El amor

Mamá mejoró como si nunca hubiese pasado por ningún problema, las causas del sangramiento por la nariz, o más bien, las causas del desmayo no se repitieron en el transcurso de la noche y al día siguiente, probablemente ella tenía razón en pensar que era el calor la que producís ese desorden en su cuerpo, menos mal que el interior de la casa era fresco y despejado, no hubiese querido pensar en mamá desmayada la mayor parte del tiempo.

Nuestro camino a la escuela fue muy agradable, papá nos contaba historias de extraterrestres, Emanuel estaba muy interesado en el tema porque papá tenía muy buena narrativa, por primera vez me pregunté cuando había estudiado papá para obtener su título, apenas tenía veinte años cuando partió con mamá, por lo menos tuvieron buena suerte al establecerse, mi curiosidad por conocer la razón de guardar aquel secreto se acrecentaba, pero estaba decidida a no hacer más preguntas y simplemente dedicarme a vivir el presente.

A la hora del receso nos reunimos como siempre las amigas, Gloria, Silvana y yo, para comer nuestra merienda.

-Para mañana luciré mi nuevo traje de baño.-Anunció Silvana orgullosa.-Ya saben que la última vez se me rasgó con todas las conchas que habíamos recogido.

-Porque las escondiste, te advertimos que te pasaría.-Le dije divertida.-Imagino tu cara cuando viste el traje de baño roto.

 Las tres reímos.

 -Papá amenazó con castigarme, se queja tanto de lo poco que gana y lo mucho que gasta que apostó que no compraría otro.

-No es para menos Silvana.-Habló Gloria.-Eres una caprichosa, para me hubiese suspendido las salidas. Bueno de igual forma mañana iremos a los arrecifes, ¿se imaginan que encontremos perlas?

-No encontraremos perlas.-Dije con tono pesimista mientras mordía mi pan con mermelada.

 -Se optimista María Victoria, encontraremos perlas.-Silvana levantó la mano como si fuese un bucanero.-Y seremos millonarias, podremos viajar y comprar todos nuestros caprichos.-Reímos como locas las tres, Silvana se movía de un lado a otro como una modelo en plena sesión de fotografía.-Y nos enamoraremos y ellos se enamorarán de nosotras.

 -Yo sólo quiero que Miguel me quiera.-Miguel era el niño más lindo del colegio, en ese momento charlaba con su grupo de amigos, seguramente hablaban de niñas y no justamente de nosotras, Gloria que era su admiradora empedernida no había conseguido llamar su atención y Silvana y yo servíamos de mucha ayuda.- ¿te imaginas que estudiemos en el mismo salón luego de salir de aquí?

 -He escuchado que se va a la ciudad, muchas familias piensan que en San José no hay futuro.-Dije con tristeza,  a mí no me entusiasmaba la idea de abandonar mi casa.

 -Y no se equivocan.-Secundo Silvana.- ¿qué podremos encontrar aquí? Cuando llega la ropa ya ha pasado de moda, los autos…el mismo modelo que hace diez años, sólo a directora disfruta de un auto año 55, y eso gracias a su divorcio según lo que he escuchado, ¿con quién podremos casarnos? ¿Con un pescador o con un comerciante?

-Puede que nos casemos con un  americano, uno de esos que llegaron hace tiempo y regresan de vez en cuando.-Die soñadora.

-Mamá dice que cuando se está enamorada no importa quien se la persona y yo creo que es así.-Gloria seguía mirando a Miguel.-Si Miguel viniera en estos momentos…

-¡Gloria, apenas tienes once años!-Se horrorizó Silvana.

-Miguel tiene doce.

-Déjala que sueñe Silvana.-defendí a Gloria.-Es bonito sentirse así, yo nunca me he sentido enamorada como tu Gloria.

 -Gloria no está enamorada.-Silvana era tajante, parecía una adulta dando sus instrucciones.-esos sentimientos son sólo un capricho y eso que me dices a mi caprichosa.

 -Llámalo como quieras, soy libre de soñar con Miguel.-Suspiró y luego rió.- ¿Has visto el vestido de novia de tu madre María Victoria? _Me preguntó de pronto.-El de mi madre es una belleza, todavía papá lo conserva blanco, impecable.                 

