Capítulo 2. "El sexy jefe de mi madre"

Diana

Estoy despertando más temprano que de costumbre. No puedo dejar de pensar en las cosas que me contó Erick y mi madre. ¿Tantos mitos pueden haber en un pueblo? También me inquietaba la charla que tuve Daniela. Estoy segura de que me oculta cosas.

  Me pregunto cuál será la forma más apropiada de aprender más acerca de este lugar. Quedándome en casa, definitivamente no. Se me ocurrió entonces, buscar un trabajo de verano hasta que empiece las clases. De esta forma, mi madre no podría oponerse. Y además, sabe que estoy aburrida.

  Entonces, quedé decidida a recorrer las calles y buscar un empleo. Había un restaurante, un mercado, una librería, bares. De seguro, algo iba a encontrar. Pero... Antes debía hablar con mamá. 

- Me parece una buena idea - Dijo, por suerte.

- Uff que alivio. Pensé que quizás, no te iba a gustar.

- No, no, Di... Al contrario. Podrás conocer gente y amigos nuevos. Te va hacer bien. Es más, puedo preguntar en mi trabajo si necesitan a alguien o saben de algún trabajo.

- ¡Guau, mamá! ¡Eso estaría genial!

- También esta tarde podemos recorrer el centro juntas y preguntar.

  Quedé gratamente sorprendida. Es como cuando tienes un concepto de una persona y resulta ser aún mejor de lo que creías. 

  Salimos a recorrer negocios y dejé mis datos en dos restaurantes y en una tienda de ropa. Debía quedar a la espera de novedades. Pero, al volver a casa, el jefe de mi madre la llamó por teléfono y le dio buenas noticias ¡Había un puesto de asistente para mí! 

  Básicamente, era un empleo de media jornada y bajo sueldo. Consistía en hacer mandados. Ir a comprar, hacer trámites y en ocasiones, también limpiar. No me disgustaba, peor era nada.

  Comencé al día siguiente. Estaba en el tercer piso. Mi madre, en cambio, en el primero. Poco nos íbamos a cruzar. O eso creo.

  No es el el piso más lindo de todos. Pero, se debe a que hay pocas oficinas y personal en esta área. La oficina donde estoy, tiene un viejo escritorio y computadora. Todo está cubierto de tierra y telas de araña. Tendré que empezar a limpiar. Vaya a saber cuánto tiempo me lleve. Presiento que me voy a aburrir mucho aquí, si no me delegan actividades pronto. 

  En los pasillos se puede sentir un olor a humedad proveniente de los baños, que tampoco son los más lindos que vi, pero no estoy en condiciones de quejarme. 

  Detrás del escritorio, hay una ventana con unas persianas viejas. Me acerco para intentar abrirla, pero es inútil. Parece que no las han abierto como en veinte años. Comienzo a toser a causa del polvo que sacudí y al dar la vuelta doy un pequeño brinco de susto, al chocar con un hombre mayor de pelo canoso, que no había visto antes.

- ¡Ay por Dios! Perdón. Pensé que estaba sola. 

- Te vi renegando con la persiana y creí que podías necesitar ayuda. Con permiso - Y la destrabó con tal facilidad, que me sentí una inútil. 

- Parece que era menos complicado de lo que pensé. ¡Gracias!

- ¿Eres nueva aquí? - Preguntó con su voz ronca.

- Sí, así es. Soy Diana Fuentes. ¿Usted trabaja en este piso también?

  

  Sólo hizo un gesto afirmativo y se fue. Parecía medio sordo. Tal vez, producto del paso del tiempo.

  Ahora, con la persiana abierta, pude acercarme y apreciar la vista. Sólo se veía el baldío contigüo a este edificio, pero al menos entraba luz.

 Fui hasta la oficina donde tienen productos de limpieza y saqué lo necesario para reacondicionar mi área. 

  Corrí un mueble, que parecía tener archivos viejos, y tiré la escoba al ver salir corriendo dos ratas. Salieron de la oficina, así que les perdí el rastro.

Instantes después, golpearon la puerta, que obviamente dejé abierta.

- ¿Y? ¿Cómo va el primer día? - Quiso saber mamá 

- Oh, bien... Creo. Media solitaria nada más - Opiné.

- La idea es refaccionar el piso y reacondicionar las oficinas para poder ocuparlas. Así que, no será por mucho tiempo.

