Capítulo 4

Arlet 

El lunes por la mañana estaba sentada en mi cubículo con la mente puesta en varias direcciones. Desafortunadamente para mi jefe ninguna de esas direcciones llevaba a la presentación de los estados financieros que necesitaba para la reunión del miércoles. 

En lugar del Excel sin terminar que aclamaba mi atención en la pantalla, yo me encontraba pensando en la piel de mi amigo, aún avergonzada por lo mucho que me había gustado sentirlo. Por un lado intentaba convencerme de que solo se trataba de un momento de debilidad, aunque por otro lado revolcarme y llorar como una niña por la enorme humillación que había sufrido era buena idea. 

Por suerte para mí en la puerta de mi cubículo apareció una rubia alta con un vestido ajustado que traía un vaso de cartón extra grande. 

—Expreso sin azúcar —dijo extendiendo el vaso —de verdad que no sé cómo haces para tomar esa cosa. 

—Eres una buena persona ¿lo sabías? —hizo una mueca de niña tierna y apoyó sus caderas en mi escritorio. —Realmente odio los lunes es como si todo fuese muy rápido y yo en una maldita cámara lenta. Pero esto me devuelve a la vida. 

—Ni que me lo digas —se concentró en su móvil y frunció un poco los labios.  —Estoy realmente cansada de Alex, el viernes después de pasar por tu casa a buscar a Matheus, fuimos a Dillon’s todo iba bien hasta que comenzó a tontear con cualquiera claro que yo hice lo mismo, entonces se enfadó y me dejó sola. 

—Ahora supongo que no vas a volver a verlo más —curvó los labios con una sonrisa —cada seis meses tenemos exactamente la misma conversación, no creo que seas consciente de ello. 

—Sí que lo soy —le dio un sorbo a su café —pero esta es la definitiva. ¿Cómo se llama el amigo de Matt? ¿El bajito?.

—¿Simón? —abro un poco la boca asombrada —de verdad creo que Simón debería ser tu última opción. 

—La verdad Art, es que me molesta ser la chica que quiere un novio con el que salir a caminar tomados de la mano, es justo de lo que me burlaba, pero a veces extraño a mi ex y me avergüenzo por ello. 

—¿Con el que terminaste hace dos años? —trato de comparar la hoja de cálculo con la presentación que tengo en la pantalla, sin embargo es imposible —pensé que lo habías superado. 

—No lo extraño a él específicamente, más bien al paquete completo —miró un punto fijo —cuando Alex me invitó al cumpleaños de su hermano, pensé que de verdad íbamos a algún sitio. Que tonta. Sigue siendo tan inmaduro y obstinado como siempre. 

—Ya vas a encontrar al chico perfecto —le di un trago a mi delicioso café. 

—Mientes —me ofreció una sonrisita. 

—Sería una perra si no te lo dijese —comenzó a reír sobre su vaso de café tan fuerte que casi estuvo a punto de escupirlo. 

—¿Y tu fin de semana? —se secó algunas lágrimas que le habían saltado. 

—Lo mismo de siempre, nada particular —mentí porque aún no estaba preparada para hablar. 

—¿Te llamó el hombre perfecto de la librería? 

—No —hice un puchero. 

—No quiero asustarte, pero el mundo de las citas es una verdadera jungla —ambas reímos, aunque su risa esta vez era amarga. 

Sofía era mi mejor amiga en el trabajo, nos conocimos el primer día y enseguida congeniamos. Era divertida, comprensiva y muy generosa. Aunque también era de ese tipo de amigas que insistía toda la semana para que salieras con ella, para dejarte sola a la hora de haber llegado a la fiesta. 

Para mi desgracia yo le había presentado algunos meses antes a Alex, una noche que nos habíamos encontrado cuando tomábamos algo después del trabajo. Desde esa noche debía padecer todas sus idas y vueltas, con drama incluido. 

—Cariño ¿qué puedo hacer para que te sientas mejor? —tomé su mano, intuyendo que lo necesitaba. 

—Podrías darle una paliza en la presentación del miércoles a Emma Pierri, de verdad que no soporto verla pavoneándose con lo del ascenso de su esposo —le dio un último sorbo al vaso —también podríamos salir el miércoles, Alex va a ir a Vol. 39 y quiero ir a mirarlo con indiferencia. 

—Cuenta conmigo —dije antes que saliera. 

