La boda

Teníamos en la mano unas cintas para escoger cuando llegó Mira acompañada de Samuel, dos maleticas y una enorme sonrisa. No solo yo, Nilvia también se sintió muy feliz, era como ver llegar a un hada protectora.

Samuel se ocupó con los hombres del trabajo pesado y nosotras luego acompañadas por Rosita, Silvana y la señora Leticia pasamos las horas decorando y organizando el festejo. Nilvia era una mujer de gustos refinados y asertivos, casi siempre estábamos de acuerdo y por demás agradadas. Su felicidad era evidente y la de mi padre también, pero para quien esto era un sueño hecho realidad, era Emanuel, la cargaba, la besaba y ella se dejaba querer cual mamá consentida.

El día viernes el doctor Caster se autonombró nuestro catador y dio el visto bueno a todos los bocados exigiendo a veces corroborar con una segunda probada.

Supe que el viernes por la noche llegó el señor Alex, Mira se ocupó de atenderlo en lo que necesitara casi hasta las siete de la noche, era un hombre de salud delicada aunque aparentaba ser muy fuerte.

-¿Por qué no vino Alex?-Nilvia cubría los últimos canapés con un plástico.

-Estaba cansado dijo.-Mira comenzó a ayudar a Nilvia-tu deberías irte a dormir también mi niña, mañana debes estar fresca para tu esposo.

-Sí, ya pensaba irme.-Dejó todo sobre la mesa y bostezó.-Que mañana se ocupe del festejo María, ¿te parece?

-Sí, estoy de acuerdo. También quiero descansar.

-Bueno me voy antes de que regrese Arturo, no quiero que me vea hoy

Lanzó un beso para las dos y salió a prisa.

-Vamos a dormir  Victoria, tú serás mañana una pieza importante en esa boda.-Caminamos a mi cuarto donde desde su llegada habíamos compartido.-Eres la hija del novio, la más bonita de todas, claro después de la novia.

-Ah, por favor Mira.-Reímos mientras nos cambiábamos.

-Es verdad, ni la señora Lucy podría opacarte con ese vestido que elegiste, se volverá loca de envidia y se lo contará a Raquel.

-¿Crees que vengan?-Un nudo se hizo en mi garganta, verlo mañana, menos de 24 horas.

-¡Claro que vendrán! Desde que la señora Lucy tuvo esa tarjeta en la mano no dejó de pensar en venir.

-Este pueblo no está a su altura.

-Los hechos mataran esa idea.

-¿Y el señor Aníbal…que dijo?

-Nada, creo que no quería venir, casi no lo creía, pero vendrá con ella y estará el señor Alex y el patán de mi sobrino sabrá lo que se perdió.

-No lo nombres por favor, temo que aparezca.

-No, ni pensarlo.

Durante los días pasados mis ocupaciones habían mantenido a raya mi propia situación pero ahora mi mente sólo se ocupaba de Aníbal llegando a la boda y Gary ocultándose para atraparme, era una terrible idea que deseaba borrar.

-¡Esta diosa parece hija de los novios!

Exclamó Antonio al verme aparecer en la entrada de la casa, todas las mujeres nos arreglamos en la casa de Nilvia.Los chicos se acomodarían en la casa con papá, así nadie vería  nadie. El doctor Caster entregaría a mi padre y Antonio a la novia que lucía como una princesa en su traje perla, ceñido al cuerpo.

-Exagerado Antonio, vamos ya, que Nilvia se acalora en el auto.

-¡Vamos María!-gritó Diego desde la parte trasera del auto.-Ya vienen por ustedes.-Señaló al resto que permanecía en la casa, Rosita, Samuel.  Mira subió conmigo al auto.-Tu también estas muy guapo Antonio.

-Gracias, todo me aprieta.

Reímos.

-¿Nerviosa la novia?-Pregunté girando un poco.

-¡Feliz! Me parece estar soñando.

-Oh no estas soñando mi niña aunque ese hombre es un sueño en verdad ¡que guapo tu papito Victoria!

-Mira!-Antonio gritó mientras conducía.

-Es la verdad, por eso te voy a dejar preparada muchas comidas adelantadas para cuando regreses de tu luna de miel sigas teniendo tiempo para tu sabes qué.

