No quiero

—Vístete y baja al estudio, te estaré esperando—ordenó el Sr. Akira saliendo de la habitación.

Será mejor que me dé prisa. Quisiera preguntarle tantas cosas, pero no sabía si sería buena idea.

Al terminar, fui al estudio y ahí estaba él; sentado con una copa en la mano.

—¿Ya tienes pensado lo que quieres? — preguntó, tomándose el trago de golpe.

—Sí, Sr. Akira.

—¿Qué tienes en mente?

—Quiero irme de aquí— bajé la cabeza.

—¿Eso es todo? ¿Nada más ni nada menos? — dejó escapar una sonrisa maliciosa.

—Sí—asentí con mi cabeza.

—Puedes irte— rebuscó en la mesa haciendo visible una foto.

Quise dar la vuelta e irme, pero algo me decía que no lo hiciera.

—Está bien que haga esto, ¿verdad? — encendió la foto en fuego y me mostró que quien estaba en ella era mi papá.

Sabía que no me dejaría ir tan fácil, pero tenía que intentarlo. Quiero salir de este infierno.

—Perdóneme, por favor—intentaba contener mis lágrimas.

—¿Por qué? Es solo una foto— tiró la foto en fuego a la b****a.

—Sé bien que no es solo una foto. Detrás de esa foto hay una amenaza.

—Ya veo que estás aprendiendo muy rápido. Me sorprendes—se levantó y se acercó.

—¿Por qué me quiere aquí? ¿Para utilizarse de carnada como anoche en la fiesta? — traté de contener mis lágrimas, pero era imposible.

—Sí, eres perfecta para este trabajo. Esa expresión en tu rostro y lo obediente que eres, me gusta. Creo que quiero ver más de tus expresiones— acarició mi cabello.

—Ayer por poco me matan y a usted le dio igual— le reclamé con mi voz temblorosa.

—Eso es algo que no tiene que ver conmigo. En este negocio tienes que aprender a defenderte solita. Además, ese viejo ya está muerto, ¿no? — riendo me encaró.

Claro, esos eran sus planes desde un principio. No le importaba si me hacían algo, él solo estaba concentrado en sus planes.

—Eres una niña buena. Hiciste un buen papel seduciendo a ese viejo. ¿Por qué no me muestras qué más puedes hacer? —fue soltando los botones de mi blusa.

—No, por favor—le rogué, cerrando mis ojos del miedo.

—Cállate, y quédate quieta— ordenó, mientras besaba mi cuello y subía pasando su lengua hasta mi oreja.

En ese preciso momento se escuchó un toque en la puerta, y suspiré aliviada.

—Arréglate y ve a la habitación— ordenó molesto, mientras que me agarró por el brazo hacia la puerta.

Me arreglé la camisa lo más rápido posible, y subí a la habitación como él ordenó.

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