Capítulo 3

Matheus 

Desde hacía un par de meses estábamos trabajando incluso los sábados. Competíamos contra una de las empresas más grandes de ingeniería estructural por la expansión hotelera de Marcus Goltman. 

—¿Del uno al diez que tan bien estuvo tu noche? —dijo Alex en cuanto entró por la puerta. 

Aparté la vista de los planos para mirarlo. 

—¿Un 7? —volví a los planos —no estoy seguro, pero el pasillo de la vergüenza fue grandioso. 

—Son unos malditos sádicos, de verdad que por mucho que lo intento no logro entenderlos—comenzó a reír —es momento de preguntarte algo que vengo pensando hace mucho tiempo. 

—Pensé que nunca lo preguntarías —se sentó frente a mí —sí, la amiga de Arlet está jugando contigo. 

—Ni que lo digas, cuando nos quedamos solos pensé que tendríamos algo de acción. ¿Y adivina qué? Se la paso tonteando con todo Dillon's. Me gusta, aunque sea irritante y mandona, pero este fue mi límite, se acabó. Va a tener que olvidarme. 

Alex y Sofí la amiga del trabajo de Arlet se habían sentido atraídos desde el día que se conocieron. Por desgracia ambos eran testarudos como el infierno y por esa razón vivían en un bucle de idas y vueltas sin sentido.  

 —Dices eso cada seis meses —puso los ojos en blanco. 

—Ya olvídalo. Lo que quiero saber es cómo consigues ser amigo de una chica —me miró muy serio como si fuese muy importante para él —realmente me está atormentando saberlo, ¿nunca consideraron probar? 

—¿Necesitamos hablar de esto? —dejé los planos sobre el escritorio —la próxima semana es la cena con Marcus y necesitamos ser los mejores, todo esto que estas planteado —mis manos se movieron con un gesto exagerado —no es lo importante. 

Escruto mi rostro durante unos segundos, Alex pensaba que podía leer los gestos y saber la verdad. No era cierto, sin embargo casi siempre lograba atraparme. 

—¡Maldito desgraciado! —Gritó Alex —tú sí que lo pensaste. 

—No. Claro que no. 

—Sí que lo hiciste, estás evadiendo el tema y frunciste el ceño más de lo habitual —golpeo la madera con su mano —no puedes engañarme soy tu amigo aunque ahora me avergüence serlo. 

—¿No tienes que trabajar? —cuestione nervioso —¿creí que trabajabas para mí? Y créeme que la vergüenza es mutua. 

—Solo dilo —alzó las cejas — y en primer lugar somos socios, en unas cuantas semanas Meyer va a brillar justo a un lado de tu nombre. En segundo lugar puedes confiar en el Reverendo Alex para aliviar tu corazón. 

—Pierdes tu tiempo. 

—Entonces no te importara que la invite a salir ¿no? —me miró, midiendo mi reacción —. Ahora que no pienso volver con Sofía ambos estamos solteros. 

—No —tragué saliva. 

—Genial, ¿sabes si tiene planes para la noche? —sacó su teléfono. —Creo que la voy a llamar justo ahora. Los dos estamos libres, somos atractivos... Ella tiene un trasero de exposición para ser sinceros. 

—¡Basta! —dije de pronto sin poder controlarme, para salir con ella primero iba a tener que matarme —si me molesta —murmuré. 

—Creo que no te escuché —dejo el teléfono sobre el escritorio. —Dilo un poco más fuerte—. Realmente lo estaba disfrutando  —puede que yo no lo haga porque estás evidentemente afectado, pero alguien lo hará puedes creerme y no te van a pedir permiso amigo. Esa persona va a llegar y no se va a comportar como una gallina. Se va a llevar a tu chica justo en tus narices. 

—¿Qué quieres saber? —dije dándome por vencido. 

Podría ser bueno hablarlo con alguien, no sabía cómo manejar todo eso. Llevaba meses ocultando todo lo que sentía y ahora ni siquiera podía esconderlo de los demás, estaba bien jodido. 

Me obligaba a parecer indiferente cuando notaba la mirada de los chicos cada vez que salíamos, miraba de reojo su rostro para asegurarme de que ella no lo notaba porque no quería que todo se volviese raro entre nosotros. Era verdad que estaba con chicas diferentes cada fin de semana, aunque desde hacía algún tiempo era porque necesita distraerme y quizás con suerte olvidar, sacarla de mi sistema. 

A veces me sentía furioso conmigo mismo por actuar como un imbécil, aunque tenía una buena razón, yo no quería perderla. Me aterraba que las cosas cambiaran entre nosotros, arruinar todo y quedarme solo nuevamente. 

