Fuera de la Cueva

Luz… es lo primero que descubres, o al menos así fue para todos durante mucho tiempo.

                Lo primero que vez cuando naces o cuando despiertas, o en la mayoría de los casos es la luz. Luego sigue lo otro, como los colores, las formas, los objetos y todo lo que te rodea. A lo que quiero llegar es que todo comienza con la luz (incluso el día).

El mundo funciona con ella, las plantas crecen y nosotros somos capaces de hacer infinidad de cosas gracias a que existe. Dependemos de la luz en casi todos los sentidos y tal vez nunca lo hemos notado ¿o sí?

Esa simple palabra dice mucho… por ejemplo cuando decimos o en nuestro caso, se decía “siempre hay una luz en la oscuridad” … no es otra cosa que decir que hay esperanza y que hay una solución; o cuando decimos que “la luz vence a las sombras” … no decimos otra cosa que el bien siempre triunfa sobre el mar.

¿Qué por qué les digo esto? Simple… la luz es un comienzo y con ella empieza mi historia.

—¡Arabís! ¿Dónde estás? —preguntó una anciana con los ojos vendados sobresaltando a la joven. Esta se levantó de la piedra en donde estaba sentada escribiendo despreocupadamente a la luz de la luna.

                —¡Ya voy tía! —se internó en el interior de la oscura cueva e inmediatamente sus ojos se acostumbraron a la misma, dándole la visibilidad para moverse.

                —¡Muchacha demente! —le recriminó su tía —¿Cuántas veces debo decirte que no salgas de las cuevas? ¿qué pasaría si una de esas criaturas te viera?

                —Oh… No estaba fuera de la cueva… estaba justo en la salida —se defendió la joven.

                —No me retes… ¡seguías estando a la vista! Además, ya van a cerrar la compuerta. Está a punto de empezar el día.

                —¡Otra vez con eso! ¡Estaba al tanto! Además, estamos en medio de un bosque, a menos que alguna de esas criaturas se acercara lo suficiente a la entrada no la verían.

                —¿Por qué no puedes seguir las reglas? ¡Sabes que se les tiene prohibido poner un pie fuera! ¿Te es tan difícil quedarte adentro al igual que los demás chicos? —dijo la anciana negando mientras le daba la espalda y comenzaba a internarse aún más en la oscuridad —Sabes lo que ocurriría si te vieran… para ellos estamos muertos, no debemos mostrarnos o dejarnos ver.

                —Es por que odio este lugar… la única luz que conozco es la de la luna —reprochó la joven mientras la seguía— ni siquiera he visto el sol en mi vida… cada vez que intento siquiera asomarme no puedo porque cerraban el maldito portón hasta que el astro rey se ocultaba nuevamente. Solo espero poder cumplir los veinte cuanto antes y así poder salir.

                —Solo saldrás si pasas la prueba, y viendo cómo vas lo dudo. Los jóvenes que salen por agua y comida están capacitados no solo física sino mentalmente. Saben cuál es su trabajo y obligación, no se les deja salir para que gocen de lo que hay afuera, es para que traigan lo esencial y punto.

                —Yo creo que se puede negociar con las criaturas —dijo la joven en un susurro que espero que la anciana no oyera, pero se equivocó.

                —¡Como se te ocurre! ¡Ni siquiera nos dejan acercarnos! ¡Y si nos ven, no dan muerte, nos cazan!

                —¡Eso fue hace muchos años! ¡Tía tal vez cambiaron!

                —Eres imposible… ¿Cómo puedes pensar eso después de todo lo que te he contado? —dijo mientras pasaban entre las demás personas que vivían en las cavernas —La única forma de sobrevivir es así. Te guste o no.

                Arabís se rindió nuevamente en convencer a su tía… ya lo había intentado muchas veces y siempre llegaban a lo mismo. Pero la reconfortaba que cada vez se acercaba su cumpleaños, faltaban tan solo tres meses para presentar la prueba y al fin podría salir de allí.

