Capítulo II: Las Delicias.

Las Delicias era la Hacienda más hermosa que jamás haya visto. La amaba con todo mi ser. Por desgracias, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado a este lugar. Se había deteriorado un poco, pero seguía siendo espléndida, su encanto no había disminuido ni un instante. Era una construcción al estilo colonial español. Tiene tres pisos. En la entrada hay un hermoso jardín lleno de flores silvestres y árboles frondosos. En la parte trasera hay un terraza al aire libre. Luego...están las plantaciones de café y cacao. También hay un río. Recuerdo que él y yo nos divertimos muchísimo en ese río.

No puedo evitar volver a sentirme mal. Muy mal. Mi vida...mi vida era perfecta. Él se encargó de destruirla. Lo odio.

 Llegamos a la terraza al aire libre. Hay varias mesas con invitados muy distinguidos. Hay también en el centro una mesa cubierta de postres y refrigerios. Una banda toca música muy alegre y las personas se ven muy animadas conversando mientras que otras parejitas bailaban felices. 

Pude ver a mi prima a lo lejos. Dios...era aún más hermosa que cuando solo tenía dieciséis años, mi tía Clotilde estaba a su lado, aún conservaba algo de encanto. Estaban conversando con quienes serían si mal no recuerdo los Martínez, nuestros vecinos más cercanos. No ví a mi Tomasa. Alexander me dijo que hoy salió porque debía visitar a un familiar suyo en el poblado de los trabajadores. Ella volverá hoy...lo sé. La veré en la noche. De eso estoy segura.

Cuando los invitados nos vieron llegar detuvieron cualquier tipo de actividad y posaron sus ojos sobre mí. Sé que me estaban inspeccionando de arriba a abajo. Tantos años con los burgueses y nobles europeos me habían servido para forjarme nervios de acero. Mi gusto se había refinado mucho. Portaba sobre mi cuerpo un vestido sencillo pero hermoso, color rosa,y, por el rostro de mis invitados pude darme cuenta que esta moda no había llegado aún aquí.

Él sonríe y toma una copa con vino. Me entrega otra mientras pasa una de sus manos de manera muy cariñosa por mi espalda baja. Yo no pierdo mi sonrisa...pero de pronto tengo ganas de vomitar. Él laza su copa.

 —Queridos vecinos y gente de bien de Veracruz, les hemos invitado hoy para celebrar la llegada de mi querida esposa Abigahil de España, luego de haber concluido con notas muy satisfactorias su educación en una de las instalaciones para señoritas más prestigiosas de toda Europa. Son muchas las palabras y poco el tiempo que tengo para expresar todo el regocijo que me inunda al tener una vez más a mi bella esposa a mi lado.

"Hipócrita"  ''Mentiroso"

Era lo único que mi mente decía mientras trataba de mantener una sonrisa estúpida en mi rostro, fingiendo que me conmovian toda esa sarta de mentiras. Puedo ver a las personas como sonríen y se sienten conmovidos con el discurso del desgraciado de mi esposo.

—¡Sin más! Los invito a levantar su copa, y brindar por su salud y bienestar.

Todos brindan a mi nombre, yo levanto al igual que todos mi copa y tomo un largo sorbo del costoso vino tinto para no estallar. Él se separa de mí luego de sonreírme y se acerca a unos invitados para saludarlos. Yo me quedo en el mismo lugar. No tengo ganas de hablar.

—¡Abi! 

Alzo mi vista del suelo. Mi tía Clotilde junto a mi prima  se acercaron para darme un fuerte abrazo entre lágrimas. Sé que mi tía paterna me quiere de verdad, cosa que no sabría decir de mi prima.

—¡Estás hermosa!

Dice mi tía luego de darme un fuerte abrazo. Me mira sonriendo entre lágrimas.

—Gracias tía. Hola Constanse¿Cómo has estado? 

Pregunto a mi prima sosteniendo con ambas manos las mi tía.

—Muy bien ¡Vaya! Veo que has dejado de lado las coletas y...vestidos de niña. ¡Está radiante!

—Gracias prima, tú también estás más hermosa desde la última vez que nos vimos.

