Arlet
Debería ser ilegal permitir elegir profesión antes de cumplir los 20. Cómo se supone que con 18 años alguien puede elegir de forma correcta que va a hacer durante los próximos cincuenta años, es ridículo pensar que el ciento por ciento de jóvenes va a acertar.
Por desgracia, yo era un número más en ese porcentaje que no acertó sobre lo que le apasionaba hacer para el resto de su vida. En algún momento entre Matemática financiera o Concursos y Quiebras perdí completamente el rumbo. Simplemente no podía imaginarme pasar la vida rellenando hojas de cálculo, me asfixiaba la idea de pasarme horas y horas en un despacho.
La verdad es que me gustaba lo que estudiaba hasta que un día me tope con mi verdadera pasión cuando buscaba un libro sobre error de medición y variables latentes en econometría. Encontré por casualidad una copia que alguien había colocado mal de “Jane Eyre”.
Fue amor a primera vista en cuanto terminé el libro supe que quería ser como Charlotte Bronte. Por desgracia mi amor por las letras llegaba realmente tarde, tarde para comenzar de cero, esa fue la razón para continuar contabilidad y pasarme los fines de semana buscando nuevos libros para devorar.
Era algo metódico, resumía cada libro, creaba fichas con citas y técnicas de escritura que reconocía. En ocasiones asistía a conferencias y exposiciones sobre diferentes autores. Fue así como conocí al profesor Mateo De Luca.
—Emily Bronte creó un mundo alimentado por sí mismo en esos páramos que tanto amó, en donde constantemente vemos la interacción entre dos familias, los Earnshaw, y los Linton. En el centro encontramos este personaje cargado de dualidad y misterio; Heathcliff, que se nos muestra como alguien inteligente, pasional y carente de sentimientos al mismo tiempo, esa es la gran contradicción que nos lleva a intentar descubrir que esconde bajo esa tosca fachada …
Tome un lugar al fondo del salón mientras el profesor De Luca hablaba de una de mis obras favoritas para ilustrar concretamente a que se refería con un personaje redondo y uno plano. Podía escucharlo durante horas sin mover un músculo, sin sentirme agotada o distraída.
El profesor De Luca durante años había dado clases en la universidad hasta que se jubiló, por desgracia poco tiempo después su esposa murió. Eso lo devastó. Sus hijos lucharon incansablemente por llevarlo a vivir con ellos aunque él se negó rotundamente.
Por fin considero que tenía dos opciones o dejarse morir en la fría casona que antes era alegre y llena de luz o ayudar a otros y morir como vivió; hablando de lo que más amaba luego de su familia.
Así fue como creó el curso de escritura creativa para aspirantes a escritores. Lo impartía todos los sábados en el salón de usos múltiples de la biblioteca, completamente gratis, cosa que yo agradecía porque de otra forma sería una de las muchas cosas que difícilmente me hubiese podido permitir.
Conocerlo era de esas cosas mágicas que rara vez ocurren, no solo era extremadamente brillante, sino que parecía adivinar qué pensaba cada uno de sus alumnos antes de decirlo. En ocasiones caminábamos hablando sobre libros hasta un café cercano y pasábamos horas hablando de la novela en la que trabajaba.
Claro que por el momento eso solo se trataba de un sueño. La verdad era que nunca tuve claro que me gustaba, que quería de mi vida, o para qué era buena.
Siempre todo sucedió como una constante toma de decisiones apresuradas para no terminar como mi madre, para complacer a mis abuelos o estar cerca de mi mejor amigo.
Matt siempre tenía todo muy claro: terminar la escuela, estudiar ingeniería civil, crear un estudio y vivir una vida de lujuria salvaje hasta que se jubilara, después quien sabe ¿comprar un bote?, no lo sé, pero fuese lo que fuese era seguro que ya lo tenía planeado.
En cambio yo, nunca había pensado en lo que quería o como lo quería. Siempre Matt era el sol en mi universo y como cualquier otra estrella brillante solo podía verlo a él.
Matt perfecto, alto, con ese cabello desordenado corriendo en la hora de gimnasia.
Matt con ese perfume delicioso que usaba cada vez que estaba con Jiwoo y pasaba delante de mí. Viéndolo pasar con el corazón destrozado, deseando correr a llorar contra la almohada.
Su roce que me provocaba cientos de corrientes eléctricas, mientras me preguntaba si todas esas células estaban allí siempre y si así era, por qué no me desmayaba cada vez que me colocaba la ropa.
Matt destrozado porque su primer amor lo había engañado con su amigo. Pasando el tiempo borracho y yo como siempre allí. Sosteniéndolo sobre el retrete mientras vomitaba, abrazándolo cuando lloraba. Fingiendo estar bien para él.
