La rosa

Desde que tuviera esa tarjeta en la mano mi espíritu no tenía calma. Empeñarse en ir era una locura, pero si yo me empeñaba en que no sería mucho peor.

Hasta donde sabía Lucy no estaba enterada de los problemas entre María Victoria y Gary y ese día sabría que se divorciarían. Siempre le cayó mal la chica, quizás se me notaba mucho el interés por ella, siempre trataba de menospreciarla, se inventaba detalles de su físico o su vestimenta que estaban fuera de lugar, pero yo no me molestaba en aclarar nada.

El jueves vi partir a Mira y a Samuel, llevaban equipaje como para un año y se veían muy felices, yo no tenía por qué estar triste pero lo que si estaba era muy nervioso, más desde que notara esa mirada en Hernán.

El día sábado Lucy me despertó muy temprano, estaba inquieta, excitada por el viaje, había hecho arreglos para quedarnos en una posada en el pueblo, claro nunca le expresó a su tía su desacuerdo con la boda, quizás esperaba poder reírse de algo en el evento pero mi corazón me decía que allá aguardaba una sorpresa.

El viaje no fue en silencio, Lucy me interrogaba de cuando en cuando sobre ¿Cuándo nos iríamos de viaje de nuevo? ¿por qué no olvidaba un poco mi trabajo? Que ¿cómo prefería estar aquí que en otro lugar? Mi respuesta no le agradaba pues para eso faltaba mucho.

El pueblo parecía recibirnos, la esencia de María Victoria llegó a mi nariz, a mis ojos y hasta mis oídos con el trinar de las aves. El cielo estaba intensamente azul, sin una nube, una brisa fresca y salada rondaba por la carretera y al llegar a la plaza quedamos sorprendidos, sobre todo Lucy, yo gratamente

No había una escalera, un poste, un farol sin flores blancas, bouquet perfectos, ramas tan verdes que parecían mojadas. Los azules ojos de mi mujer iban a salirse de sus orbitas cuando contempló la limpieza en los suelos, junto a las puertas de la iglesia habían claveles y rosas de diferentes colores, las personas estaban reunidas ahí y la verdad lucían muy bien. Luego de estacionar nuestro auto bajamos sin dejar de mirar los alrededores de la iglesia, cerré los ojos y aspiré, ahí estaba esa fragancia divina.

-¿Cómo me veo Aníbal?-Sorprendí a Lucy alisándose el vestido verde oscuro que le iba muy bien.

-Bonita.-Fui sincero, aunque la mayoría de las personas vestían colores claros-Igual estas en un pueblo Lucy.-Me miré entonces yo mismo, me sentía cómodo con mi traje azul muy claro y mi corbata gris.

-No bromees por favor.

Ella estaba nerviosa, dimos algunos pasos y las campanas de la iglesia comenzaron a sonar, bonito sonido con el que los pueblos anuncian felicidad. Dos autos aparecieron al unísono y ambos se detuvieron al pie de la escalera. Las personas que en la entrada estaban comenzaron a  entrar a la iglesia y desde mi posición, agudizando la vista vi al padre de María Victoria de pie en el altar y el camino a este estaba igual de floreado y elegante.

Del primer auto comenzaron a bajar, con trajes impecables, el doctor Caster, su esposa, Diego, Emanuel, Rosita, Melina y Samuel, lo hicieron con rapidez y fueron al segundo auto para abrir las puertas del carro negro. Antonio era el chofer y vestía elegantemente de un gris perlado, arreglado, serio pero agradado, bien peinado. De las puertas que abrieron descendió  Mira extraordinariamente arreglada.

-¡Wao!-Exclamé.-No parece la misma Mira.-Lucy me dio un codazo pero a ella también se le caía la mandíbula. Antonio abrió la puerta del copiloto y ahí surgió ella, como una venus, llena de sensualidad, juventud y frescura. Como un caballero la tomó de la mano y la ayudó a bajar mostrando sus piernas torneadas, desnudas y bronceadas bajo el vestido rosa ceñido al cuerpo, todo éste, sus caderas sinuosas, sus senos bien puestos, su cabello estaba recogido y un sombrero color violeta decoraba su cabeza embelleciendo su rostro. La novia bajó de la mano de Diego, una hermosa dama madura, con un vestido color perla sin exageraciones ni atavíos, típico de la región, con encajes y volados muy fugaces. María Victoria se inclinó y junto con Mira arreglaron la caída del vestido de novia y con un ramo en la mano se dirigió a la iglesia del brazo de Antonio. Diego tomó la mano de Melina y caminaron adelante y Emanuel se colocó junto con su hermana quien giró y miró alrededor pero sus ojos no tropezaron con los míos, aunque si pude ver en el descanso de su pecho, brillante y abultado, mi corazón.