Sofía había logrado que dejase de pensar por un momento en todo lo que estaba ocurriendo con Matt, me apoyé en el escritorio decidida a concentrarme y quitar de mi mente en lo ocurrido. Estaba cada vez más segura de que lo que necesitaba era cambiar de perspectiva. Estuve fuera de juego durante mucho, mucho tiempo. Era momento de comenzar a pensar en que mis partes necesitaban atención. Y con mis partes me refería que era momento de tener algo de acción. 

Pensaba en ello cuando un mensaje de un número desconocido me sacó del plan de entrar al mundo del sexo sin compromiso, para no tener la necesidad de lanzarme sobre mi amigo. 

Desconocido: 

No terminé el maldito libro,

pero no he podido dejar de pensar en ti. 

                                                                                                                                                 

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Arlet 


—Será divertido —insistió Sofi por cuarta vez. 

La miré irritada, no era que no quisiera salir con ella. El problema era que en dos días había pasado de salir a divertirse conmigo para olvidar a Alex a encontrarse con Alex para una fogosa reconciliación. 

—Créeme sé lo divertido que puede ser para ti —me burlé. —El problema es que quedaste con Alex y ahora voy a tener que tocarles el violín más pequeño del mundo. 

—No vas a tener que tocar ningún violín te lo prometo —aparcó a dos calles de distancia. —Además en el peor de los casos te puedes ir con Matheus. 

Deje por un momento de mirarla como si desease desintegrarla, para asimilar la información. No hablaba con Matt desde lo que había ocurrido el sábado por la noche. Intenté evitarlo todo lo posible, en cuanto llegaba me iba a mi habitación para asegurarme de que pensara que dormía y por la mañana esperaba a que saliera. Le respondía los mensajes con evasivas o frases cortantes. 

Sabía que en algún momento debería enfrentarlo, aunque el plan era dilatar ese momento todo lo que necesitara. Las cosas se estaban poniendo más intensas de lo que podíamos manejar. 

—Claro que sí se está morreándo con alguien, Alex será la pareja de ambas y problema solucionado —Me miró con una amplia sonrisa —Te dije que una remera ajustada y unos tacones bastaban para que te veas espectacular.

Asentí con la cabeza el cumplido, pero la idea de Matt acostándose con otra persona me revolvió el estómago. Ni siquiera entendía por qué, hasta hace unos días sabía que lo hacía constantemente y no me molestaba o quizás ignoraba conscientemente ese sentimiento. 

Cuando entramos el local estaba atiborrado de gente, aun así vimos de inmediato a Alex que nos llamaba desde una mesa con una amplia sonrisa. Realmente entendía por qué mi amiga estaba colgada por él, tenía el cabello rubio un poco desprolijo, unos ojos verdes preciosos y hombros anchos. 

En la mesa estaba Alex con algunos amigos, aunque no vi a Matt por ningún lado. Me encontraba tan concentrada buscándolo con la mirada que me sorprendió cuando Sofía tiró de mí para qué me sentará entre ella y su chico. 

La ignoré porque encontrarlo parecía una prioridad para mí en ese momento. Por lo que continúe buscando a mi amigo a mi alrededor y una punzada de dolor me cruzó cuando la idea de que se había ido con alguien se presentó ante mí. 

—Miren quién llegó — gritó sobre la música —es la roomie de Matt con mi chica. Quiero que se comporten. Repito, necesito que se comporten. 

—¡Hey! —Le ofrecí mi mejor sonrisa burlona. 

—¡Arlet! —Me llamó Astor desde el otro lado de la mesa —hoy estás como un tren —dijo en tono coqueto y movió la silla a su lado para que me sentase. 

Sofi se encogió de hombros y le dio un codazo a su chico que la cubría de besos para que viera lo que estaba ocurriendo, él miró fijamente a su amigo con el ceño fruncido analizando si requería intervenir. 

Me senté junto a Astor incómoda. No lo conocía demasiado la verdad, pero siempre me había parecido muy amable y simpático. Para mi sorpresa se acercó un poco para pasarme la mano por la cintura. Lo miré asombrada, sin saber muy bien qué debía hacer. 

—Te eché de menos ¿lo sabías? —su aliento apestaba a cerveza y comprendí que su comportamiento coqueto no era por otra causa que había bebido de más. 