Matheus yendo a la universidad y como no podía ser de otra manera corrí tras él anotándome en cualquier cosa que se pudiese estudiar en el mismo lugar donde estuviese él.
Porque no podía vivir más con mi abuela y porque no iba a poder vivir sin él.
—Arlet ¿estabas esperándome? —dijo el señor De Luca sacándome de mis pensamientos.
—Oh, sí claro pensé que podríamos caminar un poco antes de ir a casa, hace un día precioso ¿no lo cree?
Me sonrió compasivo como adivinando que lo necesitaba.
—Claro, eso me encantaría.
Caminamos por el parque que se encontraba frente al salón de usos variados en donde el profesor daba su curso. Era un día maravilloso, de eso no había lugar a duda. El sol brillaba y la brisa era suave, de vez en cuando el aroma a flores nos llegaba con fuerza.
—Dime ¿cómo va tu novela? —se sentó en una banca y yo me senté junto a él.
—Creo que para llamarla novela, primero debería estar terminada ¿no lo cree?
—¿Y qué te detiene?
—No estoy segura —di un largo suspiro y el profesor me imitó —hace un momento pensaba en algo.
—¿En qué pensabas?
—En que nunca me planteé que era lo que quería realmente para mí, para mi vida. Lo que quiero decir es que todas mis decisiones las tomé pensando en alguien más, tratando de satisfacer a los otros. No lo sé, ni siquiera tiene sentido.
—Lo tiene, créeme ¿Y qué es lo que quieres justo en este momento?
—Es que no tengo idea, todos parecen ser perfectos a mi alrededor y yo siempre me siento estancada.
—Nadie es perfecto, aunque a algunas personas les gusta fingir que lo son —buscó un cigarrillo en su bolsillo —creo que tu problema es que siempre intentas ir por el buen camino, “no debería”, “no podría”, a veces algo de problemas y momentos límites pueden ser buenos para el alma.
—No voy a fabricar metanfetamina en una caravana —el profesor lanzó una carcajada estridente.
—Sin duda no me refería a eso, hablo de explorar tu sentido de aventura. ¿Dónde está el límite? ¿Te atreverías a romperlo? Esas experiencias excitantes te van a inspirar. Puede que cruzar la línea sea lo que necesitas.
El profesor sonrió justo cuando mi celular comenzó a sonar. Mire la pantalla y vi que era Matt.
Matt:
Nos vemos en Wal-Mart en media hora.
Búscame junto a las bebidas.
—Creo que deberías atender a tu conflicto interno y responder —dijo con picardía refiriéndose al mensaje que me había llegado —¿es quién te tiene tan confundida?
Sonreí.
—Es mi Heathcliff creo. Creo que debería averiguarlo. Desde que volvimos de nuestras vacaciones de verano todo es un poco raro. En ocasiones me pregunto qué fue lo que cambió.
—Averiguar que fue lo que cambió parece ser un buen comienzo.
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Matheus
—Me parece una locura —dijo Art mientras buscaba la marca de Ron que necesitábamos. Bueno que yo necesitaba—y podrías recordarme por qué tenemos que venir juntos de compras.
—¿Por qué? —cuestioné —ya lo hemos hecho antes y nos fue bien —miré la botella que había puesto en el carrito —y la razón es simple, nunca respetas la lista.
Arqueó la ceja.
—Tus listas son una porquería, no quería decirlo, pero no sirven de nada. ¿Tequila, Coca- Cola, condones? —leyó en voz alta —¿Qué clase de porquería es esta? No se si lo sabes, pero necesitamos comer —replicó con una risita, me miró de arriba abajo y el corazón se me aceleró un poco.
—¡Qué grosera! —sonreí tratando de disimular el deseo que aumentaba en mi interior día a día.
—No lo sé, me parece que esta vez es una mala idea por un millón de razones —cambio de tema, volviendo a nuestra discusión inicial —¿No te parece un poco arriesgado? —Se encogió de hombros —cuando estábamos en la universidad era diferente, pero este es un cliente real, sin contar con que probablemente ya te haya investigado.
—Vivimos juntos ¿nadie puede cuestionar eso?
—Pero justo anoche trajiste una cita a nuestro nidito de amor cariño —me empujó con su hombro.
—Nunca las hago pasar por la puerta del frente, le pagué a Ernesto para que me abra la puerta trasera.
—Pobre Ernesto. ¿Por qué lo haces cómplice de tu promiscuidad? — tomó unas papas y las puso en el carrito.
—¿Estás celosa, cariño? —contesté, tratando de poner a prueba la reacción de Arlet.
Su rostro adoptó una mueca de disgusto y se puso tensa. Yo no pude evitar sonreír al ver que le molestaba más de lo que me imaginaba.
