollo frito marinado en salsa soja, agridulce o picante, tenemos Kimbap, que es un sushi coreano, lleva rábano curtido, pepino, zanahorias cocidas y huevo, pueden acompañarlo de kimchi, queso, atún, o carne de cerdo frita…

Miré a Brad quien pareció sorprendido con la explicación de la mujer.

― ¿Nos puede traer un poco de todo el menú? ―abrí mis ojos como platos a su pedido, la mujer sonrió. ― ¿Tienen algo de alcohol?

―Tenemos Soju de varios sabores…―Brad me miró.

― ¿Probamos un poco de cada una? ―asentí mientras las tripas me gruñían y no quería que lo notara. ―Queremos de cada sabor…―la mujer asintió y se retiró.

―Pensé que…―él me miró de una manera que me hizo erizar la piel, estábamos frente a frente.

―Creo que es bueno probar…cosas nuevas. ―pasé saliva con dificultad.

―Apoyo eso, Brad. ―le sonreí.

― ¿Y de aquí a dónde quieres ir? ―preguntó curioso, la forma en como le quedaba la camisa de vestir a su cuerpo, me provocaba algo, no me había atraído tanto un hombre y nunca me había comportado de esta manera, podría parecer ofrecida o lanzada, pero realmente estaba actuando conforme íbamos pasándola. Sí, mi virginidad la guardaba con recelo, quería perderla con alguien de mi edad, pero Brad estaba provocando que en una de esas lanzara todo por la borda. Era un hombre muy atractivo, demasiado. Deslumbraba para mí, esa sensualidad, aunque se viera que era algo reservado, parecía decidido a brincar esa línea.

―No lo sé…―sentí como mi respiración se agitó solo con decir esas palabras mientras me observaba, me mordí el labio, él desvió la mirada. Iba a decir algo pero llegó la mujer con varios platillos en la mesa, había una parrilla en el centro, la prendió y le enseñó a Brad lo que tenía que hacer, él pareció atónito, ¿Cómo un hombre como él iba a asar y cortar su propia carne? Reí con su reacción, pero pareció encantado cuando se terminaba su porción y pidió más a la mujer. Después de temas triviales, me hizo una pregunta.

― ¿Qué es lo que buscas realmente, Ely? ―la forma en como dijo mi nombre provocó calor en mi centro más preciado. Creo que me he sonrojado por su pregunta, metí un pedazo de carne de cerdo frita y busqué tiempo para poder pensar una respuesta, pero él se dio cuenta. ―Tramposa. ―me llevé una mano a mi boca para evitar que saliera mi comida al intentar no reír por cómo me ha llamado.

―No lo soy, ―dije aun con mi mano en mi boca. ―espera…―comí y di un sorbo a mi vaso de Soju de manzana. Que por cierto, estaba deliciosa. ―Puedo desvelarme.

Él sonrió.

― ¿Conoces la ciudad? ―preguntó.

―Cada verano venía a pasarlo con mi familia pude conocerla…

― ¿También te escapabas? ―sonó burlón, le saqué la lengua y él sonrió.

―A veces. ―le guiñé el ojo. Seguimos comiendo por unos momentos más.

―Entonces, eres mi guía de turista. ―sonreí.

―Súper. ―pidió la cuenta media hora después, subimos al auto de Amber y comenzó el recorrido a las dos de la mañana.

Le mostré donde estaba el museo británico, la torre de Londres, el Big Ben, el puente de la Torre, y estacionó un rato el London Eye, era una gran noria situada en el South Bank del río Támesis en la ciudad.

―Es hermoso…―susurró cuando nos recargamos en la parte trasera del auto, me abracé a mí misma, estaba a esta hora haciendo bastante frío, sentí que el saco de él no me quitaría del todo, cuando terminé ese pensamiento, sentí un calor embriagante, un aroma de menta y alcohol, giré mi rostro, sentí su brazo detrás de mí, rodeando, levanté la mirada y me encontré con la de él, de un movimiento me tomó de mi cintura y con cuidado me sentó en la cajuela, acomodó el saco que me cubría. Levanté la mirada a él y estaba casi a la par por unos centímetros más, sus manos se posaron en mis rodillas, con cuidado, las abrí lentamente, él entreabrió sus labios para tomar aire, su cuerpo entró entre ellas, estaba su rostro a unos cuantos centímetros del mío. ―Nunca había sentido algo así…―susurró, levantó su mano y con la yema de su dedo pulgar, acarició mi clavícula. Me estremecí. ―Siento una energía que nos rodea, es difícil de explicar, ¿Sientes algo así? ―sentí su aroma contra mi rostro, lo miré a los ojos.

―Lo sentí al tomar tu mano en el antro…

Él sonrió.

―Creí que estaba loco cuando eso pasó. ―su dedo comenzó a subir a mi hombro, luego a mi cuello. Mi piel estaba erizada a más no poder con ese pequeño gesto que estaba haciendo. Sentí humedecerme, “Dios, me voy a deshacer si sigue así” su dedo viajó hasta detrás de mi lóbulo, luego a mi nuca, su dedo desapareció, ahora era la mano que descansó en ese lugar para poder acercar mi rostro hacia a él, sus labios húmedos, tocaron los míos de manera suave, delicada, lenta…mis manos salieron debajo del saco y con cuidado, descansé las palmas contra su pecho, poco a poco conforme nuestros labios se conocían, mis manos empezaron a subir, sentí su corazón latir como un loco frenético, estaba igual que yo, eso me enloqueció, intensifiqué el beso, él bajó su mano a mi cintura y con ambas manos tiró de mí para acercarme a su cuerpo, lo rodeé por el cuello y sentí un calor inmenso, un fuego que creció y creció, sabía que no podía detener la decisión de querer ser quemada por él, fue una adicción a él que era difícil de explicar, mis labios saborearon los suyos con total frenesí, era como si estuviéramos esperándonos en algún punto de la vida, y este era el encuentro de dos almas, de dos cuerpos, la electricidad corrió por debajo de mi piel, un mano la sentí que subió por encima de mi pecho y entonces me frené al mismo tiempo él lo hizo, como si ambos tuviésemos una línea que no había de cruzar, ambos jadeábamos, nos miramos los labios rojos por el beso.

― ¿Por qué te detienes? ―pregunté entre mi respiración agitada.

―Por qué si sigo…voy a hacerte mía.

                                        

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