La formula del amor

No evitaba hablarle, al contrario, conversábamos más ahora que hace dos días. Leo se iría con un camión repleto de mercancía, la última vez tuvo problemas en la vía y Ensuan quería asegurarse que eso no pasaría de nuevo. Para eso molestó a Piñero y éste de inmediato lo auxilió por lo que dentro de dos días Leo iría un poco más tranquilo acompañado por el padre de Catalina. La rutina, mi rutina perfecta seguía igual excepto por la distancia que se había producido entre Ensuan y yo. Evitaba algún roce significativo y notaba como él me miraba pero parecía haber decidido por primera vez, que me daría espacio. Cosa que llegó a entristecerme porque debía reconocer que temía, en mi inseguridad, que él pensara que esos hijos no los podría tener conmigo, a pesar de que negara que nuestro amor estuviera sujeto a eso.

-¡Hola preciosa! –Isabel entró como un huracán directo a besar a Graciela que jugaba en la sala con unos legos.

-¡Bela! –La pequeña la abrazó y besó también, mi suegra traía una tetera en la mano.

-Cuidado mi amor que la vuela trae una cosita caliente en la mano-Dejó a la niña en el piso y fue por unas tazas.

-¿Hiciste té? –Fue tras ella preparada a beber algo a las cinco de la tarde.

-Sí, no pensaba beber pero lo he probado y está delicioso-Lo vertió en dos tazas-me lo ha traído la madre de Irene es para preparar el vientre y los ovarios.

-¿Preparar? –Acepté la taza y hasta el choque que Isabel le dio tipo brindis.

-Vamos tómatelo-Me lo inclinó en la boca y lo probé, si, sabía bien-Tómatelo todo-Ella también bien-Claro a mí no me hace falta pero si tu buscas otro bebé y te ha costado un poco esto ayudará.

-Ah, ya te contó Ensuan-Inevitablemente terminé de tomar el té.

-Sí-Se avergonzó un poco.

-Estará nervioso temiendo que sea difícil para mí.

-No, no, no-Me quitó la taza y sirvió más para las dos, echamos un vistazo a Graciela y jugaba igual-no siempre la culpa es de una Yvonne, ellos también son defectuosos, tal vez sea en verdad que tu deseas más otro bebé que él-tomé el líquido sin hablar-Rafael no quería más hijos y para mí mejor, yo si tenía que trabajar de sol a sol cuando me casé, después si vino la bonanza pero aun así con Ensuan bastaba.

-¿Y te cuidabas?

-La verdad no, creo que no soy muy fértil, al principio mi suegra me daba unos lavados, ella no se había enterado de la píldora pero nos quedamos con Ensuan de igual manera.

El líquido calentaba mi esófago, mi estómago y mi vientre.

-¿Qué lleva esto? –Le pregunté terminando el contenido.

-La fórmula del amor-Y no lo dudaba, después de la tercera y última taza mi cabeza daba vueltas.

-Mamá dice que te sentiste mal-Su voz me sorprendió, fui a refrescarme e Isabel se llevó a Graciela a su casa un rato-¿qué te pasó? –se acercó a mí preocupado y con el dorso de la mano tocó mi mejilla.

-Estoy bien-Lo esquivé-no es fiebre, me dolió un poco la cabeza-no quería mirarlo, él me atolondraba más que la bebida.

-¿En serio estas bien? Tú no te sientes mal nunca y...

-Siempre hay una primera vez-Logré alejarme, su sola cercanía me alteraba, no sé si por la bebida pero mi vientre estaba incómodo, toda yo estaba incómoda, ansiosa, él vino de nuevo detrás de mí con expresión preocupada.

-Pero una primera vez para nada es buena Yvonne, dime que te sientes-Puso su mano sobre lamía acariciando desde el brazo.

-Quizás...los malestares posteriores al período-Arrugó la cara-iré a preparar la cena ¿buscas a Graciela tú?

-Sí, claro. –Me vio pasar moviendo sólo la cabeza hasta que perdió mi silueta me imagino porque posteriormente salió a la casa de su madre. Mientras no estaba me apoyé en el fregadero ¿qué tenía esa bebida que me hacía sentir así tan...deseosa? Tenía fuerzas y calor en mis brazos, mis piernas y entrepierna, sobre todo ahí. –Dile hola a mamá-me voltee para recibirlos y sonreírle a Graciela pero él algo captó y me miró atento-¿de verdad te sientes bien Yvonne?

-Ya te dije que sí-Tomé a la bebé en mis brazos y la abracé-¿tienes hambre cariño?

-Sí-Se frotó los ojos cansadita-¡Pata! –la perra había aparecido en la entrada siguiendo a Ensuan.

-Ve con Pata mientras mamá prepara tu tete-La bajé y la vimos correr tras su mascota que bien sabía no podía salir ahora de la casa-¿la vigilas? –me dirigí a él y me encontré con una expresión expectante hacía mí, me recorrió el rostro y saboreó sus labios.

