Capítulo diez

Ella no puede ser mate de él, Ella es mía—gruñó Iries con enfado

Él se había enamorado, yo la había comenzado a querer pero ella era prohibida para los dos.

La subí con delicadeza y busqué una habitaciones desocupadas, le mostré la suya al pequeño, él entró a la habitación mientras que yo fui a llevarla a ella a la habitación de lado.

La recosté despacio para no despertarla, se veía mucho más frágil de lo normal, extrañaba verla, pero lo que más extrañaba era su aroma, si, si podía sentir su aroma pero no tenía ni la mínima idea del porqué.

La observé un rato hasta que tuve que marcharme porque Iker me buscaba.

A Kiara, ¿La hija de la manada vecina?—cuestione dudoso por su petición

Si, si no a quien más—respo

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