Reímos todos a carcajadas. Esta boda, a tiempo, dispuesta, organizada, bonita, me hizo ver una vez más, como yo me había equivocado.

-Damas, caballeros, la iglesia.

Y junto a las escaleras, tal cual un príncipe azul estaba él, su cabello ahora corto brillaba, sus ojos verdes escrutaban el entorno y desde mi posición yo podía detallarlo y a su esposa también.

No lo mires María Victoria, no lo mires, has como si él no está. Las campanas , las flores, las personas, el sol, todo era perfecto, acomodé mi sombrero y bajé del auto. Era un momento mágico, todos dispuestos para la novia, para ese mágico momento que nos invadía a todos una vez que entramos a la iglesia y vimos el encuentro de los novios.

Papá era el  hombre más apuesto del mundo,  a sus 42 años tenía un vigor masculino que representaba muy bien la elegancia de Nilvia. Yo estaba  perdida en sus palabras, en sus miradas, en la presencia de cada uno de los que ahí se encontraban y en ningún momento crucé mi mirada con la de Aníbal o su esposa, que en lo que a mí respecta, desentonaba con el acto. Sólo quería dedicarme a papá, a mis hermanos, a Nilvia, ni siquiera cuando Lucy se acercó a felicitar a los novios los miré. Yo aún trataba de no llorar por la escena tan hermosa de la boda y luego al llegar al salón debí organizar todo para que el recibimiento fuera perfecto y ahí los vi llegar de nuevo, ella de su brazo, algo desencajada pero él la guiaba, como su esposo.

-Todo te está quedando perfecto Victoria.

La voz del doctor Caster me sorprendió, ya la banda conocía el vals de la entrada.

-Gracias doctor.-Intenté sonreir.

-Si recuerdas que es un hombre casado ¿no?

-Si.-Miré fijamente a la pareja desde mi posición, ellos no me veían.

-Bien.-Se alejó con su típico gesto enjuto y luego se enderezaba y lucía gigante.

El brindis, los bailes, todo traté de disfrutarlo, a pesar de verlos a ellos junticos en la mesa, ella charlándole al oído y él atento escuchando. Si, era un hombre casado y eso lo hacía prohibido ¿en qué momento olvidé esa parte?

-¡Querida María Victoria estas preciosa!

-¡Señor Alex!-Lo abracé feliz de verle y él correspondió caluroso.

-Dios que increíble cambio, eres la envidia de las citadinas.

El si era un monumento varonil, a pesar de lucir ojeroso era muy atractivo.

-No hay muchas citadinas por aquí señor.

-Yo conozco unas cuantas que  se preguntan de dónde te han sacado.

Reímos.

-Bailemos.

Y nos unimos al vals de las parejas felices. El señor Alex me tomó nada tímido, lo cual agradecí, me interesé en el vals y en como todo había quedado. Al terminar papá me observaba y lo miré enternecida, yo quería pensar que hasta aquella boda había sido planeada por mamá desde hace años.

Al sonar la siguiente pieza el señor Alex volvió a tomarme, dejé de aplaudir y giré en sus brazos contenta, él me hacía sentir protegida.

-Hay que cambiar de parejas esta vez.-Y así lo hizo al igual que lo otros que bailaban, para mi sorpresa quien tomó mi mano sin dudarlo fue Aníbal y Lucy fue a dar con su padre. El espacio giró, se agrandó, se encogió y regresó al instante. Firme María Victoria, ¡firme! Un frío recorría todo mi cuerpo y temí hasta respirar, quise detener mi corazón a toda costa, él era un hombre casado, casado, casado, me repetía, ¿entonces porque sentía que era mío tan frecuentemente? ¿por qué me había entregado su corazón?. Rompió el silencio elogiando la recepción y notó la frialdad de mis manos, yo sólo me esforzaba por no sentirlo y al mismo tiempo por no desperdiciar la oportunidad  que teníamos de estar tan cerca. Sus manos si eran cálidas y me gustaba lo firme de su pecho, me había acercado lo más posible sin dejar espacio para las dudas, algo que para cualquiera sería incorrecto, sin embargo, yo me dejé arrastrar hasta su cercanía, pues el resto de las personas eran borrones a mi alrededor y sólo su voz me sacaba del éxtasis de estarlo tocando.