                La noche siguiente también saldría, y la siguiente a esa, por supuesto, sin que su adorada tía se enterara, a pesar de que fuera muy estricta y algo paranoica, la quería, había sido la única que había cuidado de ella cuando sus padres murieron, era lo más parecido a una familia que tenía. Claro que convivía con las demás personas de la caverna, pero esa anciana hermana de su difunta abuela materna era una persona muy especial. Además, de alguna forma la entendía, ella había vivido algunas cosas desde El Devastador, conoció la tristeza y el miedo, lo bestias que podían llegar a ser los humanos por un poco de comida o agua, y a ellos… esas criaturas que a nuestros ojos no tenían otro nombre que el de “cazadores”. Eso era lo que eran para nosotros.

                —Ve con Charlie, él te ayudara con tus tareas… No quiero que vuelvas a salir… o por lo menos estate quieta —dijo la anciana mientras emprendía otro camino.

                —Aguarda, ¿A dónde vas? —dijo extrañada Arabís… su abuela nunca la dejaba sola hasta ver que comenzaba a hacer sus quehaceres.

                —No es nada… simplemente tengo un asunto más importante que el de hacer de niñera contigo —dicho esto, la mujer se dio la vuelta y se fue.

                Arabís se debatía en ir donde Charlie, un chico de su edad que curiosamente cumplía años el mismo día que ella, además, era lo que antiguamente se decía como apuesto, varonil y esculpido por los dioses, y, por si fuera poco, su mejor amigo. Pero eso ya no importaba, los humanos ahora teníamos ciertas reglas para salvaguardar la especie por lo que nadie podía andar con cualquiera.

                Cuando las jóvenes cumplían dieciocho, debían hacer el rito marital con el elegido (no por ellas, sino por la Gurú) que no era otra cosa que el sexo, con un joven de veinte para “procrear vida” y mantener a la especie. De esa forma, si un joven de veinte moría en una de las salidas para buscar alimento o agua, dejaba en la colonia un heredero o heredera que ocupara su puesto.

                Para su suerte, ella no había pasado por aquello, según su adorada tía, quien resultaba ser la Gurú de la colonia, Arabís no tenía aun las cualidades adecuadas para ser madre, viendo además que, si llegaba a nacer un niño o niña, seguramente lo educaría con sus extrañas creencias liberales poniendo en peligro a la colonia.   

                Pero volviendo al presente, Arabís se encontraba batallando en seguir las ordenes de su tía o ir a ver qué era eso tan importante que impedía a su educadora a obligarla a hacer su trabajo. Al final, se inclinó por la segunda, y fue sigilosamente detrás de la anciana.

                Anduvieron por más de diez minutos por los diferentes túneles de la colonia, los cuales quienes no conocieran bien, se perderían. Más adelante la anciana (que se sabía seguida por la chica) se detuvo frente a un guardia, cuyo cuerpo ocupaba una delgada grieta en la pared, este al verla hizo una inclinación con su cabeza en forma de respeto y se hizo a un lado para dejarla pasar.

                Arabís se decepcionó… ya sabría que el sujeto no la dejaría pasar por nada en el mundo y solo la dejaría con su curiosidad no saciada. Soltando un suspiro dio media vuelta para volver por donde vino e ir a hacer sus tareas.

*****

Grecia, la tía abuela de Arabís, se movía con agilidad entre los oscuros túneles. Ella no poseía una vista como la de los demás en la colonia, su visión diferenciaba del resto debido a que aquel sentido se inclinaba más hacia el lado espiritual, una habilidad muy rara en los humanos que, sin embargo, había existido desde nuestra existencia. Todos los seres humanos podían ver y distinguir en la completa oscuridad; esa era la única destreza asombrosa que habían adquirido a lo largo del tiempo, desde que se les fue obligados a vivir en las penumbras. Los ojos se habían adaptado a la oscuridad y les habían brindado una nueva forma de ver. Además, los humanos actuales se diferenciaban de los antiguos de muchas maneras físicas, tales como la piel, que era tan pálida como la de un cadáver mientras que los cabellos y ojos eran tan negros como la misma oscuridad en la que vivían.