-Yo la vigilo si, a ambas.

Fingí no prestarle atención, el tema de los bebés corriendo por Betel había creado incomodidades en nosotros y llevábamos días algo distantes. Distraída comencé hacer una cena rápida, ya tenía un pollo en el horno y sólo faltaba saltear unas papas con mantequilla y perejil. Para Graciela su tete estuvo listo antes y cuando la busqué para dárselo Ensuan aún me miraba.

-¿Se lo das? –Tuve que bajar la mirada, en vez de disminuir su efecto el calor se incrementaba.

-¿Quieres que la cambie luego?

-Sí, por favor, yo voy preparando la mesa.

-No, antes quisiera decirte algo-Esta vez silo miré, miré su pícara sonrisa-si se puede.

-Se enfriará la comida-Le entregué el tetero y Graciela vino corriendo a buscarlo, Ensuan la cargó y fue al mueble para dárselo pero yo sentía su mirada.

-Sabes que al principio si creí que estabas enferma-Me dijo desde allá, su sola voz erizó mis pelos, todos, cada uno, no sabía si era normal que algo así sucediera.

-Te dije que no estaba enferma-Graciela chupaba a placer su tetero mientras acariciaba su barba.

-Ahora lo veo.

-¿Qué...ves? –Apagué el fuego y lo miré, ¡por Dios que este hombre me volvía loca por cómo me miraba!

-Iré a cambiar a Graciela, creo que se dormirá en cuanto la acueste-Se la acomodó en los brazos y caminó pero mirándome con intenso deseo, ¿era tan evidente? ¡Maldita bebida! ¿Limpiar? Yo diría calentar los ovarios y el vientre, tenía que controlarme, aunque era mi esposo y no tenía que ocultar que lo deseaba, este impulso con pulso acelerado no era normal-Está jugando pero creo que no tarda en quedarse dormida.

-Luego iré a darle un beso-Lo evité de nuevo y fui a abrir el horno pero me lo impidió tomándome fuerte por la mano.

-Ven acá-Estrellé contra su pecho y tuve que mirarlo, sus ojos, su boca, su mirada para mí-se lo que quieres-comencé a respirar acelerada.

-¿Y qué...es lo que quiero?

-A mí-Me estremecí-¿o me equivoco? -No respondí nada, sólo subí y busqué su boca pero retiró la cara hacia atrás-¿es eso? –Traté de acercarlo a la fuerza por el cabello pero él se zafaba con facilidad o no le dolían los jalones-vaya que sí soy yo-Rió-¿has estado pensando en mí durante la tarde? –si supiera que lo hago todo el maldito tiempo y ahora más que descaradamente se sacaba la franela por la cabeza y quedaba con la piel del trabajo expuesta-¿has tomado o comido algo? –yo no respondía nada ahora se sacaba las botas una por una con las manos-eso también es una enfermedad y enmudece por lo que veo-quería correr y comérmelo, Graciela hizo unos soniditos y él fue a cerrar su puerta, descalzo, sin camisa, sólo el pantalón y ya se soltaba la correa-mejor sino escucha-fui hasta él quitándome por arriba el vestido ligero que tenía, no disimuló su deseo con esa sonrisa burlona que me dedicó, me provocaba. Se deshizo de los pantalones y fue hasta el mueble-debo confesar que no esperaba esto de ti-sin vergüenza sacó su bóxer y puso ambas manos en jarra sostenido de su cintura-¿te gusta lo que ves? –dio una vuelta, mi esposo tenía glúteos perfectos en espalda perfecta, piernas torneadas y un pecho con olor sólo a él. Se sentó en el sofá-Bien, aquí estoy-mi cuerpo temblaba mientras me acercaba, yo misma solté mi sostén y me deshice de la panty-¡Oh Dios, eres hermosa mujer! –me dijo cuándo me tuvo frente a él y subió las manos para tomar mis caderas y acomodándome sobre él, sobre su hermoso cuerpo, sobre su hirviente virilidad, abrí la boca para gemir satisfecha por fin. Marcó el ritmo con su agarre entre mis nalgas y mi cadera, tuve oportunidad de buscar su boca encontrarla entre la suavidad de su barba y después desesperada me adueñé de su lengua tomándolo del cuello y teniendo ahora el control del ritmo sobre él, cada poro explotaba como esos plásticos que protegen objetos, cada sensación para saciar los calores que mi vientre tenía horas reteniendo era recibida por los sonidos de mi garganta en la desesperación de saciarme. Sostenida de sus hombros subí y bajé y mientras lo hacía su boca besaba mis senos, mu cuello y apretaba mi cintura invitándome a más, estimulándome a tomar de él eso que quería y que vino, violento, salvaje, como la explosión de un volcán, como la aparición de un iceberg, como un temblor que deja replicas que todavía mueven la tierra y derrumban de a poco cualquier fortaleza por más fuertes que sean.

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