Comienza el juego

-¡TODAS LAS UNIDADES A MI POSICION! - Gritó David Guédez.

-No tienes necesidad de exaltarte, ni tiene sentido pedir ayuda, amigo. Solo yo te escucho en este momento. Ahora desecha los nervios y busca la calma, porque necesito que sigas mis instrucciones. Camina rápidamente a la esquina norte de la cuadra y cruza a la derecha.

David Guédez no se movía de su sitio, Justo Lara le confesó que no disfrutaba usar a la fuerza ni amenazar, pero para ser precavido se anticipaba a los hechos y tenía en posición sus dos francotiradores. Cuando el policía se enteró de esto y tomó en cuenta la fama de los planes perfectos de las personas con las que estaba tratando, caminó en silencio a las direcciones dadas, hasta que cruzó la puerta donde se encontraba quien le hablaba. Este estaba sentado con la cabeza inclinada hacia el piso pero con los ojos puestos en el policía. El sitio estaba impregnado de un olor a café proveniente de la taza que estaba a su lado en una silla artesanal junto con un libro al que no era posible verle el título. Sin cambiar el tono de su voz ni su postura le dijo:

-Bienvenido señor oficial.

-¿Qué quiere?

-Que te sientas mejor contigo mismo. Queremos ayudarte a cumplir lo que tanto deseas, y para ello, solo debes hacernos un favor trascendental. –David Guédez frunce su seño. -Antes de hacernos un juicio sobre si estamos del lado bueno o el malo, y que si harás lo correcto o lo incorrecto, te tengo una cuestión más interesante: a ustedes los policías les dieron órdenes de buscarnos como delincuentes y personas peligrosas pero ¿Ninguno se ha dado cuenta del perfil de las personas que hemos capturado y desaparecido? ¿Lo sabes no? En el fondo te satisface porque sabes que lo merecen. Y sabes cómo ha bajado el índice delictivo desde que aparecimos.

-¡Pero ahora las personas viven llenas de miedo! -contestó el oficial.

-Es un daño colateral, y toda revolución los tiene. Las personas siempre tienen miedo. Es el proceso más natural y pedagógico de la supervivencia ¿Qué tiene de malo que ahora la gente sienta miedo por comportarse o actuar de una forma que dañe a otros y los marque para toda la vida? De miles de miedos como el simple hecho de mirar a los lados para cruzar la calle, este es solo un miedo correctivo más, para el nuevo mundo que estamos por despertar. Poco a poco se van a dar cuenta que solo nos llevamos tipos específicos de personas, poco a poco  van notando que es justicia y nada más.

-¿Por qué no te preocupa que vea tu rostro? -Le preguntó sabiendo que a parte de sus moderadores tal vez era la única persona que había podido mirarlo sin máscara.

-Porque tú puedes ver quién soy, pero si me delatas tengo un plan, si me meten a la cárcel tengo otro, que no te conviene, por cierto. Y para morir, ya el plan está en marcha. Porque de alguna forma u otra pasará, pero tal vez, será en ese momento donde los que creen en mí, despertarán y se unirán a la lucha. Tengo un solo objetivo que alcanzar pero muchos caminos para llegar a él. -Hubo un tramo de silencio -De ti depende nuestra próxima misión. Lo que quiero, es información, información que es fácil de conseguir en tu posición sin correr peligro. Solo necesito saber dónde, cómo y cuándo la mafia transportará  el dinero de la droga. Sé que está por suceder, pero necesito de tu ayuda. Y  tú sigues el caso, pero sabes que serías un idiota si intentas hacer algo directamente. Con nosotros, lograrás que ellos caigan como tanto lo deseas, no estarás en peligro, y nosotros nos quedamos con el dinero. Todos ganamos.

-¿La mafia? ¿Eres tan...- David Guédez se detuvo al ver cómo se tornó la mirada de Justo Lara.- ¿Crees que podrás tocar su dinero y salir como si nada?

-Claro que sí. Será divertido, productivo y fácil.

-Tan fácil como voltear un blindado. -Complementó Juan José para ponerle más drama a la cara del policía.

-Todos ganamos. –Recalcó Perdomo sonriendo.

