03: ¡Adiós secundaria!

Yuri y Socorro caminaron por la plaza hasta que llegaron al centro de esta, en donde se alzaba una enorme parroquia de fachada color café, columnas precediendo la enorme entrada y unas largas torres adornadas con campanas de cobre oscuro en lo alto.

Frente a la parroquia había unas escalinatas, en las cuales los compañeros de Yuri estaban ya reunidos. Yuri tomó su lugar entre ellos sin hablar a nadie mientras que Socorro entraba a la iglesia para tomar un buen lugar y al cabo de unos minutos, un hombre moreno de pelo canoso, el prefecto de la secundaria, les llamó:

—¡A ver chavos! ¡Ya casi es hora de la misa! Acomódense para entrar.

Yuri tomó su lugar en la fila y a los pocos minutos los graduados fueron entrando también a la iglesia tomando sus respectivos lugares y así, la misa dio inicio, con el sacerdote pidiendo sus oraciones por esos recién egresados y dándole consejos para ser mejores personas, pero Yuri lo ignoraba por completo; ni estaba interesado ni tenía humor.

Luego de una hora que a Yuri le pareció una eternidad, la misa por fin concluyó y lo que siguió fue una sesión de fotos frente al altar, siendo las únicas donde fue requerido las grupales y de ahí, solo Socorro se interesó en fotografiarlo. Terminada la sesión fotográfica los graduados marcharon al auditorio de la ciudad el cual estaba a un lado de la parroquia. Ahí una vez más tomaron sus asientos asignados tras lo cual el evento continúo, esta vez dirigido por el director de la escuela.

Comparado con la misa, a Yuri este evento se le hizo todavía más largo y aburrido, pues algo tan simple como entregar un certificado se había vuelto tan innecesariamente largo, con eventos aburridos tales como declamaciones, canciones o bailables para festejar a los egresados entre tanda y tanda de entrega de certificados.

Después de lo que a Yuri le parecieron varias horas, al fin fue su turno de recibir su certificado. Cuando estaba en la mesa de honor despidiéndose de mano de sus profesores y directivos, Yuri escuchó tras de sí una ronda de aplausos, todos ellos obligados, aunque sí pudo reconocer en el fondo el único aplauso sincero: el de su padre.

Tomó sus papeles y regresó a su asiento, a continuar medio dormido a soportar el resto del evento y cuando este al fin terminó, siguió otra ronda de fotos. De nuevo Yuri fue requerido solo para las fotos grupales y fuera de eso, su padre fue el único interesado en sacarle fotos individuales.

Una vez terminó la sesión de fotos, padre e hijo salieron del auditorio.

—¿Y ahora qué sigue? —preguntó Socorro.

—Va a haber una fiesta en la noche —respondió Yuri sin darle importancia.

—¿Y vas a ir? —preguntó Socorro en burla, pues ya sabía la respuesta.

—No —respondió Yuri de forma tajante. Socorro rio y dijo:

—Bueno, al menos deja llevarte a comer para celebrar.

Pasaron a la pizzería favorita de Yuri, donde pidieron una pizza romana que padre e hijo comenzaron a comer en silencio.

—Y bueno… ¿no puedes adelantarme lo de la preparatoria? —dijo Yuri mientras tomaba su segunda rebanada de pizza.

—No —respondió Socorro mientras se terminaba su tercera rebanada, aunque sí sintió que su padre se puso un poco tenso—. Todo se aclarará mañana, ya verás.

Yuri prefirió no insistir.

Padre e hijo regresaron a casa. Luego de un rato Socorro tuvo que irse a cubrir un turno al hospital y Yuri se quedó solo en la casa. Miró un poco de televisión y luego continuó con la lectura de la novela que estaba leyendo.

Sin embargo, una vez que cayó la noche comenzó a sentirse muy adormilado. Le costaba trabajo mantener los ojos abiertos y concentrarse, lo cual le pareció muy raro pues apenas eran las ocho de la noche y él por lo general se quedaba despierto hasta media noche y aunque había sido un día muy ajetreado, no lo consideraba tanto como para que le diera esa cantidad de sueño.

No pudiendo resistirlo más, resolvió irse a dormir. Se puso la pijama y se tumbó en la cama, donde nada más tocar el colchón cayó profundamente dormido.

***

23 de junio

Yuri sintió el golpe del sol en la cara, lo que indicaba que ya había amanecido.

Se sentía desorientado. Había dormido como piedra y no recordaba nada después de haberse tumbado en la cama. Se movió un poco y sintió raro su cuerpo: le dolía el pecho y la cadera y además, sintió que algo le faltaba. Llevó su mano a su entrepierna y…

Sintió que su corazón se detenía de golpe, no podía creer lo que estaba sintiendo, o mejor dicho, lo que no estaba sintiendo.

Saltó de la cama y como pudo se deshizo del pantalón del pijama y su bóxer, se plantó frente al espejo y levantó la camisa y lo que vio solo hizo aumentar su shock: su pene había desaparecido y había sido reemplazado por labios vaginales.

Gritó de terror tratando de despertar de esa horrible pesadilla que él muy en el fondo, sabía que era verdad.

En ese momento se abrió la puerta de su habitación y por ella entró Socorro, quien se veía bastante tranquilo.

—¿Yuri? —le llamó.

Yuri miró con terror en su rostro a su padre y con una delgada voz preguntó:

—¿Qué… qué pasó…?

Antes de desmayarse.

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