-No pensé que esto fuera a ser así.-Me despertó Lucy con los ojos de una muñeca que se le bate la cabeza.

-Debemos entrar a la iglesia.-Volver a verla había hecho estallar mis pasiones. Ya no lucía como una chiquilla, ni como la víctima de los caprichos de Gary, se plantaba más mujer, femenina y muy segura.

Entramos seguidos por el ritmo de la marcha nupcial, yo no sabía lo que pasaba en otro sitio de la pequeña iglesia, mis ojos, y no me importaba si se fijaba alguien, sólo estaban puestos en María Victoria. Durante la ceremonia me deleité con su sonrisa pausada, su piel, aun la que estaba debajo de la ropa, la adivinaba.

-Entonces Don Arturo.-Habló el sacerdote con enorme confianza.-Acepta por esposa a nuestra querida Nilvia Monrroy.

-Sí, la acepto.-María Victoria estaba emocionada, se llevaba las manos al pecho y siempre miraba a sus hermanos llena de orgullo, Lucy y yo no estábamos lejos, sin embargo, éramos invisibles. Luego del beso, de las promesas, de las bendiciones vinieron los aplausos, los llantos, los granos de arroz, las risas y la salida de la iglesia. Yo aún la miraba a ella, no sé con que expresión estúpida y hasta celosa, cuando Lucy se acercó abrazó a su tía y la felicitó estuve también muy cerca pero ella no se percató de mi presencia, lo cual me extrañó, por lo general María Victoria era muy curiosa y hasta retadora.

En la recepción había un pianista, con música increíblemente agradable, fragancias diversas que agradaban más la estancia,  buena organización, las mesas entre violeta y blanco, pétalos de rosas y restos de flores en la entrada, mesas largas con comida, con ponches, con quesos, café, servilletas de color violeta y las sillas perfectamente ordenadas de rosa pálido, como el ajustado vestido de María Victoria.

-Señor Aníbal.-La voz de Samuel me sorprendió, yo buscaba otra vez a ya saben quién y él aparece,.

-Samuel buenas tardes,¡que guapo!

-Gracias señor, vengan conmigo los llevaré a su mesa.

-Vamos.-Tomé a Lucy del codo y la guié tras Samuel, era una mesa cercana a los novios, con una botella de whisky, soda, agua, hielo y vasos. Lucy tomó asiento primero, casi de piedra y cuando yo iba a seguirla tocó una orquesta de la nada, junto al pianista, el vals, un poco rústico pero el vals, y los novios aparecieron en la pista felices, sonrientes, el padre de María Victoria también vestía un traje perlado y un corbatín gris, era apuesto y elegante, su hija tenía mucho de él. Alrededor de los novios la gente los rodeó así que Lucy volvió a ponerse de pie y caminamos allá.

Nilvia era una novia hermosa, elegante y feliz, su recién esposo no se quedaba corto, todas las miradas de aquellas personas, que no pasaban de sesenta, estaban fijos en la dichosa pareja. Bailaron al unísono durante un rato y al cabo de un tiempo Diego y su madre, sonrientes los acompañaron, Emanuel y Melina, el doctor Caster y su esposa.

-Creo que debemos bailar nosotros también.-Escuché a mi lado a Lucy y giré a verla.

-¿Cómo dices?

-¡Oh por Dios, papá está aquí!

Volví mis ojos a la pista y ahí estaba Alex, gallardo, pomposo, inflado, sosteniendo de la mano a la mujer que yo deseaba y cuyos ojos no se habían cruzado con los míos. Sonreía plenamente cuando la acercó por la cintura y el ritmo del vals los unió, otra cosa para lo que María Victoria era hermosamente buena, el baile.

-Deberíamos bailar Aníbal, vamos.-Lucy me arrastró a la pista sin que pudiera evitarlo, sentía hervir mis mejillas, aunque no estábamos solos sentía que sobraba en ese espacio con aquel vals interminable.

Giraba con espacio suficiente y traté de no husmear en la intimidad de los que bailaban junto a nosotros, también traté de sonreír pero fue imposible, al girar podía ver a las parejas y podía verla a ella con mi suegro.

La pieza terminó y todos aplaudieron felices, inclusive yo que aprovechaba el asombro de Lucy para mirar a María Victoria, quien le hacía un gesto de amor a su padre. Sonó entonces la orquesta otra vez con un nuevo ritmo, un vals más movido, dejaron de aplaudir y tomaron parejas, Antonio esta vez buscó a la novia, la madre de Diego al novio, e intercambiaron otros. Lucy estaba ansiosa, todo aquel esplendor la tenía sorprendida, todo estaba fuera de burla, hasta Mira bailaba con Samuel, era toda una escena.

