Capítulo tres

CAPÍTULO TRES

Escucho un claxon proveniente de la calle, rápidamente bajo las escaleras que dan al “hall” interior y me miro al espejo, una última vez. Me he decantado por el negro, nunca falla. Atrevido y sensual.

Vuelvo a escuchar el claxon. ¡Qué pesado! ¡Se morirá de ganas de que vea su coche nuevo!

Abro la puerta, avanzo segura de mí misma y me quedo en el “hall” exterior mirando a Elliott fijamente, que me mira mientras está apoyado en el coche.

— ¡Guapa! ¡Tengo la novia más guapa del mundo, señores vecinos! — Exclama gritando.       

— ¡Shhh! — Me acelero para intentar callarlo mientras corro hacia él. — ¿Cómo se te ocurre? ¡Qué vergüenza! 

— ¿Qué te parece el coche? — Pregunta impaciente por una respuesta.

— Muy guapo, tonto. Ya lo sabes. — Le sonrío.

Él sonríe de vuelta y me abre la puerta del coche. Entro. El da la vuelta por la parte de delante y también entra.

— Ponte el cinturón, eh.

— ¡Pero si estamos a cinco minutos, no seas tiquismiquis!

— Paige, póntelo. — Me mira seriamente.

Suspiro y finalmente me lo abrocho. Se inclina hacia mí y me da un beso en la frente.

Mientras conduce decido apoyar mi mano sobre su pierna, no quiero que piense que porque hayan pasado tres meses la cosa se haya enfriado. Porque no es así. Así que decido ponerlo un poco contento y me inclino hacia el mientras beso su cuello y muerdo el lóbulo de su oreja.

— ¡Paige! — Me dice mientras retuerce su cabeza a causa de los escalofríos que le produce mi lengua acariciándole. — No puedo concentrarme.

— Hoy lo vamos a pasar muy bien. — Le susurro al oído. — ¡Uy! Ya hemos llegado. — Le sonrío, me desabrocho el cinturón y bajo del coche.

Esto ya está todo lleno de gente. Sí que han tenido éxito los carteles de Tessa colgados por la universidad. Conozco a algunas personas de vista, que venían al instituto, pero claramente no tengo relación con ellas, y a otras, no las he visto en mi vida, directamente.

Elliott camina detrás de mí, conoce a muchísima más gente que yo. Choca una mano por un lado, bebe un trago de alguien por el otro, grita un nombre saludando a alguien desde lejos… En fin, que llegamos a la puerta de la casa de Tessa y mi novio ya había socializado con más personas que yo en toda mi vida.

Tessa nos espera en la puerta, me da un abrazo y bromea con Elliott en forma de saludo.

— ¿Qué, le gustó el coche? — Ríe Tessa mirándonos a ambos.

— ¿A quién no le gusta semejante joyita? — Contesta Elliott mientras que me mira y me guiña un ojo. Esta ilusionadísimo con su coche.

— ¡Escuchar atentamente! Las bebidas están en la cocina, hay un poco de todo. Vasos en el armario y hielos en el congelador. Fuera tenéis bebidas de botella. Dentro está la música disco y fuera un poco más chill. — Dice Tessa en apenas diez segundos. — ¡Ah! ¡Es verdad! Marc ahora mismo está en el salón, o al menos... hace diez minutos. No sé, hace un rato que no le veo. Pero tengo que irme que he dejado una conversación a medias, ¡nos vemos chicos! ¡Pasarlo bien! — Tessa desaparece en un abrir y cerrar de ojos.

Elliott se gira hacia mí y me coge la cintura.

— Voy a ir a ver un poco a esta panda de imbéciles. ¿Qué vas a hacer tú? — Me pregunta interesado.

— Me daré una vuelta por ahí, no te preocupes. Te veo en un rato en la habitación de Tessa. — Le guiño un ojo.

— ¿Qué? ¿Lo dices en serio? — Se ríe.

— Claro. Venga tonto. No me aguanto más. Bebe un poco y nos vemos arriba. — Le beso y le señalo al frente con mi cabeza, dándole "permiso" para irse con sus colegas.

