Un caso privado

El detective Zenthan revisaba en su gabinete de metal los archivos de algunos casos que había resuelto en Ciudad Macabria. Mientras leía el desafortunado asesinato del periodista “Lenin Martí” el teléfono empezó a sonar. Llamó a su asistente para que atendiera, pero ella había salido a conseguir el café matutino del detective. El teléfono sonó por tercera vez así que no tuvo más opción que contestar. Quien hablaba desde el otro lado era el magnate Benito Altare dueño de la empresa constructora “Fortune”. Hacía semanas que Benito había invitado al detective a una cena privada en su yate para discutir sobre asuntos de la ciudad. Sin embargo, esta vez se trataba de algo diferente más que una charla amena. El magnate le solicitó a Zenthan que viniera a su casa lo más pronto posible. Era algo que el detective vivía a diario, pero que su amigo Benito Altare lo llamara de emergencia era demasiado extraño. Agregó que estaba en el salón de visitas.

            Zenthan tomó las llaves del Ford Fairlane y condujo hasta la mansión de Benito Altare. Encendió un cigarro para calmar las ansias y luego de terminarlo lo tiró por la ventana. Llegó a la puerta principal de la mansión donde el guardia de seguridad sabido de su llegada abrió las compuertas de metal y lo dejó entrar. El detective se estacionó frente a la mansión, se puso la gabardina y sombrero y salió del auto. Un señor vestido de mayordomo salió a saludar al detective y le pidió que entrara hasta dirigirlo al salón de visitas. El mayordomo intentó quitarle la gabardina y el sombrero al detective, y Zenthan lo vio con recelo, y dijo que él se quitaría la gabardina. Siguió caminando hasta el salón de visitas y entró por la puerta que el mayordomo abrió. Adentro se encontraba el magnate sentado en un sofá que parecía valer miles. El detective se acercó a saludarlo con formalidad, en eso Benito le pidió tomar asiento y que se dejara de formalidades en un momento de emergencia. Zenthan desconocía el porqué de la emergencia hasta que Benito empezó a explicarle los últimos altercados con su única hija Pauline. El detective conocía a Pauline, una joven de cabello castaño y mirada maniática que una vez se le insinuó mientras su padre estaba en su cuarto atendiendo una llamada.

            Benito le expuso a Zenthan que Pauline había desaparecido días atrás luego de asistir a una supuesta de unos amigos. Estos jóvenes dicen nunca haberla visto en la fiesta y que era probable fuera un invento de ella para despistar a la familia. Benito agregó la posibilidad de un secuestro del cual pedirían millones para su liberación. Estaba alterado mientras le contaba todo esto al detective. La última persona que vio a Pauline fue el chofer que asegura haberla llevado a la casa donde había una fiesta. Benito decía que su comportamiento desde hace meses había venido cambiando. Pauline hablaba de derechos laborales, de sindicatos y justicia social, cosas que para Benito eran conceptos inimaginables de concebir. Durante días le dijo que lo mejor era vender todas sus propiedades y repartirlo a los más necesitados. Benito aclaró que en estas disputas no tuvo más opción que castigarla, pero después de levantar el castigo, Pauline se comportó diferente y dejó de discutir con él. Dando por sentado que se había recuperado de todos los disparates que decía.

            El detective se levantó del sofá y le prometió a su amigo el magnate que encontraría a su hija. Le dijo que llamara al chofer para que le dijera la dirección de la casa donde hicieron la fiesta. Después de recibir las coordenadas se dirigió a esa casa para iniciar las investigaciones.

