Capítulo 3. Un reto

Molly

     — ¿Ya? —estoy a punto de poner mis ojos en blanco.

     —Sí, señor Goldberg. —entro cuando me cede el paso en señal de caballerosidad. Tomo lugar, para mi sorpresa solamente está Sebastian, el abogado, Henry y yo. El abogado comienza:

     —Su abuelo me dejo muy claro quienes iban a estar, así que se preguntarán por que la asistente personal está aquí. —Sebastian sonríe a medias cuando mira en mi dirección.

     —Tenía un especial cariño por Molly, para mí no es raro que esté aquí.

     —Para mí sí. —dijo Henry.

     —La empresa está en su mejor momento en años, es líder en exportación y el sr. Henry no quería que perdiera su momento, así qué empezaremos la lectura del testamento, esta es una carta que ha escrito para cada uno. —el abogado pasa las cartas a Sebastian quien toma la suya y pasa a Henry la de él y éste me la entrega. La tomo, mis dedos tiemblan cuando veo mi nombre grabado en puño y letra del sr.  Henry. Me muerdo el labio. —Hay una carta, que es la cual voy a leer. “Queridos nietos y Molly, si están escuchando este contenido de la carta quiere decir muchas cosas, una de esas es que estoy muerto. Quiero que presten atención a mis últimos deseos. Sé de primera mano que Sebastian no quiere la presidencia, sé qué no tiene la intención de pelear ese puesto y llevar una guerra entre hermanos, por ello, me voy tranquilo. Henry, espero que estés aquí, si no, espera a que llegue la noche para aparecerme en tu casa en Inglaterra y darte una buen regañada, —el abogado sonríe y Sebastian suelta una carcajada limpiándose una lágrima, Henry aparece con su frialdad, el abogado entiende que no le ha agradado el comentario de su difunto abuelo así que prosigue. —…pero como sé que estarás aquí, olvida lo que dije de la visita hasta su penthouse. Siempre me has preguntado, “¿Cuál es tu sueño, abuelo?” Y yo siempre me quedé callado y luego te sonreía. Uno de mis grandes sueños es que tú tomes mi lugar a lado de Sebastian, que los dos guíen la empresa como hasta ahora, gracias a los dos la empresa está en sus mejores tiempos, Sebastian a lado de mi oficina y tú desde Inglaterra. Sé qué no es tu sueño, sé qué no es tu plan seguirlo, pero te necesito. Siempre te he necesitado.

—No pienso tomar la presidencia. No pienso dejar mis planes por sentarme en esa silla y dejar a lado lo que yo quiero. —Henry dijo de repente en un tono duro mirando hacia Sebastian y luego al abogado que sostiene la carta. Me mira a mí. — ¿Y ella qué relación tiene aquí?

—Si dejas de interrumpir, lo sabremos. —contesta, irritado Sebastian.

—Continuaré. —dice el abogado, mi estómago se contrae, siento como mis manos están sudando por los nervios. —“Espero recapacites Henry, que lleves junto a tu hermano este legado que será para sus futuros hijos. A mí querida Molly. —levanto la mirada y el abogado sonríe amablemente, miro hacia mi lado derecho, Sebastian y Henry me miran. —“Sé qué te duele mi partida, que nuestra relación fue especial y qué te preguntaras que haces aquí, pues antes de irme y premiar tu trabajo, dejaré un contrato para ti y tu madre.” —abro mis ojos como platos.

     — ¿Qué tipo de contrato? —pregunta efusivamente, Henry, al parecer no le ha gustado.

     —“El contrato que dejaré solamente a tu nombre, es para tu propio beneficio, lo hago porque te consideré alguien muy especial y quiero que, al haberme ido, quedes bien protegida. Te quedarás con mi casa, Sebastian sabe cuál de todas,” —miro hacia Sebastian quien sonríe y asiente. —“Tendrás un contrato exclusivo con la Exportadora Goldberg por cinco años más que después de esos cinco años si decides seguir trabajando para la empresa, se te renovará otros cinco más con los mismos y otros beneficios, mucho mejores de los actuales, pero en los primeros cinco, tienes que permanecer con nosotros. Tendrás el mercedes del año, así como mi equipo de seguridad, —Ya he dejado todo listo— quiero que vayas por tu madre y la habiten cuanto antes. He dejado a mi abogado las cuentas de gastos para que puedan vivir sin problema durante muchos años, recuerda niña, hiciste mucho por mí, fuiste alguien muy importante, aunque siempre me regañabas. Por cierto, dile a Sebastian que limpien bien mi oficina, ahorita mismo huelo mucho a puro, a Henry no le gusta.”

