Capítulo 5

Después de preparar su equipaje Mayra va a la habitación de sus hijos a revisar si todo está en orden, da un rápido vistazo y luego de guardar algunas cosas que se les había pasado, los abriga bien y les deja el beso de buenas noches.

—Te quiero, mamá —susurra Sasha con los ojos cerrados.

—Yo también, mi corazón. Descansa.

Apaga la luz y regresa a su recámara, al entrar ve a Valentino con los ojos cerrados, al parecer dormido, pero antes de acostarse en la cama piensa mucho en compartir esa última noche en la ciudad, a su lado. Se dirige al baño, mojarse la cara y al levantar la vista intenta reconocerse en el espejo. Han pasado diez años soportando tanto y ahora que se atrevió a decir lo que sentía, el alivio no aparecía en su alma, por el contrario, la angustia hace añicos su corazón, va a perder a sus hijos si se divorcia y no puede imaginarse el tormento multiplicado en ocho años más. Tenía muchas esperanzas en ese supuesto viaje a Lima, pero este nuevo destino no va a derrumbar sus sueños de ser libre y buscar por sus propios medios la verdad de su pasado. Para empezar ha dejado de tomarse las pastillas, lleva dos días completos evitándolas y no ha visto cambios, quizás solo sean placebos ¿Qué tan difícil puede resultar para un médico intercambiar diagnósticos para mantenerla a su lado?

“Esa idea me sigue persiguiendo. Sé que algo turbio se esconde tras mi accidente, pero ¿Qué es lo invaluable que poseo? No soy millonaria o un genio con alguna fórmula secreta ¡Joder! Por más que pienso no encuentro razón válida para un secuestro, o quizás sea verdad ese gran amor y después del accidente mi corazón también lo olvidó” Se dice en su interior antes de salir de baño e ir a acomodarse en su lado de la cama.

Unas horas después, antes de que el despertador de los chicos sonara ya estaba de pie en la cocina para preparar el desayuno. No pasó mucho para que su madre apareciera.

—Buenos días, cariño, ¿Volviste a madrugar?

—Hola, mamá. Me desperté hace unos minutos. Ocupar mi mente antes del viaje me relaja.

—No deberías ponerte tan nerviosa, estás viajando con tu esposo, él jamás dejará que nada malo te suceda.

—¡Mamá! ¿Tú lo conociste antes de mi accidente?

—Jamás lo llevaste a casa o hablaste de él, hasta el día del accidente. Quizás por el temor al rechazo a su relación.

—Me arrepiento tanto, el no haber confiado en ustedes. En estos momentos sus recuerdos me estuviesen guiando en esa oscuridad.

—Sé que el temor a lo desconocido asusta, pero Valentino te ama, no tengas duda de ello.

Sonríe con tristeza y continua con la preparación.

—Cuando ustedes madrugan me siento mal por dormir —dice Sophia, la cocinera.

—No digas tonterías, mujer —agrega Marcela —Son rutinas de viajes, Ya deberías estar acostumbrada.

—¡Ay! Cuando recuerdo que tendré vacaciones forzadas me entristece. Echaré de menos a mis pequeños traviesos.

—A todos nos hará bien un descanso, es tiempo que visites a tus padres, duermas hasta tarde, vayas a fiestas, al cine. —dice Mayra levantando el ánimo a su amiga, una mujer noble que alegra sus días con sus canciones y sus manjares desde que llegó a esa casa.

—Ustedes junto a mis padres son mi única familia, los extrañaré tanto. —Abraza a su patrona—Le prometo que reponer mis baterías para cuando regresen.

No paso mucho para que los niños aparecieran en la cocina, aseados y listos para el viaje.

—Buen día, mis pequeños corazones —dice Sophia acercándose para darles un beso como cada mañana—Disfruten su desayuno y no quiero que dejen nada en el plato, si no les gusta la comida del avión ya tendrán algo en el estómago ¡Entendido!

—No creo que haya comida a bordo, solo serán unas tres horas, pero si quiero que haya bocaditos —sonríe Sasha.

Valentino no tarda en llegar, dejando toso el lugar impregnado con su perfume. Se acerca a Mayra y deja un beso en sus labios y con una sonrisa tierna se dirigió a los niños revoloteando sus cabellos.

—Les encantará su nuevo hogar, amaran estar cerca de la naturaleza, el aire puro es bueno para sus pulmones.

—¿Hogar? —se apresura a decir Antón —¿Cuánto tiempo es que nos quedaremos en Colombia? —Sasha lo codea y le clavé una mirada de esas que dicen ¿Para qué preguntas? —Que! Saben que me aburro fácilmente.

—Es una manera de decir las cosas, hijo. Y no debes preocúpate por el aburrimiento.

—Si tú lo dices, te creo.

—Un par de meses fuera de la ciudad respirando aire puro, les hará muy bien —Dice Sophia.

—De hecho, por lo menos lo que reste del año estaremos allá. —Dice contento Valentino haciendo que Antón se ahogue.

—¿Qué? ¡Papá, faltan más de cuatro meses! Quiero pasar las fiestas navideñas con los abuelos. —Parece suplicar Antón.

—Por eso no te preocupes cariño, la familia estará completa para esa fecha.

—Gracias, padre —dice el niño un poco más tranquilo. Mientras Sasha seguía comiendo sin mostrarse emocionado.