En Fórmica sus habitantes son una especie de tercos alegres que viven haciendo chistes y bromas de todo. No se toman nada en serio. Lo que les impedía un desarrollo sostenido, pero los hacía felices. Como en otras sociedades, también había quienes vivían únicamente de las apariencias, personas que veían sus problemas como catástrofes, otras que los veían como una enseñanza de vida a largo plazo, y pocos que los usaban como trampolín para saltar a un nuevo destino. De ese mismo lugar fue de donde Perdomo salió.

Fue reclutado por Justo Lara y Juan José a sus veintiséis años de edad, dos meses antes que Valeria América, pues se le había extraviado el sentido de la vida. Fue un martes a las seis de la tarde, cuando en sus vacaciones viajó con su familia a pernoctar en una isla. Un vendedor de pulseras y collares de conchas y piedras de mar daba rondas buscando un cliente. Perdomo quería comprar un collar porque su pecho se veía algo vacío, cuando era él mismo quien se hacía falta. Eligió bien los dos collares, uno para él y otro para quien le presentara el futuro. Dio las gracias, tratando  con amabilidad al vendedor que buscaba conversación.

-¿Se están quedando?- Preguntó el joven de piel machacada, pies descalzos y ojos turbios.

-Sí, hasta mañana que nos vamos, estamos desde ayer.- Le respondió Perdomo como si hubiera sido un amigo de infancia.

-Qué bueno, pasando un buen rato en familia, me despido entonces.

-Y sí que hacía falta este rato en familia. -Terminó diciendo Perdomo más para sí mismo que para el vendedor.

En la noche la familia alegre cantaba, jugaba y bailaba. Estaban completamente solos. La isla era de ellos.

Perdomo fue a la orilla a dar gracias a Dios por ese momento agradable, miró hacia el mar y vio dos linternas que apuntaban a todos lados. Escuchó el ruido de los motores de las lanchas, y corrió a toda prisa a avisar a su familia. No es típica la navegación a esas horas por ahí. Los niños se escondieron con las mujeres, y los hombres se quedaron sentados alrededor del fuego como si no sospecharan nada. Las lanchas llegaron a la orilla y hombres encapuchados se bajaron corriendo hacia el campamento. Con palabras muy rápidas, uno de los encapuchados mandó a sacar los objetos valiosos. Perdomo pudo notar un ligero conocimiento en esa voz, algo le decía que ya la había escuchado. Una valentía mal calculada e inoportuna se hizo presente, uno de los primos de Perdomo se lanzó sobre un encapuchado, trató de quitarle el arma y no lo logró, pero de un zarpazo descubrió la cara del hombre armado, que erizado hizo funcionar su revólver. Perdomo pudo ver en la cara de aquel sujeto, la revelación de sus sospechas sobre la voz. Era el vendedor de collares y pulseras. Los otros encapuchados, jóvenes también, se miraron asustados al ver al herido y salieron corriendo a las lanchas, y aquel vendedor antes de abordar, miró a Perdomo con tristeza y vergüenza, envuelto en un miedo profundo. Los guarda parques llegaron al escuchar el disparo, vendaron al herido tratando de que no perdiera tanta sangre. Veinte minutos después llegaron los botes de rescate. El llanto del herido poco a poco se fue haciendo débil, hasta que no quedó aire en su pecho para seguirlo emitiendo. Perdomo asumió que había sido su culpa, porque fue él quien inocentemente dio la información de su pernocta familiar. Desde ese momento el joven encantador que pensaba estudiar agricultura perdió el interés por la vida. Escapó de Bravo, su ciudad natal ubicada al norte de Fórmica, dejando atrás a su familia para aplastar su pasado con una aventura. Llegó a Ciudad Naranja, la ciudad ubicada al este del país, y disfrutó de su soledad, de sus bellos atardeceres y bonitos paisajes, hasta que chocó con la realidad de que sin dinero no puedes vivir. Tuvo que aprender las habilidades y estilo de vida del amigo que lo había hospedado, el cual se dedicaba a la e****a de millonarios con una banda implacablemente organizada; tenían prohibido el consumo de drogas, cualquiera los veía como personas promedio, estudiaban en instituciones públicas para despistar, y esta consideración minuciosa de detalles los hacía parecer verdaderos fantasmas, porque llevaban casi treinta años en su oficio y la policía nunca logró atrapar o avistar a uno solo de esos vándalos. No les conocían nombre de clan o de grupo. Y Perdomo se convirtió en un experto del camuflaje social, tanto así, que cuando se aburrió de tanto dinero por no tener vicios ni con quien gastarlo, se les perdió a ellos mismos. Y así fue encontrado por Justo Lara, percudido por la tierra jugando descalzo un partido de futbol. Y aunque muchas veces lo vieron en la cancha, nadie sabía dónde vivía, de donde venía o a que se dedicaba «Tú y yo teníamos algo en común» le dijo horas antes de mostrar frente a él los dos caminos que todos una vez tuvimos para elegir, el de convertirse en héroe y luchar por que otros no pasaran lo que su familia sufrió, o convertirse en villano y simplemente vengarse.