            Encendió otro cigarro mientras conducía. Al llegar vio que se trataba de una casa de clase pudiente, nada especial, y no entendía cómo Pauline se reuniría con ellos a pesar de que nunca se reunió. Se bajó del Ford y empezó a buscar pistas en los alrededores de la casa. Llegó al patio y encontró en la tierra marcas de una moto montañera. Siguió el rastro hasta llegar a la pista y vio un letrero en el puente que decía “Villa Macabria 22KM”. El nombre se le hizo familiar, y el recuerdo de haber escuchado hace meses esa localidad lo tenía en la punta de la lengua. Volvió a encender otro cigarro hasta que llegó un muchacho con bate amenazando a Zenthan y diciéndole que se largara de su patio. Antes de que el detective mostrara su placa, el tipo se lanzó sobre él y trato de golpearlo con el bate, pero Zenthan reaccionó, se puso el cigarro en la boca y detuvo el golpe del bate con la mano derecha y le quitó el objeto al joven que quedó perplejo y se retiró del patio corriendo a meterse a la casa. Zenthan tiró el bate al césped y se quitó el cigarro de la boca para lanzar una bocanada.

            Salió del patio y fue hacia el auto. Todavía no recordaba en qué conversación había escuchado la famosa “Villa Macabria”. Arrancó con dirección a la casa de Benito Altare. Adentro, el magnate le preguntó si había encontrado alguna pista. Zenthan respondió que si conocía un lugar llamado “Villa Macabria”. Benito agregó que no tenía idea de qué le hablaba. El detective volvió a ver la chimenea donde Pauline había tratado de seducirlo mostrándole sus senos que lo deleitaron por un momento y diciéndole que podían hacer más en una cabaña ubicada en “Villa Macabria”. Recordó todo y le dijo a Benito que ya sabía dónde se encontraba su hija. El empresario le pidió traerla de inmediato aunque fuera en contra de su voluntad y por eso recibiría una buena suma de dinero por ser un trabajo privado.

            Villa Macabria estaba ubicada en las afueras de la ciudad en una zona rural donde muchos obreros vivían en casas construidas con madera y otros recursos. Zenthan nunca había estado ahí, sin embargo, condujo los 22KM hasta llegar al pueblo de Villa Macabria. Llevaba consigo una foto de Pauline y desde que entró al camino de tierra pudo observar las cabañas y varios niños corriendo. Se detuvo en la primera casa y se bajó para preguntar a una señora de cabello cano si conocía a la joven de la foto. La señora llamó a quien parecía ser su hijo y vio la foto. El joven se quedó perplejo y Zenthan vio en sus ojos que sabía algo. No tuvo más opción que ofrecerle algo de dinero. El joven aumentó la cantidad y Zenthan lo amenazó con llevárselo detenido por obstruir a la justicia. El joven le señaló la casa de madera color marrón y agregó que ahí se encontraba la muchacha de la foto. Zenthan le dio el dinero, pero el joven atemorizado por las amenazas lo rechazó.

            El detective caminó hasta la casa y golpeó a la puerta. Desde de adentro una voz ronca preguntó a quién buscaba. Zenthan dijo que era la policía y que abriera de inmediato. Apareció un hombre caucásico vestido de leñador con la mirada enfurecida. Zenthan puso la mano en la puerta y entró a la casa sin ningún obstáculo. Le preguntó al hombre dónde estaba Pauline, y lo llevó hacia donde ella se encontraba. Abrió la puerta y vio a Pauline desnuda metida en una bañera sin agua pinchándose las venas.

             El detective tomó una toalla colgada en la puerta y se le cubrió la desnudez. También le quitó la jeringa, pero en ese momento Pauline estaba tan drogada que empezó a besar al detective. Zenthan la cargó en sus brazos y salió de la casa. Mientras caminaba hasta el auto, Pauline decía que su padre era un déspota criminal que debería estar en prisión. Las personas de la villa salieron de sus casas y vieron el espectáculo para abuchear al detective. Así que caminó más rápido porque algunos sostenían escopetas y palos. Pensó que moriría a manos de esas personas. Pauline tenía los ojos en blanco y empezó a convulsionar.

