Capítulo 5. Un recuerdo

M I L A

Cierro la puerta de mi auto, agarro con fuerza la caja de regalo junto con mi bolsa de mano, me encamino hasta las puertas altas de roble, trago saliva, tomo aire lentamente para tranquilizar mi corazón agitado. No me gusta venir a casa de mis padres, siento un nudo en medio de mi estómago y no entendía el motivo. Mi dedo tembloroso toca el botón del timbre, puedo usar las llaves que me habían entregado el año pasado, pero no estoy segura de querer hacerlo. La puerta se abre interrumpiendo mis pensamientos, pongo una sonrisa fingida.

—Buenas noches, señorita Davis, la están esperando en el gran comedor—la mujer morena me invita a pasar, agarra mi abrigo y no avanzo más allá del recibidor, ella arruga su entrecejo. — ¿Se encuentra bien, señorita Davis? —afirmo intentando mostrar serenidad, pero fallo.

— ¿Ha llegado mi madre? —pregunto ansiosa.

—Tiene cinco minutos de su llegada y ha preguntado por usted—entonces le entrego mi bolsa de mano y me encamino con la caja de regalo contra mi estómago, cruzo la gran sala y sigo por todo el pasillo. Se escuchan voces, se intensifican conforme avanzo, me paso la mano por mi cabello para acomodarlo, lo tengo en ondas suaves y caen por debajo de mis hombros. No sabía qué tipo de cena sería, así que me puse un vestido negro con un cinturón dorado, la tela se adhiere a mi cuerpo, el escote es discreto y elegante en V y el largo a mitad de la rodilla. No me gustaba mostrar mucho, me fascinaba más lo discreto y elegante. Mis zapatillas negras golpeaban contra el mármol perfecto hasta que me detengo a un metro de la entrada, cierro los ojos, tomo aire y lo suelto lentamente. Abro los ojos, pongo mi mejor sonrisa y camino esa distancia que me separa del comedor.

— ¡Hija! —la voz de mi madre es efusiva y se acerca a mi inmediatamente extendiendo sus brazos para abrazarme, correspondo de igual manera, pero con el regalo en medio de nosotras, lo hago a un lado, mi barbilla queda en su hombro y cierro los ojos. La extrañaba tanto, extrañaba todo de ella. — ¡Estás hermosa! ¡Te he extrañado tanto!

Abro los ojos y puedo ver a mi padre observando la escena mientras habla por su móvil cerca de la ventana y sé que le da gusto vernos juntas.

—Pensé que no vendrías—digo separándome de ella, ella ladea su rostro y levanta su mano para acariciarme la mejilla, sus ojos azules se cristalizan por las próximas lágrimas y me lo contagia en segundos, negamos con una sonrisa. —No arruinemos nuestro maquillaje, madre, estás hermosa tú también, y es una noche especial a pesar de que tengas problemas con mi padre.

—He hablado con tu padre, y aunque no estemos de acuerdo en casi la mayoría de las cosas que ha hecho, lo amo. A pesar de todo lo que...—detiene sus palabras y se tensa, niega en silencio. — ¿Cómo te ha ido con el restaurante? Tu padre me ha contado que abrirás uno por la avenida principal, debemos de ponernos al corriente y tenemos mucho tiempo...—suspira y luego sonríe mientras acaricia mi cabello.

Arrugo mi entrecejo.

— ¿"Mucho tiempo"? ¿Te vas a quedar en la ciudad? —pregunto esperanzada, ella asiente con una sonrisa de oreja a oreja, una sonrisa sincera y cargada de algo que no entiendo.

—Sí, tengo unos asuntos importantes que debí arreglar antes de irme, así que me lo tomaré despacio para finiquitar.

— ¿De qué asuntos hablas? —pregunto curiosa.