—Comienza desde el principio y no dejes nada afuera —Alex cruzo los brazos y yo me senté pesadamente. 

—Todo comenzó el verano pasado, ella se quedó con sus abuelos y yo con mi madre y su nueva familia. No la vi durante semanas, hasta que uno de los dos mencionó la idea de ir  al lago donde nos bañábamos cuando éramos niños. Aún no entiendo qué fue lo que pasó, lo único que sé, es que cuando llegó ese día fue como si la hubiese visto por primera vez. —Me rasqué la cabeza frustrado —desde ese día todo se volvió difícil y confuso, trato de fingir, me volví muy bueno en eso. 

Alex se llevó la mano a la boca como si estuviese muy impresionado. 

—El reverendo Alex está tratando de procesar todo esto, lo juro —alzó las cejas —aunque hay un millón de cosas que necesito preguntarte. 

—Puede preguntar lo que desee reverendo —suspiré frustrado. 

—¿Por qué no se lo dices? Eso sería la solución más simple. 

—Las cosas cambiarían entre nosotros, ni siquiera puedo estar seguro de si podríamos seguir siendo amigos —Alex no podía quitar la expresión de sorpresa. —ella estuvo allí siempre, nunca me abandonó, cuando mi novia me engaño, cuando mi mamá nos dejó, cuando mi papá se marchó detrás de su nueva novia. Es la única mujer en la que puedo confiar. No sé que haría sin ella. 

—Podrías utilizar alguna técnica un poco más sutil —rascó su barbilla —tratar de seducirla y ver cómo se comporta —se me escapó una risita. 

—Nunca me ha dado una sola señal de que me desea, me ve como a su maldito hermano. Puede que sea lo mejor, no puedo dar por sentado que no me comportare como un idiota. 

—¿Hermano o hermanastro? —preguntó y lo miré confundido —porque si es como un hermanastro… Bueno ya entiendes. 

—Creo que es más complicado de lo que desearía, si le digo puedo perderla, pero si no digo nada también. 

—No tienes ni que decirlo, sería complicado aunque fueses un extraño. Eso de la circuncisión es un gran anillo de castidad para la chica. 

Negué con la cabeza riendo. 

—Mira, es sencillo. Le dices que van a ver una película de zombis o cualquiera de esas chorradas que le encantan, toman un par de cervezas y todas esas señales sexuales que das cuando quieres follar con alguien, las das —se levantó —si no reacciona repliegas las naves y tratas de olvidar todo. Pero si no lo intentas, va a llegar alguien que va a ver que es una judía sexy de trasero perfecto y lo vas a lamentar —caminó hacia la puerta —el reverendo Alex tiene que volver al trabajo si quiere salir antes de las seis, ya demasiada tortura es venir un sábado. 

Alex desapareció tras la puerta y aunque su idea me parecía una idiotez con mayúscula, tomé el móvil, abrí el chat de Arlet y escribí. 

Yo: 

¿Una peli en casa esta noche? 

Art: 

¿No vas a salir?

Yo: 

No, llevaré pizza y helado. Elige una película. 

                                                                                                                                  ──────•❥❥❥•──────

Arlet 

Me quedé mirando fijamente el teléfono; debatiéndome entre la excitación que me provocaba que Matt desease quedarse conmigo un sábado a la noche y el temor por lo que estaba pasando en su cabeza. Si era honesta desde hacía algún tiempo mi amigo se comportaba un tanto extraño. No podía negarlo más. La forma en la que me miraba había cambiado y también estaba el hecho de que su mirada provocaba que todo mi cuerpo reaccionara. 

Cuando vi a esa chica salir de su cuarto, pensé que todo estaba volviendo a la normalidad. Hacía varias semanas que comíamos en silencio o se iba a dormir temprano como si me evitase. Culpe al estrés, pelear por ese gran proyecto era totalmente agotador. Trate de mantener la calma y no ahogarlo con preguntas sobre que era lo que sucedía. 

Dejé el móvil sobre la mesa y me fui a dar una ducha. No iba a pensarlo más, éramos compañeros de departamento, esto era lo más normal del mundo. Ni siquiera entendía por qué estaba tan nerviosa. ¿Qué me pasaba? ¿Qué había cambiado entre nosotros? 

Me encontraba en la habitación cuando escuche la puerta que se abría y volvía a cerrarse, eso bastó para entrar en un estado febril que difícilmente podría controlar. Sentía mi corazón golpear dentro de mi pecho y las manos temblorosas. Me puse rápidamente el pantalón corto y la camiseta negra sin mangas que había elegido porque me parecía bastante informal para ver una película en casa con mi mejor amigo. No quería impresionar a nadie, simplemente bastaba con sentirme cómoda. 