     Mi mano va a mi boca y evitar soltar un sollozo, me limpio mis lágrimas.

     —No puedo aceptar todo eso. —digo sinceramente. Es mucho.

     —Es el último deseo de mi abuelo, Molly. —dice Sebastian con su rostro suavizado.

     —A mí me parece bien que no acepte, es mucho. ¿Por qué le ha dejado un contrato millonario? Ella solo es…

     —Una simple empleada. Lo sé. —le digo mirándolo fijamente.

     —Basta de decirle eso Henry, si nuestro abuelo lo ha pedido será así.

     Henry se queda callado.

     —El contrato es por cinco millones de dólares. —todos miramos hacia el abogado quien sonríe.

     — ¿Cinco millones? —pregunta Henry, sorprendido, que sorprendido, anonadado.

     —Es mucho. —digo sin pensarlo. Miro a Sebastian quien sigue con esa sonrisa de cómplice con su abuelo. Sebastian entendía la relación que tenía con su abuelo, casi cinco años como su asistente y las muchas situaciones que pasamos.

     —Sí, es bastante dinero. ¿Luego darle una propiedad? ¿Escolta? ¿Carro? ¿Qué más falta? ¿Viajes por el mundo? ¿Más propiedades? —espeta furioso, Henry.

     —Déjalo, Henry. —advierte con ira, Sebastian.

     —Aquí tiene que firmar, señorita Marshall. —El abogado se acerca a mí ignorando la guerra de miradas entre los hermanos y me ofrece la documentación. Estoy congelada en mi lugar.

     —No puedo firmar. —digo mirando al abogado.

     —Vaya, la mujer es cuerda. —dice Henry, le miro detenidamente.

     —Siempre he sido cuerda, le digo ya que como no me conoce, su lengua es demasiado suelta para juzgarme.

     —Molly ignóralo. —pide Sebastian, se levanta y se pone al lado del abogado, toma una pluma y me la ofrece. —Firma, es lo que mi abuelo quería.

     Mis lágrimas caen, niego repetidamente.

     —Es mucho, Sebastian.

     —Te lo mereces, mi abuelo te quería mucho, me consta.

     —Sebastian…—susurro con el corazón en mi garganta.

     —Firma, Molly. Olvida lo que la gente piense o juzgue, tú y yo sabemos—mira hacia su hermano y luego hacia a mí. —lo que fuiste para él. —Dudo por unos momentos, luego recuerdo lo mucho que lo quería y el a mí. ¿Seré una mala mujer si acepto? Piensas demasiado en lo que dirá la gente, Molly.

     Acepto la pluma y firmo. Henry se levanta bruscamente tirando la silla hacia su espalda. Todos nos volvemos a verlo, está muy furioso.

     — ¿Es todo abogado? —pregunta Henry conteniéndose.

     —Sí, es todo. —agarra la carta que le ha dejado su abuelo y se marcha de la sala de juntas, Sebastian se sienta sobre sus talones y atrapa mi mano.

     —Disfruta lo que la vida te ofrece, a nadie le estás haciendo daño. ¿Vale? —asiento mientras me limpio las mejillas.

     —Tu hermano no está de acuerdo. —él sonríe.

     —Será porque no ha dejado mucho para él, solamente un puesto, aunque se pudre de dinero igual que yo y mi abuelo, es decisión ya tomada y se va a respetar, le pese a quien le pese. Si no acepta el puesto de presidencia, lo tomaré yo, es algo que se veía venir si Henry no acepta. Siempre contarás conmigo.

     —Gracias.

     —Es todo, Sebastian. A ti ya te entregó en vida lo que le pediste.

     —Claro, ese deportivo de única edición.

     —Cabrón. —dice sonriendo el abogado.

     —Lo sé, pero lo demás ya lo tengo, así que, si Henry no toma el puesto, lo tomaré yo.

     —Sí, tu abuelo me dijo que eso no dijera en la lectura de la carta, se le haría demasiado fácil tomar la decisión de irse sin pensarlo, ahora, cuando lea la carta que le dejó tu abuelo, créeme, cambiará de parecer.

     —Ojalá, nunca aspiré presidencia, te consume demasiado, prefiero seguir en mi puesto de vicepresidencia.

