Capítulo 2. Ansiedad

Madison

― ¿Documentos? Giorgia, apenas me han llamado y yo...―el auto se detiene en un semáforo, su rostro gira como la chica esta del exorcista lentamente hacia mí.

―Yo los tengo preparados en una carpeta en el sillón de atrás―sonrío al ver qué es rápida y ella está en todo...

―Gracias―encuentro la carpeta y la bolsa negra, comienzo a hojear los papeles, mientras se parquea en el estacionamiento asignado. Mira el reloj y me hace señas de que baje rápido.

―Tienes cinco minutos para subir por el elevador principal, tienes que bajar en el piso 45, ahí se encuentra Kelly Anderson, debe de estarte esperando en este momento, odia la impuntualidad...

Giorgia está demasiado ansiosa, me acomoda el traje y se humedece el dedo para pasarme un dedo por mi ceja, le hago señas de que no lo haga, es como si me dejara frente a la escuela el primer día, aunque ella fue quién me crió desde que tengo uso de razón, lo dejo pasar. Me acomodo mi melena castaña, intento no perder el equilibrio con sus zapatillas, tiro de la falda tipo lápiz que me llega por encima de mi ombligo ajustándose con descaro a mis caderas y me dirijo por donde me ha señalado antes de que ella tomara el otro elevador de personal. Intento parecer alguien que normalmente se viste así todos los días. Ventaja de tener una hermana con el mismo número de calzado, pero de cuerpo... creo que estoy un poco más pasada de kilos y de curvas.

Entro al elevador e intento tranquilizarme, me miro en el espejo que está detrás de mí, me miro de reojo a ver si no tengo algo fuera de lugar. Bajo la mirada a las zapatillas negras de tacón de aguja, me doy un vistazo a mi parte de atrás, lo que tenía de más y que a Giorgia le hacía falta: Es trasero y pechos, ¿Ahora entienden lo ajustada que me siento en su ropa? Intento pensar en que tengo que sentarme con cuidado o la falda se partirá en dos y no inclinarme mucho o los botones de su preciosa blusa de seda rebotarían y atravesarían un ojo o.…el cerebro a alguien.

El tono de campana del elevador me informa que he llegado al piso 45, esto de subir a elevadores privados tiene su ventaja. ¿Subiré por aquí todos los días?

Las puertas se abren y una mujer algo mayor me espera enfundada en un traje igual de dos piezas que el mío: te amo hermana.

―Buenos días, soy Madison Green―digo en un tono alto y seguro de mí misma, ella sonríe después de inspeccionarme, me extiende su mano en presentación.

―Bienvenida, Madison Green, mi nombre es Kelly Anderson, soy la mano derecha del señor Burj. Pasa, en unos momentos te llamará para la entrevista.

― ¿Usted no me va a entrevistar? ―pregunto confundida. Ella sonríe en modo cómplice, arrugo mi entrecejo e intento no mostrarme inquieta.

―El señor Burj siempre entrevista a sus asistentes personales―abro los ojos como platos.

― ¿Asistente personal? ―ella asiente con la misma sonrisa.

―Así es, es la única vacante que tenemos en estos momentos, pudo notar que eres hermana de Giorgia Green, la jefa de Contabilidad, así que dimos prioridad si tiene ese tipo de referencia, el señor Burj aprecia mucho a su hermana, no tiene quejas, hace su trabajo impecable, por eso le he llamado a usted, señorita Green.

No digo nada, incluso estoy a punto de buscar la ruta de escape más cercana. ¿Asistente personal? No estudié para ser la asistente de un viejo egocéntrico...recuerdo escuchar vagamente acerca de él en sus llamadas cuándo aún vivía en España. Giorgia siempre hablaba de lo exigente e implacable que era, que nunca le duraba su personal, siempre daba gracias por no estar en el piso de presidencia, Giorgia y su cotilleo que a veces ni prestaba atención, ¿Y ahora? Necesitaba todo eso.

―Gracias―le digo con una sonrisa. Ella se retira, sus tacones se escuchan contra el mármol pulido como un espejo. Miro alrededor, paredes oscuras, muebles minimalistas, cuadros de saber quién los pintó, incluso hay una estatua de un caballo de cerámica, estoy a punto de tocarlo cuándo la voz de la señora Anderson me llama.

―Puede pasar, señorita Green, toque la puerta dos veces solamente―Apenas pongo una sonrisa por cortesía, me señala el largo pasillo y al final lo único que se mira son las puertas, agarro aire y me dispongo a caminar. Los tacones que llevo ahora son los que hacen ruido.

