Capítulo 2

Diez años después

El tiempo ha pasado muy rápido, en un abrir y cerrar de ojos dejó la silla de ruedas, tras las terapias de rehabilitación y se convirtió en madre, postergó sus clases universitarias virtuales, porque a pesar de que Valentino prometió apoyarla con una empleada extra para atender a los bebés, al final decidió no hacerlo por los primeros meses, pues alegó que ellos necesitaban cien por ciento de sus cuidados y amor.

—Las clases virtuales las puedes retoman en seis meses, mi reina hermosa. Te prometo hacer lo necesario para que concluyas tu carrera. Pero mientras tanto puedes ir preparándote para empezar de nuevo, pues no recuerdas nada de lo que estudiaste y tendrías que empezar de cero.

—No hay problema, yo espero.

—Esa actitud me gusta —acerca sus labios y la besa con pasión. —Te amo, no olvides nunca, princesa.

¿Olvidarlo? Ni siquiera empezaba a recordarlo, de nada servían las muchas historias de amor que noche a noche le contaba sobre su romance intenso, prohibido y tan cursi, al mismo estilo de los cuentos de hadas que vivieron en la universidad de Perú, si cada vez que la besaba se seguía sintiendo sucia.

El tratamiento no daba resultados, cada día era una hoja en blanco con una oscuridad profunda al vistazo de su ayer.

Desde que dejó el hospital, su madre se ha mantenido a su lado, en esa casa inmensa llena de sirvientes que Valentino se dio el lujo de regalarle. Pero aun así no ha tenido el tiempo necesario para continuar con su carrera. Cada vez que inicia algo, Valentino tienen que viajar a otro país y eso implica que ella y sus hijos vaya con él, ausentándose por varios meses. Tiempo en el que se ocupa a tiempo completo de las labores del hogar y no es que le desagrade, adora ocuparse de los niños, ser su maestra, preparar sus alimentos, jugar con ellos. Lo único que le desagrada es cumplir el papel de esposa y fingir ante el mundo una felicidad que ni siente. Nunca ha tenido ganas de complacerlo, no le nace siquiera el tenerlo cerca, pero debe cumplir su papel de esposa en la cama, según Valentino, no hay nada mejor que reconocerse en la cama para que vuelvan sus recuerdos, sin embargo, las mil maneras de amarla, no han producido el más mínimo estímulo en su interior para desearlo y disfrutar una noche a su lado. Sus palabras de amor y lujuria solo la atormentan, la hacen sentir sucia. Mientras él se eleva al cielo del placer y el gozo, ella llora en su interior y destruye un poco más su amor propio.

—Jamás me cansaré de hacerte al amor —susurra a su oído apegándose a su espalda, rodando un par de besos sobre sus hombros. —Tu culo me enloquece —Le da un par de nalgadas antes de estrujar con fuerza su nalga redonda. —Sigues tan buena, como el primer día en que te hice el amor. ¡Dios! —la abraza con fuerza —Sabes cómo hacer que me mantenga excitado.

Se apega metiendo entre sus nalgas su pene erecto, sin siquiera poner atención al temblor del cuerpo de Mayra y las lágrimas que ruedan por sus mejillas cada vez que la posee.

—¿Por qué tan callada, princesa? —La gira y al ver sus lágrimas se enfada. —Otra vez estas es tus momentos depresivos ¿Qué te ocurre? Parece que no sientes nada conmigo. Nueve de cada diez veces que hacemos el amor terminas rompiendo el encanto de la noche con tus estupideces, ¿Hasta cuándo seguirás así? Siempre terminas mandando a la m****a mis sentimientos. Me haces sentir un monstruo— termina elevando el tono de voz.

—No te recuerdo— Grita Mayra encogiéndose y buscando las sabanas para cubrirse.

—¡Joder! Ya han pasado diez años —se enfada más dejando la cama y camina de un lado a otro tomándose la cabeza con las manos. Con las bolas al aire— Esto es lo que te gustaba, lo que encendía en la cama ¿Por qué no recuerdas los momentos felices que teníamos? ¿Dónde quedó el fuego del deseo?

Se enciende reclamando a voz prudente, como sintiendo dolor el que no recuerde su amor verdadero, pero encargándose de llenarla de culpa inexistente, confundiéndola, destrozando sus nervios.

—Lo siento, Valentino, no puedo hacer nada con el miedo que me produces.

—¡Maldita sea! —Grita entre dientes, pues sabe que en esa misma casa viven los padres de Mayra y frente a ellos él sigue siendo un paciente esposo que se esfuerza a diario para complacerla, darle amor y hacerla recordar. — De nada sirve el que me esfuerce tanto en hacerte recordar cuando no quieres hacerlo —Se pone frente a ella y deja salir su voz quebrada.

—No puedo, yo no puedo hacer nada para que esto cambie, mi corazón…

—¡Mírame! —se sienta a su lado en la cama — soy yo, el hombre que elegiste, el padre de tus hijos, el hombre que deseaste con toda el alma, tu compañero de aventuras calientes en aquella aula de la universidad ¡Recuérdame! Me amaste, fuimos felices ¿Por qué sigues lastimándome cuando he hecho de todo para que me recuerdes?

Deja salir sus falsas lágrimas haciendo que las culpas de Mayra crezcan y la destrocen más. Ahora llora de arrepintiendo sin saber cómo pedir perdón, pero solo basta el que lo abrace temblando para que Valentino sepa que la sigue manteniendo a su lado.

