Capítulo 5

—¡Iris! —Me giro con los platos a la voz de Maggie quien me quiere ahorcar con la mirada—. Mesa seis, ¿Qué esperas? Estamos saturados y tu perdiendo el tiempo.

Abro los ojos atónita, ¿acaso no está viendo que apenas puedo mantenerme en pie con los tres platos? Le hago una señal con los ojos para que vea mis manos y parte de mi brazo que lleva la comida, Maggie pone los ojos en blanco y se da la vuelta para cruzar dos puertas blancas la cual lleva a la cocina del restaurante. Resoplo y continúo mi camino a la mesa número tres donde tenía que llevar espaguetis con salsa blanca hace más de media hora, aunque en mi defensa, no tengo la culpa que los cocineros no tengan ganas alguna de trabajar esta noche, estuvieron así durante la tarde también, he de suponer que la razón es porque es Lunes y cuesta comenzar la semana, pero los gritos de mi jefa y de los clientes me los cargo yo.

Recuerdo la primera vez que vine a pedir trabajo al restaurante “Italian flavor And more” aunque no tiene una muy buena reputación por cosas que sucedieron hace unos meses atrás, vaya que si trae muchos clientes todos los días, la mayor parte siempre vienen los sábados y la mayoría son turistas. Llegue a este lugar gracias a Danielle, si, le debo mí puesto de trabajo a ella lamentablemente, en fin, llegue sin experiencia, sin recomendación es decir llegue sin nada que ofrecer, pero me aceptaron luego de hacerme algunas preguntas sobre mi vida y lo más importante me preguntaron si disponía de tiempo suficiente para trabajar todos los días, y lo que querían era una chica libre sin estudios estorbando de por medio, esas fueron sus palabras sin indirectas. En ese momento ya había dejado la universidad así que si, tenía todo el tiempo del mundo.

Mi jefa es Maggie Rizzo, pero ese no es su apellido realmente solo lo tiene para hacer al restaurante más italiano, claro que solo lo saben las persona que trabajamos bajo sus órdenes. No es una mala mujer, tiene cuarenta años cumplidos hace dos semanas, sin embargo cuando se estresa estamos perdidos, sus gritos se escuchan hasta el polo norte.

—Llevamos esperando cuarenta minutos —evito a toda costa gruñir al oír la voz chillante de una de las mujeres de la mesa tres.

—Lo siento, no volverá a ocurrir —digo dejando los platos sobre la mesa con toda prisa y poder regresar a la cocina donde me siento mejor que mirando los reproches de algunos clientes me dirigen.

—Hemos pedido tres sodas baja en calorías, ¿Dónde están? No las veo por ninguna parte —me recrimina la misma mujer quien tiene el cabello rubio casi blanco lacio y largo, sus ojos son de un color verde y resaltan por su sombra y delineador negro, no debe pasar de los cuarenta y cinco o máximo cincuenta años, sus otras dos amigas, creo, permanecen en silencio, no me miran solamente se limitan a observar la comida y comenzar a comer a los segundos.

—Ahora mismo se los traigo —trato de embozar una sonrisa, simplemente no me sale, por tanto no finjo y me doy la vuelta algo enfadada por su tono de voz conmigo.

—No te he dicho que puedas irte —la escucho decir y por ende me detengo.

—¿Qué puedo hacer por usted? —me paso la lengua por mi labio inferior mientras me acomodo el cabello sujetado.

—Te pedí espaguetis con salsa roja, en ningún momento te he pedido con salsa blanca —desliza el plato en la mesa para que este llegue justo en la punta donde me encuentro, agradezco que no se haya caído al suelo, tendría un serio problema si eso sucediera.

No sé qué responder para ser sincera, lo único que deseo ahora es que la tierra me tragase y me escupiera en otra parte del planeta, puedo sentir algunas cuantas miradas sobre mí, el tono que uso la mujer fue suficientemente fuerte como para llamar la atención de varias personas.

Si llega a salir Maggie y viera la escena que se está formando, me echaría sin pensarlo dos veces.

He tenido muchas veces que soportar demasiadas cosas por parte de algunos clientes pesados, y aun así lo he dejado pasar y siempre trato de tolerar, cuando en realidad no debería ser así, el sueldo es poco y no lo vale, pero no puedo hacer otra cosa, no tengo experiencia en nada y dudo que me contraten en otro lugar así como así. Por lo tanto me debo de devorar las ganas que tengo justamente en este instante para m****r todo al mismo infierno y devolverle los gritos a esta mujer, necesito mantener el empleo.