Cuando la tía abuela llegó a su destino deteniéndose enfrente de dos grandes puertas, logró escuchar las voces de los demás que también habían sido llamados por Kenet, líder de la colonia. Tomando una gran vacada de aire, abrió las puertas e ingresó a la oscura habitación, en la que podía sentir las presencias de los miembros de la orden.

A parte de Kenet –el jefe- el liderazgo de la colonia recaía entre los miembros más viejos de la misma. Primero estaba Lukia, una mujer incluso más vieja que Grecia. Luego estaba Kail, un anciano que se caracterizaba por su personalidad rígida y atemorizante. Shaly, una mujer manipuladora y precavida. Balzu, encargado de los jóvenes que salían de la colonia en busca de alimento. Y Kolack, jefe de el minúsculo ejército, encargado de la protección y exploración de los alrededores de la colonia.

—Grecia —se escuchó la seca voz de Kenet —Te esperábamos.

—Señores y Señoras del consejo —saludo a la anciana ingresando al salón improvisado sin ver realmente a nadie.

—Que sorpresa Grecia…Te ves muy calmada —comentó Shaly —¿Es qué no estas enterada?

—Shaly —se interpuso Kenet en la conversación —Aun no le hemos hablado de la situación.

—Mis disculpas. Es solo que pensé que al tener tan extraño don ya lo sabría —se disculpó la mujer.

—¿De qué debo enterarme? —dijo llena de confusión Grecia.

—Las criaturas —habló por primera vez Kolack —Su comportamiento está cambiando.

—Hemos notado un asentamiento en la vigilancia de la región —explicó Balzu —Cada vez es más difícil no ser vistos.

—¿Saben que estamos aquí? —preguntó Grecia.

—Lo dudamos —Habló Lukia —No están buscando, están vigilando o protegiendo.

—¿De qué? —curioseó Grecia.

—No lo sabemos… esperábamos que con tu don nos aclararas ese punto —dijo Shaly —Actualmente Kolack está siendo obligado a detener las exploraciones de los alrededores para la búsqueda de alimento—hizo una seña con su mano apuntando al nombrado —Balzu no puede dirigir a su grupo sin estar seguros de ser vistos —hizo el mismo gesto — Y Kail asegura que, de seguir así, no podremos subsistir mucho tiempo. Necesitamos que todo funcione.

—Has uso de esa extraña habilidad que tienes y dinos que ves —ordenó Lukia.

Grecia asintió con la cabeza y tomó asiento en el arenoso suelo en el centro de la habitación. Quitó en vendaje que ocultaba su vista, descubriendo unos ojos completamente blancos con una pupila color plata, luego tomó un puñado de arena en cada mano, alzó su vista y dejó caer el polvo sobre sus ojos. Dirigió su vista hasta un punto a un metro lejos de ella y de la nada, la arena en ese sitio comenzó a alzarse y formar en el aire diferente formas.

—Nuestro mundo —comenzó a narrar lo que veía —Y cinco regiones… una raza entre miles. Un heredero y un traidor. Miedo, se vuelve a repetir la historia. Almas siniestras y el desequilibrio. Guerra y destrucción.

—¿De qué está hablando? —dijo Shaly —No entiendo.

—Silencio —la calló Kenet —Aun sigue.

—Una máquina, una plaga y un ritual.

—Ahora si… ¿qué tiene todo eso en común? —hizo notar su duda Balzu, pero se calló al ver a la anciana mirarlo.