—Unos, ¿Por qué no me cuentas que has hecho todos estos meses en mi ausencia? —me agarra del brazo y nos lleva a la mesa que adorna el centro de la habitación. Una lámpara araña ilumina toda la superficie a lo largo.

—Espera, ¿Y qué pasó con el divorcio? —pregunto mientras nos acercamos a nuestros lugares. Mi padre cuelga su móvil y se acerca a nosotras deteniendo la respuesta de mi madre.

—Hija—se acerca y le entrego la caja de regalo, luego le doy un abrazo y le digo “feliz cumpleaños.” —No debiste...—dice al ver la caja en sus manos y una sonrisa aparece en sus labios. Hace mucho no lo veía sonreír.

—No digas eso, esto es lo que todos los años hacemos, ¿No? Una cena, un regalo, una plática...—ellos se tensan cuando me detengo—Aunque no recuerdo antes del accidente ¿Te sigo regalando una corbata? —le pregunto distraída a mi padre.

—Sí, varias. Cada cumpleaños...pero no hablemos más. Tomemos la cena, muero de hambre.

La cena transcurre como siempre cada año desde que tengo recuerdos, abre sus regalos al terminar, hacemos un brindis y luego nos despedimos. Camino hasta mi auto, pero la voz de mi madre a mi espalda me detiene.

—Mila, espera—se acerca y al estar frente a mí, me mira detenidamente, es extraño.

— ¿Qué pasa? —ella toma de mis hombros y me mira.

—Nada, es solo que…que fuiste abrazada por la misma muerte por unos minutos y sentí que mi vida...—sus lágrimas caen.

—Madre, madre, no, no llores—la abrazo y comienza a llorar desconsoladamente.

—Perdona, es que mi miedo de perderte de nuevo es indescriptible—se tranquiliza hasta solo quedar leves hipos por el llanto, me separo, limpio sus lágrimas y sonrío para hacerle entender que todo está bien.

—No me has perdido, aquí estoy—ella sonríe débilmente.

—Está bien, deja darte la bendición—lo hace y nos despedimos.

***

Salgo del camino de piedra de la mansión, tomo la carretera y con mi mano libre enciendo la radio. Comienzo a tararear una canción de los Beatles, el tráfico es poco a excepción por unas luces detrás de mí, miro por el retrovisor y hay un auto blindado que toma su distancia y la velocidad. ¿Es en serio? busco el móvil a puras tientas sin perder la vista en la carretera, mi mano navega por el interior de mi bolsa de mano hasta encontrar el cacharro. Lo tomo y repico el número registrado, un tono, dos tonos y contesta.

— ¿Hija? —la voz de mi padre se escucha del otro lado de la línea.

— ¿En qué momento me has regresado la escolta? —creo que mi tono es demasiado molesto.

—Sabes bien lo que pienso de la seguridad, no puedo dejarte a la deriva cuando...—lo interrumpo bruscamente.

— ¡Debiste consultarlo conmigo! ¿Recuerdas tú promesa? —suelto más irritada.

— ¡Sé lo que dije! ¡Sé lo que prometí! Pero Mila, entiéndeme. Te he perdido una vez...—lo vuelvo a interrumpir.

— ¿Puedes dejar de decirme eso? ¡Tú y mi madre dejen de vivir en el pasado! ¡Si, lo sé, me han perdido, pero eso ha sucedido hace dos malditos años! —siento como el dolor de cabeza empieza a pulsar en mi sien con fuerza. —Sé que soy su única hija, que me perdieron por unos minutos, pero sigo aquí, viva, y lo único que quiero es mi independencia, no entiendo por qué tanta vigilancia, ¿A que le temes?

Silencio.

—Quiero que estés protegida, solo es eso—susurra.

