Capítulo 3. Ella

James Maxwell

Regresamos a la mesa, Peter mostró felicidad por lo que acababa de ver, solo pude rodar los ojos en señal de exasperación. No era nada del otro mundo hablar con una mujer. Le puse la mano en el hombro y le pedí que no dijera nada a los demás, pero…fue demasiado tarde.

Ellos se habían dado cuenta.

― ¡Eso Maxwell! ¡Has empezado a renacer de las cenizas! ¡Eres el ave fénix! ―festejaron los demás desde sus asientos, yo solo quería irme. Por primera vez en tanto tiempo pensé en que esta noche, era distinta a las demás, había sido hechizado por aquella joven mujer, lo que mi cuerpo sintió a su cercanía, era algo nuevo, hace mucho no me sentía así. Capté la mirada de mis amigos sobre mí.

―Supérenlo. ―ellos soltaron en carcajadas, al ver mi gesto, cambiaron de tema, pero el que no parecía importarle mi reacción, fue a Peter, él siguió sonriendo en mi dirección. Puse de nuevo los ojos en blanco. Tomé un último sorbo a mi bebida y miré disimuladamente a la pista, algo en mí quería volver a verla.

Entre conversaciones triviales con los demás, entendí que su emoción por cambiar de ciudad, era real. Marco, Steve, Peter, Miles, eran los más emocionados, excepto yo.

“¿Cómo dejar tu hogar?” “Un hogar que tiene buenos y malos recuerdos”. Suspiré contra el vidrio de mi vaso de cristal. Cerré los ojos y finalmente terminé mi bebida.

El ardor recorrer mi garganta fue algo que me tranquilizó.

De cierta manera.

―Voy a ir a invitar a bailar a una hermosa inglesa. ¿Se van a quedar aquí, “amargados”? ―preguntó Miles, -Quién era el único más joven que el resto de nosotros- todos lo miraron y él único que se animó pero ir al bar, fue Steve.

―Te daré un aventón, pero yo iré a la barra.

Media hora después, todos estaban en la pista bailando, excepto yo. Desde aquí seguí buscando a aquella mujer.

―Hola. ―escuché cerca de mí, giré mi rostro y para mi sorpresa, era ella. Me levanté de un movimiento sin verme sorprendido por su presencia.

―Hola. ―estaba sola, le cedí el paso para que tomara asiento, lo aceptó tomando el lugar frente a mí. No supe que decir por un momento y ella se dio cuenta.

―Así qué no te gusta bailar, he. ―dijo con una gran sonrisa, una destellante sonrisa, me robó por un segundo un suspiro.

― ¿Cómo? ―salí de mi trance.

―No te gusta bailar, ¿No? ―negué.

―No soy bueno. Y no me atrae hacerlo.

― ¿Por qué no? ―preguntó sorprendida. ―A todo mundo le gusta bailar.

Pasé saliva por momento, las palabras no se acomodaban en mi boca.

―No lo sé…―hice un movimiento de hombros en señal de que no tenía ninguna puta idea. Pero en realidad si lo sabía. Había sido obligado en años pasados a tomar clases de baile y lo odié. No me gustaba hacer las cosas obligadas y menos si no eran de mi gusto. ― ¿Y…?― “Aunque sea el nombre pregunta a la mujer, James.” Me dije a mi mismo.

Ella sonrió y luego extendió su mano hacia a mí.

―Soy Ely. ―acepté su mano, la electricidad que recorrió mi cuerpo con solo tocar su piel, fue impresionante, pude ver su reacción.

―Brad. ―respondí. Brad era mi segundo nombre, era raro que lo dijera al presentarme. ― ¿Ely es el diminutivo de…Elizabeth? ―ella asintió acompañado de una media sonrisa cuando nos soltamos al mismo de las manos, pude ver como arrugó su ceño al acariciar su mano. Sus ojos me miraron detenidamente, curiosos.

― ¿Y qué haces en Londres? ―preguntó cruzando una pierna y recargándose en el respaldo de la silla, no pude evitar no mirar sus largas piernas. Me aclaré la garganta y desvié la mirada, luego la regresé rápidamente.

―Negocios. ―le sonreí.

―Oh, qué bien.