—Lo tiene que ver todo —habló calmada y siniestra —Hace muchos años, incluso antes de nuestra existencia, preexistía el miedo. Primero, fue entre los animales y luego entre los humanos. Teníamos miedo a ser la presa de aquellos con los que convivíamos y por eso nos convertimos en los depredadores en la sima del planeta. Pero nuestro miedo acrecentó y temíamos por los que eran como nosotros, temíamos a los demás humanos y de lo que podrían ser capaces; así entonces se iniciaron las guerras, poblado contra poblado en busca del poder absoluto. Fue cuando la tierra envió su primera advertencia… a lo largo del tiempo, creo pequeños seres microscópicos de diferentes clases, que entraban en el cuerpo de los humanos y afectaban su sistema provocando su muerte. Pero eso no los detuvo, crearon anticuerpos y sobrevivieron acrecentando la idea de que eran los más fuertes.

“Luego, envió el frío y el calor. El mundo se desestabilizó con lo referente al clima, donde había frío ahora hacia calor, y viceversa. Las personas sufrían pequeños malestares al no estar adaptados al clima, los cultivos no crecían adecuadamente provocando hambruna en el mundo y en algunas partes no llovía escaseando el agua. Pero nuevamente eso no los detuvo. Con la avanzada tecnología crearon maquinas capaces de “estimular” la formación de nubes usando el calor, implementando nanomáquinas en el ambiente; con químicos fertilizaron los campos mientras un techado especial se extendía a lo largo del sembradío, permitiendo regular la temperatura. Las casas ahora funcionaban con energía solar o aeróbica, bajando la temperatura general del planeta y sustentando la energía potencial de la humanidad, avanzando su desarrollo.”

“Como último recurso, la tierra produjo el Devastador para someternos. La humanidad fue obligada a detener su tiempo y retroceder. Pero aun estábamos llenos de avaricia y con sed de poder. Nos matábamos los unos a los otros en nuestro peor momento. No nos importaba ya nada. Así que decidió extinguir nuestra presencia y crear una nueva raza que nos desplazara.”

—Pero eso es el pasado… que tiene que ver con lo que está ocurriendo —preguntó Lukia.

—La vida volvió a surgir… pero con la furia de la tierra fueron liberados los seres que permanecían encerrados en el centro del planeta, en la oscuridad, aguardando a su tan ansiada libertad.

—Las Almas siniestras —dedujo Kenet.

—Las Almas siniestras. Sombras que nacían de la codicia existente en la superficie. Espectros que se materializaron como las bestias que alguna vez fuimos, carentes de inteligencia y razón, deformados y con una sed de sangre como ninguna. Ahora eran libres en el mundo.

—Es increíble que algo que nació prácticamente por nuestra culpa sea tan funesto —dijo Kelac.

—Aja… pero volviendo al tema… ¿Cuál es el punto? —preguntó Balzu.

—Las nuevas razas están cometiendo el mismo error… el circulo vuelve a repetirse —continuó Grecia —Una de las razas quiere imponer su poder sobre las demás, están creado una maquina capaz de producir un virus que afectará al resto… una plaga que será la destrucción de todo. La muerte volverá a deambular entre los vivos llevándose todo a su paso, tal vez no tengamos otra oportunidad.

—¿Qué se supone que haremos? —se desesperó Shaly —Si es como dice es solo cuestión de tiempo para estar muertos. Muertos realmente.

—No podemos permanecer como si no existiéramos —habló Kalac —Las criaturas no tienen idea, esto no solo los afectará a ellos, también lo hará con nosotros.

                —Está siendo escrito —continuó Grecia omitiendo los comentarios —El heredero de una raza se enterará de la traición y una nueva guerra comenzará. Los humanos seremos puestos en el tablero nuevamente y se cambiará vida por vida —dicho esto último, la arena que estuvo formando figuras en el aire se precipitó y la anciana abrió los ojos, ahora carentes de polvo.

                —¿Es todo? ¿solo eso nos dirás? —dijo Balzu.

                —No tengo más para decir —se disculpó Grecia.

                —Al menos ahora tenemos una idea —dijo Kenet.

                —Así es… seguramente las criaturas sabrán que la raza traidora está tramando algo y están reforzando la seguridad. Ahora sin duda nos será más difícil movernos. ¿Cómo trataremos este asunto? —dijo Kolack.