Al terminar el desayuno, Mayra sube a vestirse, mientras Valentino se queda dando las últimas indicaciones a sus empleados y a sus suegros, pues al parecer era un viaje largo e inesperado.

—Necesito de su ayuda, las oportunidades aparecen y este nuevo negocio será muy productivo para todos y no podemos desaprovecharlo. Quiero irme con la tranquilidad de que las tareas pendientes de los próximos meses estarán en buenas manos.

—Por ello no te preocupes, hijo —dice Ignacio— Personalmente me encargaré de manejar la chequera, como todos estos años.

—Por el cuidado de la casa tampoco debe preocuparse, señor. —Dice Sophia.

Tras una sonrisa de conformidad, va por el equipaje, Sophia y sus suegros también ayudan. Para cuando Mayra baja las maletas ya están en la sala, los chicos esperando sentados en los muebles, con el videojuego en las manos y Valentino hablaba por teléfono muy entretenido. Instantes después cuelga y se acerca.

—Mi jefe envió a uno de sus hombres de confianza para llevarnos al aeropuerto. Ya no debe tardar.

—Debe ser un hombre muy importante.

—Lo es, cariño. Le gusta que todos tengan seguridad, así que Oliver será quien se encargue de nuestra protección.

—¿Por qué?

—Caprichos de multimillonarios, princesa. No hay nada de que preocuparse.

Se escucha el timbre de la puerta e instantes después aparece Emma, el ama de llaves para informar que los esperaban.

—Justo a tiempo, me agrada la puntualidad. —se adelanta —Trae a los niños.

Mayra va por sus hijos, que se apresuran a salir dejando un rápido “Hasta pronto” a todos, Mientras ella se despide de su gran familia, pues sus empleados también son considerados como sus parientes.

Al dejar la casa, nota un auto negro con la maletera abierta, el niño ya estaba dentro del coche y Valentino a un lado hablando con aquel hombre que subía el equipaje.

Entonces, puede verlo, quizás fue solo la luz del sol que se posaba sobre él y lo hacía resplandecer como un ángel. Vestía un traje negro y corbata guinda, tenía un porte de modelo y una mirada hipnotizaste en la que podría perderse por horas sin sentir el tiempo moverse. Esos ojos marrones claros la estremecieron, sus labios carnosos tentadores agitaron su corazón y a cada centímetro al acercarse, su excitación crecía. Cuando al fin estuvo frente a ese bombón traga saliva sin poder evitarlo, sus ojos se mantienen fijos en los suyos, sintiendo esa necesidad de abrazarlo. Como si lo reconociera.

—Permítame ayudarla con su maleta. —Susurra él sin apartar su mirada, su voz dulce y algo melancólica atravesaba su corazón, golpeaba las puertas de su alma intentando entrar. Y cuando sus dedos rozan su mano para tomar la pequeña maleta, una sensación exquisita la recorre por completo.

Esa voz retumbó en su cabeza y fue como si su mente intentara traerlo de vuelta.

—Disculpa ¿Nos conocemos? —Expresa tímidamente con un hilo de voz.

—Me temo que no, señora— esquiva su mirada, alejándose de ella.

Su nombre no decía nada en su memoria, pero esa voz la llevaba al mismo cielo. Por unos segundos se mantiene petrificada, hasta que llega Valentino para tomarla del brazo y conducirla al auto. Mientras caminaba lento, su mirada se mantenía en Oliver, en ese hombre extraño de mirada dulce que hacía acelerar su corazón y llenarla de sensaciones tan placenteras inexplicables. Cuando cierra la cajuela vuelve a cruzar su mirada por un segundo, porque su nuevo jefe le hace una seña para que se acerque.

—Mayra, él es Oliver. —Interrumpe sus pensamientos—Será el chofer de la familia en Colombia. Y ese auto hermoso, es tu regalo de cumpleaños. —Sonríe, antes de acercar sus labios a su boca y dejar un pequeño beso.

Oliver esquiva una vez más la mirada mientras Mayra mantiene la mirada en sus ojos marrones.

¿A qué estaba jugando Valentino? Como podría dejarla sola con semejante tentación sin explotar en celos. Sin duda, era una prueba para quitarle a sus hijos y estaba odiando sentirse tan bien con esa sensación de hormigueo en mi vientre y esa inesperada falta de aliento que le provocaba esa dulce mirada.

Luego su amado esposo, abre la puerta posterior, para que suba junto a sus hijos, en tanto él y Oliver mantienen una pequeña charla.

—¿Conoces a Oliver? — Susurra Sasha. —No dejaba de mirarte de una manera muy extraña.

—Nunca antes lo había visto, pero siento que lo conozco de algún lado.

—Se ve un hombre agradable —agrega Antón —Yo también tuve esa sensación de conocerlo.

—Igual yo. —Dice Sasha. —Es extraño, pero siento que algo nos conecta.

—Mientras averiguamos lo que sucede, no quiero que mencionen esto frente a su padre. ¿Prometido?

—Si, mamá—Dicen los dos a una voz.

Instantes después, Valentino y Oliver se suben al auto. Oliver, acomoda el espejo retrovisor y su mirada vuelven a perderse en ella por uno segundo.

Un huracán de sentimientos la asaltaron y su corazón se desesperaba por conectar esas sensaciones con su ayer olvidado. Por un instante se sintió tan estúpida por sentir deseo sexual por un extraño solo por ser tan atractivo y tener una voz que le erizaba la piel.

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