Amigos de mi hermano

Desperté tan cansada como quien no duerme en una larga vigilia. Los ojos tan pesados por lo hinchado de los parpados y un ardor en sus comisuras.

Sentía como el pecho me dolía quizás por el llanto contenido y luego expulsado, hubiese querido gritar y llorar llevándome todo por el medio pero no lo hice. Todavía no sé porque. Había perdido a mi esposo el mismo día de nuestra boda. Era terrible esta sensación. Ver su expresión, rememorar su silencio, su saliva pasando gruesa por su garganta, su cuerpo alejándose, era agotador el solo recuerdo.

Sola no estaba en la habitación de eso me había dado cuenta también.

Sin abrir las cortinas, parado con las manos tomadas atrás mirando por una abertura hacia afuera estaba mi padre. Con ellos no sabía cómo describir la vergüenza, yo no era una niña, ya ese tiempo en que se cometen locuras

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