La verdad era que si Arlet me hubiese dado una sola señal de que ella quería algo más de mí de inmediato hubiese apartado a cualquier chica por espectacular que fuese. Me obligaba cada día a recordar que mi amiga era intocable e inalcanzable por muchas razones. La primera era que ella solo me veía como un hermano, nunca me había lanzado una señal confusa, mostrado algún tipo de interés o celos. La segunda era que yo no era lo suficientemente bueno para ella, nunca lo sería. Ni siquiera sabía si podría algún día tener una relación normal. Ella era la única persona en la que confiaba ciegamente, la persona más leal que conocía, prácticamente un ángel y no sería yo quien le rompiese el corazón. Claro que no podía decirle que todas esas mujeres eran solo distracción para mí porque en el fondo ella esperaba mucho más de mí pecadora alma.
Sabía que en algún lugar en el fondo de mi ser la culpa se retorcía en mi interior por estar mirando lo bien que le quedaba el jean a mi amiga. Sin duda la vista era más estimulante de lo que necesitaba en ese momento por lo que me obligue a apartar la mirada. Mi entrepierna no necesitaba esas caderas contoneándose justo frente a mí.
Arlet siempre me pareció hermosa de esa manera tierna como podía ver hermosa a una hermana o prima. Nunca me habían gustado mucho las chicas morenas, sobre todo después de lo que me hizo mi primer amor Jiwoo, pero el cabello negro y el color café de sus ojos siempre habían sido mi debilidad.
Así fue que durante mucho tiempo fuimks simplemente amigos. Hasta el verano anterior, no recuerdo exactamente de quien de los dos fue la idea de ir al lago ese día durante las vacaciones, pero verla caminar despreocupada con un diminuto pantalón corto, su cuerpo húmedo al salir del agua y observarla tomar sol con un puñetero bikini rojo que alentaba mi imaginación más de lo debido, no fue la mejor de las ideas.
Luego de ese día el corazón me golpeaba en el pecho cada vez que la veía con el pantaloncito de pijama en el sofá o envuelta solo en una toalla después de darse una ducha.
—No entiendo por qué necesitas una prometida para que te den el trabajo.
—Puede que corra el rumor de que no soy exactamente estable, ni un ejemplo de buena moral —me las arregle para sonar indiferente —y mi potencial cliente es muy conservador, para mi mala suerte también es asquerosamente rico y tiene el proyecto que puede cambiar mi vida para siempre. La empresa puede despegar de una forma que nunca soñé. Pero solo si puedo convencerlo de que comparto su visión.
—Entiendo —tomó la mano con la que llevaba el carrito y la apretó suavemente —necesitas ser un ejemplo de buena conducta. Eso es difícil.
Oculté mi semblante para que no notara cuanto me afectaba y quité la mano porque no podía seguir resistiendo su contacto, lo que necesitaba era tomar distancia de ella. No me podía permitir dejar caer los muros que con tanto esfuerzo había construido.
—No voy a obligarte a hacer nada —a la m****a con todo, ya no podía estar más jodido —. Si no quieres hacerlo voy a buscar a alguien más, es lo justo.
—¿Qué ganaría yo con todo esto? —me lanzó una sonrisa traviesa a través del espejo de la zona de vegetales.
«Lo que quería darle no podía decirlo en voz alta».
—Lo que quieras —parecía satisfecha con mi respuesta.
—Sí, yo diría que puedo hacerlo por ti. La realidad es que no puedo negarte nada y creo que siempre te aprovechas de eso —se mordió el labio inferior y ese simple gesto bastó para enloquecerme.
Me acerqué por instinto con el corazón desbocado. Ella humedecio sus labios sin darse cuenta y no logré dominarme, sabía que la necesidad ardia en mi rostro.
Ninguno de los dos dijo nada durante unos minutos, simplemente nos miramos el uno al otro. Luego sin poder evitarlo me incline un poco más hacia ella y le retire un mechón de cabello del rostro.
Arlet y yo nos miramos confundidos. Ninguno de los dos puede ignorar la chispa de excitación que se enciende entre nosotros. Sin embargo como siempre decimos ignorarlo.
—Ahora que estamos de acuerdo creo que podemos arreglar los detalles —dije fingiendo que no había pasado nada —¿Qué tal si almorzamos?
Me miró con una expresión vacilante antes de asentir sonriente.
Tendría que acostumbrarme a ocultar mi deseo.