 Lo que dijeron a continuación no sé qué fue, pues la pregunta me desconectó de la conversación, nunca había visto el vestido de novia de mi madre, ¿lo tendría? Mamá y papá no tenían fotos del día de su boda, y en las cosas de mamá no se encontraba un vestido de novia, quizás en uno de sus baúles guardados en la habitación del fondo. Sería magnífico ver el vestido de novia de mamá, que me narrara ese día especial de su vida, me imaginé que sólo estarían presentes los padres de ella, pero si ahora se veían tan enamorados, para ese entonces lo estarían mucho más.

Cuando las actividades escolares culminaron, extrañamente Emanuel se detuvo a mi lado.

-Me he sentido mal María.-Me dijo casi sollozando.-he tenido dolor de garganta.-tosió y luego se ajustó el morral en los hombros.

-Ya vamos  a casa.-Le toqué la frente con la palma de la mano y lo sentí un poco caliente.

-¿Tengo fiebre?-Los ojos lucían algo pequeños y llorosos

-Debiste avisar que te sentías mal, sabes que no puede subirte la fiebre.

-No me sentí mal hasta hace media hora ¿por qué no lega papá?

-Ya viene, tranquilízate.-Le acaricié el cabello, papa apareció sonriente, frotó las manos y exclamó.

-¡Listo, a casa!

-Papá, Emanuel tiene un poco de temperatura, dice que le duele la garganta.

Papá se inclinó y levantó la barbilla de Emanuel, sentí lastima por mi hermanito, hacia tantas tremenduras que ahora verlo decaído era un desaliento para papá y para mí.

-Vamos a casa entonces, hace un clima fresco ¿podrás caminar?

-Si papá.-Papá lo tomó de la mano, yo acomodé los pocos libros en mi brazo y le quité el morral a él para aligerar su malestar.

-¿Cómo les fue hoy en las clases?-Preguntó papá mientras transitábamos las calles hacia la casa.

-A mí me fue muy bien, ya casi no hay materia que ver papá, pronto nos iremos de vacaciones.-respondí yo entusiasmada por las cercanas vacaciones.-Hablaba con Gloria y Silvana de continuar estudiando en el mismo colegio, ya vamos a otro nivel.-muchos niños irán a la ciudad.

-Yo quisiera ir a la ciudad cuando culmine la primaria.-intervino Emanuel, y no parecía una niñada.

-¿Y tú María Victoria? ¿También quieres ir a la ciudad?

-Yo no papá, si quisiera ir a estudiar fuera de aquí, a otro Estado me refiero ¿nos iríamos?

-Habría que pensarlo, la ciudad es tempestuosa y peligrosa aquí vivimos tranquilos.

-La ciudad tiene sitios tranquilos papá.

-¿Cómo lo sabes Emanuel?

-Tengo un compañero en clases que tuvo que mudarse aquí por el asma y me cuenta…-Emanuel tosió de pronto, temí que una gripe se hubiese apoderado de él ahora que no podía faltar a los exámenes, por otro lado mamá se preocuparía mucho, Emanuel solía ser muy enfermizo y ahora que había podido superar algunas enfermedades de pronto otra fiebre.-…me cuenta que vivía en un lugar hermoso y tranquilo, casi no se escuchaban automóviles, es una lástima que haya enfermado y tenido que venir aquí.

-No tiene nada de malo vivir aquí Emanuel.-Le dije.-A mí me gusta, muchas personas viene aquí para envidiar nuestros paisajes y estar una temporada en sana paz.

-Emanuel tiene razón hija.-Dijo papá con algo de tristeza, se detuvo un momento en la esquina donde una floristería exhibía frescas rosas abiertas entre blancas, rojas y amarillas, también abundaban las silvestres de color azul y fucsia, margaritas y gladiolas,-Llevemos flores y bombones a su madre.-Escogió las gladiolas altas, las prepararon con esmero colocando eucaliptos y pompones, también compró bombones con centro de avellana y pidió que lo unieran al ramo con una cinta de regalo.-Se lo entregaremos por su mejoría.-Lo miramos contentos, lucía tan enamorado d ella. Tomó la mano de Emanuel y emprendido de nuevo la caminata.-Como veníamos hablando, la vida en la ciudad a pesar de estar sujeta a sobresaltos, también tiene sus cosas hermosas, es cuestión de gustos, yo no cambiaría esto creo que yo tampoco Lourdes lo haría.