     Se levanta y me ofrece una mano.

     —Gracias.

     —Ya cerramos por hoy, ve a descansar. —asiento.

     —Dame unos días para que empiece la mudanza, ¿Te parece? —asiento hacia el abogado.

     — ¿No podría seguir en casa de mi madre? —niegan ambos.

     —Mi abuelo lo pidió, Molly. Vivirán bien, ya verás.

     —No somos de lujo y nada de eso, vivimos bien actualmente. El sueldo que me pagaba tu abuelo podría mantenerme bien cada mes. —digo sinceramente, Sebastian acaricia mi mejilla.

     —Acepta lo que la vida te da.

     Y antes de que conteste, se gira y sale con el abogado de la sala de juntas.

     Llego a mi escritorio, sigo sin creerme lo que ha pasado en la sala de juntas, miro la carta en mis manos y quiero volver a llorar, miro hacia arriba y lanzo un beso.

     —Al final siempre tiene la última palabra, Don. —sonrío. Tengo que hablar con mi madre y decidir.

     Alcanzo mi bolsa, cierro sistema y llego al elevador, entro, cuando están a punto de cerrar las puertas, una mano lo evita.

     —Espera. —es Henry.

     Entra y se pone a mi lado, serán los dos minutos más largos hasta llegar al lobby, me hago más a un lado para marcar distancia.

     Cuando llega el piso treinta, su mano presiona el stop para detener el elevador. Me tenso, Henry se gira hacia a mí.

     — ¿Qué es lo que haces? —pregunto algo temerosa. Él se acerca, conforme se acerca, yo retrocedo, mi espalda encuentra la pared de acero, trago saliva, levanto la mirada hacia él, es demasiado alto y yo algo pequeña, apenas rozo su hombro.

     —Quiero confirmar algo. —se acerca tanto que tengo que hacer la cabeza hacia atrás y golpeo. Sus manos toman mi rostro y sin verlo venir sus labios húmedos atrapan los míos.

     Estoy congelada en mi lugar. Su lengua intenta encontrar la mía, suelto mi bolsa a mis pies para sostenerme de los brazos de Henry, intento separarme, pero intensifica el beso, el calor que provoca es indescriptible, cierro mis ojos, pero reacciono.

     Me separo de él con la fuerza que me deja mi pequeño cuerpo, él se separa, apenas abre sus ojos y mi mano se estampa contra su mejilla, él retrocede sorprendido, reacciona, levanta su mano pensando en que me va a regresar el golpe, pero no, golpea la pared con fuerza y suelta un gruñido.

     Abro mis ojos y lo miro.

     — ¡Es la última vez que me haces eso! —espeta con ira.

     Eso me hace hervir la sangre por primera vez en mi vida.

     — ¡Qué sea la última vez que me besas! ¡No tienes ningún derecho de hacerlo! —le grito, el arquea una ceja.

     — ¿Qué? ¿Le eres fiel a mi abuelo aun de muerto? —sus palabras calan en lo más profundo. ¿Cree que…? Abro mis ojos.

     — ¿Crees que fui amante de tu abuelo? —esas palabras que salen de mis labios son cargadas de ira.

     — ¿Ah no? Es obvio que, si te ha dejado cinco millones, propiedades, auto del año y una tarjeta para gastos mensuales, ¿Tu qué crees? Amante bien pagada y… —mi mano cobra vida, pero él la detiene, me toma de la muñeca con fuerza y aprieta sus dientes. —No me vas a volver a tocar.

     Sonrío, él muestra confusión, entonces mi rodilla va hacia sus partes nobles. Me suelta, pega un chillido de dolor, se retuerce en el suelo. Presiono el botón para seguir bajando. Me siento sobre mis talones.

     —Será la última vez que me insultes. Me verás muy pequeña y seré una simple empleada, pero me sé defender de gente como tú, Goldberg. —El maldice entre dientes mientras se aprisiona sus partes. El elevador se abre y salgo hacia la salida del edificio.

     Ya es tarde, el sol está a punto de ocultarse, los taxis van y vienen, cuando miro a mi espalda a través de la puerta principal de cristal, veo a lo lejos como Henry sale a toda prisa del elevador, levanto mi mano y la agito hacia el tráfico, llega un taxi y me subo rápido. El auto avanza y alcanzo a ver como Henry me busca.

     —Cabrón. Eso le pasa por insultarme…aún no conoce a Molly Marshall.

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