Capítulo 4

Narrador:

Los días fueron pasando y Franco había dejado de ir al local. Eso era señal de su rendición.

Era el día libre de Victoria, por lo que había aprovechado para dormir un rato más. El sol entraba por la ventana, era un día por demás hermoso. Se puso en pie y, luego de higienizarse, se dirigió a la cocina para prepararse el desayuno. Cuando bajó las escaleras y entró, quedó paralizada. Su corazón se escapaba del pecho.

– ¿Qué demonios haces aquí, Franco?

Franco la miró y no daba crédito a lo que veía. En el umbral de la puerta de la cocina, se encontraba Victoria, vestida solo por una sudadera que apenas le cubría las nalgas, descalza y su rubio cabello despeinado. Era hermosa, le quitó el aliento

– ¿yo?, tú, ¿qué haces aquí?

– Vivo aquí –

– ¿Qué vives aquí?, ¿en mi casa?

– ¿Cómo que tú casa?

– Si, la propiedad me pertenece, hace mucho que no vengo, la tengo descuida.

– Joder, Franco, yo no sabía, necesitaba un lugar para quedarme y estaba vacía. Juro que no he robado nada, y te pagaré un alquiler por los días que estuve, ahora junto mis cosas y me voy…

Hablaba a toda prisa y casi sin respirar. Giró y dio un paso fuera de la cocina, Franco corrió hacia ella y la detuvo por un brazo.

– Espera, no te estoy echando – le sonrió con amabilidad – porque no tomamos un café y me cuentas porque estás aquí –

Ella asintió con la cabeza, Franco tomó su mano y entrelazando los dedos la condujo de nuevo a la cocina. El contacto con su piel le produjo un electrizante efecto. Ella se sentó en uno de los taburetes

– Muero de vergüenza – dijo agachando su cabeza

– No, cariño, no te avergüences – respondió mientras servía otra taza de café – deja que sea yo quien te sirva hoy – le ofreció la taza – toma, te vendrá bien

Victoria tomó la taza con ambas manos y bebió un largo sorbo mientras se miraban con Franco fijamente. La tenía descolocada con su amable tono de voz, no se parecía en nada al hombre que llevo a su hermano a prepo a una reunión de adictos anónimos y mucho menos al que trató de propasarse con ella en el café.

– ¿Por qué eres amable conmigo?, estoy ocupando tu casa sin permiso – él rió

– Anda, tranquila. Creo que en nuestros encuentros anteriores te di una impresión equivocada. En realidad no soy tan arrogante como me viste. Solo que justo me agarraste en dos días pésimos para mí. Bueno, en realidad últimamente mis días son un desastre, por eso vine, pues planear la remodelación de la casa me relaja.

– Ok – respondió de manera cortante

– ¿Por qué no me cuentas tu historia?

– No hay mucho que contar –

– Yo creo que sí. No sé qué te pasó, pero eres una joven hermosa – se sonrojó – no te sonrojes, lo eres y mucho. Pero no es lo

único, tienes cierta educación y eres muy prolija. Algo grave debe haberte pasado para que terminaras aquí de intrusa –

La amabilidad de su tono de voz, su sonrisa afable y su cálida mirada habían hecho que la joven se relajara.

– Mi madre es una maldita alcohólica y se casó con un hombre despreciable, por años ha tratado de someterme, sin éxito. Hasta que tomé valor y me escapé hace unas semanas. Con lo puesto y sin un centavo.

Se acercó a ella y acarició rostro

– Pobrecilla, debe haber sido muy duro para ti – ella quitó su rostro

– Ni tanto, me enseñó a defenderme de cierta clase de hombres

– ¿No creerás que soy de esa clase? – la miró con tristeza

– No te conozco, no sabría decirte –

– Pues entonces conóceme y verás - le sonrió - ¿Qué te parece?

– Creo que es lo menos que puedo hacer luego de meterme en tu casa sin invitación, te lo debo

– No me debes nada, puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. Y usar a placer las instalaciones. Y si quieres irte, también eres libre de hacerlo. Pero me gustaría que te quedaras.

Esa faceta de Franco le encantaba.

– Me gusta esta casa, así que creo que me quedaré –

– ¡Qué bueno!, pero de vez en cuando me tendrás por aquí, pues tengo la intención de comenzar con el reciclaje –

– Es tu casa, siéntete libre de entrar y salir cuanto quieras. ¿te doy una llave? – rieron a carcajadas

– ¿En qué habitación estás durmiendo?

– En la de la chimenea

– No eres tonta para elegir, esa es mi habitación, o lo será cuando termine de remodelar la casa y me mude –

– ¿Quieres que me vaya a dormir a otra?