Salí de la habitación para saludarlo. Al ver a Matt parado en la cocina sin camisa y con unos jeans de cintura baja hizo que me mareara y contuviese la respiración. No era la primera vez que lo veía sin camisa, pero era la primera vez que lo veía sin reparos, que estaba allí semi desnudo conmigo y a solas. Sin ninguna rubita dando vueltas. Eso logró que dejara de llegarme oxigeno a los pulmones y me preguntara que tan suave era su torso. 

—Hola —dije con un hilo de voz. Escuchar mi voz pastosa y entrecortada fue vergonzoso y me reprendí mentalmente por ello. 

Asintió con una pequeña sonrisa y abrió la nevera. 

—¿Quieres una cerveza? Yo voy a tomar una —preguntó sin mirarme. 

—Sí, también quiero una —«o puedo morir por combustión espontánea»

—También traje pizza, si tienes hambre podemos comer ya —cerró la puerta de la nevera, busco el destapador y abrió ambas cervezas. 

—Esa es una pregunta estúpida, siempre tengo hambre —él sonrió y me paso un botellín. 

No sabía qué decir, estaba sin palabras, lo que era mucho decir. Tenía a Matt tratando de pasar un momento relajado después de trabajar todo el día, con su hermosa personalidad en todo su esplendor y yo estaba comportándome como una tonta. 

—¿Pasa algo? —señaló el salón con un movimiento de cabeza. —¿Qué películas escogiste? 

Me di la vuelta y me senté en uno de los taburetes de la barra con el ordenador. Estaba hecha un manojo de nervios y ni siquiera podía entender por qué era así. Los amigos no se comportan así, quizás fuese porque desde el verano que no compartíamos un momento de intimidad. Aun así me sentía tan ridícula. 

—Estuve buscando algunas películas que nos pudiesen gustar a ambos y descargue John Wick 3, Un lugar en el silencio 2. —busque la aplicación de Netfix para mostrarle las opciones que había encontrado allí. —También encontré Estación Zombi 2 en Netfix. 

No quería mirarlo porque sabía que estaba detrás y yo no podía controlar el color de mis mejillas, ni mi respiración entrecortada. 

—Déjame ver —pegó su pecho a mi espalda y me quitó el mousse rozando mi mano —¿Ya no habíamos visto Estación Zombi? —Su boca casi podía tocar mi oreja y sus brazos estaban alrededor de mi cuerpo. 

Olía delicioso y me sentí mareada con la dulce calidez de su aliento.

—La uno —dije jadeante, sentía el pulso acelerado —vimos la uno. 

Traté de disimular mientras tomaba bocanadas de aire. Lo sentí removerse  detrás de mí, incómodo. Seguramente porque su amiga se estaba comportando como una completa loca, que no podía controlar su lujuria. Supongo que la abstinencia de tres meses tenía algo que ver. Cerré los ojos con fuerza y respiré profundamente. 

—Ah, ya —se separó —me gustan todas, veamos la quieras. 

Matt tomó la caja de pizza entre sus manos y fue hasta el sofá, la dejó sobre la mesita. Tenía un aspecto excelente, se veía muy apetitosa, sin embargo dudaba que pudiese probar un bocado con Matt tendido junto a mí con su pecho desnudo y el cabello desprolijo. 

Deje unas servilletas de papel en la mesita y elegí Estación Zombi. Matheus tomó una porción de pizza con una servilleta y la devoró rápidamente. 

Intenté imitarlo, tomé una porción y le di un mordisco. Él estaba mirando atentamente la película sin prestarme atención, era el momento perfecto para relajarme y liberar toda la atención que acumulaba. 

Eso de relajarse era imposible, verlo arrellanado en el sofá con la mirada fija en el televisor, la luz iluminando su rostro, sus piernas un poco abiertas no dejaban concentrarme. Apuré la cerveza dándole un largo trago. Puse mi porción de pizza sin terminar en la caja, dejé la cerveza juntó a la de él y apoyé la espalda sobre el almohadón. 

—¿No vas a comer más? —dijo centrando su atención en mí —pensé que siempre tenías hambre. Te juró que la voy a comer entera y te vas a arrepentir. 

—Puedes hacerlo si quieres, no tengo hambre —no quería sonar molesta, pero así fue exactamente como me escuché. 

—No puedo entender que te pasa —me miró fijamente —pensé que te gustaría que compartiéramos un poco de tiempo juntos. Casi nunca nos vemos, supongo que dejé de lado otros planes por nada. 