― ¿Y tú? ―pregunté ahora yo más curioso.

―He llegado del exterior…―sus ojos bailaron por un momento. ―No sé si voy a quedarme mucho tiempo después de lo que hecho para venir para acá. ―alcé una ceja. Llegó el mesero y dejó otra bebida para mí.

― ¿Y qué es lo que has hecho? ―pude ver sus mejillas teñirse de un rosa exquisito, mi miembro volvió a despertar, con nervios, intenté que no se notara, me aclaré la garganta, aunque ella estaba ajena a mi intima reacción, igual no pude evitarlo, ¿Qué es lo que te pasa, James? La miré. ―Digo, si se puede saber, claro.

―Me he escapado de casa. ―alcé las cejas con mucha sorpresa, ella soltó una risa de manera divertida. ― ¿Por qué esa reacción? ―preguntó cuándo se levantó de su lugar frente a mí de una manera elegante y luego se sentó a mi lado, miré cada movimiento que hizo al acercarse, se inclinó hacia a mí un poco, desde mi lugar podía ver su espalda desnuda, estiró su brazo y alcanzó la bebida que había puesto el mesero para mí, se enderezó y entonces, su escote fue mi segunda vista, tenía unos pechos perfectos, no eran muy grandes o muy pequeños, me imaginé poniendo una mano en ellos…me puse más duro. Mi mirada se posó en sus labios que tocaron el vidrio de mi vaso, solté de manera involuntaria un jadeo de excitación, intenté humedecer mis labios al sentir que se habían secado en instantes, ella al retirar sus labios de la bebida, cerró sus ojos y…gimió saboreando.

Me aclaré la garganta de nuevo. Ella abrió sus ojos y me miró, una sonrisa apareció de repente.

― ¿Qué? ―susurré, juré que no debió de escuchar mi pregunta por la música a lo lejos, pero ella leyó mis labios sigilosamente.

―El ardor que ha provocado es…delicioso. ―sonreí como un tonto adolescente.

―Así es, me encanta…―Ella arqueó una ceja. ―Me refiero a la bebida.

―Lástima. ―solté una risita nerviosa.

― ¿Qué cosa? ―pregunté a su palabra anterior. Hizo un mohín muy tierno, y eso, hizo visible unos adorables hoyuelos.

―Creí que yo te encantaba…

De nuevo me aclaré la garganta y me enderecé en mi lugar, evitando que se mostrara mi erección tirando de mi pantalón.

― ¿Y dices que te has escapado? ―desvié el tema bruscamente al sentirme atrapado contra pared. Ella se ha dado cuenta de lo que he hecho, asintió desenfadada recargándose en el respaldo del sillón.

―Sí, ―soltó un suspiro. ―Soy una chica rebelde.

Sus últimas palabras me tensaron.

― ¿Rebelde? ―solté un bufido. ― ¿Qué? ¿Qué acaso eres una colegiala? ―bromeé, ella soltó otro suspiro pero dramático.

―Hace unos días dejé de serlo. ―alcé mis cejas con brusquedad, ella al ver mi reacción, soltó una carcajada, pero realmente noté que esa risa, era sincera, solo me limité a verla intentando no estirar mis labios en una sonrisa fugaz, al terminar de hacerlo, dejó una mano en mi brazo, se limpió la orilla de sus ojos, pareció que se le habían salido unas lágrimas.

―Si eres mayor de edad, ¿Verdad? Por qué si no es así, ¿Cómo es que has entrado a este club? ―sus mejillas se sonrojaron más, se inclinó hacia a mí, quería hacerme hacia a atrás, pero estaba hipnotizado por toda ella.

―Tengo mis contactos. ―me guiñó el ojo.

― ¿Qué edad tienes? ―se mordió el labio inferior, pero atrapó la parte de enfrente, ella dudó en contestar.

― ¿La edad te importa? ―preguntó de manera seria.

―Claro. No quiero que me deporten y me cancelen mi visa por ser pillado con una menor de edad.

―Oh, ustedes los hombres con su mentalidad del año del caldo. ―arrugué mi ceño, no entendí a lo que se refería, tomó mi muñeca y revisó mi reloj, sus ojos se elevaron para clavarse en mí. ―Soy oficialmente…una recién veinteañera.

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