-Quiero decirte, antes que alguien decida cambiar de pareja…que estas preciosa.-Su voz en mi cuello sopló como cálida brisa, era una tarde fresca y las nubes se interponían frecuentemente al sol, podía mantener tranquila mi mano en la suya pero su tono y el leve gesto de acercarme me desarmó endureciendo mi cuerpo.

-Usted también está muy apuesto.

-Pensé que nos tuteábamos.

Y yo pensé que te gustaba, que me deseabas, que dejarías a tu hermosa, elegante y arrogante esposa.

-Pensé que se prohibían esa clase de elogios.

Guardó silencio, para él mirarme después de mirarme, besarme luego de besarme era un pecado, hasta amarme como yo le amaba, porque así era, en sus brazos, tras terminar la pieza y reflejarme en sus ojos entendí que estaba perdidamente enamorada de él.

-Gracias.-Dijo tenso, rígido, de nuevo escondía esa espléndida sonrisa, yo traté de hacer un gesto con mi cabeza y me alejé. A prisa rumbo al lugar de servicio donde Silvana me ayudaba a organizar y desde luego Mira. Traté  y logré sobreponerme, tomé con fuerza el corazón que guindaba del pecho y respiré profundo. Desde ahí, por supuesto que podía verlo, parecía cómodo, una que otra sonrisa, un acomodo, una palabra con su esposa.

-¿Bailas conmigo?-Emanuel me sorprendió.-Se hacerlo.-Solté una carcajada y él me siguió divertido.-Dime que sí, quiero hacer un favor.

Ya le había tomado la mano en aceptación cuando dijo eso.

-¿Un favor?-Y él me llevaba a la pista donde el doctor Caster bailaba un paso doble.

-Si, un favor.-Nos acomodamos en la pista y bailamos.

-¿A quien?

-Al doctor Aníbal, después de todo le debo mi recuperación y de la manera estúpida en que  mira tú trasero podría darme una oportunidad de devolver el favor.

-¡Emanuel!

-Shh, baila, es un favor y no se le niega a nadie.-Me obligó a seguirle el paso.-A mí no me lo niegues María.

-¿Acaso no ves a la hermosura de esposa que tiene?-Escupí con tristeza y apoyé mi mandíbula en su hombro, Emanuel era más o menos de mi tamaño.

-Si, la veo. Pero él ya no la mira a ella.

-La mirara todo el tiempo, yo no tengo oportunidad sin contar que debo respetar que es un hombre casado.

-El debería respetar el hecho de que está casado María, y dejar de mirarte como te mira.

Quedé en silencio, ni siquiera giré mis ojos hacia la mesa donde estaban, temía que en verdad me estuviese observando.

-Ahora mismo te mira a ti, yo he perdido la tarde y parte de esta noche mirándole.

Me erguí y no dije nada mas ¿qué quería mirándome con insistencia? ¿Provocarme y alejarme luego?

Terminé esa pieza y el doctor Caster me invitó a otra, acepté de inmediato, en sus brazos me sentía segura, hice un recorrido y vi a papá reír con su grupo de trabajo, la novia daba algunas ordenes, Antonio también bailaba y él invitaba a su esposa a bailar. Llegó a la pista con ella que no le importaba el entorno, ella era ella, y él note que buscaba mis ojos pero debía concentrarme en mi pareja, no caer en su juego otra vez, menos cuando su esposa se pavoneaba de su brazo.

Al terminar la pieza el doctor me escoltó a una mesa donde Rosita reía con Diego y Milena, sacó un pañuelo y me lo ofreció.

-¿Te sirve? .-Era blanco con hilos verdes.

-Si, gracias.—Lo tomé y sequé mi cuello, él me observaba.

-Todo está perfecto María Victoria.

-Si, estoy muy feliz con todo.

-Espero que este matrimonio sea el principio de una unión familiar perfecta.

-Yo también lo espero, papá luce feliz como nunca desde hace tiempo.

-Todos estamos felices, bueno el doctor Aníbal creo que no, necesita que le dediques más atención.