Genial no solo que estaba terriblemente avergonzada, sino que ahora también me sentía humillada. Estaba aquí porque sabía que pasaría la noche sola, lo estaba privando de una noche excitante con alguna cita súper sexy, no conforme con eso actuaba como una desequilibrada que lo ponía incómodo, le trataba mal y no podía hilar dos palabras. 

Realmente no entendía que me pasaba, siempre era fácil hablar con él, pero ahora sentía que no podía pensar con claridad, solo deseaba lanzarme sobre él. Podía sentir como me ruborizaba cuando él atrapaba su labio inferior entre sus blancos dientes. Era como si estuviese en una máquina del tiempo que me llevaba directamente a nuestros quince años. 

«Dios si no se ponía camiseta iba a volverme loca»

—Sí, me gusta, pero creo que quieres irte —me obligue a sonreír —sé que siempre tienes planes y no quiero que te sientas culpable porque hace mucho que no estás aquí los sábados, estoy bien. 

—Yo no deseo estar en ningún otro lado —me miró muy serio —esto fue mi idea. Ven aquí —se acercó un poco y estiró el brazo por detrás del sofá dejándome espacio para que me acurrucara junto a él. 

Me acerqué un poco, evitando tocar su cuerpo semi desnudo. Me brindó una sonrisa cálida y deslizó su brazo para rodear mi hombro. 

—Solo tienes que dejar de pensar tanto y relajarte —dijo con suavidad —la película es buena, deberías disfrutarla. —«Era fácil decirlo»

Sus dedos comenzaron a subir y bajar suavemente por mi brazo de forma ausente casi automática sin saber que para mí eso era una terrible tortura. 

Todas esas extremidades nerviosas que pensé desconectadas para siempre desde que decidí olvidarlo no solo seguían allí más presentes que nunca, además lanzaban descargas eléctricas a todo mi cuerpo. Había estado con un par de chicos en la universidad, pero nunca nadie logró que me estremeciera de placer con su solo tacto. Me estremecía cuando sus dedos recorrían una línea imaginaria sobre mi piel desnuda.  

Me acerqué un poco más, pero no estaba pensando claramente, su cuerpo era suave y el perfume de la loción de afeitar era delicioso. No solo mi cerebro se había desconectado, tomó mi cuerpo estaba fuera de control. No sé qué me pasó.  Estaba tan concentrada sintiendo la agradable sensación de su cuerpo junto al mío que ni siquiera me di cuenta de que estaba pasando mi mano por la piel suave y caliente que cubría su firme pecho. Baje suavemente mi mano por su abdomen marcado, tomando bocanadas de aire al tiempo que mi palma recorrían sus abdominales. Esperaba que no notase lo irregular de mi respiración. 

—Art —dijo en un murmullo —¿qué sucede? —Su voz era extraña, sonaba desconcertado. 

Me invadió una espantosa sensación de horror cuando caí en la cuenta de que literalmente acababa de acosar a mi amigo.

 Me levanté de un salto aterrorizada, ni siquiera podía mirarlo a la cara no sabía durante cuánto tiempo iba a tener que esconderme en mi habitación hasta que se fuese a trabajar. No entendía por qué me había dejado llevar de esa manera. Él era mi amigo, solo me había dado un abrazo ingenuo para relajarme y yo le salté encima, lo estaba tocando. ¡Oh por dios! Lo estaba tocando. 

—Yo... Te juro... — sollocé —perdón… Perdón…

No tenía ni idea de que debía hacer. De verdad deseaba que me abrazara y me dijese que no pasaba nada que se riese y le quitara importancia. Aunque no fue así, se quedó mirándome con los ojos muy abiertos sin decir nada. 

Quizás estaba en estado de shock, ahogué un gemido e hice lo único que se me ocurrió, esconderme en mi habitación y escapar de esa humillante situación. 

Pasaron unos minutos o tal vez horas cuando sentí que tocaba la puerta suavemente. 

—Arlet —llamó despacio. 

—Por favor Matheus vete, me siento una gran tonta —sentía que las lágrimas me impedían respirar. 

—Sé que estás avergonzada —sentí como se desplomaba contra la puerta —pero tenía que decirte algo antes de ir a dormir. 

No respondí. Salí sin hacer ruido de la cama y me senté contra la puerta tomando mis rodillas. 

—No me asustó que me tocases —apoyé la cabeza en la puerta —sentí pánico porque no sabía cuánto deseaba acariciarte. 

Magali Weaver

Hola amigos!!! Qué les parece la historia, espero que les guste tanto como a mi. Si les está gustando pueden ayudarme regalándome sus reseñas y estrellitas, eso me ayuda un montón!! I Love 💕

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