03. Por ella todo... hasta la muerte

M I M I C A R E N A.

A la mañana del siete de septiembre, los rayos del sol recayeron sobre mí rostro, tape el mismo con el cobertor y me quejé un poco.

Damián yacía parado frente al gran ventanal de nuestra habitación, en sus manos llevaba una taza de café y estaba sin camisa. Su cuerpo tenía años de entrenamiento duro y conciso, en la F.E.R.E.L.F, los agentes de combate y estrategias prácticas se les obligaba a enfrentar situaciones de supervivencia extrema. Él era el mejor de todos, siempre por arriba de la fila, demostrando que era digno de tener todas esas medallas, las que dejaban en claro cual era su rango.

—Tres más y llegarás a la cima— Comenté destapándome por completó. —Ella necesitará de todo el poder, porque merece ser la que lideré, la que tenga el mundo a sus pies. Nuestra nena merece lo que ese infeliz le está quitando.

—Nuestra hija es fuerte, amor— Contestó, tomó un trago de su café y después de dejarlo en la cómoda de alado, dirigió su mirada a mí. —Pero por ella todo... hasta la muerte.

—¿Que te dijeron ayer en la junta?— Cambie de tema, bueno, por lo menos dejé fuera de esto a mi hija. —¿Saben algo de...?

Lo noté tensarse, después de dedicarme una mirada extraña, de dio la vuelta hacía la ventana y pude notar como los músculos de su cuerpo se contraían con tensión. Algo habían descubierto, algo había y Damián no quería decírmelo a mí, pero ¿Por qué? Él sabía que el bienestar de mi hija lo era todo y que por eso estaba tan empeñada en encontrar a Toprak, que no descansaría hasta tenerlo acorralado y destruido ante mí.

—Te recuerdo que sigo siendo una agente de nivel siete, no soy superior a ti, pero tengo derechos ante este tipo de cosas... sobre todo por Danissa— Dejé en claro, levantándome de la cama y acercándome a mi marido. Lo enfrente girándolo hacia mí abruptamente. —Han descubierto algo ¿No es así?

No pronunciaba nada, todo se sumió a un silencio sepulcral entre los dos, yo esperando a que contestara y él guardándose lo que fuera que tuviera en la cabeza rondándole.

—Mate a Madani Benlega a puro puño, torturé y atormente a muchos hombres desquiciados que se burlaron de mí solo por ser mujer y ¿Piensas ocultarme lo que tanto he buscado por años?— Mi expresión se volvió dura, mi voz era agresiva e imponente. —Recuerda que fue él quien me hizo m****a la vida, recuerda que él le causó daño a nuestra hija.— Apunte a su cabeza, enojada. —Solo grábate el porque hago lo que hago y no te quejes cuando mueva mis cartas, porque sabes que cuando me lo propongo, puedo ser una hija de perra y por mi hija soy capaz de cualquier cosa.

—Digas como digas todo aquello, mi palabra y la de tu padre es la que rige en esta situación.— Espetó, se acercó amenazante y me dejó sorprendida por la mirada tan autoritaria que había mandado hacia la mía. —Tú te quedarás en casa con ella, porque no estoy dispuesto a perder más por culpa de tus necedades. Yo me encargaré de hacerlo pagar, pero solo.

Mi mandíbula se tensó, la ira me embargo y la impotencia me ganó por completo. Tomé de ambos brazos a Damián, pese a ser más fuerte que yo, logré tumbarlo sobre la tumbona que estaba cerca de la cama y me subí a horcajadas de él, con mis manos alrededor de su cuello y mirándolo desafiante. Damián sabía que yo no era una doncella en apuros, mucho menos me gustaba que otros pelearan mis luchas, porque mi padre me había hecho toda una ganadora aun cuando todavía hacían a las mujeres menos.

—No me quieras dejar fuera de esto, cariño— Mis palabras de arrastraban con dureza, metí mi mano dentro de su pantalón de franela y apreté la polla de él sin remordimiento. —O juro que te quitó lo que te hace hombrecito, y no me importara si eres o no mi marido, porque mi hija y su vida valen más que nuestro compromiso.

La risa de él me inhabilitó, dejándome quieta al instante. Amaba su risa cruda y ronca, me volvía loca, pero en aquellos momentos, me causaba más ira de la que ya tenía. El castaño claro sostuvo mis dos manos de la muñeca, la que estaba en su falo la sacó de ahí y de un movimiento rápido y estratégico, me hizo quedar bajo su cuerpo, siendo, ahora él, quien estaba a horcajadas de mí. No llevaba pantalón o Short de pijama. Solo un camisón interior, el cual le facilitó la entrada a mi canal.

Era una mujer de treinta años de edad, seguía siendo joven, y las movidas sexuales me llamaban como si fuese una puberta con las hormonas alteradas. No importaba que tan enojada estuviera, de hecho, él sexo se volvía más salvaje y placentero para mí sí estábamos tal cual estábamos entonces.