-No es posible que sea tan notorio.

-En el sí.-Lo busqué con la vista y hablaba con papá.

-Yo tengo que resolver mi vida doctor y él ya tiene la suya.

-Exactamente.

-¡Oh, aquí está señora!

Me volví a mirarle.

-¡Hernán! ¿Cuándo has llegado?

-Me temo que hace una hora, su hermano me ha acaparado aquí, le agradezco la invitación, he dejado mi regalo en la mesa de los obsequios y…

-Tranquilo Hernán, gracias por venir, me gustaría que te quedaras hasta mañana ¿si puedes? Yo te pago el hospedaje.

Me miró intranquilo, luego al doctor Caster.

-Yo pongo mi casa a la orden.

-S-si, si.

-Bien, mañana te busco y conversamos sobre algunas ideas que se me ocurrieron.-Apreté con cariño su brazo y me alejé, debía continuar con la organización y sacar los nuevos platos.

Silvana comía un canapé cuando entré y me abrazó amistosa.

-¡Que delicia! Me encanta todo!

A mí también, debemos organizar la salida de nuevos platos y los cocteles, cae la noche y refresca.

-Bien, dime que hacer.-Ella siempre dispuesta.

-Silvana, quiero agradecerte tu apoyo.-Hice un alto y la miré a los ojos.

-A mi me encanta apoyarte, mi vida era muy aburrida sin ti aquí.

-Si te pidiera que viajaras conmigo a la ciudad y me colaboraras en algunas cosas ¿lo harias?

-¡Por supuesto que si María!

-Bien, hablamos mañana, por ahora tomemos estas botellas.

Y ahí estaba él…de pié frente a mí, sus ojos sobre toda yo.

-¿Desea algo doctor? –Ya él me miraba, ¿desde cuando lo hacia? No disimulaba nada cuando lo interrogué, Silvana también lo miró.

-No. Iba al baño.

Miré la puerta del baño, imposible que no la viera.

-Está por allá.-Silvana la señaló. Los presenté tratando de ser amables y ella se pasó de simpática.

-No sea modesto doctor.-Escuché entre lo mucho que dijo, esforzándome por mantenerme regia, había colocado una de sus manos en los bolsillos, lo cual lo hacía lucía casual.-Aunque Gary no piense lo mismo al perder a María.-Pude haber detenido la bocota de mi amiga pero la conocía, sabía lo que venía.-Le ha dejado el camino libre para muchos pretendientes.

Disfruté ver sus ojos verdes entrecerrarse y arder desde adentro ¿qué le provocaba eso?¿amor acaso?¿celos?

Silvana dejo otra cosa y se marchó, él quedó frente a mí, una mano en su pantalón, luego ambas frotándose y una media sonrisa, dio un paso hacia mí.

-¿Qué opinas tú de mi papel de héroe?

Piensa rápido y no titubees.

-Es lo que piensa mi padre.

-¿Y qué piensas de ese camino libre para nuevos pretendientes?

Dio otro paso hacia mí, mantuve su mirada y me reflejé en su ardiente mirada ¿por qué no me besaba y termina con esto?

-Aún soy una mujer casada, tendré que esperar ¿o pretende que sea una divorciada solterona?

-Viéndote ahora apostaría que es casi imposible.-Pasó desde mi rostro hasta mis senos y subió de nuevo.

-Espero  que siempre esté dispuesto a ser quien me rescate si tengo que pasar por circunstancias parecidas

-Parece que enumeras

-No quiero tener a solo uno para escoger, no esta vez.

-Debes tener cuidado con el corazón.-Se detuvo en cada sílaba y señaló mi pecho.

-Lo tendré.-Otro poco cerca y tomé el corazón de oro que me entregara, para que me conformara.-En eso se basa la prueba.

-¿En el camino de pretendientes?

Dio otro paso ¿no ve dónde estamos? No ve que me muero , no, no lo ve, yo finjo muy bien.

-Este no es real, sólo una roca de oro macizo.-Lo miré también desde su boca, sus ojos y su cuerpo y me detuve en su pantalón, en lo que no podía ocultar, el que no podía fingir, el que lo delataba justo levantando su cremallera.