—Tranquila, amor mío. —Le dice—No te preocupes por el tiempo, cada día de mi vida me encargaré de hacerte recordar cuanto nos amábamos. Volveremos hacer los mismos de antes. —Acerca sus labios para besarla mientras la aferra a su cuerpo acariciando su espalda. Sin duda alguna el hacerse la víctima de su olvido le sigue funcionando.

—¿Si nunca puedo recordarte? —susurra con temor— Ha pasado diez años y el tratamiento no ha funcionado, si volviera a Perú y recorriera las calles quizás…

—Si quieres ir, iremos, lo prometo. —besa sus manos —Solo déjame agendarlo, sabes que te amo muchísimo y lo que más deseo es que recuerdes todo para poder ser completamente feliz los cuatro.

¿Existe la felicidad? Puede algún día dejar de sentir miedo y asco cada vez que es obligada a sumergirse entre las sabanas para ser poseída, renunciando a su alma. Puede algún día dejar de sentir asco, ya no sentirse destrozada, sin voluntad; desde hace muchos años se siente solo una muñeca sexual entre sus brazos.

Los miles de preguntas siguen recorriendo sus pensamientos y obligándola a buscar algo más que le diga que fue ella la que lo eligió y debe volver amarlo.

Dormir y ver correr los días no funcionan para olvidar que se siente poca cosa cada vez que despierta entre los brazos de ese hombre. Ha pensado mucho en el divorcio, pero para sus padres esa es una loca idea que debe descartar, pues, Valentino la ama, la adora, la idolatra, es el mejor esposo del mundo, es un ejemplo de padre, el yerno perfecto; para ellos no existe nadie mejor para compartir la vida junto a su hija.

Pero a pesar de lo que ellos digan, está decidida a buscar ayudar, solo tiene que volver a su país de origen, llegar a la universidad y por ahí empezar su investigación, pues los amigos a los que tiene acceso no les tiene mucha confianza, todos le hablan de Valentino como su único y gran amor. Más su corazón no la engaña, le dice que existe algo detrás de esa oscuridad en su memoria.

Seguía perdida en sus pensamientos cuando una llamada la sobresalta, era valentino.

—Hola, mi cielo ¿Cómo estuvo tu día?

—De maravilla— dice en tono sarcástico.

—Pues con la noticia que te tengo preparada, estoy seguro de que será mucho mejor.

—¿Así?

—Quiero que abras la puerta y recibas un paquete que te acabo de enviar.

—¿Un paquete?

—Sí, apresúrate y abre la puerta.

Se apresura abrir y ve una caja de regalo, la toma y camina con ella, oyendo la risa tonta de Valentino tras el teléfono.

—¿Qué es esto?

—Ábrelo y dime lo que ves.

Coloca la caja sobre la mesa de la cocina, la destapa, y… ¡sorpresa! Tras el papel de seda, un hermoso vestido color vino se asomaba.

—¿Está divino verdad?

—Si… —Dice sacándolo —Es hermoso.

—Quiero que uses todo lo que hay dentro y pasó por ti en media hora. Saldremos a cenar para celebrar nuestro último día en la ciudad.

—¿Último día?

—Pues, en unos días dejamos el país.

—Iremos a…

—No lo digas, espera el momento amor. No rompas el encanto de la sorpresa. Dije que cambiaría tu destino y te haría muy feliz… todo lo hago por ti y por nuestra familia.

—¿En serio?

—Tengo un nuevo contrato y nos ausentaremos algunos menes, nos eran años, pero…

—Será más que suficiente —Se oye emocionada.

—¿Estás feliz, mi princesa?

—Mucho—. Deja oír una pequeña risa.

—Yo también pienso que ese viaje es lo mejor que nos puede pasar. ¡Apresúrate a ponerte hermosa para mí! Que esta noche, será muy especial.

Mayra toma la caja y sube a vestirse, está feliz, no por la propuesta, sino por el viaje a Perú, regresar es lo que tanto ha esperado. No le importa la incómoda y atrevida lencería que su esposo ha elegido para esa noche, ni los tacones altos que debe usar por varias horas. Pronto terminará su tormento.

—Hola, mamá. —Interrumpe Sasha entrando a la habitación. —¡santo cielo! Te ves muy hermosa, tanto que podría jurar que tú y papá se van a un evento privado a donde no podemos ir ¿Verdad? —se sienta a la cama.

—Pues, me tiene preparado una sorpresa y estoy segura de que es buenísima.

—Nunca antes te había visto tan emocionada para salir con él. Supongo que vale la pena, ir a la cama esta noche sin tu beso de buenas noches.

Desde hace unos años, sus hijos se han convertido en sus mejores amigos, la entienden, la apoyan y comparten sus alegrías, sus logros y tristezas. Aunque ha disimulado muy bien el desamor que le tiene a su padre, ellos saben que no es completamente feliz.

—No creo que lleguemos tan tarde. —Se sienta a su lado y le acaricia el cabello. —quiero que me prometas que comerás todos tus alimentos y te irás temprano a la cama.

—Lo prometo —Lleva una mano al pecho —Ahora quiero que me prometas, que no llegarás de mal humor.

No era raro que dijera eso, cada vez que cenan solos, Valentino termina poniéndola de mal humor, no por lo que diga, sino por lo que hace.

—Esta vez, será diferente, porque es una sorpresa que espero desde hace muchos años.

—Me gusta verte sonreír, mamá. —Su pequeño tesoro la abraza con alegría. —Te ves más bonita.

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