Capítulo 4

—¡Amo beber demasiado! —gritó Ashton a mi costado.

Estaba ebrio, demasiado, y no podía quitarlo de la mesa de cervezas donde, algunos estudiantes, jugaban a ese juego tan conocido en las películas juveniles. Aquellos vasos rojizos puestos en una forma triangular, debías rebotar la pelota y si caía en uno de ellos, la persona del equipo contrario debía beber aquel vaso de cerveza.

¡Les presento a la ronda amigable! Dónde viajas en un carrito de golf, te dejan sola en el medio de una fiesta, tu casi ''ex'' te lleva por doquier por una cerveza y terminas jugando Beer Pong.

El Beer Pong es un juego, que trata de encestar pelotas de ping pong en vasos llenos de cerveza desde el extremo de la mesa. Puede jugarse en pareja o simplemente solo. Pero mi equipo era junto a Ashton y sorpresivamente, Drew y su rubiecita chillona. Mi mirada buscaba a Zachary, quién no había visto desde que entré a la fiesta. Otra vez, y casi por décima, deseaba que la tierra me tragase.

Del otro lado de la mesa estaba él, interrumpiendo sus risas junto a la rubiecita chillona que tenía a su lado. Estabamos nosotros contra él y la rubia absurda.

Situados todos en una mesa, ambos equipos tienen el mismo número de vasos llenos de cerveza. Eran seis para ambos equipos y estaban colocados de forma piramidal. Rogaba a Dios y a todos los santos, que pudiera liberarme lo más pronto posible. La primera ronda era de chicos, y la segunda las chicas. Es decir, Ashton y Drew primero; la rubiecita y yo después.

Un chico flacucho se acercó a la mesa, tenía los brazos tatuados y sujetaba un vaso casi vacío pero con un poco de cerveza. Indicó el juego. El que perdiera, al final de la ronda le tocaba jugar verdad o reto. De este modo, alguno de los dos ganaba o quedaban empatados.

—¡Por este lado, tenemos al maravillosos Drew Harris y su rubia! —ellos saludaron en forma de burla, como si tuvieran el control de todo el puto sistema.

El chico, tomó del brazo a la rubiecita y la hizo girar para demostrar que al menos ella tenía pechos. Claro, quizás pagados, ¿quién sabe? Aquellos chicos, no eran niños pobres. Rawsen y Hudson, eran universidades pagas. Casi todos sus estudiantes, eran hijos de científicos o senadores.

—Y por este lado, tenemos a Ashton Kenn y... —me miró para luego analizar la situación con más intensidad. Sabía quién era, todos sabían quién era yo—, y bueno, ella.

¡Maldito desgraciado! No dijo mi nombre por alguna razón. Sí, claro estaba, no lo había dicho quizás por miedo a Zach o porque éramos hijos de alguien mucho más superior a sus padres. O porque sus padres eran empleados de mi padre. En fin...

No había encontrado a Zachary por ningún lado y ni menos a Cole, pero mi intriga iba hacia Lou. ¿Dónde estaba ella? ¿Por qué Dewis no estaba acompañandola?

—¡Prepara tu miembro, Harris, veremos quién gana esta ronda! —exclamó Ashton a mi costado mientras que los demás llenaban los vasos con cerveza. Preparaban los vasos de la misma forma triangular que antes.

—Eso lo veremos, Antonio —murmuró mientras que los demás estallaban de risas. Ahston no se precipitó y lanzó una de las palabras que fulminarían la noche.

—Mi segundo nombre será Antonio, pero al menos no soy un farsante —y de repente todos callaron. La cosa iba seria y yo no quería ser parte de ella.

Alzaron, lo que parecía ser, la remera del equipo y la golpearon contra la mesa. El juego había comenzado, una ida tras vuelta y la delantera la tomaba Ashton. Por supuesto, que todo el mundo estaba atento y por ese segundo pude ver a Lou escabullirse entre la multitud.

Me miró fijamente e ignoró mi señal de que viniera conmigo, a mi lado. No pude ir detrás de ella, porque cuando Ashton había ganado la partida, a mí me tocaba con la rubiecita chillona y novia de Drew. Comenzaba a caerme pésimo, teniendo a su novio al lado y coqueteando con otros tíos a su alrededor.

—¡Ronda de chicas! —exclamó un chico delgado a mi costado, rodeé los ojos ante sus guiñadas de ojo—. ¿Quién ganará esta ronda?