             Zenthan llegó al auto, arrancó de retroceso mientras las personas le lanzaron piedras al parabrisas. Llegó a la pista y aceleró hasta llegar al Hospital Central donde gritó desde la ventana para que los paramédicos atendieran a Pauline. Mientras los doctores desintoxicaban a la joven, el detective llamó por teléfono a Benito y le explicó que había encontrado a su hija y se encontraba recuperándose en el hospital de una sobredosis de heroína.

            Benito se presentó de inmediato y entró a ver a su hija. Los doctores la amarraron a la camilla porque se había puesto violenta y le dijeron que pronto mejoraría. El magnate se acercó al detective y le pidió explicaciones de todo lo sucedido. Zenthan le explicó todo con detalle y dijo que Pauline necesitaba tratamiento psiquiátrico.

            Después de la desintoxicación, Benito llamó al Centro Psiquiátrico de la ciudad para que se llevaran a su hija. El auto llegó y no le dieron ninguna explicación a Pauline de lo que estaba pasando. Mientras los enfermeros le colocaban una camisa de fuerza ella estaba asustada y le pidió a su padre que no hiciera eso. Pero Benito quería lo mejor para su hija según las recomendaciones del detective.

            Con el caso resuelto, Benito le pagó la suma que habían acordado, pero Zenthan le dijo que no podía aceptar el dinero porque era su amigo y quería lo mejor para la familia Altare. El padre de Pauline volvió a sus negocios dejando encargado a Zenthan de visitarla de vez en cuando.

            La primera visita que hizo luego de un mes de iniciar su tratamiento tuvo una conversación con Pauline en la sala de visitas. Pauline le dijo que se sentía enamorada de él y cuando saliera quería una oportunidad para demostrarle su amor. Zenthan pensó que Pauline estaba manipulándolo y soltó sus manos. Pauline reaccionó de manera violenta lanzándole un vaso con agua en la cara provocando que los guardias la tomaran de los brazos y la arrastraran hasta su cuarto sellado donde le inyectaron sedantes y la amarraron a la camilla.

            Zenthan tuvo que desistir a las visitas y se concentró en nuevos casos que debía resolver. Pauline recibió terapia de choques eléctricos para su rehabilitación de las drogas. Gritaba el nombre del detective cada vez que recibía una descarga eléctrica. Los enfermeros se sorprendían de los gritos de Pauline y le recetaban más choques eléctricos hasta dejarla paralizada y domada. Cuando tenía cita con el psiquiatra le decía que el mundo tal como lo conocía era una mentira creada por los magnates como su padre para dominar a las masas. El psiquiatra asentía y anotaba en su cuaderno las ideas de Pauline. Y le recetaba más pastillas para aplacar su paranoia y esquizofrenia que él aseguraba como diagnóstico principal. Cuando por fin se dio cuenta que su discurso no tendría sentido dentro del Centro Psiquiátrico. Empezó a simular bienestar y de esa forma el psiquiatra creyó ve mejorías. Pauline abandonó la necesidad de las drogas, y consideró que lo mejor era salir a la sociedad para enfrentarse al mundo. Le prometió al psiquiatra que ingresaría a la universidad a estudiar administración de empresas y de esa manera le ayudaría a su padre en sus negocios.

            Pasaron los meses y el psiquiatra dio de alta a Pauline. Como su padre estaba ocupado no recibió la llamada de esa noticia. Y nadie llegó por ella, así que se decidió otra vez por desaparecer de las garras de su padre y marcharse de la ciudad. Una enfermera la vio tomar un bus y sorprendida por ver a Pauline, la hija del magnate, le avisó al psiquiatra, a lo cual respondió que ella quería ver el mundo y que no se preocupara por eso.

            Pauline se sentó en los asientos de atrás del bus, y empezó a reírse pensando en los ahorros que tenía en su cuenta bancaria y la forma en que los usaría, y no para pagarse la universidad, sino para otros planes que había maquinado en su estancia en el Centro          Psiquiátrico.

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