Cuando Perdomo supo cuál era el mejor camino, Justo Lara le encargó ser nada menos que el responsable del camuflaje social del grupo. Justo Lara buscó expertos militares y guarda espaldas para que lo instruyeran, pero más bien ellos aprendían de él.

-Esos tipos cobran tanto por hacer un trabajo tan pichurriento. –Le decía a Justo Lara con su vocablo peculiar.

-Si quieres te pago. –Le respondió.

-El pago que nos das, no se compara con la plata. La plata termina aburriendo, lo que estamos haciendo, es la onda. –Chocó su puño con el de Justo Lara y comenzó a explicarles a sus compañeros como desaparecer el día del asalto a la mafia. Esa misma mañana, en el aeropuerto de Bravo, la joven detective María Victoria desembarcaba. Dejó a un lado sus vacaciones en el otro lado del mundo para atender el llamado de la justicia. Ella era la mejor, la más astuta y preparada de su lado del planeta, conocida por sus asombrosos trabajos de inteligencia en el campo del narcotráfico. Contaba con un currículo impecable, y numerosas misiones exitosas alrededor del mundo, y fue contratada por el gobierno de Fórmica. Su nuevo trabajo, o más bien, su nuevo reto, era el peligroso terrorista Justo Lara: el fantasma de los planes perfectos. María Victoria se preparó psicológicamente para aceptarse inferior ante él, porque sabía que Justo Lara tenía la magnífica habilidad de cambiar el porcentaje de posibilidades perdedor-ganador en segundos. El terrorista había despertado un amplio interés en la detective, por como dominaba las masas y por como las personas que habían sido sus víctimas lo veían como un padre y no como su secuestrador. Cuando el perfil del caso llegó a su correo, voló a Fórmica con entusiasmo, porque él pondría a prueba toda su inteligencia, toda su preparación. Este sería el caso más importante de su carrera y tal vez de su vida, a riesgo de que él siempre llevara unos cinco pasos por delante y de perder prestigio al no conseguir ni siquiera saber su color de piel, como todos los que se habían encargado del proceso de investigación. María Victoria llamó a un amigo francés especialista en criminología conocido como “Le Zombi” quien atrapó más de diez asesinos en serie alrededor del mundo. Su nombre era Frank Pierre. La detective lo citó a su oficina para atacar por todos los medios posibles al hombre que les dieron a ver como terrorista, porque en el perfil del caso solo mostraron una parte de la verdad.

María Victoria fue informada rápidamente de David Guédez, la única persona que había visto sin máscara al terrorista. Fue a la ciudad naranja y lo entrevistó. Primero se cercioró de que el policía le confirmara y asegurara que a quien había visto y con quien había hablado era Justo Lara en persona.

-Al principio también lo dudé, sobre todo por su figura joven e inofensiva hasta que empezaba a hablar y atrapaba toda la atención. –Les comentaba. -Cuando él hablaba yo solo sentía la necesidad de escuchar, hasta que me hacía una pregunta o esperaba una opinión. -Detallaba en tono serio el oficial. María Victoria no relajaba su ceño, intrigada y hambrienta de información.