Una mirada más y en un segundo ya tenía al agente Jenkha besándome con un fervor ardiente y poseso. Su mano acariciaba mis labios vaginales y después de un rato atacaba mi clitoris, llenándome de placer, llevándome al mismísimo cielo y haciéndome caer de igual manera al infierno. Jadee sobre sus labios, abrace su espalda para mejor control de mi misma en el instante en que sus dedos se volvieron agresivos dentro de mí. Dolía poquito, pero era más el placer, que el dolor.

—¿Está es tú forma de desafiarme?— Pesquisé arqueando una ceja y entre gemidos y sonidos guturales. —Por más que me cojas, mi posición seguirá siendo la misma...

—No trató de convencerte, solo trató de perder el tiempo— Lo detuve un momento mirándolo a los ojos, después volví a tener la cabeza clara y recordé que tenía que estar cerca de las ocho de la mañana por el pastel de Danissa. —Deja que siga, ambos lo queremos.

—Queremos más a nuestra hija y esta por despertar...— Solté sin pensar.

—¿Y eso qué?

—¡Que vamos tarde por el pastel!

Damián sonrió divertido y después de darme un beso corto, se apartó. Si había algo a lo que le deberíamos temer, era a nuestra hija cuando no conseguía lo que ella quería.

—Continuaremos con la persuasión más tarde, ahora hay que encargarnos de que nuestra hija tenga el mejor cumple años de su vida— Dijo él, apartándose. Con la mirada buscó una camisa de mangas cortas y al dar con ella fue a colocársela.

—No piensas festejarle así a nuestra hija ¿O sí?— Lo detalle de pies a cabeza, el pantalón de pijama se le ceñía a la cintura marcando su erección y la camisa lo hacía con sus abdominales. —Mejor date un baño frío para que se te baje la calentura.

—Esto es culpa de usted, Agente Carena— Su formalidad me hizo reír y a él también, me acerqué para darle un beso en los labios. Damián miró su reloj en su mano derecha y después volvió a mí. —¿Por qué no me lo bajas tú? Podemos posponer el pastel para una hora más tarde.

—Ella se despertará pronto, así que no

—Bien— Suspiró, me apartó y tomó su toalla poniéndosela en el hombro, después entró al baño dejándome sola.

Por las ocho y media de la mañana, la casa nos recibió nuevamente, con nuestra pequeña hija haciendo pucheros a mamá noni, quien se había encargado de cuidarla en lo que nosotros regresábamos y solo cuando sus preciosos y raros ojos, nos captaron, dejó de lado sus pucheros y corrio hacia nosotros.

—Quiero pastel, ¡Pastel, pastel, pastel! ¿Es de tres leches verdad? Yo lo quería de tres leches y de la sirenita mami— Su aguda voz nos taladro el oído a los dos, hablando metafóricamente. Casi tiraba el pastel por la forma en que ella me sacudía.

—Basta, niña, vas hacer que tu mamá tire tu pastel y se eche a perder— reprendió Noni, la madre de mi esposo.

—¡No! Mi pastel no se destruirá— Exclamó la peliroja, haciéndose a un lado y dejándome poner el pastel ahí en la barra de la cocina.

Durante toda la mañana, me encargue de consentirla, sus amigos no tardaron en llegar, jugaron mucho, verla feliz me alegraba los días y me hacía olvidar que afuera, había una persona que deseaba mi destrucción y la de mi familia. Me esforcé tanto en que mi niña no sufriera en la vida, por lo menos durante sus diez años, pero aquel día, las cosas dieron un giro inesperado cuando a Damián lo requirieron en la base, las razones no las supe, sin embargo, me dije a mi misma que tenía que averiguar lo que ocultaba, así que, cuando subió a su Ashton Martin, yo me subí a mi Mercedes Benz y lo seguí cautelosamente.

Espere a que entrara a la base, para luego continuar yo, hasta que finalmente, nos encontrábamos en el interior. En el estacionamiento, fue recibido por uno de los agentes especializados en el área de investigación y creación de armas, le mostró algunos archivos, entonces me arme de valor para acercarme y poder escucharlo todo.

Damián no me ocultaba nada de ningún tipo de misiones, él tenía un mayor rango que el mío, pero siempre confiaba en mí, por alguna razón, aquella vez, me quería privar de esta y el solo pensar en eso me causaba estragos.

Era posible que se tratase de Berkan; y si era así, no me importará absolutamente nada, ni siquiera correr un riesgo mayor. Los tomé desprevenidos cuando arrebaté de las manos de mi marido, los documentos que sostenía.

Mis ojos recorrieron estos con suma atención, leyendo por encima y por dentro de las frases, entendiendo con claridad que se trataba de lo que había imaginado. Mi mente estaba hecha m****a cuando se trataba de ese infeliz de m****a.

Estampé la carpeta en el pecho del agente Garret y me fui contra Damián, lanzado palabras duras, frías y llenas de furia.