—Se lo cambiare —recojo el plato.

—Ya no tengo apetito —replica.

Me rio por lo bajo porque siento ganas de llorar, tengo varias cosas en la cabeza y presiento que colapsare en minutos nada más.

—¿No se cansa de fastidiar a las personas, señora? —una voz detrás de mí hace que me erice la piel, juro reconocer esa voz, pero no estoy completamente segura.

Me quedo quieta en mi lugar, mirando a las tres mujeres delante de mí, mientras tanto siento una presencia masculina detrás de mí, si era quien yo creía, era demasiada casualidad, no podría ser. ¿Cómo es posible? A menos que me esté siguiendo, pero eso no tiene lógica, ¿Por qué lo haría? Ya me estoy imaginando cosas.

—¡Cariño! —Exclama la mujer rubia poniéndose de pie de un salto—. Te estábamos esperando, no comprendo porque nos has citado a este lugar tan horrible, pero me alegro volver a verte.

Me hago a un lado para no estorbar.

—Lamento la tardanza, mamá —habla por segunda vez y entonces lo confirmo, es Jayden Scott.

Él abraza con mucha calidez a su madre aparentemente. Esto me deja completamente desconcertada.

Noto que no ha llegado solo, tiene a un hombre detrás de él vestido de traje y con un auricular en la oreja, sospecho que es un guardaespaldas, pero ¿Por qué uno de los mejores boxeadores necesita guardaespaldas? Jayden lleva puesto una camisa de mangas largas morado, unos vaqueros negro rasgados en las rodillas y me quedo mirando su relajado y sonriente rostro, lo hace lucir magnético. Sus ojos verdes se fijan en mi a los segundos de separarse de su madre, no puedo apartar los míos de él, demasiada coincidencia tenerlo por aquí. No tengo idea que pensar exactamente.

—¿Cómo estás? —me pregunta dejándome todavía más y más desconcertada.

—Yo…mmm…yo —no podía articular ninguna frase completa.

—¿La conoces? —pregunta la mujer mirándome de arriba abajo con la nariz fruncida.

—Solamente de vista —responde Jayden sin desconectar nuestros ojos.

—Bien, dime cariño, ¿para qué nos has citado a tus tías y a mí en este espantoso lugar? Hay tantos restaurantes de cinco estrellas y venimos a parar en este —resoplo mirando al suelo al escucharla hablar de esa manera.

—Nada en especial, he decidió quedarme en Miami un tiempo, ya no me iré a Canadá como lo tenía planeado —comunica él con una ligera sonrisa ahora.

—¿En serio? —Su madre parece no poder creerlo—, es fabuloso, cariño, Amara estará feliz con esa noticia.

La sonrisa de Jayden desaparece en un abrir y cerrar de ojos.

—Prefiero que no se entere, no me interesa que lo sepa.

—Pero ella…

Jayden la interrumpe.

—No vamos a discutirlo aquí.

Entonces los ojos de la madre de Jayden se clavan en mí, frunciendo el ceño.

—¿Y tú qué demonios haces escuchando conversaciones que no te incumben? —me grita.

De verdad necesito que la tierra me trague. Pero por otro lado tiene la razón, no debería estar escuchando conversaciones ajenas.

—Mamá, ya basta —Jayden aprieta la mandíbula—, Te oído gritar desde la otra calle.

—¡Iris! —me vuelvo atrás y visualizo a Maggie en la puerta de la cocina, me indica con una mano para acercarme, lo cual no lo dudo y voy hasta ella, ya necesitaba escapar—, ¿Qué haces con el plato en la mano aun?

—Salsa roja —digo únicamente.

Maggie niega con la cabeza y cerrando los ojos responde:

—¿Acaso no oyes cuando te piden una orden?

Cuando estaba por abrir la boca para poder defenderme, la que abre la boca es Maggie tanto sus ojos miran sobre mi hombro.

—¿Acaso él es…él es Jayden Scott? —Balbucea mi jefa con un brillo especial en sus ojos—. ¿Qué hace aquí? Dios, necesito una foto.

No me había dado cuenta pero, las personas en el restaurante han dejado de comer simplemente por estar mirando a Jayden, como Maggie quien por suerte ha dejado de gritarme por el mismo motivo.

Esta será una larga, larga noche.

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