- Y vendría bien llamar al exterminador de plagas también. Casi me desmayo del susto con dos ratas - Dije quejándome.

- ¿En serio? ¡Qué horror! - Dijo asqueada - Le comentaré a Fabio para que haga algo.

- ¿Quién es Fabio? - Pregunté.

- Mi jefe - Dijo, como si fuese algo obvio.

- Ah, cierto. Es que siempre te refieres a él como tu jefe. No recuerdo que lo hayas llamado así antes - Y en ese momento recordé al hombre que me ayudó con la ventana - Pensé que estaría sola acá. 

- Y lo estarás, por ahora ¿Por qué?

- No. Vino un señor muy amable y me ayudó a abrir la persiana. Me dijo, o al menos, me dio a entender que trabajaba en esta área - Dije.

- Mmm... ¿Cómo era? ¿Un hombre grande y canoso, tal vez? - Preguntó. 

- ¡Sí! Así era.

- Aah... Debe haber sido Leopoldo. Me pareció verlo subir por las escaleras. Quizás vino a usar el baño, porque a veces los otros están ocupados. Tal vez te vio y sólo quiso ayudarte.

- Seguramente. Ah, eso también. Los baños de acá ¡Apestan! ¡Hasta acá llega el olor a veces! - Dije quejándome.

- Jajaja. Tienes razón. También veremos qué se puede hacer - Dijo riendo - Igual, podés usar los sanitarios de abajo si necesitas ir - Miró en dirección a ellos - Hasta a mí me daría escalofríos ir.

  Las horas pasaron rápido, por suerte. Pensé que para mañana, lo mejor sería traerme un libro para leer, por si volvía a tener tiempo libre. Me preguntaba cómo estará llevando la soledad mi hermana en casa.

  Salí de la oficina y vi a Leopoldo en la oficina de al lado. No estoy segura de qué estaba haciendo ahí, pero ya había pasado mucho tiempo sola y decidí acercarme a despedirme.

- ¡Nos vemos mañana! Muchas gracias por su ayuda - Dije. Él volteó lentamente para mirarme, y respondió en voz baja

- Por nada.

- Perdón que lo moleste - Estaba insistente - Pero tiene cara de saber mucho de este lugar y soy nueva en el pueblo. Quería saber si en su tiempo libre, estaría dispuesto a contarme más sobre él. Me dijeron que acá hay historias interesantes.

- Será un placer - Y me mostró su sonrisa por primera vez.

  Usé las escaleras para bajar. Al ascensor no le tengo fe. Pero seguro será, hasta que me canse. Pasé por la oficina donde trabaja mi mamá, y vi a su jefe por primera vez. Parecía modelo de revista. Alto, pelo negro y lacio, barba, ojos oscuros imponentes y nariz perfecta. Ni hablar de lo bien que le quedaba el traje.

  Me quedé paralizada mirándolo. Mi madre nunca me había mencionado lo apuesto que era. 

- ¿Te ayudo en algo? - Preguntó cruzado de piernas detrás de su escritorio. Yo estaba parada en la puerta y no emitía palabras.

- Sí... Me preguntaba si Iris estaba acá - No sé por qué dije su nombre, en vez de "mi mamá". 

- Fue a la cocina. Perdón, ¿Nos conocemos?

- No... No creo, empecé hoy.

 - Espera. ¿Sos la hija de Iris? - Y se sonrió, luciendo sus perfectos dientes blancos - No me había dicho que tenía una hija tan bonita - Por Dios ¿Escuché bien? ¿Dijo que le parezco linda?

- De seguro para "cuidarme", ya sabes cómo son las madres - Las manos me temblaban.

- Vení, por favor. Sentate. ¿Qué te parece el trabajo aquí? - Y me senté al frente de él. Podía percibir el aroma de su impregnante perfume.

- Es... Muy tranquilo. Aún no me delegan muchas actividades. Y estoy muy sola allá arriba.

- ¿Te gustaría que te cambie de lugar?

- Oh, no, no. Estoy agradecida que me hayan dado la oportunidad de trabajar acá. Lo que menos quiero es molestar.

- No es molestia. Si no estás cómoda,  te puedo reubicar - Dijo, mirándome a los ojos sin parpadear, y eso más nerviosa me puso - ¿Te gustaría trabajar cerca mío? - ¿En serio dijo eso? - Es decir, en este piso.

- ¡Sí! Bah, no sé. Como usted prefiera. No estoy en condiciones de pedir nada siendo nueva. Jaja.

- Me estás ofendiendo. ¿Cuántos años crees que tengo? No me trates de usted, o te despido ahora mismo.

- Oh, lo siento. Se lo ve joven, sinceramente, lo imaginaba más gr...

- ¿Tú cuantos años tienes? - Interrumpió. 

- Yo cumplo dieciocho el próximo julio. 

- Bueno, soy sólo ocho años mayor que vos - ¡No puedo creerlo!

- ¡Toc-toc! - Interrumpió mi madre - ¿Me buscabas a mí?

- Emm... Sí, pensé que estarías acá - Respondí.

- Bueno, pensalo y mañana me dices - Me pidió Fabio.

- ¿Qué cosa? - Preguntó mi madre.

- Le pedí que piense en cambios o mejoras que hagan falta. Y si no está cómoda veré cómo reubicarla.

- ¡Qué atento de su parte! - Noté que mi madre no lo tuteaba. ¿Cómo se suponía que yo si lo haría?

  Demoré unos instantes en salir porque en la entrada había un hombre trasladando cajas,  y escuché a una secretaria decirle "Por acá, Leopoldo". ¿Había otro empleado llamado Leopoldo? Qué extraño. Salimos con mamá y nos fuimos juntas hasta casa.

  No encontrábamos a mi hermana por ningún lado. Cuando subí a su cuarto entendí la razón ¡Seguía durmiendo! A mi mamá no le gusta que nos quedemos durmiendo hasta tan tarde. Así que fui yo a despertarla para evitarle el disgusto.

- Daniela ¡Es la una de la tarde!

- ¿Qué? - Dijo con los ojos achinados - ¡Ay la m****a! - Y hundió la cabeza contra la almohada.

- ¡Nena! ¿Desde cuándo hablas así? - Nunca la escuché diciendo groserías.

- Decile a mamá que ya voy. No pude dormir bien en la noche por el dolor de ovarios.

- Está bien - Miré hacia abajo, al costado de la cama, y encontré una cadena con un dije de cruz - ¿Y esto? ¿Es tuyo?

- Sí, dame - Me la quitó de las manos - Es de una amiga. Me la dio antes de mudarnos. La llego a perder y me mata.

 Mi hermana, definitivamente, no era la misma. Pero no podía cuestionarla, porque ni siquiera yo lo era. También cambié mucho. Y hoy fue prueba de ello. Nunca antes tuve tantas ganas de socializar ni me había atraído alguien mayor.

  Me preguntó si estará soltero. ¿Cómo hizo para llegar a ese puesto siendo tan joven? No podía dejar de pensar en él. 

  Fui a la tienda a comprar verduras para el almuerzo, y me encontré con Erick. Después de conocer a Fabio, creo que perdí toda atracción que podría haber tenido por mi vecino. Y creo que a él le pasó igual, porque su mirada era más indiferente y apenas cruzamos unas palabras.

  - ¿Haciendo compras a último momento? - Preguntó 

- Sí, y veo que no soy la única. 

- Es verdad. ¿Así que empezaste un nuevo trabajo? 

- ¡Qué rápido corren los chismes por acá! Sí, así es.

- Jajaja. Ya te vas acostumbrar. ¿Cómo te fue? ¿No tuviste miedo?

- No ¿Debería tenerlo? - Me parecía una pregunta extraña.

- No, sólo preguntaba. Dicen que "asustan" a veces.

- ¿Y eso, por qué? ¿Porque es un edificio viejo  acaso?

- Seguramente.

  Salimos y nos hicimos compañía hasta casa. No quise quedarme con la intriga y seguí interrogándolo. 

- Quiero saber más. Aunque sean sólo mitos. ¿Qué es lo que pasa en ese lugar?

- Jajaja. Sos insistente. Son cosas que cuentan, no puedo decirte que sean ciertas. Dicen que los guardias nocturnos se llevan los peores sustos. Que se aparece la silueta de una niña entre las cortinas. Que el ascensor funciona solo, es decir, que se abre y no hay nadie. O escuchan pasos en las escaleras. Ya sabes... Típico de edificios grandes y antiguos. 

- Pobres guardias. No me gustaría estar su lugar. Debo preguntarte algo más ¿Por qué no me dijiste que conocías a mi hermana? - Sus cejas se elevaron y luego respondió. 

- Pensé que ella te había contado. De hecho, estaba seguro.

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