                —Tendremos que reducir el número de personas que salga de la cueva, y disminuir las porciones de alimento. Es lo que nos queda —concluyó Kenet.

                —Oh cielos —comentó Lukia —Las cosas se van a poner muy difíciles desde ahora.

*****

—Ara, Ara, mi pequeña Ara —cantó Charlie mientras veía a Arabís hacer su trabajo —¿Cuánto tiempo tendrás que seguir con esto?

—¿De qué hablas? Estoy haciendo lo mismo de siempre —dijo mientras dividía equitativamente la comida para luego ser repartida.

—No me refiero a eso… ¿cuándo se supone que vas a tomar la responsabilidad y seguir el mismo camino de las demás jóvenes de la colonia?

—Ah… quieres decir eso… pues la verdad… no quiero seguir por ahí.

—Tienes un deber con tu gente, y además, Grecia no va dejar que hagas lo que quieras.

—Nunca me ha dejado realmente. Pero ya ves como consigo escaparme, ¿Por qué el interés?

—Aun sigues subiendo—ignoró la pregunta y dijo refiriéndose a las salidas de la chica a la superficie.

—Claro… no pienso dejar de ver la hermosa luz de la luna, sabes que dicen que es un reflejo del Sol… no puedo imaginar que tan hermoso será, si eso es lo que nos da un relejo de su luz, el verdadero nos dará una vista que no podrá ser descrita con palabras.

—Sabes que eso es imposible… cierran la entrada antes que siquiera se asome en el horizonte, la única forma de poder verlo, sería que te quedaras afuera. Y eso solo si quieres perder la vista.

—¿Cómo así?

—Es obvio, nuestros ojos están acostumbrados a la oscuridad, y la luz del sol es muy fuerte para ellos. Eso fue lo que le paso al bravo guerrero Linko.

—No creo que sea para tanto… eso es un cuento que nos relataban cuando éramos niños para asustarnos.

Sonrió al recordarlo. El cuento se lo narraba su tía abuela cuando era pequeña. Se decía que una vez, un bravo guerrero, llamado Linko, que no le temía a las criaturas ni a las almas siniestras, perteneciente al grupo de exploradores, se había quedado accidentalmente afuera de la cueva. Así que se ocultó para que las demás criaturas que despertaban con el día no lo vieran. Los minutos pasaron y el sol comenzó a asomarse desde el horizonte, y con él, la luz se apoderaba del bosque. El bravo guerrero se asombró por los maravillosos brillos y colores con los que se pintaba el cielo. Salió de su escondite para apreciar como el astro rey se levantaba entre las montañas. Aquello era un momento mágico y perfecto. Pero todo lo hermoso se termina; una vez que la estrella se elevó, la luz comenzó a ser más fuerte, y cada vez más brillante. Los ojos del guerrero le empezaron a arder y su visión se volvía resplandeciente. Comenzó a quejarse, pero no podía detener la molestia. Mirara a donde mirara la luz estaba. Se le ocurrió entonces cubrir sus ojos con una venda… pero ya el daño estaba hecho.

—Qué sabes tú sí es verdad —la acusó Charlie.

—Vamos, nadie se queda ciego, así como así.

—La curiosidad mato al gato.

—¿Qué curiosidad y que gato?

—Sabes de lo que hablo —suspiro el chico —Solo quieres ver si están hermoso como en el cuento.

—¿Qué tiene de malo? Es normal querer vivir un maravilloso momento.

—¿Es que acaso no te escuchas? Arabís, el mundo nos odia, cada criatura allí afuera nos quiere muertos; lo más probable, es que si en el dado caso de que milagrosamente fueses capaz de ver todo aquello, y que además de eso no pierdas la visión, es seguro, conociéndote, que no querrás volver a las cuevas jamás, y eso, Ara, significaría tu muerte.

—Al menos me iría siendo feliz por primera vez en mi vida.

—No se trata de ser feliz, se trata de estar con los tuyos, apoyarlos, cumplir tu papel en la vida.

