Capitulo 3.

Después de sus ejercicios de tiro al blanco, Nikaury todavía estaba preocupada por Daury. Es cierto que se había recuperado rápidamente después de su momento de Sonia. Y en realidad pareció haber disfrutado de los disparos a corta distancia. Hasta se había visto alegre justo antes de partir a su apartamento. Sin embargo, no era el mismo Daury que había sido su compañero durante tantos años, y quien hacía mucho tiempo se había convertido en su mejor amigo. Ella sabía lo que más le preocupaba. A Daury le asustaba el hecho de que jamás sería capaz de volver a trabajar. Ella deseaba poder tranquilizarlo con palabras simples y amables, algo así como... “Solo estás pasando por una mala racha. Nos sucede a todos. Lo superarás más temprano que tarde”. Pero garantías simplistas no eran lo que Daury necesitaba en este momento. Y la verdad era que Nikaury no sabía si eso era cierto o no. Ella también había sufrido de Asma y sabía lo difícil que era recuperarse de eso. Solo tendría que ayudar a Daury durante ese terrible proceso. Aunque Nikaury volvió a su oficina, en realidad tenía poco que hacer en la UASD.

No estaba asignada a ningún caso, y acogía estos días lentos con beneplácito después de la intensidad del último caso en Santiago. Terminó lo poco que tenía pendiente y se fue. Mientras Nikaury conducía a casa, se sintió contenta ante la idea de cenar con su familia. Se sintió especialmente contenta ya que había invitado a Juan Martínez y su hija a cenar con ellos esta noche. Nikaury estaba encantada por el hecho de que Juan formaba parte de su vida. Era un hombre guapo y encantador. Y, como ella, se había divorciado hace relativamente poco tiempo. También era un hombre muy valiente. Fue Martínez el que le disparó a Jhon cuando amenazó a la familia de Nikaury. Nikaury siempre estaría agradecida con él por eso. Había pasado una noche con Juan hasta ahora, en su casa. Habían sido bastante discretos al respecto. Su hija, Yordania, había estado ausente visitando a sus primos durante las vacaciones de primavera. Nikaury sonrió ante el recuerdo de su sexo apasionado. ¿Esta noche terminaría de la misma forma?

El ama de llaves de Nikaury, Gabriela, había preparado una deliciosa cena de chiles rellenos, una receta familiar que ella había traído consigo de México. Todo el mundo estaba disfrutando de los pimientos rellenos deliciosos. Nikaury sintió una profunda satisfacción ante la deliciosa cena y maravillosa compañía. “¿No están muy picantes?”, preguntó Gabriela. No estaban tan picantes, y Nikaury estaba segura de que Gabriela lo sabía. Gabriela siempre restringía sus recetas centroamericanas originales. Era evidente que estaba cazando cumplidos, los cuales llegaron fácilmente. “No, están perfectos”, dijo la hija de quince años de edad de Nikaury, Nihan. “Demasiado sabrosos”, dijo Luz, la niña de trece años de edad que Nikaury estaba en el proceso de adoptar. “Simplemente increíble”, dijo Yordania, la mejor amiga de Rosa. El padre de Yordania, Juan Martínez, no dijo nada de inmediato. Pero Nikaury sabía por su expresión que estaba encantado con el plato. También sabía que la apreciación de Juan era en parte profesional. Juan era el dueño de un restaurante lujoso pero informal en Republica Domicana.“ ¿Cómo los preparas, Gabriela?”, preguntó después de unos bocados. “Es un secreto”, dijo Gabriela con una sonrisa traviesa.

“Un secreto, ¿eh?”, dijo Juan. ¿Qué tipo de queso utilizaste? No lo distingo. Sé que no es Monterey Jack o Chihuahua. Manchego, ¿tal vez?”. Gabriela negó con la cabeza. “Nunca te lo diré”, dijo con una sonrisa. Mientras Juan y Gabriela siguieron hablando de la receta en inglés y en español, Nikaury se quedó pensando si ella y Juan... Se sonrojó un poco ante la idea. “No, no va a pasar esta noche”. Sería difícil hacerlo con todos aquí. Sin embargo, eso no era nada malo. Estar rodeada de gente que amaba era placer suficiente para esta noche en particular. Pero al ver a su familia y amigos pasándola bien, una nueva preocupación comenzó a inundar su mente. Una persona en la mesa casi ni había hablado en toda la noche. Jose, el recién llegado a la familia de Nikaury. Tenía la misma edad de Nihan, y los dos adolescentes fueron novios durante un tiempo. Nikaury había rescatado al chico alto y desgarbado de un padre abusivo y borracho. Había necesitado un lugar para vivir y eso significaba que estaba durmiendo en el sofá cama de la sala familiar de Nikaury. Jose normalmente era hablador y extrovertido. Pero algo parecía estarmolestándolo esta noche. Nikaury preguntó: “¿Te pasa algo, Jose?”. Parecía que ni la había escuchado. Nikaury habló un poco más fuerte. “Jose”. Jose levantó la mirada de su comida, la que apenas había tocado. “¿Eh?”, dijo. “¿Te pasa algo?”. “No. ¿Por qué?”. Nikaury lo miró con inquietud. Algo definitivamente andaba mal. Jose rara vez hablaba en monosílabas. “Solo me preguntaba”, dijo. Tomó nota de hablar con Jose a solas más tarde. * Gabriela cerró la cena con broche de oro: un delicioso postre de flan. Nikaury y Juan disfrutaron de unos tragos después de la cena mientras que los cuatro niños se entretuvieron en la sala familiar. Después de un largo rato, Juan y su hija se fueron a casa. Nikaury esperó hasta que Nihan y Luz se fueron a sus habitaciones. Luego se fue sola a la sala familiar. Jose estaba sentado en el sofá todavía cerrado con la mirada perdida. “Jose, sé que algo anda mal. Quisiera que me contaras qué te pasa”. “No pasa nada”, dijo Jose. Nikaury se cruzó de brazos y no dijo nada. Sabía por su experiencia con las chicas que a veces lo mejor era esperar que hablaran. Luego, Jose dijo: “No quiero hablar del tema”. A Nikaury le sorprendió eso. Estaba acostumbrada al mal humor de adolescentes de Nihan y Luz, al menos de vez en cuando. Pero esto no era propio de Jose en absoluto. Siempre era agradable y servicial. También era un estudiante dedicado, y Nikaury apreciaba su influencia sobre Nihan. Nikaury  siguió esperando en silencio. Finalmente, Jose dijo: “Mi papá me llamó hoy”. Nikaury sintió un vacío en la boca del estómago. No pudo evitar recordar ese día terrible cuando corrió a la casa de Jose para salvarlo de ser golpeado por su padre. Sabía que esto no debería sorprenderla. Pero no sabía qué decir.