– No, ¡qué va!, me encanta la idea de que estés calentando mi cama – Victoria sintió el fuego apoderarse de su rostro – me encanta cuando te sonrojas, quedas más hermosa aún

– Tú tienes la facilidad de lograrlo, así como de incomodarme

– No es mi intención incomodarte, yo soy así, no puedo dejar mi papel de seductor, menos cuando estoy frente a una mujer por demás hermosa.

– Yo te agradezco los halagos, pero me ponen un poco tensa.

– Muy bien, lo tomaré en cuenta de ahora en más –

– Gracias –

– Debo reconocer que te admiro y envidio un poquito… -

– ¿Tú, envidiarme?

– Si, pues eres una mujer muy fuerte y decidida. Dejaste atrás todo sin saber lo que te deparaba el futuro y estás haciendo hasta lo imposible para salir adelante. Eso es algo que poca gente hace. Casi todo el mundo cae en un pozo depresivo y, si no viene alguien a sacarlo, se hunde cada día más

Victoria notó tristeza en las palabras de Franco, el sentimiento que expresaba era sincero, se veía

– ¿Cuál es tu historia, Franco?

– Supongo que no tengo mucha…

– Todos tenemos, yo te conté la mía, lo justo sería que me contaras la tuya

– Nada interesante, soy el típico chico rico, que queda huérfano y su matriarcal abuela lo cría. Tuve que hacerme cargo de la empresa constructora de la familia a muy temprana edad. Se espera que sea perfecto, que me case pronto con una bella mujer de la alta sociedad y tenga hermosos niños – suspiró – pero nada más lejano a mi interés, entonces ya se rumorea que no me gustan las mujeres –

– ¿Entonces?

– Entonces nada, es lo que toca – se arqueó de hombros y se puso de pie – voy a recorrer la casa para planificar el siguiente paso en la restauración – Victoria le sonrió

– ¿puedo acompañarte? – preguntó la joven poniéndose también de pie, la sombría mirada de Franco cambió por una radiante de azul intenso

– Me encantaría – la miró de arriba abajo y sonriendo continuó – pero sería bueno que te vistieras un poco, a ver si voy a tener que tocar tu pierna nuevamente –

Con la sorpresa de encontrarse a Franco en la cocina, Victoria no había reparado que de la cintura para abajo estaba en ropa interior y que la sudadera que llevaba encima solo cubría hasta el borde de sus nalgas. Le volvió el rojo intenso a su cara. Franco se acercó a ella y le dio un dulce beso en la mejilla

– Sin duda alguna, eres aún más hermosa cuando te sonrojas. Te espero en el jardín – sin decir más nada salió de la casa

Victoria:

¡Madre mía!, ¿cómo pude no darme cuenta que estaba casi desnuda delante de él? Por un lado trato hacerme respetar y por el otro me le paseo en bragas por las narices. Va a pensar que estoy un poco sonada.

Lo veo tan relajado, tan informal, metido en sus jean y su sudadera negra. Su voz es serena y pausada, aunque muy sensual. No parece el mismo hombre que arrastró a su hermano a la silla y luego casi se propasa conmigo en la cafetería. Esta versión del señor perfecto, me encanta. Es adorable. Gracias a mi padrastro me siento muy nerviosa y ansiosa cuando estoy sola con un hombre; pero con Franco es diferente, es osado y siempre habla con doble sentido, pero me siento confiada con él, casi no le conozco, pero me siento segura a su lado.

Me vestí de forma decente y antes de bajar miré por el gran ventanal hacia el jardín. Allí estaba él, con una mano en el bolsillo y la otra tomaba su nuca dejando descansar su codo sobre su pecho, sobre su muy musculoso y desarrollado pecho. Por donde lo mirara era perfecto. Sin darme cuenta esbocé una sonrisa de satisfacción cuando Franco levantó la vista y me miró desde allí abajo. Salí corriendo y llegué en un segundo a su lado

– Estaba mirando la ventana, justamente la del dormitorio que ocupas, y creo que me gustaría que tuviera una gran terraza con columnas que llegaran hasta donde estamos

– Sería bellísimo –

– ¿Verdad que sí? – me miró con la mirada de un niño ilusionado la noche de Navidad.

Tomó mi mano y la puso en su brazo, así caminamos por todo el exterior, yo no lo había recorrido por miedo a que alguien me viera, pero ahora colgada de su brazo disfrutaba de la belleza de los jardines y me embobecía con los planes que él tenía para ellos. De vez en cuando preguntaba mi opinión, y la escuchaba atentamente, como si realmente le importara lo que tenía para aportar. El día pasó sin darnos cuenta.

– Ya debo marcharme, se me hizo más tarde de lo esperado – se acercó a mí y besó mi frente – me ha encantado compartir este día contigo, realmente disfruté de tu compañía –

– A mí también me ha gustado – sonrió maliciosamente – bueno, sobre todo poder recorrer los jardines sin temor a ir presa – reí nerviosa

Solo sonrió, subió a su coche y se marchó sin más.

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