Al llegar finalmente, toco la puerta con mis nudillos, dos veces.

―Adelante―se escucha una voz masculina a lo lejos, empujo la puerta con cuidado, al entrar y cerrar la puerta detrás de mí, para mi sorpresa el lugar está oscuro, solo está encendida la luz de una lámpara sobre el escritorio, la silla se gira lentamente mostrando solo el cuello para abajo. ¿Qué es un vampiro? ¿Por qué tanta oscuridad? ¿Cómo puede trabajar así?

―Buenas no...―me corrijo de inmediato―Buenos días, señor Burj.

Fijo mi mirada con la barbilla en alto, en dirección al escritorio, baja una mano cerca de la lámpara y me hace señas de que me acerque.

― ¿Tu nombre? ―su voz fría e intimidante me hace tensarme de pies a cabeza.

―Madison―Arquea su ceja y tuerce los labios.

―Te llamaré Lily...―estoy a punto de protestar y él lo sabe, detengo mis palabras que tengo en la punta de la lengua. Estoy a punto de decirle que se quede con su puesto de m****a. ¿Por qué m****as no lo dices, Madison?

―Me llamo Madison Green, señor Burj, lamento si no es de su gusto, vengo por la vacante de asistente personal, pero creo que es mejor que "Otra Lily" ocupe el puesto―se levanta lentamente de su lugar de una manera lenta y decisiva. Levanto mi barbilla y no bajo la mirada por nada del mundo. Sus manos están dentro de sus bolsillos, rodea el escritorio hasta quedar frente a mí.

―Bienvenida, a Empresas Burj...señorita Green. ―Oh, M****a. ¿Decías, Madison? Aplaude dos veces y las luces iluminan toda la gran oficina, miro alrededor y casi me da un infarto de poca madre, es lujo, lujo, ¡Lujo!, trago saliva y cuándo dirijo mi mirada hacia enfrente, me encuentro con un tipo alto, hombros anchos, quijada perfilada, tez morena, pelo oscuro y barba formada a la perfección, tiene un aire a los tipos del occidente. Se cruza de brazos y puedo ver que el cabrón realmente ha de vivir en el gimnasio, le resaltan los músculos de sus brazos. Se recarga en la orilla del escritorio y extiende su mano. Le entrego automáticamente la carpeta con mi documentación. Él se concentra en los papeles, me humedezco mis labios al sentirlos resecos. Así que no era un viejo, el tipo debe de tener unos más de treinta y cinco o cuarenta años, no se le nota alguna arruga, pero se le puede notar ojeras discretas, debe de ser otro adicto al trabajo, El tipo tiene atractivo…y es un arrogante cabrón. ¿Cómo que me va a llamar Lily? ¿Extrañará a su asistente anterior o qué? Si me sale de nuevo con eso, juro qué...

―Tienes un mes de prueba, pasa con Kelly Anderson para que te dé toda la información que necesitas para poder cumplir con las obligaciones del puesto y…―levanta su mirada oscura dando un repaso, luego se cruza con la mía, entrecierra los ojos. ―Vista algo apropiado a su puesto.

― ¿Qué? ―digo a la defensiva, pone los labios en una sola línea, se parece el modo cuándo lo hace Giorgia al intentar advertirme que no me salga con la mía. ―Perdón, Gracias ¿Algo más, señor Burj? ―el cabrón asiente satisfecho por qué he entendido a la primera. ¿Es en serio?

―Retírate―aplaude dos veces y las luces se apagan, él se levanta de dónde estaba recargando y regresa a su lugar.

Salgo de la oficina... o la cueva, me dirijo por dónde he llegado, la señora Anderson está colgando el teléfono y me entrega una carpeta gruesa y a simple vista, pesada.

―Bienvenida a tu mes de prueba señorita Green, aquí tiene la carpeta de sus obligaciones y como su asistente personal, tiene que estar en todo, tiene el resto del día libre para memorizarlo, empieza mañana a las seis de la mañana―abro los ojos como platos.

Agarro la carpeta como puedo, está realmente pesada. Miro a la mujer quien sonríe divertida a mi reacción.

―Gracias, buen día―no quiero decir nada más, no quiero que siga con esa sonrisa expandiéndose aún más por ese rostro satisfecho y arrugado, pensando que no pasaré la prueba del mes, las puertas del elevador se abren, entro y antes de cerrarse las puertas, ella aparece:

―Buena suerte, señorita Green―y agita su mano en despedida.

― ¿Suerte? ―digo en un tono irritado cuándo el elevador empieza a moverse―Debería de desearle suerte a su jefe...

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