Jose dijo: “Me dijo que lamenta todo lo que pasó. Me dijo que me echa de menos”. La preocupación de Nikaury se intensificó. No tenía la custodia legal sobre Jose. En este momento, estaba actuando como una especie de madre adoptiva improvisada, y no tenía idea de exactamente cuál papel desempeñaría en su vida a futuro. “¿Quiere que vuelvas a casa?”, preguntó Nikaury. Jose asintió. Nikaury no pudo obligarse a hacer la pregunta obvia... “¿Qué quieres hacer?”. ¿Qué haría, qué podía hacer, si Jose le decía que quería volver a su casa? Nikaury sabía que Jose era un chico amable y misericordioso. Al igual que muchas víctimas de abuso, también era propenso a una profunda negación. Nikaury se sentó a su lado. Ella preguntó: “¿Te sientes feliz aquí?”. Jose jadeó un poco. Por primera vez desde el comienzo de su conversación, Nikaury vio que estaba a punto de llorar. “Ah, sí”, dijo él. “Esto ha sido... Me he sentido... tan feliz”. Nikaury sintió un nudo en la garganta. Quería decirle que podía quedarse aquí todo el tiempo que quisiera. Pero ¿qué podía hacer si su padre exigía que volviera? No podría

evitar que eso sucediera. Una lágrima rodó por la mejilla de Jose. “Es solo que... desde que mamá se fue... soy lo único que tiene papá. O al menos hasta que me fui. Ahora está solo. Dice que ha dejado de beber. Dice que jamás me volverá a hacer daño”. Nikaury casi espetó... “No le creas. Jamás le creas cuando te diga eso”. En cambio, dijo: “Jose debes saber que tu padre está muy enfermo”. “Lo sé”, dijo Jose. “Él tiene que buscar la ayuda que necesita. Pero hasta que lo haga… bueno, le será muy difícil cambiar”. Nikaury se quedó callada por unos instantes. Luego agregó: “Jamás olvides que esto no es tu culpa. Sabes eso, ¿verdad?”. Josee ahogó un sollozo y asintió. “¿No has vuelto a verlo?”, preguntó Nikaury. Jose negó con la cabeza sin decir nada. Nikaury le dio unas palmaditas en la mano. “Solo quiero que me prometas una cosa. Si quieres ir a verlo, no vayas solo. Quiero estar contigo. ¿Lo prometes?”.

“Lo prometo”, dijo Jose. Nikaury alcanzó una caja cercana de pañuelos y le ofreció uno a Jose, quien se secó los ojos y se sonó la nariz. Luego los dos se quedaron sentados allí sin decir más por unos momentos. Finalmente, Nikaury dijo: “¿Me necesitas para algo más?”. “No. Ya estoy bien. Gracias por… bueno, ya sabes”. Le sonrió débilmente. “Por todo”, agregó. “De nada”, dijo Nikaury, devolviéndole la sonrisa. Salió de la sala familiar, se dirigió a la sala de estar y se sentó sola en el sofá. De repente sintió un sollozo en su propia garganta, y se puso a llorar. Le sorprendió darse cuenta de lo mucho que su conversación con Jose la había afectado. Pero era bastante fácil entender el por qué. “Esto sobrepasa mis capacidades”, pensó. Después de todo, todavía estaba tratando de finalizar la adopción de Luz. Había rescatado a la pobre chica de horrores propios. Nikaury había encontrado a Luz tratando de vender su cuerpo por pura desesperación. Entonces ¿por qué Nikaury estaba haciendo esto, acogiendo a otro adolescente en su casa?

De repente deseaba que Juan aún estuviera aquí, tenía ganas de hablar con él. Juan siempre parecía saber qué decir. Había disfrutado de la pausa entre los casos, pero poco a poco algunas preocupaciones comenzaron a invadir su mente, preocupaciones relacionadas con su familia más que todo, y hoy relacionadas con Daury. Estas no parecían unas vacaciones. Nikaury no pudo evitar preguntarse... “¿Qué diablos anda mal en mí?”. ¿Simplemente era incapaz de disfrutar de una vida tranquila? De todos modos, sabía algo con certeza. Este período de calma no duraría. En algún lugar, algún monstruo estaba cometiendo algún acto atroz, y ella tendría que detenerlo.

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