Papá culminó la charla y continuamos nuestro regreso a casa, mamá permanecía adentro cuando legamos, papá abrió y corrió a la cocina, ella se volvió y nos miró a los tres pero fue papá quien le entregó el ramo. Emanuel y yo nos detuvimos sonrientes entre el corredor de la sala y la cocina para verlos, no sé qué sentiría mi hermano, pero a mí se me llenó el corazón de ilusión cuando papá levantó por la cintura a mamá luego de entregarle las flores, ella reía divertida, lo miraba a él y nos miraba a nosotros.

-¡Qué bella sorpresa, gracias!-Dijo rebosante de felicidad.

-Son para la mujer más...-Papá se interrumpió y susurró lo siguiente al oído de mamá, ella rió tímida mientras la cabeza se le iba atrás.-Te amo.-Le dije a continuación y la bajo lentamente, cuando sus rostros se encontraron papá la besó, eso era el amor, el labio superior de papa tomó el inferior de mamá por cuestión de segundos, hubiese podido llorar de felicidad al verlos mantener una mirada larga y apasionada, los verdes ojos de papá lucían diferentes, mamá sólo le sonreía algo nerviosa quizás porque Emanuel y yo los observábamos. Mama y papá siempre tenían escenas de cariño frente a nosotros, pero el de este omento me pareció diferente y muy especial, papá tal vez necesitaba calmar su propia angustia por el repentino desmayo de mamá, o ¿pasaría otra cosa entre ellos que lo hacía obsequiarle esas flores? ¿O quería algo de ella que le había dado aquel beso?

-Bueno.-Dijo por fin acomodándose la camisa.-la sorpresa es la buena noticia, la mala es que Emanuel viene con calentura y dolor de garganta.

-¡Dios!-Mamá dejó las flores sobre el mesón de la cocina y se acercó al niño.- ¿te duele mucho mi amor?

-Un poco mamá.-Emanuel se puso chiquitico, hasta parecía de tres años y no de nueve, papá y yo nos miramos y me dispuse a colocar las flores en agua, dejé el morral de Emanuel en una de las sillas de la cocina  y mis cuadernos sobre la mesa que hacía juego, ahí comíamos los cuatro a diario, caso no utilizábamos el comedor.

-¿Cuándo te ha comenzado la calentura?-Mamá había sentado a Emanuel en una silla y abrió uno de los gabinetes crema de la cocina para extraer un termómetro, era de esas personas que todas las habitaciones de la casa tenía uno, una vez papá se sintió mal luego de lavar el auto del Doctor Caster y ella viéndolo quejarse lo convenció de su fiebre extrayendo un termómetro de uno de sus materos, sólo tenía que abrir la cápsula para saber que está limpio y fresco, pues mamá lo mantenía a la sombra.

-Apenas hace media ahora.-respondió Emanuel-Y no comí nada en la cantina ¿ves mamá?

-Si cariño.-Ella se arrodilló e introdujo el termómetro dentro de su boca.-Suerte que he preparado una crema para almorzar, comerás eso y gelatina.

Mamá se incorporó y fue a la cocina, seguramente para encenderla y calentar lo que había preparado. Papá había ido a su habitación y se había cambiado por una franela blanca y un pantalón corto hasta las rodillas, yo ya tenía listas las flores y una vez en el jarrón se las extendí a mamá.

-¿Dónde las quieres mamá?

-Dámelas cariño, yo misma las colocaré en la si.-Salió galopante a colocar el jarrón con flores en una repisa alto color marrón oscuro, luego regresó y extrajo el termómetro de la boca de Emanuel. Papá y yo nos acercamos a ella para tratar de mirar el interior del instrumento, ero sólo ella podía ver el número que marcaba, lo había levantado más arriba de su cabeza y tres segundos después anunció:

-Hasta ahora es un pequeño quebranto. Bien hijo, ve a tu cuarto, cambia tu ropa y colócate algo fresco, a tu regreso te daré algo para la garganta, abre la boca.-Emanuel lo hizo y los tres caso metemos la cabeza dentro de su boca.-Ya, puedes cerrarla.

-Me duele mamá.-Se quejó otra vez Emanuel con los ojos cristalizados.

Si cariño, con el jarabe que voy a darte y el reposo todo terminará, bien, ahora a tu cuarto, ah, y lávate bien las manos y la cara antes de regresar aquí.

Emanuel obedeció, quizás no de buena gana pero fue, su paso era lento y pesado se comportaba como un consentido.