-Oficial David Guédez ¿Con qué fin ha sido capturado por Justo Lara. –Preguntó hábilmente la detective y el oficial titubeó. Lo más sensato era delatarlo, pero cuando lo pensó, un ardor le corrió en el pecho, un malestar emocional por siempre tener que hacer lo que decían que era correcto, porque nunca había más que hacer que lo usual, porque era la única opción, y siempre era así, vivir una vida enjaulada en los parámetros sociales del “ser correcto”. Y cuando recordó la confianza que le tuvo Justo Lara para mostrarle su rostro, y consideró que si lo delataba, la mafia no caería y los delincuentes tendrían la libertad de antes, maquilló su respuesta.

 -Estaba en el lugar donde se habían llevado a un vendedor de las drogas. Como yo los vi y podía llamar a las autoridades, me subieron también a la camioneta negra y  me amenazaron para que no dijera nada. Pero aquí me tiene cumpliendo con mi deber, declarando. -La detective notó su improvisación, lo anotó en su laptop, y prosiguió preguntando sobre los rasgos físicos de Justo Lara, para dibujar un bosquejo de su imagen.

-¿Cómo es su apariencia? ¿Cuánto calculas que mide y pesa?- Pronunció con su voz escudriñadora.

-Es de estatura promedio, mide entre un metro setenta y uno ochenta. Es delgado, no tiene musculatura pero sus brazos no son flacos, es de piel blanca, creo porque estaba en un lugar oscuro y no podía describir bien sus facciones. Es de cabello negro, sus ojos son muy penetrantes, aunque suene extraño dicho por mí, un día tal vez lo verá y me entenderá. Tiene pestañas largas, mantiene fuertemente apretada su mandíbula cuando no está hablando, tiene labios pequeños y el mentón un poco pronunciado, no puedo ser más específico porque no pude verlo en la claridad. -Insistió para no terminar de dar las características necesarias para hacer un dibujo del rostro de Justo Lara. –María Victoria no le creía.

-¿Qué edad le calculas?

-Le juro que eso es lo que más me asombró, se ve muy joven, podría estar seguro de que tiene veintitrés años como mi hijo, pero cuando habla parece de cincuenta.

-¿Veintitrés? - Preguntó el Zombi.- no puede ser.

-Estoy seguro. De verdad es solo un muchacho. Pero les advierto, tengan cuidado, sus seguidores morirían por él, vigilaban todos mis movimientos cuidando que no fuera a atacarlo. Con solo una mirada te puede desglosar, y si llegan a creerlo débil puede hacerles sentir tanto miedo como yo lo sentí. Parece tan pacífico, gentil...

La detective lo interrumpió marcando que ya tenían la información necesaria, para que su amigo extranjero no perdiera la paciencia. Tomaron nota del lugar donde lo había visto y prepararon un equipo para ir a investigar. Cuando llegaron a la dirección dada, la casa estaba habitada por dos familias, investigaron a cada integrante pero ninguno tenía algo que ver con hechos delictivos, con los desaparecidos, ni con nada. Era como si en esa casa no hubiera pasado nada. Cuando les dijeron a las familias que allí había estado Justo Lara sus caras de susto fueron genuinas. No encontraron huellas, ni pistas. Llegaron a dudar de David Guédez, pero Justo Lara sabía que si no dejaba algo, no creerían una palabra de David Guédez y podían comenzar a molestarlo por sospecha. Una niña de la casa se les acercó, les habló de la camioneta negra, y les entregó un papelito que tenía escrito:

<<Je suis invisible, parce que le monde a jamais vu un homme comme moi>>

-"Yo soy invisible, porque el mundo nunca ha visto un hombre como yo” - Tradujo el Zombi.- Sabe de mí, sabe que lo estamos buscando.- Agregó con su acento peculiar.

-Es la misma letra de la servilleta del oficial David.- comentó María Victoria.- Es una caligrafía muy perfecta, por lo tanto distintiva. Él tiene edad de universitario, alguna vez debió ir a un instituto, manden un equipo a cada universidad, enseñen la letra a cada profesor a ver si la identifican, o si no, que busquen todos los documentos desde el semestre uno hasta el quinto en todas las universidades del estado si es posible.

-Esa nota significa que quiere jugar con nosotros.- dijo sonriendo el Zombi.- Y este es mi juego favorito.

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