-María…

-¿Qué le sucede doctor? –Esquivé su gesto algo divertida.-Cuide su actitud y visite el baño como era su idea original.

Lo miré justo ahí y él siguió mis ojos, se sorprendió e hizo un gesto rabioso pero me alejé y lo dejé antes que el rubor subiera a mis mejillas. Fui hasta la habitación donde nos aseáramos y abaniqué mi rostro, caminé en círculos y traté de estabilizarme, calmar la felicidad alocada que sin explicación sentía en el pecho y que al salir debía evitar pues mis mejillas ardían.

Entonces reí, reí y reí, no quería negarme, no podía evitar el placer de desearlo, era parte de estar viva, era estar viva y morir descubriendo que pasaría si ese pantalón no estorbaba.

Quedaba fiesta para rato, el resto de las horas lo evité intencionalmente, luego de estar en la habitación salí renovada, feliz. Llegó la torta, hermosa de blanco y rosa, alta y deliciosa, siempre estuve al lado de papá y Nilvia, me ocupé de cortarla y con mis hermanos de ayudantes repartimos a todos.

-Por fin puedo saludarte Ma…rí…a.

Lucy.

-Oh, si.-Yo mantenía un plato con torta en la mano.-¿Gusta de torta?

-Ya tengo una.-La extendió despectiva. Aníbal estaba a cinco pasos de ella y me miraba, esta vez estaba algo azorado.-Parecías muy ocupada.

-Lo estaba.-Entregué el plato con torta a alguien que no supe quien fue.

-De aquí para allá, sola.

Me detuve, por ahí venia, ella no sabía. Me había retocado  el maquillaje antes de salir de la habitación para verme fresca de nuevo, así que la miré de frente, justo a mi lado izquierdo apareció Hernán para buscar su pedazo de torta y vi como Aníbal lo recién veía y se sorprendía.

-Sola se refiere a…

-Sola sin tu recién esposo.-Torció la boca, después de todo a lo bonita le ganaba lo malintencionada.

-Ya no tengo recién esposo, Gary y yo nos separamos.-Sus ojos azules se abrieron muchísimo.-Pensé que lo sabía, después de todo Aníbal lo sabía.

Si, mírame así de coqueta, Aníbal, Aníbal, Aníbal, lo tuteo ¿y qué?

-¿Y…que pasó?-Lucy buscó la mirada de su esposo, pero él como toda la noche sólo tenía ojos para mí y yo mantuve su mirada.

-Bueno los detalles son pesados, lo cierto es que ya no seré más una mujer casada.-Le entregué el cuchillo a Rosita que me lo pedía para continuar, por supuesto, sin perderse la escena.

-Que poco tiempo, que locura, era un buen partido, Gary resulta ser un abogado prometedor, te imaginaba viviendo de lo lindo.

Medio sonrió e hizo el gesto preferido de sus ojos tuertos.

-Con él ya no, sin embargo, dentro de unos días regresaré con unos proyectos.

-Como cocinera.-Era chocante.

-Si, como cocinera.-Les sonreí a ambos.-Además de ocuparme de la dirección de la clínica que dejó a mi cargo el abuelo, literalmente resulté ser la jefa de su esposo.

Lo miró sorprendida, incrédula, él aún  me miraba, ahora sonreía.

-¿Tampoco lo sabía?-Golpee levemente su hombro y reí como estúpida.-Soy la jefa de Aníbal, accionista de la clínica, laboratorios, inclusive del centro de rehabilitación del hospital de niños donde él trabaja. Aquí a mi lado tengo a mi abogado.-Hernán saludó con un ademán, muy serio, el chico había entendido.-Le explico todo señora Lucy debido a su ignorancia.-ella aún no lo creía.

-¿Desde cuándo lo sabes Aníbal?-Lo encaró molesta.-No me dijiste nada.

-No preguntaste nada Lucy.-Respondió él aun mirándome.

-Así es él señora Lucy, si no lo interrogan no dice nada.

Volví a sonreír plenamente y ella giró y se alejó.

-Me preguntaba dónde estaba la María Victoria que conocía.-Me dijo con una expresión entre divertido y triste. Yo no le respondí, le di la espalda, toqué el codo de Hernán y lo invité a alejarnos.

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