Capítulo 4

Abby

     Doy un pequeño sorbo a mi taza de café. Al sentir el líquido, cierro los ojos y lo saboreo. Extrañaba tanto mi café favorito.

     Es sábado por la noche y yo en casa. Mi compañero es un buen libro y estoy recostada en mi cama y la música de fondo, Chopin #9.

     Y así terminamos un día pesado.

     —Define pesado, Abby. —Suelto un suspiro—Cabrón…—a pesar de que este sábado solo por ocasión especial del jefe Galloway a última hora pidió varias carpetas con los reportes de finanzas de los últimos seis meses. Sé que está furioso porque seré la sustituta de Arthur, pero como me dijo el mismo, hay que respirar y contar hasta diez.

     Así que lo hice. Después de que me regresará con Sofía las carpetas y diciendo que no las necesitaba de última hora. Respiré antes de que mi cabeza estallara de la frustración. Sofía solo negó divertida.

     Había puesto una condición a Arthur: Trabajar desde mi oficina. Eso era lo mejor. Estábamos a cinco pisos de distancia. Es rarísima la vez y lo digo que desde que entré como directora de finanzas, que Galloway no se para en ese piso.   Siempre siguiendo la jerarquía. Ya tenía dos años en la empresa y solo por el momento me quedaba por las excelentes prestaciones y los bonos que daban, hasta Arthur dijo que es lo mejor.

     Intento relajarme y paso a la siguiente página de mi libro. Me distraigo por un momento mirando hacia la ventana que tengo a mi lado. Las cortinas blancas ondean a causa del aire que empieza a entrar. Me levanto a cerrarla, pero de último momento decido sentarme a leer en la terraza, busco mi móvil y lo llevo conmigo.

     Media hora después, el sonido de mi móvil me hace retirar la mirada de mi emocionante libro.

     Es Melani Galloway.

     Sonrío al ver su rostro sacando la lengua mientras tomábamos esa selfi. Deslizo mi dedo para contestar la llamada.

     — ¡Abby Benson! ¿Por qué no has avisado que regresaste de Hong Kong? —grita efusiva del otro lado de la línea, pero segundos después suelta la típica risa contagiosa.

     —Lo siento, tu hermanito me tuvo entretenida hoy en la tarde en la empresa, quedé algo agotada con sus encargos y otros pendientes que había dejado antes de irme, suma el desfase de horario que me cargo.

     — ¡Vale, vale, estás perdonada! ¡Pero eso necesita una ronda de chupitos! —sonrío. Pero niego inmediatamente. El correo que había enviado Galloway antes de retirarme de la empresa hoy, unas letras mayúsculas casi me pican los ojos: NO FRATERNIZAR CON MI HERMANA MELANI. Pero luego me acuerdo de que me gritó en el pasillo delante de todos, y se me pasa. ¡Qué le den! Es mi vida privada, ¿Quién se cree para decirme con quien o no salir?

     — ¿En una hora? —pregunto mientras recojo mis cosas para entrar a la habitación.

     —Estoy en el lobby, así que te doy veinte minutos—dice entre risas.

     —Dama diez y te veo—colgamos.

     Entro a mi armario a toda prisa, agarro la maleta de mi viaje que aún no ha sido desempacada. Alcanzo los pantalones negros ajustados, una blusa con escote V gris y mis zapatillas de tacón de aguja en color negro, mis favoritas. Agarro mi larga cabellera y me la ato en una coleta alta desbaratada, repaso mi maquillaje, atrapo mi chaqueta de cuero, las llaves junto con el móvil y la cartera miniatura.     Entro al elevador minuto después y muy en el fondo escucho la advertencia de Máximo.

     —Pienso que Melani Galloway es ya una adulta, solo tenemos dos años de diferencia de edad. Somos adultas, que le den.

     Al abrirse las puertas del elevador se abalanza con los brazos abiertos una Melani sonriente y feliz.

     — ¡Te he extrañado! ¡No te vuelvas a marchar con los orientales! —le regreso el abrazo y el beso en la mejilla. Salimos con nuestros brazos entrelazados y entre risas.

     El guardaespaldas de Melani me saluda discretamente. Y cuando me subo a la parte trasera del Audi, le hago señas con una sonrisa pícara. Está hecho con las manos de todos los dioses griegos.

     Y entonces a Melani es imposible callarla.

Desde que estaba en Los Ángeles hace casi tres años, ella y Gwen, la esposa de Arthur, son las únicas amigas que había hecho. No era tan sociable, ni buena haciendo amistades. Melani se había apegado demasiado a mí desde hace dos años en una noche de copas y desde entonces hemos salido y de vez en cuando con Gwen.

     «Pero eso no lo sabe su hermanito Máximo»

Melani según dice que tiene amenazado a Esteban con pasar información de nosotras y menos a Edison, el jefe de seguridad de Máximo. Aunque mi estadía en Hong Kong y a pesar de las horas de diferencia Melani tenía el detalle de saludar ya sea en videoconferencias, por Skype, W******p desde el bar donde nos reuníamos, o desde su cama llorando por el tipo odioso que la ignora, ese sería Emanuel.

—… Y estaba la mejor amiga de mi madre, la odiosa Amber Clarke. Hecha un mar de llanto, demasiado melodramática para mi gusto, Máximo salió hecho una total furia, no entiendo por qué le siguen prestando dinero a esa mujer, ¿Qué no le basta ser socia de Máximo?

—Puede que esté pasando por una crisis existencial…—comenté distraída. Unos minutos después llegamos a nuestro bar, y la plática cambia de rumbo.

CUATRO

HORAS

DESPUES

Creo que esta noche se nos ha salido de las manos, hemos bebido cuatro charolas completas de caballos de tequilas. La música fue la culpable. Nos hizo sentir tan relajadas, que nos daba tanta sed, y Melani no paraba de gritar: «¡Ponme otra charola con todos los caballitos que quepan en ella!» Y después de ello ha propuesto que veamos el amanecer, y he aceptado. Melani apenas puede sostenerse, no hemos parado de reír, me ha dolido tanto mi estómago que hace que casi caiga de mi silla. Melani es la onda. Nunca me canso de escucharla, y de ver sus gestos al contar alguna anécdota. Y se ha unido una a su repertorio: Se ha dado de bruces en el baño a causa de sus zapatillas de aguja de casi un kilómetro de altura, y lo primero que hizo fue reír por minutos cuando me veía intentando ayudarla a levantarla del suelo, luego otros minutos comenzó a llorar por Emanuel.

Seguíamos en la barra, y Alfred, el bartender solo negaba divertido al vernos reír.

—D-Deberías de hablarle…—le suelto con mi lengua un podo trabada por el alcohol mientras me tomo a pecho otro caballito de tequila, y luego mordía el limón con sal. Ella niega repetidamente, toma otro caballito hasta el tope de tequila y se lo toma lanzando su melena rubia hacia atrás.

—No, no, y no… Tengo que… Hacerme la dificiiiiiiiiiiilllllllll—remarcó mucho las últimas palabras que me causó risa—… Tuve que-que investigarlo, ya sabes, soy Melani Galloway…—pongo la palma de mi mano sobre su boca bruscamente.

— ¿I-I-Investigarlo? ¿Eres el FBI? ¿CIA? ¡Melaniaaaa! Sé espontánea, disfruta lo que venga…—Melani intenta morder mi palma, pero la quito antes.

Sus ojos se abren como platos.

— ¡Oh Dios mío! ¡Ya parezco a mi hermano M-M-Máximo!—se cubre su rostro con ambas manos y comienza a reír.

Y cuando se descubre nos da un ataque de risa.

El guardaespaldas de Melani se acerca a nosotros. Tomo su corbata y la acaricio.

—E-E-Esteban, bonita corbata—le guiño el ojo divertida, él apenas puede hacer un gesto casi divertido con sus labios. Él se inclina un poco en medio de las dos para hablar.

—Creo que deberíamos marcharnos en este momento, señorita Galloway, y me refiero: AHORA—lanza una mirada con los ojos un poco más abiertos de lo normal como si quisiera que nos diéramos cuenta de algo. Melani se gira hacia nuestras espaldas, y puedo ver como palidece. Sus ojos casi se salen de su lugar y su mano se va a mi mano bruscamente apretando.

— ¿Qué pasa?—arrugo mi entrecejo.

—M-M-M-Máximo—dice con su lengua casi dormida—me vuelvo hacia donde está mirado, y efectivamente:

Es Máximo Galloway.

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