Capítulo 2

La noche indicada, me vestí y arreglé. Estaba nerviosa, tenía desde mi adolescencia que no salía sola, siempre salgo con Hanna o mis padres. El ir sola me tenía estresada, nadie sabía a donde iba, ¿y si me pasaba algo malo? ¿Cómo me buscarían? En un momento me di cuenta que estaba saboteando y decidí arriesgarme. Conduzco emocionada hacia el sitio del club, realmente está lejos de la ciudad, casi una hora. Definitivamente este tiene que ser un sitio genial para que la gente venga tan lejos. Llego y la cola me quita el ánimo, pasare la noche en ella. Me acerco sin ánimo a la cola, prometiéndome que, si paso más de quince minutos aquí, me largo. De repente me tropiezo y casi caigo de boca.

Cuando siento unos brazos fuertes que me sujetan por la cintura, impidiendo mi caída. Luego me voltea, encontrándome con el rostro más perfecto que he visto en mi vida. Y he visto muchos por mi tiempo de modelo. Él sonrió con orgullo por su acción, lo que hace que, aunque mi cuerpo desee sus manos sobre mí; mi mente se cierre de lleno, otro idiota. ¡Dios! ¡Que sangre la mía para atraer a cada idiota! Logro soltarme con dificultad de sus brazos, me limpio intentando mantener lo más que puedo mi dignidad.

—Me encanta ese traje, pequeña –dice con autosuficiencia, sí, no hay duda: lo odio– deberías tener cuidado no sea que el lobo te quiera comer –y se comienza a carcajear. ¡genial! esto solo podría empeorar.

Cuando finalizo de limpiarme, le doy la espalda y vuelvo a mi cola, sin dirigirle la palabra. No tengo deseos de iniciar una conversación que este tipo piense que es coqueteo.

—¡Hey! Espera –grita, lo que sólo me enfurece mucho más. Mi rostro debe mostrar mi molesta, ya que se detiene, sopesa la situación y luego se acerca a mí –disculpa, si te molesté –dice con su tono de hombre divino –solo quería verificar que no te hubieses hecho daño

—Gracias –digo intentando controlar mi carácter –estoy bien, no necesitas verificarlo –e intento fallidamente sonreírle. Me mira sin saber qué hacer, lo que hace que mi mal humor disminuya. Se ve lindo, desubicado. Decide finalizar esta batalla de miradas y me dirijo a mi puesto en la fila. Cuando estoy por colocarme en ella, siento su mano tomar mi brazo, el toque me altera.

—Bueno, ya que logre de alguna forma alterarte –dice mientras me voltea, su mirada es hermosa, tiene ojos azul celeste, con pequeñas líneas atigradas. Y sus labios se ven apetecibles como fruta fresca. Suspiro sin darme cuenta y sus pupilas se ampliaron o eso pensé. Creo que me estoy perdiendo –¿qué te parece si te ayudo a entrar al lugar?

—Yo… no creo que sea…

—Mira tranquila, no te voy acosar. Solo quiero disculparme, por lo que sea que hice que te enojara. Aunque en realidad no lo quiero saber –finaliza y observa mi reacción, pienso que si no se me va a pegar como un lame suelas, nada pierdo.

—Ok, gracias

Sonríe con suficiencia, cosa que me recuerda por qué debo alejarme de él, lo más pronto posible. Me toma de la mano, sin esperar a que camine me lleva a la puerta del lugar. Voy con temor, a la espera de que nos nieguen la entrada. Sin embargo, me sorprendo, cuando el portero le sonríe a mi acompañante y le deja entrar.

Cuando entras al lugar, entiendes porque es una fiesta épica. Por fuera es un local; pero por dentro es un castillo, las paredes son de piedra. Puedo oler la humedad, las luces me impiden ver a detalle, la música electrónica esta al tope. Mi compañero me insta a continuar el camino, lo que me atemoriza, no tengo idea de a donde me lleva. Al fin mi compañero se detiene en la barra del sitio, le habla al oído al barman, él me mira con picardía y asiente. Ese acto me pone en alerta, debo despedirme de mi compañero. Suelto su mano y me doy la vuelta, cuando me toma de la mano nuevamente.

—Espera –volteo, veo como tiene un brazalete de color rojo en la mano –debes llevar este brazalete mientras estés en el club.

—¿Por qué?

—Porque este es un club privado, esta noche estamos abiertos a todo el público; pero aquel que no es socio debe estar debidamente identificado. Hay áreas que no están disponibles para ti, además así el barman sabrá que debe cobrarte la bebida –le indico que entiendo, él de inmediato me coloca el brazalete –mi nombre es Bruce, por cierto –mientras lo dice me da una bebida –esta va por mi cuenta, disfruta la noche, pastorcilla.

Sonríe, suelta mi mano. Al hacerlo me doy cuenta que no quiero alejarme de él. Y es cuando más rápido lo hago, así que doy la vuelta y vuelvo a la pista, a mover mi cuerpo.

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