Astor tomó su vaso de cerveza y me lo ofreció, pero yo negué intentando ser lo más amable que podía. Intentaba convencer a mis ojos que dejasen de buscar a Matt de inmediato, sin embargo no parecían hacerme el menor caso. 

—Déjala en Paz —le ordenó Alex al ver que me sentía incómoda —estás muy borracho.

—Solo quiero cuidar a la compañera de piso de Matheus —soltó una risotada.

—El que se va a tener que cuidar eres tú cuando Matt se entere de que la estás poniendo incómoda.

—Que te jodan, no eres mi jefe —masculló Astor mientras yo me escabullía al baño para escapar de la situación. 

No era lo que esperaba cuando decidí salir. Aunque no entendía muy bien qué era lo que me había llevado hasta ese lugar, en el fondo presentía que tenía que ver con Matt. 

Cuando llegué a la puerta del baño, me apoyé contra la pared para respirar profundamente y recuperarme. No entendía por qué el comportamiento de Astor me había afectado tanto. Estaba borracho fin del asunto. Luego me pediría disculpas y yo las aceptaría. En el peor de los casos le hubiese dado un buen golpe, no necesitaba que nadie me defendiese. Aun así me estaba comportando como una gatita asustada. 

En el fondo no era eso lo que me afectaba. En mi interior era consciente de que me molestaba saber que Matheus estaba allí y no era necesario que nadie me dijese  exactamente lo qué significaba no haberlo visto con sus amigos. Ni siquiera sabia porque eso me hacía sentir tan incómoda. 

Me sentía una idiota, ignore completamente el texto que recibí del increíblemente perfecto hombre de la librería, porque pensé que primero debía aclarar que me pasaba con mi amigo. Ahora entendía que no tenía nada que aclarar. 

Unos brazos me rodearon la cintura, una expresión de pánico atravesó mi rostro y me dispuse a empujarlo o golpearlo si era necesario, hasta que sentí el perfume de mi mejor amigo llegándome a la nariz y mis piernas se aflojaron. 

—Soy yo —murmuró a mi oído —siento no haber estado allí. —Sentir su aliento junto a mi piel me impedía pensar en cualquier otra cosa. Solo podía sentir mi piel erizándose. 

Entonces entendí exactamente que me sucedía, nunca superé realmente mis sentimientos por él, solo estaban guardados en rincón oscuro para que nadie los notara. Era tan malo arriesgarse por esto.

Me di la vuelta y enterré mi rostro en su pecho, no tenía ni idea de cuánta falta me había hecho. 

—Estoy bien —dije sin dejar de abrazarlo —. Podía con él. 

— Shhh, lo sé. Aun así voy a hablar con él mañana. Vamos hasta mi auto antes que Sofía venga a buscarte. Ambos necesitamos un poco de aire fresco. 

Caminamos en silencio hasta su auto y me abrió la puerta para que subiese, se acomodó en el asiento del conductor y me miró con tristeza durante unos segundos. Ambos sabemos que los planes que cuidadosamente trazamos alguna vez se están incinerando. 

—¿Estás bien? —insistió una vez más. 

— Estoy bien, no necesito que nadie me defienda, podía con él. —Mire mis manos nerviosas — no es eso lo que me preocupa. Siento haber estado tan distante. 

— No tienes por qué disculparte —con su dedo levantó mi barbilla y empujó mi rostro para poder verme a los ojos —yo era quien deseaba tocarte, si alguien es culpable soy yo. Creo que está claro que ninguno de los dos queremos salir lastimados. 

— Pero… —Dije temerosa de lo que vendría luego, siempre había un pero. 

—Nos sentimos atraídos, no es culpa de nadie. Tenemos mucha historia, esa conexión probablemente nos ha confundido. 

—No quiero perder a mi mejor amigo. 

—Ni yo, supongo que solo bastará con mantener las manos en su lugar y esta fase pasará. Con el tiempo. 

Nuestros ojos se encontraron unos instantes. Era algo difícil de cumplir, recordar como mi cuerpo reaccionaba bajo su tacto hacía que perdiese la cabeza en solo instantes. 

Ahora entendía perfectamente por qué no me había molestado en responder el mensaje.  

Su mirada se volvió más intensa y oscura. Se mojó los labios con nerviosismo. Sus manos bajaron hasta mi cintura y tiró de mí atrayéndome hacia él. 


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