6. Adeline

Anthony está molesto.

No es necesario que lo diga, la forma en que aprieta la mandíbula desde el momento en que el doctor nos dice que no puedo volar. Me lleva en brazos de regreso al auto, maldiciendo en voz baja.

— Tenemos que hablar — dice con voz ronca — ¿Dónde está el padre? puedo llevarte con él.

— No quiero hablar de eso ahora — pido, temblando a causa del frío — ¿por favor? Otto está muerto, algún lunático quiere a mis hijos, no he dormido bien en días, muero de frío, estoy dolorida...— limpio las lágrimas que se escapan de mis ojos, demasiado sensible como para seguir

— Como quieras — se queja, dando una palmada al volante, tan fuerte que consigue asustarme — te conseguiré la maldita comida, un maldito abrigo y así tal vez consigamos salir de esta m****a.

— L-lo siento — digo, Anthony era un hombre violento, lo sabía, el mismo Otto lo había dicho en más de una ocasión. Aunque fuera capaz de parecer siempre calmado y calculador, Anthony era como una bomba de tiempo, con diez años resistiendo la explosión. Pero en cuanto las palabras dejan mi boca, él me mira con sorpresa

— M****a, Adeline...lo siento — murmura deteniendo el auto y mirándome, como puede, gira su cuerpo hacia mí, posando una mano en mi mejilla y abrazándome — lo siento, no quise...— murmura

— No debí llamar — lloro, sintiendo todo el estrés de los últimos dos días, mi esposo estaba muerto, e incluso si hace más de seis años que dejamos de amarnos, él nunca me abandono, había cuidado de mí y al enterarse de mi embarazo, si bien había estado sorprendido y molesto al principio, con el paso de los meses decidimos mantenerlo para nosotros, era un regalo para él — l-lo siento

— no tienes que disculparte — dice, apartándose con delicadeza, mis bebés empiezan a patalear, así que tomo la mano de Anthony y la pongo sobre mi vientre, sonriendo cuando mueve ligeramente la comisura de sus labios en un amago de sonrisa

— ¿quieres saber el sexo? — pregunto de nuevo. La verdad estaba allí, no había necesidad de palabras, él lo sabía, lo veía en sus ojos.

Pero aparta la mano y sacude la cabeza, abre la boca para decir algo, pero se pone tenso de inmediato, sus ojos se estrechan y arranca el coche de nuevo.

— Adeline ¿arrojaste tu teléfono lejos, como te dije? — pregunta, yo asiento con la cabeza, algo iba mal

— hice todo lo que dijiste — prometo, pero él mira por el retrovisor antes de dar la vuelta en la misma calle que hace diez minutos — ¿nos están siguiendo?

— saca tu bolso, es lo único que sacaste de casa ¿no? — pregunta, asintiendo, me inclino en busca de mi bolso, realmente no tenía demasiadas cosas dentro, mi cartera, el teléfono descartable que había conseguido del recepcionista, un par de envoltorios de papas, mi maquillaje, llaves y...

— esto no es mío — digo, mostrándole la memoria USB que Jeanine, mi secretaria me había entregado — se supone que uno de los dueños de un siberiano lo dejó con información, pero...

— ábrela — pide, y eso hago, pero el aparato se limita a emitir una pequeña luz roja, Anthony maldice y me la arrebata de las manos — maldita sea.

Con un movimiento de muñeca, arroja el dispositivo lejos por la ventanilla y pisa el acelerador con fuerza, no nos decimos nada mientras maniobramos por el tráfico, y luego de lo que parece una eternidad, finalmente se detiene frente a un centro comercial.

— Ven, te conseguiremos, ropa, comida y provisiones para...— mira mi abdomen hinchado — un mes, toma lo que necesites para los niños — sale del auto y lo rodea, abriendo la puerta para mí y ayudándome a bajar — hablaré con mis hermanos, haré que preparen todo ¿de acuerdo?

— ¿A dónde iremos? — pregunto aterrada, él toma mi mano y tira de mi hacia el interior, recibo un par de miradas por estar en ropa de casa, pero nada que no pueda ignorar

— tenemos que cambiar de coche — sigue diciendo, entramos a la primera tienda de maternidad que encontramos — ¿sigues siendo talla pequeña? — pregunta mirándome con una ceja levantada y yo solo consigo sonrojarme, lo que parece ser suficiente para él — fue difícil no darme cuenta — se disculpa.

— ¿Qué tanta ropa necesitaremos? — pregunto, luego de tomar mi tercer par de pantalones y dos suertes de cuello alto — no me queda demasiado dinero...

— yo pago — asegura, tomando pantalones de maternidad — si estuviéramos solo los dos, sería sencillo — murmura, poniendo la ropa en el mostrador — pero con estos dos tenemos que mantenerte en buen estado

— ¿Como? — pregunto, empezando a desesperarme

— oye, me llamaste para protegerlos ¿de acuerdo? — dice tomando mi rostro entre sus manos y mirándome con intensidad — te prometo que los sacaré de esto y encontraré a quien los quiera

— Gracias — pido, abrazándolo con fuerza, el hombre es como un cable de alta tensión y no quiero incomodarlo, pero necesito un poco de afecto en este momento — de verdad.

— No hay de que — responde con voz ronca — tenemos que movernos Addie.

Levanto a mirada ¿Addie? él carraspea y me da una ligera palmada en la espalda antes de separarse, luciendo incomodo antes de carraspear y pagar la ropa.

Tenemos que seguir, así que antes de darnos cuenta, tenemos dos enormes bolsos llenos de ropa y provisiones, pero aún falta la ropa de bebé

— ¿realmente tenemos que comprar la ropa de bebé? — le pregunto, sintiéndome nerviosa, la simple idea de tener a mis bebés para correr de inmediato fuera del país...me hacía estremecer.

— solo un par de cosas, con dos o tres está bien — me asegura — y un paquete de paños, tela, no desechable

— ¿puedes ayudarme? — pregunto, mirándolo a los ojos, en casa Otto y yo habíamos empezado a armar la habitación, pero nunca había tenido la oportunidad de comprar la ropa

él asiente y me acompaña dentro, aunque su actitud sigue siendo rígida y su expresión seria, puedo decir de inmediato que, por alguna razón, su ánimo cambia.

— supongo que ahora quieres saber el sexo — digo acariciando mi vientre, pero él niega

— no quiero meterme en esto — dice apartando la mirada y tensando su mandíbula, su mandíbula se aprieta — te prometía protegerlos, pero es todo lo que haré.

y sin más, sale de la tienda y me da la espalda, vigilando con la espalda tensa, una lagrima solitaria escapa de mis ojos, toco mi vientre y lo acaricio

— Es mentira, bebés, papi no lo dice enserio — aseguro antes de acercarme y tomar los primeros conjuntos de recién nacidos en que encuentro, amarillo es un color lindo, y nunca fui fan del rosa para las niñas y azul para los niños.

un par de gorros y abrigos son suficientes, así que me limito a pagar y a encontrarme con Anthony en la entrada, pero para mi sorpresa, el hombre que está de espaldas no es él. En cambio, un hombre de cabello rubio y penetrantes ojos azules se da la vuelta y me mira con una sonrisa demasiado amigable para ser natural

— Lo siento — digo, buscando a Anthony con la mirada, pero siento el borde de un arma apuntando en mi espalda.

— Camina, sonríe y si intentas algo...ya tengo lo que quería, no me hagas matar a tu bebé.

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