—Y ese papel ¿acaso es estar prácticamente enterrada viva esperando que los años me aplasten y mi vida se extinga? ¡No! ¡Me niego a dejar que mi alma se pierda de esa manera! —dijo ya molesta la chica desviando la vista para no verlo.

—¡Arabís tu como yo tenemos responsabilidades! ¡No podemos darnos el lujo de vivir pensando en fantasías! Es tiempo de madurar y aceptar la vida que nos tocó vivir —tomó las manos de la chica —Cree en mí cuando te digo —levantó su rostro para que lo mirase —que también sueño con despertar una mañana y ver que todo esto solo haya sido, una maldita pesadilla. Pero no es así Ara, ya acéptalo, solo te haces daño, una vez que los años de tu vida pasen y te des cuenta de que ninguno de esos sueños es posible, te arrepentirás de haber ignorado la verdad que estaba justo frente a tus ojos. No quiero verte así, no quiero verte morir de esa forma tan… solitaria.

—Por favor no sigas —lo detuvo reteniendo lágrimas en sus ojos y soltando sus manos para volver al trabajo —No quiero discutir contigo —sorbió la nariz —Tampoco quiero molestarme, así mejor, vamos a dejar esto así.

Charlie no discutió más con ella. Ya estaba cansado en querer convencerla de lo que no quería. No hablaron más del tema y para cuando el día terminó cada uno ya había acabado con sus tareas.

Arabís se dirigió a su habitación como siempre. Esperando a que su tía viniera a revisar que estuviera en la cama y no en la superficie. Así era su rutina. Hacia sus deberes en el día, se acostaba para descansar unas horas y luego… en lo que hace tiempo los humanos llamaban madrugada, se levantaba y salía a apreciar el exterior antes de que las compuertas fueran cerradas nuevamente al alba.

Esa madrugada, como era de esperar, se desplazó por los túneles de la colonia y se las arregló para pasar al despistado guardia que siempre se aseguraba de ver que entraba más no lo que salía. Nuevamente la luna comenzaba a despedirse en el cielo. Su luz dejaba ver las hojas y ramas de los árboles del bosque. No importa cuántas veces lo viera… era hermoso.

Un par de minutos después de admirar la vista, sacó su libreta la cual, había encontrado en un viejo depósito de la caverna. Estaba dispuesta a escribir cuando un ruido la inquietó y la obligó a inclinarse para esconder su figura. El sonido volvió a repetirse y esta vez se aseguró de saber de dónde venía.

Entre los árboles, a unos veinte metros de ella, dos figuras humanas hicieron presencia. Digo figuras porque realmente, las otras razas se parecían mucho a los humanos. No estaría segura de que sí eran o no personas de la colonia. Además, no podía poner un pie fuera de la cueva.

Mantuvo su posición mientras espiaba lo que parecían ser dos seres huyendo de algo debido a su desenfreno y su acelerada respiración. Su suposición se hizo cierta en el momento en que una horrorosa sombra se abrió pasó entre los árboles y atravesó con una de sus garras el hombro de uno de los sujetos haciéndole soltar un alarido de dolor.  El otro tratando de defenderlo y librarlo de la bestia, corto uno de los brazos de la sombra con una espada, para luego estocarle el pecho de un rápido movimiento.

La grotesca criatura se precipitó tal cual el cadáver que ahora era, dejando que la calma se asentara en los otros dos. El que recibió la apuñalada fue tratado por el otro, colocando un vendaje improvisado para detener la hemorragia. Pero Arabís sabía que, a menos que se le hiciera un “ritual de energía” no sobreviviría pasado el día. Lo que le había hecho esa herida, no era otra cosa que un Alma siniestra… esas cosas introducían un veneno con sus garras… era tan potente que no había antídoto. Aunque debido al dolor que sentía la víctima y lo difícil que era controlarlo, se podría calificar como una maldición. Solo un ritual, capaz de separar la energía siniestra del cuerpo y así liberar el alma podría salvarlo.

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