Me sonríe y se da media vuelta. Me quedo mirando para él unos diez segundos y es que, nada más cruzar la entrada del salón, levantó las manos hacia arriba y se puso a gritar como un loco hacia sus amigos. En fin, chicos.

Me voy hasta la cocina y cojo un vaso, bueno, ya sabéis el mecanismo. Bailo a mi rollo sin meterme con nadie. Abro la puerta de la grande cristalera que da al jardín. Está todo más tranquilo por aquí fuera, ya que dentro era casi imposible caminar sin tropezar con los pies de alguien.

— Debe ser una broma. — Me río para mí misma cuando veo sentado en una hamaca del jardín al mismo que me había dicho que yo me enamoraría de él si me hubiese sonreído.

Y cómo no, mi impulsividad y mi curiosidad por lo desconocido me hizo acercarme a él, de nuevo. Joder. Espero que sea más agradable, que estamos en una fiesta, coño.

— ¿Te acuerdas de mí? — Me acerco a él con mi vaso en la mano sentándome en la hamaca de al lado.

— Sí. Como no. La enamorada. — Me dice sin apenas mirarme más de un segundo.

— Bueno... perdóname, pero creo que estás equivocado. El que me comía con la mirada eras tú. — Di un sorbo a mi bebida y miré para un lado esperando una respuesta.

— Puede ser. ¿Entonces fue recíproco, no? — Me mira fijamente.

— Creo que está muy claro que fue recíproco. Lo noté. Lo notaste. — Le mantengo la mirada mientras aparece una sonrisa en mi rostro. 

— Deberías respetar a tu novio. — Me quita la cara.

¿Perdona? Creo que es el primer chico que me dice algo así.

— Hay cosas que no puedo controlar.

— ¿Qué me estás queriendo decir?

— Nada. — Me levanté. — Olvídalo. Lo siento.

Estaba a punto de irme cuando me agarró el brazo. Y yo ni si quiera tenía control sobre las estupideces que acababan de salir de mi boca.

— ¿Quieres dar una vuelta? — Me dijo sin rodeos.

— Vale. ¿Por qué no? — Contesté segura y desafiante.

¿En serio se cree que me va a ganar a fría, decidida y misteriosa?

Salimos por la parte de delante de la casa. Y caminamos por la acera de la carretera que daba a casas y más casas de vecinos.

— Creo que deberíamos empezar de nuevo. — Me mira. — Soy Jasper. Y te he mirado así está mañana porque eres una jodida preciosidad. — No puedo evitar ponerme roja, madre mía.

— Yo soy Paige. ¿Y al final quién va a ser el enamorado? — Río. El también ríe.

Joder lo he hecho reír sin darme cuenta. Tiene un rostro tan serio... Las dos veces que le he visto estaba solo... Parece que le cuesta abrirse, parece el típico chico con problemas personales que no tiene confianza suficiente como para contárselos a alguien.

— ¿Vives por aquí cerca? — Me pregunta.

— Sí, a unos diez minutos.

— Como sigamos caminando vamos a llegar hasta tu casa. — Queda parado en seco.

— Ya, quizá deberíamos ir a otro lado. — Mi cerebro se enciende. — Se me ocurre un lugar, pero igual no te gusta. Ya estoy acostumbrada.

— Sorpréndeme. — Me dice levantando sus cejas.

— ¿El cementerio...? — Dije tímidamente.

— ¿Te gusta estar en el cementerio? — Su cara era un poema. No sé si la había gustado mi proposición o no.

— Sí... No sé. Siento soltarte esto así de repente pero yo... — Me interrumpió.

— Adoro estar solo y adoro los cementerios, pero por ser tú, aceptaré tu compañía.

Me quede sorprendidísima. Eso era poco. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia allí. Joder ya se sabía hasta el camino.

Llegamos al cementerio y se encendió un cigarrillo. Me ofreció uno. Acercó la cajetilla hacia mí.

— ¿Quieres?

— Vale.

La verdad es que no soy una fumadora habitual, pero me apetecía.