—No creo eso, sé que hay algo más, desde que he salido del hospital hace dos años, no haces más que encerrarme en una maldita burbuja, ¿De quién me estás protegiendo? ¿O de quiénes? —El dolor de cabeza aumenta con más fuerza, pero mantengo fija la mirada en la carretera— ¿Sabes algo? no quiero seguir discutiendo, por qué cada vez que lo hacemos, nos alejamos más, es tu cumpleaños, no quiero arruinar el resto de este día. Si vas a hacer una promesa, tienes que cumplirla. Buenas noches.

Cuelgo, tiro el cacharro al asiento del copiloto con furia, miro por el retrovisor y el auto pone más distancia aún, acelero e intento perderlo de vista, después de veinte minutos de esquivar autos, decido hacer algo fuera de mi rutina.

Ir lejos de todo y de todos.

Llego por la interestatal y diez minutos después llego al lago Puget Sound, estaciono mi auto, me quito las zapatillas y las tiro en la parte trasera del asiento, me dejo mi gabardina, camino por el muelle, me abrazo a mí misma mientras miro los barcos anclados, camino hasta llegar al final, me siento y cuelgo mis pies, el cielo es estrellado, de esas pocas y rara vez está ya que el clima siempre es lluvioso.

Me levanto después de unos quince minutos, camino abrazada a mí y me detengo en un catamarán que está estacionado a unos metros de mí, me acerco más y siento un escalofrío recorrerme de pies a cabeza, mi corazón se agita. Un flashback golpea mi mente provocando que suelte un jadeo de dolor en mi sien, presiono con fuerza.

Es un letrero, un nombre. Es de día y el clima es perfecto. Agito mi cabeza intentando buscar más.

M.M RS.

El nombre se queda en mi mente, abro los ojos asustada. ¿“M.M RS? Un segundo flashback, una placa dorada con ese nombre, luego desaparece, camino hasta llegar al otro lado, cuando me inclino, encuentro una placa… y efectivamente dice M.M RS.

— ¿M.M RS? —Tomo aire bruscamente— ¿Por qué...?

—No debería de estar aquí—grito por el susto, me giro y encuentro a un hombre vestido en traje elegante saliendo del catamarán. —Lo siento, no era mi intención asustarla.

El hombre me mira detenidamente.

— ¿Es su catamarán? —es lo primero que me cruza por mi mente. Las dudas saltan.

—No, es de mi jefe. ¿No es muy tarde para que ande sola por este muelle? Apenas se puede ver alumbrado ciertas partes del área.

Puedo notar un tono de voz cargado de preocupación.

—Ya iba camino a mi auto, lo tengo a las afueras del muelle. ¿Quién es el dueño el catamarán? —pregunto mientras me ajusto mi gabardina negra.

—No puedo dar esa información, disculpe. —asiento apenada a mi imprudencia. Lo miro un poco más, pero hay algo familiar en él que no consigo ubicar.

— ¿Ya nos hemos visto antes? —este inmediatamente niega.

—No. ¿Gusta que la acompañe a su auto? —me tenso.

—No gracias, puedo llegar sin ayuda, buenas noches.

—Buenas noches, señorita—me vuelvo para retomar mi camino, descalza y a paso veloz llego a mi auto.

Me quedo un poco más tiempo sentada sin moverme, ¿Qué fue esa imagen? ¿Ya he estado ahí? ¿He viajado en ese catamarán? ¿Quién es el dueño? ¿Qué es lo que no puedo recordar? ¡Dios mío que frustración!

El corazón se agita más, el dolor de cabeza regresa con fuerza, la alarma suena. Busco en mi bolsa de mano la pequeña caja de pastillas, tomo dos, busco mi agua embotellada que tengo en la parte trasera del asiento del copiloto. Las tomo y me intento calmar. No entiendo y quiero entender, ¿M.M RS? ¿Qué es? ¿Por qué no puedo llegar más allá?

Suelto un golpe en el centro de mi volante haciendo sonar el claxon.

—Qué frustración, hay algo más...algo que no puedo recordar. ¿Qué puede ser Mila? Podría ser, ¿El hombre de mis sueños?

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