Una poca presentación nos hizo girar a ambas, aunque todos preferían a la rubia con grandes pechos operados y un trasero de Kim Kardashian. Excepto yo, la flacucha y desteñida chica de dieciséis años; una chica con la sudadera de su hermano.

—No te preocupes, linda, al menos te llevarás a un chico con el nombre de Antonio a tu casita —chilló la rubia mientras que besaba a Drew en la mejilma pero él ni respiraba ante ello.

Al oír aquel discurso, una ira se apoderó de mí y me quité la sudadera mientras que la camiseta me apretaba los pocos pechos que tenía en ese momento. Drew me miró fijamente, para luego ver a Ashton y al resto de los chicos babosearse por mi glamurosa actuación.

Y el juego comenzó. Era muy mala y estaba perdiendo. Le había encajado un par de pelotas a la rubiecita, pero todas las tuve que tomar yo y ya ni le encontraba sabor a la cerveza. Drew seguía mirandome con una cara de pocos amigos, estabamos a un metro y sólo nos unía un estúpido juego.

Se habían vuelto un grupo pequeño alrededor de la piscina, todos comenzaban a meterse mientras que algunos veían el juego. Pero al fin de cuentas, había perdido y eso era una reto: Los perdedores debían pasar una prenda juntos, eligiendo entre verdad o acción.

Drew había perdido, yo había perdido.

—A los perdedores, les tocará jugar otra ronda... ¡de verdad o reto! —dijo el chico una vez más, rodeé los ojos sin poder creerlo—. Y por eso, tendremos a nuestros animadores para girar la botella.

Una botella de cerveza se plantó ante mis ojos. Drew se posicionó delante de mí, barriendome con sus ojos. Ashton llenó los vasos de nuevo, parecía disfrutar aquella bobada de juego. Los ojos de Drew jamás se despegaron de los míos. Y por ese instante, vi a Zachary pasar junto a Lou. Me quedé estupefacta, buscando su mirada pero ambos me ignoraron. La botella cayó, quedando ladeada.

Una chica hizo girar la botella, y como si el azar hubiera leído mis malditos pensamientos, cayó ante Drew. La chica pensaba lo que iba a tocarle, y más que claro eligió verdad. Las gafas oscuras se resbalaban por la curva de su nariz, una sonrisa se esbozó cuando preguntó lo más cursi que había oído:

—¿Crees en el amor verdadero? —preguntó ella. Risas por doquier se asomaron. Aquel juego era, nada más y nada menos, que cruzar los secretos de uno mismo. Drew se removió, ladeando su cabeza y pensando una posible respuesta.

Las risitas no cesaron.

—¿Amor? —preguntó en forma de burla—. El amor no existe, es una simple m****a que adolescentes como tú... —me miró para luego sonreír por su victoria— creen que es real. Pero te diré algo: yo sí amé, y a ella no le importó. ¿Feliz? ¿O te lo digo en taiwanés?

Por unos segundos nos quedamos mudos. Sí antes se me había helado la sangre, esto era una cubeta de agua del Antártico. Por ese momento, entendía la situación de Drew. Era reservado, sútil, enigmático. No escondía, ni dejaba ver más allá de sus narices. Era misterioso, jodidamente un galán de telenovela.

La fiesta se reanimó en cuando las risas comenzaron a cruzarse de nuevo, ahora era mi turno y no me esperaba la mejor de todas. Un chico eligió para mí ''reto'', y otro trató de equilibrarse mientras se acercaba a decirme lo que debía hacer. Estaba ebrio y como el alcohol estaba al tope de su cerebro, me indicó un reto bastante fuera de lo normal.

—Debes quitarte las prendas que el dado indique y deberás quedarte así hasta que el juego termine, recuerda que son tres rondas... —farfulló, mientras un chico tiraba un dado a la mesa y todos esperaban que el número fuera mayor. Como si todos les gustaría verme en top less. O quizás, algunos, hubieran preferido que ese reto le hubiera tocado a la rubia. Tendrían varios pechos para borrar su pasado.

El dado se detuvo. Un cuatro. ¡Un maldito cuatro! La sudadera no contaba, ya me la había quitado anteriormente. Y entonces comencé el juego yo también, quitándome la camiseta y los jeans anchos; ahí iban dos. Luego las zapatillas, pero para ellos el par no contaba como dos, sino uno. Me había quedado casi desnuda, en ropa interior. Muchos chicos estaban junto a la mesa, viendo mi maravilloso espectaculo. Quería morirme. Y dudaba en quitarme el sostén o otra cosa que pudiera completar la partida.

—Tranquila —dijo la rubiecita—, de igual manera todos sabemos que eres la única fea jugando en este jueguito.