El imbécil creía que podría ir a esa puta misión solo, pero no sabía que a mí no me subestimaban, menos al tratarse de una promesa, una maldita promesa contra mis enemigos. Me hicieron mucho daño en el pasado estando en sus garras y lo pagaría con sangre, no con cárcel, no con una condena, con mis putas manos sedientas de tenerlo entre ellas.

—No irás, Mimi— Espetó. Lo había seguido hasta dentro de la base, los demás agentes se nos quedaban viendo, otros se mantenían en lo suyo. —No sigas haciendo un drama, porque no me retractaré y haré que te encierren en una de las celdas.

—Vale— Dije, trate de tranquilizarme, ideando un plan para que aquello no se me saliera de las manos y pudiera cumplir con llevar a Toprak al infierno.

Ideas e ideas pasaban por mi cabeza como si una ráfaga de viento azotara contra está, pero fue una sola la que me hizo mantenerme quieta, aceptando las reglas de mi marido, o pretendiendo hacerlo.

El equipo de él se preparaba con las armas y municiones para atacar, tropas militares se unieron como refuerzos y a eso de las diez de la noche, el avión hercules despegó del aerodromo, llevándose con él, a quien sería capaz de impedir que volara hacia Arabia Saudita.

Llamé a casa mientras me colocaba una ropa más cómoda dentro de mi cuarto en el cuartel, la ropa negra se ajustaba a mi cuerpo fácilmente, dándome movilidad y elasticidad. Mi hija fue la que contestó y me ardió el pecho con algo que no pude decifrar.

—Mami— Dijo, su dulce voz siendo obstruida por un bostezo. —¿Por qué no haz venido a contarme un cuento? ¿Dónde está papá?

—Nena, lo siento mucho, hoy no podré ir a contarte ese cuento, dile a mamá Noni que te lo cuente por mí— Conteste sintiéndome aún más peor. —Te amo mucho mi niña, por favor pásame a tu mamá Noni.

—Yo también te amo, mamá. ¿Te irás a luchar?— Lágrimas salieron de mis ojos al escucharla, ella sabía que nuestra vida era está y dentro de unos cuantos años más, ella sería una agente como nosotros. —¿Te veré de nuevo? ¿Mami?

Esa pregunta me la hice tanto que, me quedé sin habla ¿Cómo se le dice a una niña de once años, que posiblemente no volverá a ver a su madre o padre?

—Descansa mi amor— Fue lo que pude decir, mi criterio y amor maternal por ella, me impedía decirle una mentira de gran magnitud, porque ni yo sabía que pasaría en tierras occidentales...

Mi corazón me decía que no fuera, pero mi cabeza decía que vengara cada mal que mi hija llegase a tener por culpa de lo que ese infeliz le indujo en las células.

Una vez más, me despedí de mi hija, jurándole amor infinito y sintiendo aquel nudo en la garganta que pesaba demasiado. Noni, la madre de mi marido, atendió de inmediato.

Ella era como una segunda madre, siempre me había tratado con aquel cariño, y fui muy agradecida con Dios por darme a una suegra tan buena como ella. No se merecía haber perdido a su esposo, ni haber tenido que lidiar sola con la presión de la viudez, pero la vida era dura, no sabías cuándo llegaría tu momento, solo llegaba, y sí, algunas veces te daba la oportunidad de despedirte, pero otras... otras quedaban varadas y desperdiciadas, todo porque la llegada de la muerte, era sin previo aviso.

—Cuida mucho a mi niña.— Dije derramando lágrimas. —Ella es mi más grande tesoro y no podría estar tranquila si algo le pasa.

—Mimi— Mencionó afligida.

—No hay nada que me detenga, Noni, no tú ni tu hijo, el anhelo por destruirlo me tiene inquieta.— Confesé —Solo cuida de ella y en caso de que...

Me tuve que tapar la boca, porque pensar en ello me dolía mucho, incluso más que mi pasado en cautiverio con Berkan Toprak. Gemí entre sollozos y al final, lo dije, mi corazón se apretó al hacerlo, pero no dejé que eso me afectara.

—En caso de que no regrese, nunca permitas que nada le pase— Ordene. —si es posible, llévatela a Roma, o a algún lugar donde nadie pueda lastimarla ni identificarla.

—Tranquilízate, hija. Eres una agente capacitada y saldrás, quizá, con solo un rasguño en la piel— Quiso alentarme, pero yo sabía que entraría a la boca del lobo y de ahí, o matabas o salías en una bolsa negra.

Y conociendo a Toprak, se encargaría de que Damián y yo no saliésemos ilesos de ahí. Somos las cabezas por las que estaría dispuesto a pagar millones, incluso billones, nuestra existencia le estorbaba, sobre todo porque sabía que no desistiríamos de capturarlo y desmantelar la mafia turca.

Después de colgar la llamada y asegurarme de que entendió mis términos, en caso de que Damián y yo no volviésemos, eche un suspiro. Las cosas se pondrían muy feas a partir de que subiera al hercules y llegara a tierras occidentales.

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