No habíamos dado diez pasos cuando nos interrumpió mi suegro.

-¿Me permites tu pareja un rato?

Junto a él María Victoria con sus redondos senos frente a mis ojos y una expresión indiferente.

-Claro.-Respondí y entregué la mano de mi esposa a mi suegro, aunque ella no estaba muy a gusto con mi pareja. Tomé la mano de María Victoria, suave, fría.

-Doctor.-Dijo a manera de saludo.

-María.-Respondí serio y la tomé por la cintura. De haber sido más atrevido, tan sólo con sentir su fragancia, su mano en mi hombro firme, sus senos contra mi pecho y la curva de su cintura, la hubiese empujado fuera de ahí y llevado lejos para hundirme en su cuerpo con toda la fuerza y excitación  que de mí se apoderaba,.-todo ha quedado muy hermoso, emotivo.

-Gracias, todos nos esmeramos.

-Tus manos…-Apreté su mano entre la mía, casi frotándola.-están frías.

-Uju.-Sólo ese sonido.

-Quiero decirte, antes que alguien decida que debemos cambiar parejas, que estás preciosa.-Su cuerpo se tensó e hizo un movimiento muy leve con su cadera.

-Usted también está muy apuesto.

Su respuesta la tenía ahí, juntito a mi oído.

-Pensé que ya nos tuteábamos.

-Pensé que se prohibía esa clase de elogios.

No dije nada, para mi suerte nadie nos separó y ella estuvo pegada a mí por casi ocho minutos, al terminar la pieza soltó veloz mi mano y aplaudió.

-Gracias.-le dije buscando sus verdes ojos y ella me miró ¿Dios cómo era posible que la perdiera en cuanto la tenía? Fue fugaz su mirada, pero eso y sus redondas nalgas marcadas en ese vestido rosa al alejarse no lo olvidaré jamás.

Lucy me alcanzó, parecía aún extrañada, en otro mundo, sus ojos azules estaban tan abiertos como nunca los ví, la expresión de asombro  no la abandonaba. Me sujetó por el codo  y andamos a la mesa escuchando a la banda tocar algo rítmico, traté de adaptarme al momento, la mesa, la bebida, la comida, las personas, los novios, pero mis ojos solo querían encontrar a María Victoria y recibiendo los cocteles y los bocados deliciosos sólo podía seguir evocándola a ella, pues su esencia estaba en cada uno de ellos.

Salió a la pista a bailar un paso doble con su hermano menor y ni por accidente cruzó su mirada con la mía ¿qué le sucedía? Ella siempre había estado interesada en saber si yo la observaba, ahora parecía una mujer con un aura brillante que emanaba fuego de su piel y cuyo interés no radicaba en tomarme en cuenta.

-No me digas que nos quedaremos sentados el resto de la noche.-Casi me timbró los oídos la voz de Lucy junto a mí, hasta ahora había estado hablando con una señora elegante en la mesa contigua.

-No sabía que querías bailar.-Trate de sacar una sonrisa.

-¡Claro que quiero!

-Entonces hagámoslo.-Me levanté un golpe y le ofrecí mi mano, acababa de comenzar otra pieza, en la pista habían varias parejas, los novios conversaban amenos con invitados y cuando llegué y tomé a Lucy para comenzar a bailar apareció el doctor Caster con María Victoria de la mano. ¡Vaya viejo para lucirse bailando! La hacía girar tan elegantemente que opacaba al resto.

-¡Aníbal, me has pisado1.-se quejó Lucy apretando mi hombro.

-Los siento, sabes que bailar no es mi fuerte y este endemoniado calor me está matando.

Traté de no verla, de no escuchar alguna risa que se le escapara y pude terminar la pieza sin poner en peligro los pies de Lucy.

En cuanto la pieza terminó comenzó otra pero yo miré a mi esposa y negué con la cabeza.

-Eres un aburrido Aníbal.

Se adelantó y me dejó atrás con mi paso alentado, venir aquí no había resultado ser tan buena idea.

-Doctor Aníbal.-Arturo me interceptó sonriente.

-¡Señor Arturo, felicitaciones por su hermosa boda!

-Gracias, no me llame señor por favor, solo Arturo.

-Me parece bien si me llamas Aníbal.-Extendí mi mano y él la estrechó, ambos sonreímos.-Todo está hermoso.

-Yo también estoy sorprendido todo resultó ser tan rápido y María consiguió  armar tan excelente agasajo.-Era un hombre lleno de vida y felicidad, nada que ver con el hombre cabizbajo que conociera años atrás.