Sus palabras me enfurecieron y a la vez me dieron coraje. Estaba a punto de sacarme el sostén para luego dejarlo arriba de la mesa, cuando de repente Drew habló.

—El brazalete también cuenta como prenda, Cathy —dijo con seguridad.

Me había salvado, estaba agradecida, tan agradecida que deseaba tirarme arriba de él para besarlo. Okay, no tan así. Pero me había salvado.

Me quité el brazalete y lo dejé arriba de la mesa. Todos resoplando ante aquella respuesta y la botella volvió a girar, ahora deteniéndose al frente de mí. Esta vez, un chico eligió verdad.

—¿Hace cuando no tienes relaciones? —murmuró mientras otros hacían señas sexuales e indebidas.

—Unos días —mentí. Jamás lo había hecho, jamás había estado con un chico y eso no me importaba en absoluto. Pero, ¿cómo decirle a todos que era virgen e inexperta?

Drew me observaba desde su extremo, esperando la última ronda luego de que otra verdad suya saliera a la luz. Le habían preguntado que posición sexual le gustaba, y él sólo respondió que "ninguna". Eso no me llamó la atención en absoluto, solamente que en ese tiempo de respuesta, me observaba sin descanso y no parpadeaba ni siquiera un segundo.

Y fuimos por la última ronda, la botella giró cayendo en él. Esta vez suspiré, un chico ebrio le hizo un reto. El reto consistía en pasar siete minutos en el paraíso conmigo.

¡Genial! ¡Ahora debería aguantar siete minutos junto a ese miserable ser humano! ¡Y en un horrible armario!

—No quiero pasar siete minutos con él —murmuré irritada.

Pero el flacucho se adelantó mientras me llevaba a mí y a Drew del brazo hacia una de las habitaciones cercanas.

—Lo harás, o sino tus únicas prendas serán las que paguen esta ronda... —murmuró. Drew me hizo una seña de que lo hicieramos, al menos él no quería verme desnuda y acepté.

Nos adentraron a un armario, bastante cerrado y oscuro. Sentía que el aire me faltaba y el flacucho avisó que el cronometro comenzaría a contar los minutos, que lo que quisieramos hacer era válido. Hasta tener relaciones por siete minutos.

Y estaba oscuro, ¿ya lo dije? No podía ver a Drew, pero por accidente le había pateado su pierna y él se quejó del dolor. Estabamos apretados, buscando como respirar y de repente se hizo la luz. Drew había prendido la luz desde un hilo que colgaba del techo. Aquel armario era acogedor, pero no para dos personas.

Aún no me había agradecido por ayudarme. Él esbozo una sonrisa, había sido el primer chico que no me miraba los pechos cuando estaba casi completamente desnuda. Sus brazos se apoyaron por encima de mí, mientras que los míos no podían moverse.

—Gracias por salvarme con el brazalete —solté al fin. Drew sonrió y luego sus manos se apoyaron en la pared donde mi espalda se apoyaba.

—Le prometí a Zach cuidarte, así que, no debía dejar que ningún estúpido te desnudara tan fácil —contestó. Ambos reímos mientras que los minutos no pasaban más. Recién iban tres, los estaba contando perfectamente.

Y sucedió lo que tuvo que suceder. Su mano accidentalmente tocó mi muslo, sentí una llama arder en mí, su mano era tan suave que recordaba lo que había sucedido por la mañana.

—Desearía regalar este tiempo a cualquier chica que quiera pasar tiempo contigo, porque me estoy aburriendo —solté de repente para cortar la tensión. Pero Drew sonrió como un tonto.

—Yo regalaría un Universo entero por un beso tuyo —interrumpió.

Tuve que contenerme a un ataque de risa delante de semejante cursilada.

—Un beso..., ¿y luego qué? —pregunté nuevamente. Drew no me respondió. No podía apartarme y sentía que su pecho se pegaba mucho más a mí.

Drew se acercó salvajemente, ya que se acercó y sus dos manos fueron directo a mi nuca, jalando y pegando mis labios a los suyos. Me besó. Drew me besó. Y no me resistí. La cabeza me daba vueltas, había bebido demasiado.

Me dejé llevar completamente por la pasión del momento, sus grandes manos se enredaron en mi melena. Me agarraba la cabeza con una fina energía, mientras sus labios recorrían hasta el último milímetro de mi rostro para luego bajar a mi cuello.