Nos sentamos encima de una tumba horizontal. Siento si molesta a algunos de sus seres queridos. No era mi intención.

— Y bien, cuéntame de ti, Paige. — No entendí muy bien lo que quería que le contara, así que empecé a desvariar un poco.

— ¿Pues qué te voy a decir? Soy bastante solitaria. Mi único amigo por así decirlo es mi novio. — Me reí tímidamente. No sé para qué menciono a Elliott.

— ¿Lo quieres mucho? — Esa pregunta me hizo sentir muy incómoda. Me limité a sonreír y a dar una calada al cigarrillo. — ¿Cómo me tomo eso? ¿Para qué vienes hasta aquí, entonces?

Clavó sus ojos sobre mí. Joder su mirada hablaba, y la entendí. Se acercaba a mí muy poco a poco. En ese momento mi cabeza pensó cincuenta mil cosas a la vez. Qué directo es. ¿Me aparto? Es que quiero besarle, joder. No sé porque me pasa esto. Nunca me había pasado antes. Simplemente sucedió.

Y es que cuando mi boca rozó la suya no pude evitar dejarme llevar. Rodeo mi cabeza con su mano y comenzó a acariciar mi pelo. Yo agarré su pecho con las mías. De mi pelo paso a cogerme las mejillas con fuerza, sus manos eran fuertes y dominantes. Me ponían muy cachonda. Mi respiración comenzó a agitarse y el sentía lo mismo porque comenzó a bajar su mano hasta llegar a mis pechos, que estrujo bruscamente. Poco a poco empecé a acercar la mano hasta su pantalón, y en cuánto lo hice, sus ojos casi se vuelven blancos, no me dio tiempo apenas a tocar nada porque en ese momento ya había agarrado mi tronco girándolo trescientos sesenta grados haciendo que mi abdomen y mis pechos quedases encima de la lápida, y él con sus manos en mi trasero, me bajo los pantalones, relamió sus dedos, los introdujo bruscamente en mi vagina, mientras que con la otra mano bajaba sus pantalones, y finalmente me penetró.

Joder. Y es que, joder. No podría parar de gemir mientras sus muslos chocaban contra mí. Agarraba mi pelo y hacia que me quedase casi en pie. Agarraba mis pechos desde atrás y lamía mi cuello y mi espalda por todos lados. Cogió de nuevo mi tronco y me dio otro vuelco poniéndome boca arriba. Se tumbó encima de mí. Su pecho chocaba con el mío. Sentí una conexión muy fuerte y real. La atracción era indescriptible. Agarré y apreté su trasero hasta dejarle arañazos en él. Y es que cuando pensé que ya había vivido el polvo de mi vida, descendió lentamente arrastrando su lengua por todo mi cuerpo sin apenas levantarla. Veía su pelo y cabeza entre mis piernas cada vez que yo alzaba la mía. Estaba muy concentrado en darme placer. Y yo no hice otra cosa más que disfrutar el momento. Quedé agotada. Tirada boca arriba en la lápida. Me baje la camiseta y me subí los pantalones. Él se abrochó y se volvió a sentar en la lápida. Yo quedé sentada al lado de él. No pude ni decir una palabra. Él tampoco dijo nada.

"¡Menos mal!" Pensé. Me había sonado el móvil.

[Elliott: ¿Dónde estás?]

Mi cara se volvió un poema. ¿Qué iba a hacer ahora? Juro y perjuro que no sé qué me ha pasado. Es como si cada palabra que me dice me hiciera e sentirme atraída por él. Pone en duda todos y cada uno de mis pensamientos. Siento una conexión muy fuerte cuando lo miro a los ojos. Qué estupideces estoy diciendo, ¿verdad?

— Debo regresar a la fiesta. — Me levanté y comencé a caminar.

—Te acompaño. — Me dijo y camino detrás de mí.

— ¡No! — Me salió del alma. Estaba confusa. — Tengo que aparecer por allí sola. Lo siento.

Me alejé poco a poco y el apenas movió un pie. Eso sí, miré hacia atrás cuando ya me había alejado la distancia suficiente, y él seguía sin moverse, mirándome fijamente.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo