Capítulo II

Thomas se sentía cansado, casi siempre despertaba en la madrugada, producto de las pesadillas que llevaban acosándolo desde hace años, a sus escasos veintiséis años llevaba más cosas acuestas que cualquier persona que hubiera vivido cerca de setenta años, miro a su lado de la cama, una increíble rubia durmiendo a su lado, totalmente desnuda, la sabana solo cubría de su cintura hacia abajo, se podían ver las marcas que él mismo había puesto en ese lugar hace un par de horas. 

Se levanto importándole poco el que pudiera despertarla, la conocía de hace unas cuantas horas, y sin embargo había sucumbido a su deseo por sentir algún tipo de sentimiento, se vistió de nuevo y miro el reloj que estaba en la pequeña mesa de noche. 

5:30 am.

Tomó su chaqueta y dándole una última mirada a la mujer dejó la habitación y un par de minutos después la casa, no Le importaba el que ella despertará en otro par de horas y no lo encontrará en la cama, Le daba igual, de todas formas nunca la volvería a ver, camino hacia su camioneta, poniéndose su chaqueta en el camino, entró y rápidamente la encendió, gozando de la calefacción que la camioneta Le daba. 

Dejó salir un suspiro pesado, y dejó que su mente divagara, llevaba viviendo de ese modo desde hacía un año, tal vez más, nunca se acostaba con una mujer dos veces, por ahora no trabajaba, en realidad no lo necesitaba, tenía el dinero suficiente para vivir sin trabajar por años y eso lo gozaba demasiado. 

El era un hombre bien parecido, cabello ondulado y de color café obscuro, sus ojos eran del color más azul y vivo que se hubiera visto nunca, un metro noventa y uno, de gran musculatura y además de todo eso, tenía una sonrisa que con sólo dirigirla a una mujer ella caería rendida a sus pies. 

El sonido de su teléfono lo sacó de sus cavilaciones, lo sacó de su bolsillo del pantalón y vio el nombre en el identificador de llamadas. 

Jayden.

Descolgó un segundo después y se llevó el aparato electrónico al oído - ¿que? - su voz se escucho dura y áspera al momento de contestar, una risa se escucho del otro lado.

- ¿así es como contestas el teléfono florecilla? - el tono burlesco en el que fue echa la pregunta lo tuvo frunciendo el ceño de inmediato.

- ¿que quieres ahora Jayden? - Le preguntó al mismo tiempo que encendía su camioneta.

- No puedo creer que seas tan amargado - lo conocía tan bien que sabía que en ese mismo momento estaba haciendo un puchero al otro lado de la línea - ¡alégrate dulcecito de ajonjolí, te he conseguido un trabajo! 

- ¿y para que quiero yo un trabajo? - saco la camioneta de su lugar y comenzó a manejar hacia su departamento - sabes que no lo necesito.

Condujo por la carretera camino a su departamento, vivía en uno de los lugares más privados de la ciudad, no Le gustaba que la gente se metiera en su vida, ya había pasado anteriormente y el los había puesto en su lugar. 

- yo se que no lo necesitas - todo rastro de burla había desaparecido de su voz - pero no puedes vivir encerrado de ese modo, necesitas salir, despejarte y olvidar.

- sabes que lo e intentado, pero no puedo - su voz, con un deje de tristeza en ella, recordaba ese momento en especial y era uno de los más dolorosos - ya he aprendido a vivir así.

- No puedes encerrarte de ese modo - ahora estaba enojado y no estaba intentarlo ocultarlo - te esperaré a las once de la mañana, y no aceptaré un no como respuesta.

Antes de que pudiera contestarle, el pitido del teléfono indicando que la llamada se había terminado se escucho en su teléfono, arrojó el aparato al asiento del acompañante y se concentro en manejar. Sabía que este trabajo que Jayden Le había conseguido sería algo relacionado con su trabajo anterior. 

Había sido Guardaespaldas durante el año pasado y, según lo que decían las personas que lo habían contratado, uno muy bueno, y no era para menos, su entrenamiento en el ejército lo había echo de ese modo. Había entrado al ejército apenas había cumplido dieciocho años, en un intento por seguir los pasos de su padre. 

Su padre había sido un general de alto rango, y el siempre había querido ser como él, por desgracia su padre había muerto en combate y eso lo había marcado demasiado, había muerto hacia dos años solamente, y seguía doliendo igual que el primer día, y no era el único dolor que llevaba encima, había sufrido demasiado desde los dieciocho años, entreno por tres años y cuando al fin había cumplido los veintiún años fue enviado a su primer gira del ejército, lo que vio allí por esos siete meses lo cambiaron para siempre.

El vio el dolor, la desgracia y la muerte que una guerra podría llevar, cuando disparo su arma por primera vez sintió la adrenalina y algo más que no puedo explicar, se sentía grande, como si nada pudiera en contra de él, y después quito su primera vida.

El sonido de un claxon detrás de él lo sacó de sus recuerdos, parpadeo desorientado, dándose cuenta de que ya había llegado a su departamento, estaciono su camioneta en su lugar habitual y bajo de esta, encaminando se hacía la entrada del edificio donde vivía, tomó el elevador y presiono el botón que lo llevaría al último piso, el vivía en el ático, sentía que de esta forma tendría más privacidad que la que tenía. 

Su piso era digno de los mejores, el mismo lo había decorado y Le gustaba como había quedado, predominaban el color negro y tinto, tenía lo último en decoración, la cocina era grande y espaciosa, de color blanco y negro, tenía lo último en tecnología, la sala era grande y cómoda, tenía cuatro habitaciones, y cuatro baños uno de ellos en la habitación principal. Era el departamento que cualquiera desearía, miro el reloj que colgaba en una de las paredes de la sala. 

Este marcaba las siete con cinco, se relajo al ver que aún tenía tiempo para ver a Jayden, camino hacia la cocina y se hizo un desayuno simple y sencillo, comió y limpio todo lo que había necesitado, fue hacia su habitación, está se encontraba al final del pasillo donde estaban las habitaciones y los baños, se quito la chaqueta al mismo tiempo en que habría la puerta de su habitación.

Su cuarto era sencillo, nunca se había tomado la molestia de colocar fotos personales en su cuarto, ni en ningún otro lugar del departamento, una gran cama con cobija blancas y tintas se situaba en la mitad de la habitación, era lo suficientemente grande como para que entrarán tres personas en ella y aún así quedaría espacio. A la derecha de su cama había una puerta, ese era el baño, también en colores blancos y tintos, en la pared contraria había otra puerta, esta llevaba hacia el amplio armario, era grande y aún había espacio para colocar más cosas en el.

Una baja cajonera estaba frente a la cama hacia la derecha, tenía un gran espejo y demasiados secretos en sus cajones, del lado contrario a donde este se encontraba había un amplio librero, casi tan grande como la pared y lleno de libros, los cuales el había leído todos y cada uno de ellos.

Camino hacia su baño, este mismo tenía todos los complementos que alguien podría necesitar, una amplia regadera en un de las esquinas y frente a esta la tina, perfecta para dar e un merecido descanso, el inodoro y a un lado el lavabo, un gran espejo sobre este último en donde por dentro guardaba algunos artículos de higiene personal, en la pared frente al lavabo un gran mueble de caoba en color negro, con dos puertas y dos cajones, en ese lugar guardaba toallas y artículos de repuesto, a su lado estaba el sesto de la ropa sucia. 

Camino hacia este, sacando dos toallas de una de las puertas, se desnudo echando la ropa en el cesto, y templo el agua de la regadera, duro allí como mínimo treinta minutos, lavándose y pensando en lo que me esperaría al llegar con Jayden, se envolvió una toalla en la cadera y salió del baño al mismo tiempo que se secaba el cabello con la otra toalla.

Entró al amplio armario, todo estaba pulcra mente acomodado, la ropa estaba colocada por colores y en dos grupos, formal e informal, las zapatos todos limpios y acomodados en las repisas que estaban a un lado de las camisas, en cajones estaba su ropa interior y su gran colección de relojes, estos mismos siempre Le habían fascinado, y los había ido juntando al paso de los años, ahora ya tenía una colección en potencia.

Un espejo de toda la pared justo enfrente de la puerta, mochilas y cinturones acomodados, una gran y perfecta iluminación, no había ni una cosa que estuviera fuera de lugar, tomó un par de jeans oscuros y una camiseta de manga larga de color azul obscuro, tomó sus botas estilo militar y una chaqueta gruesa.

Septiembre estaba a punto de terminar y el frío comenzaba a sentirse, se vistió y peino todo en menos de treinta minutos, cuando terminó salió de nuevo a la sala y encendió la televisión, ni siquiera se fijo en que canal lo había puesto, solo quería sentir el reconfortante sonido de fondo, para cuando se dio cuenta eran cerca de las diez cuarenta de la mañana.

Sabiendo que el lugar donde estaba Jayden no estaba cerca tomo sus llaves y se acerco a la televisión apagándola, se encaminó hacia la salida, bajando de nuevo por el elevador y regresando los saludos que Le habían dado la recepcionista del edificio y el portero salió de vuelta a la calle, subió a su camioneta y tomó camino. 

Tomó su teléfono en un semáforo en rojo y miro los mensajes que Jayden había comenzado a mandarle desde hace cinco minutos, los leyó y una sonrisa torcida apareció en sus labios al ver el último mensaje que Le había enviado, no se había equivocado sobre dónde estaría su amigo, retomo su camino hacia la casa de la madre de Jayden y, por más que su amigo lo negará el seguía siendo un niñito de mamá, y tal vez nunca dejaría de serlo.

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