Cuando llegó allí, me estremecí. Me sujeté fuerte de su camiseta. Jamás había experimentado algo tan... tan excitante. Sentía mis mejillas arder, mi cuerpo reclamaba de sus besos. Me gustaba como Drew manejaba la situación, me gustaban los besos de él.

Deslicé mis manos por su torso. La camiseta estaba pegada a su cuerpo, el abdomen marcado y lleno de cuadrados bien formados gracias al gimnasio. Lo abracé, me sentía protegida en sus brazos de una manera tonta.

Y de repente escuchamos un ruido que provenía de afuera. Sonido de vidrios rompiendose contra una pared, gritos y personas que bajaban de la escalera. Salimos después de decidirnos, el flacucho ya no estaba y quedaban pocas personas alrededor de nosotros. Drew me indicó que me quedará hasta que encontrase mi ropa.

Alguien gritó, reconocía esa voz. De repente, dos chicos cayeron al suelo mientras uno golpeaba a otro. Dewis golpeaba a Cole. Y yo no tuve alternativa que meterme en el medio de todo.

Intenté separarlos, pero por accidente Cole me pegó. En ese momento, Drew había llegado y actuó de inmediato. La policía había llegado, todos salieron corriendo y Cole huyó. Dewis no tuvo opción que irse, dejandome sola. Drew se acercó apresurado, la sangre comenzaba a caer de mi nariz.

—¿Qué demonios te sucedió? —preguntó intrigado, pero luego me hizo una seña de que salieramos al patio trasero y lo seguí—. No logré encontrar tu ropa, se lo han llevado estos malditos.

—¡¿Qué?! ¿Y ahora qué demonios me pondré? —dije irritada. El carrito de golf estaba a un costado de la casa. Llegamos lo más rápido y de allí, Drew sacó una de sus camisetas anchas y me la ofreció.

Me la coloqué sin chistar, para luego subirme a su carrito y salir por la parte trasera. Me sujeté de su brazo mientras que él esquivaba a unos enanos de jardín. El carrito se tambaleó cuando casi choca con un arbusto, grité por dentro aunque un gritillo salió de mí.

Y aún no entendía que había sucedido. Zach no estaba, Lou había huido y mis hermanos se estaban peleando. ¿Qué demonios sucedió en esos siete minutos? Y, ¿realmente habían sido siete minutos allí dentro?

—¿Qué fue lo que sucedió en la fiesta? —pregunté pero Drew no respondió. Jamás respondió. Se tensó que hasta parecía que las venas de sus brazos iban a explotar.

Llegamos a la casa, no obstante, estacionó el carrito correctamente. Todo el camino no había dicho nada más, a menos que me preguntase sobre mi nariz herida. Apenas me bajé de su carrito, Drew salió disparado y desapareció entre la niebla que comenzaba a formarse a lo lejos.

Ni un adiós, solamente se fue.

Caminé descalza hasta la casa, las luces estaban encendidas y eso significaba que quizás Dewis estaba en casa. Toqué la puerta más de dos veces, pero nadie salió a abrirme. Fue entonces, cuando me senté en los escalones a esperar.

Veía alguno que otros chicos de la fiesta pasar, saludandome desde lejos. Me recordaban por ser la estúpida que no podía embocar ninguna pelota o porque quizás, casi ne había enrollado con Drew en el armario.

De pronto llegó Zach, caminando y sin su coche. Detrás suyo venía Lou. Me levanté para dirigirle la palabra, pero tanto como él y ella me ignoraron. Entré a la casa mientras que ellos subían a la habitación. Oh no, ¿Lou y Zachary? ¿Mi mejor amiga, llevandose a mis tres hermanos?

—¡Por Dios! ¡Ve a buscar a Cole! —gritaba ella. Eso me llamó la atención en todos los sentidos.

Zachary bajó las escaleras, Lou iba detrás de él. Ambos cruzaron el pasillo, ignorandome nuevamente, pero esta vez Zach se giró para mirarme fijamente y ladear su sonrisa.

—¿Y tu ropa? —preguntó intrigado.

—La perdí en un reto, ¿y tú dónde estabas? —dije de inmediato. Pero no respondió. ¡Otra persona más que ignoraba mi pregunta! ¡Que jodido fastidio!

Resoplé, resignada. Zachary salió de la casa y cerró la puerta con llave. Mientras que el tiempo pasaba, subía a mi habitación para luego recordar el beso con Drew en el armario.

¡Malditos siete minutos! Si no hubiera sido por él..., bueno, me dejé llevar. Yo también tenía una gran culpa por ello.

Me senté en el borde de la cama, y por ese momento recordé que llevaba puesto la camiseta de Drew.

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