MatheusDesde hacía un par de meses estábamos trabajando incluso los sábados. Competíamos contra una de las empresas más grandes de ingeniería estructural por la expansión hotelera de Marcus Goltman.—¿Del uno al diez que tan bien estuvo tu noche? —dijo Alex en cuanto entró por la puerta.Aparté la vista de los planos para mirarlo.—¿Un 7? —volví a los planos —no estoy seguro, pero el pasillo de la vergüenza fue grandioso.—Son unos malditos sádicos, de verdad que por mucho que lo intento no logro entenderlos—comenzó a reír —es momento de
ArletEl lunes por la mañana estaba sentada en mi cubículo con la mente puesta en varias direcciones. Desafortunadamente para mi jefe ninguna de esas direcciones llevaba a la presentación de los estados financieros que necesitaba para la reunión del miércoles.En lugar del Excel sin terminar que aclamaba mi atención en la pantalla, yo me encontraba pensando en la piel de mi amigo, aún avergonzada por lo mucho que me había gustado sentirlo. Por un lado intentaba convencerme de que solo se trataba de un momento de debilidad, aunque por otro lado revolcarme y llorar como una niña por la enorme humillación que había sufrido era buena idea.Por suerte para mí en la puerta de mi cubículo apareció una rubia alt
MatheusTodas mis buenas intenciones se estaban a punto de ir por el caño. Mi cordura estaba pendiendo de un hilo muy frágil. Cuando no estaba con Arlet era fácil ver que era lo que tenía que hacer, olvidar lo que nos estaba pasando. Era una locura arriesgar nuestra amistad porque no podía controlarme. Pero al tenerla allí con su cuerpo pegado al mío, no me importaba quien era, no me interesaba nuestra historia, la deseaba con anhelo y era incapaz de pensar en otra cosa.Sin darme cuenta de lo que estaba haciendo senté a Arlet en mi regazo. Ella me tomó con fuerza por el cuello como si temiera que la apartara de mí, hundió su rostro en mi pecho y respiró profundamente.Decidí que sería fuerte que negaría
MatheusCuando entré a la habitación la vi sobre el escritorio completando los ejercicios de cálculo que teníamos que entregar la siguiente semana. Arlet levantó la vista de las hojas para saludarme. Cerré la puerta y me dejé caer en la cama.—Sabías que esa tarea es para la próxima semana ¿no?—Sí, pero no todos tenemos padres ricos y con mucha culpa que pagarían la universidad que sea. Algunos nos tenemos que esforzar.—Pobre Anita la huerfanita — hice un puchero.
ArletTenía un enorme informe tributario que realizar, aunque en su lugar estaba mirando fijamente la tarjeta que me entregó Sofi. No podía decirle que no estaba segura de si se la daría porque no tenía el valor para decirle lo que estaba ocurriendo con Matt.Jiwoo era abogada y vivía aquí a solo 15 minutos. ¿Qué pasaría si Matt se enteraba de ello? ¿Correría a buscarla? ¿Querría hablar con ella después de todo? ¿Todavía tendría sentimientos guardados?Sentí una fuerte necesidad de esconder esa información por el momento. No pensaba engañarlo, era simplemente que necesitaba saber que iba a pasar entre nosotros
ArletRealmente siempre me había costado hacer amigas, me costaba crear esa conexión e interesarme por las mismas cosas como hacernos las uñas, discutir sobre citas o rutinas de ejercicio. Odiaba el ejercicio, aunque ese no era el problema. El problema real era que en cierta forma siempre era la duff de mi propio amigo.Él era divertido, carismático, muy atractivo. Por ello cada chica que se me acercaba en el colegio y luego en la universidad era para en realidad acercarse a él y no a mí. Con el tiempo dejo de importarme, tenía a Matt. Hasta que un día conocí a Sofí, ella era diferente. Nunca se interesó en mi mejor amigo y conectamos de la forma más extraña que hubiese imaginado a pesar de que nuestros gustos eran completamente opuestos.
Arlet—Muchas gracias por recibirnos señor Goltman —dije mientras nos adentramos en la casa.Marcus le dio un fuerte apretón de manos a Matt y me rodeo con sus brazos de una forma muy familiar.Si el vestíbulo era enorme la sala de estar era completamente impresionante. Con solo un vistazo pude ver que era incluso más grande que nuestro departamento y seguramente cuatro veces mayor que la pequeña habitación que compartíamos en la universidad.—Muchas gracias por venir, Arlet; Matheus me ha hablado mucho sobre ti. Creo que lo tienes completamente loco. Por favor llámame Marcus —me ofreció el brazo
MatheusQue puta mierda era todo esto. El sexy sujeto de la librería por el que Arlet había estado babeando durante dos semanas era el único hijo del señor Goltman, Ezra Goltman.Desde que había llegado no se había despegado de mi prometida, bueno mi prometida ficticia, pero eso él no lo sabía y me parecía el colmo del descaro que coqueteara con tal descaro en mis narices ante la atenta mirada de Javier y su esposa.Me hervía la sangre ver a Arlet reír con ese tipo como si yo no existiera, no eran celos, nunca había sentido celos de las aventuras de mi mejor amiga. A excepción de Noha, a ese idiota sentía ganas de estrangularlo cada vez que lo veía. Pero en esta ocasión era distinto ella estaba poniendo