-Nilvia esta preciosa, ¡feliz!

-Y yo también.-Se rascó la cabeza.-Aún no lo creo, ya sabe…sabes que para mí la madre de mis hijos era…

-Era….-Golpee su hombro.

-Si.-Está vez sonrió con tristeza.-En fin que le agradezco que hayan venido a ti y a tu esposa, y también agradecer la recomendación del abogado.

-Oh sí. Apenas si pude hablar con él ¿qué tal les fue?

-A María le agrado y…

-Novio, no dejes mucho tiempo sola a la novia.-Alex interrumpió pasando entre nosotros con Lucy de la mano, iban a bailar.

-Si claro.-Reímos.-Voy por Nilvia, estás en tu casa Aníbal.

Lo despedí con un gesto de frustración y pensé en el baño, ¿Dónde  estaría? Mira apareció a mi derecha.

-Mira por favor ¿Dónde encuentro los baños?

-Allá.-Gritó y señaló un pasillo cerca de donde sacaban la comida.

-Gracias.

Eché un vistazo de nuevo a Lucy, la danzarina, María Victoria no estaba por esos lados. Fui directo al baño y camino ahí la vi. Organizaba junto con otra joven la bebida. Permanecí de pié observándola como daba órdenes, creo que estaba  lelo con sus gestos cuando me descubrió.

-¿Desea algo doctor?

¿Qué? ¿Y eso?

-N-no.-respondí atontado, sus gestos eran tan fríos, en su mirada había un brillo de te culpo por algo.-Iba al baño.

-Está por allá.-Respondió la otra joven sonriente y señaló  la ya obvia entrada al baño.

-Ella es Silvana, Silvana el doctor Aníbal Campos.

-Encantada doctor.-Estreché la mano de la joven simpática de ojos oscuros.-Aquí es usted muy famoso.

-¿Ah sí?-Mis ojos fueron de Silvana a María, a su expresión saboreadora de nada en la boca y el corazón brillando en su pecho.

-Si, el señor Arturo lo considera el salvador de María, llegó a tiempo antes que sucediera una tragedia por parte de su apasionado esposo.

Apasionado esposo. Mi imaginación se perturbó ante la imagen de Gary poseyéndola.

-Bueno, gracias por considerarme un héroe.-Sólo pude decir eso.

            -Lo es, no sea modesto, aunque Gary no piense lo mismo al perder a María.-La muchacha se volteó a mirar a su amiga, la elogiaba con la mirada.-Le ha dejado el camino libre para nuevos pretendientes.

            ¿Acaso a esta mujer le pagaron para clavar puñaladas en mi cuerpo? Secó mi boca y modificó el movimiento tranquilo de mis  manos. María Victoria no se inmutó, su expresión rígida continuaba igual.

-Haré lo que me pediste María, un placer conocerlo doctor Campos.

Silvana comenzó a alejarse con una botella en la mano, debajo de la tienda otros mesoneros andaban d aquí para allá.

Di un paso en la grama y me acerqué a ella que parecía una estatua, sus ojos verdes brillaban oscurecidos.

-¿Qué opinas tú de mi papel de héroe?

-Es lo que piensa mi padre.-Maldita mujer hechicera de boca provocativa.

-¿Y qué opinas de ese camino libre para nuevos pretendientes?

Di otro paso, esta vez podía olerla.

-Aún soy una mujer casada, tendré que esperar. ¿O pretende que sea una divorciada solterona?

-Viéndote ahora apostaría que es casi imposible.-Noté como su pecho subía de golpe, ahí estaba ella, escondida tras una coraza.

-Espero que siempre esté dispuesto a ser quien me rescate si tengo que pasar por circunstancias parecidas.

-Parece que enumeras.

-No quiero tener a solo uno para escoger, no esta vez.

-Debes tener cuidado con el corazón.-Señalé su pecho donde su respiración se había calmado.

-Lo tendré.-Tomó la joya entre sus dedos y la miró.-En eso se basa la prueba.

-¿El camino de pretendientes? –Di otro paso.-¿No te importa si rompes ese que sostienes?

Estuvimos muy cerca.

-Este no es real.-Afirmó desafiante.-sólo es una roca de oro macizo.

-María…-apreté mis labios y traté de tomarla del brazo.

-¿Qué le sucede doctor?-Me detuvo.-Cuide su actitud y visite el baño como era su idea original.-Miró hacia abajo y yo lo hice también, el bulto de mi pantalón apuntando a ella. Quise tomarla y restregarme pero se alejó y me dejó de espaldas y con la misión de espantar mis pensamientos en el baño, esta traición de mi cuerpo era imperdonable.

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