Seguidamente nos abrazamos pero esta vez fue más corto el abrazo.

El resto de la tarde transcurrió muy rápido. Al caer la noche estaba exhausta. Hablar con tantas personas a la vez había sido muy agotador y más fingiendo una felicidad que no tenía. Él no se apartó un instante de mi lado. Pude ver la cara de Constanse cómo trataba de discimular sus celos. Pero sé qué él no se apartó de mi lado por miedo a que alguien comentara algo fuera de...lugar.

Imbécil. Cómo si no supiera todo de él. 

—Nos quedaremos esta noche aqui, mañana volvemos a la ciudad.

Alexander irrumpe en la sala donde estaba tomando algo de té.

—Me parece perfecto.

Él no dice nada y yo sólo pido a Dios que no esté pensando nada más que en las habitaciones que vamos a ocupar cada uno.

—Bien, Clotilde y Constanse ya están instaladas en uno de los cuartos de huéspedes de la segunda planta. yo dormiré en una habitación de la tercera, sólo faltas tú.

"Gracias Dios"

- Yo ocuparé la habitación de mi padre.

- ¿Estás segura?

- Si ¿Algún problema?

- No es sólo que... No importa. Llamaré a alguien para que lo prepare.

- Llama a Tomasa.

Le digo casi en un susurro. Tomando mi té y mirando sus ojos azules. Él me mira un instante en silencio pero no pone peros a mi orden. Así que me instalo en la habitación que una vez perteneció a mis padres. Era la que más me gustaba de toda la Mansión debido al balcón que daba a la enorme terraza al aire libre y, cómo se encontraba en el segundo piso,podías ver con facilidad el océano a lo lejos. Escucho a Tomasa entrar a la habitación. Yo me encuentro sentada en uno de los bancos del balcón. Tomasa al verme oprime un grito de alegria. Yo me incorporo y corro a sus brazos. La abrazo por largo tiempo en silencio, entre lágrimas y nostalgia. Tomasa era más que mi Nana, ella había sido mi segunda madre cuando mi mamá falleciera al yo nacer. Tomasa había cuidado de mi y me dió todo el amor que un niño pueda desear.

- Pe...pe...pero mi niña que linda tu esta'.

-Tomasa, no sabes lo que te he extrañado. No sé cómo soporté tanto tiempo sin tí.

-Mi niña¿Pa' qué volviste? Esto aquí no está fácil.

-¿Por qué? ¿Alexander los maltrata?

- No, no niña. Él es un buen patrón. Es sólo...

-Sólo ¿Qué? Tomasa.

- El niño Ale es un hombre buen moso, las mujeres le llueven niña Abi.

- Por supuesto, sin hablar de mi prima.

- ¡Niña Abi! Eso ni lo diga ni en el pensamiento.

-¿Por qué?¿ Acaso no es un secreto a voces?

- Uste' sabe que estos alrededores son pequeños, y la gente habla. Pero nunca se ha probao' na'.

- Por favor Tomasa. Les compró una Mansión en la ciudad. Él las acompaña a todas las fiestas y Constanse con veintisiete años no se ha casado aún, y sé que por falta de pretendientes no ha sido.

- Por eso mi niña ¿Por qué volviste?

Uste' estaba bien en España.

- No Tomasa, yo no puedo estar bien hasta que ese hijo de puta pague por todo lo que me hizo. Él engañó a mi padre moribundo de tuberculosis para que le dejara todo lo que era mío por derecho. Lo odio Tomasa, lo odio con todo mi ser, me retuerce las entrañas el sólo pensar que está bajo mi techo.

- Pero mi niña ¿Qué vas a hacer? Él es su esposo ante Dios y el mundo.

Cuando Tomasa dijo esta frase me contuve un instante. Me levanté del banco y respire por varios segundos el aire de la noche. Trago en seco, sólo puedo ver a lo lejos el mar.

- Él no es mi esposo Tomasa y tengo cómo probarlo.

- Abi, ahora no entiendo.

Me volteo y me arrodillo ante ella. Busco sus ojos.

- Tomasa, soy virgen.

- ¿Qué?

- Soy virgen, Alexander y yo jamás consumamos el matrimonio.

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