-Yo también iré a cámbiame, en seguida regreso.-Mamá me sonrió, la alegría evidente que mostrara cuando llegamos se perdió cuando viera que Emanuel tenía quebranto.

-No te preocupes mujer, le pasa a cualquiera.-escuché decirle papá a mamá, antes de cerrar la puerta de mi cuarto vi cuando la abrazaba por la espalda y ella se apoyaba en su pecho.

Luego de almorzar cada quien durmió una siesta, desperté casi a las tres acalorada e inquieta, escuché un momento el silencio y lejanamente percibí el tono de voz de Emanuel pidiéndole algo a mamá, continué en la cama apoyada a mi suave almohada, tendida en la cama de sábanas color rosa. ¿Alguien se enamoraría de mí como papá lo estaba de mamá? ¿Me dirían te amo con la misma sinceridad con que él se lo había dicho a ella? Seguramente solía decírselo a diario, seguramente se harían promesas a diario mientras dormían juntos en la habitación, seguramente sus corazones saltaban emocionados albergando miles de esperanzas, nos mirarían a sus hijos llenos de orgullo por haber realizado tal obra, sí, eso era el amor, la definición perfecta de los bellos sentimiento de la novelas que mamá miraba a diario antes de irse a la cama, la realidad de los besos falsos que aquellos protagonistas se proporcionaban, Gloria por miguel y el n ser correspondida ¿y yo? Quedándome en San José ¿descubriría el amor? ¿Sería un joven tan guapo como papá? ¿Tendría su porte, sus ojos sinceros y claros? Suspiré ilusionada por el futuro incierto que me esperaba, afuera, a través de la ventana de mi habitación, el sol lucía brillante, quemaría las alturas de las palmeras, tibiaría el agua del mar y haría que los niños descalzos corrieran a buscar la sombra, las flores de mamá tornarían su color. Justo frente a mi ventana, cruzando la calle la señora Isabel tenía árboles frutales en donde las aves coloridas brindaban su canto, por las mañanas abundaban ruiseñores, azulejos y arrendajos golpeaban mi ventana trayendo pedazos de frutas robadas, las nubes se movían lentamente en el cielo, la brisa era tan tenue y el calor algo agobiante, a veces húmedo y pegajoso, más esa tarde, a pesar del poco viento la tarde era aromática y divina, quise permanecer en cama un rato más y soñar con un príncipe azul.

Cerca de las cinco comencé a escuchar algo de música, al día siguiente no tendría clases, así que podía relajarme en grande. Mamá me había preparado un poco de gelatina de naranja con un pedazo de la torta de chocolate que hiciera días antes.

Emanuel abrió sigilosamente la puerta y asomó la cabeza.

-Pasa.-Lo invité bajando el volumen de mi radio.- ¿cómo te sientes?

-mejor.-Entró y se sentó en la orilla de mi cama, llevaba un short azul oscuro y sólo una camiseta blanca protegiéndolo el torso.-Estaba pensando que mañana irás a la playa sola, porque mamá no ve bien que yo asista con dolor de garganta.

-Y tiene razón, ya sabes que en calor los malestares gripales se duplican.

Pero era el viernes que me tocaba ir contigo, y además mañana viene la señora Núñez ¿me dejarás solo?

-No…no lo sé.-Me sentí mal por él, por un lado su malestar no permitiría que fuera, y por otro lado, Gloria y Silvana ya habían planeado llevar la balsa y Emanuel no podía saberlo.-No depende de mí Emanuel, mamá…

-Sólo quiero que me prometas algo.-Me interrumpió e hizo un puchero remilgón. Venía un mal momento, una promesa para mi hermanito.-Si mejoro…

-Emanuel tu…

-Sólo si mejoro, tú sabes que puede suceder, mamá atacó el dolor y ya no tengo fiebre, quisiera que hablaras por mí, que por favor le pidieras a mamá que me permita ir con ustedes.

Mirar sus ojitos empañados por el malestar que había sentido antes, escuchar su vocecita suplicante, me conmovió, a las chicas no le agrada ese viernes cuando me llevaba a mi hermano porque Emanuel era inquieto y solía luego repetir todo lo que hablábamos durante el paseo, a sus amigos del colegio, a mí en realidad no me importaba pero como niños al fin, solían burlarse de Silvana y de Gloria. Por otro lado, ellas no tenían un hermanito tan irremediablemente impredecible como Emanuel, pero si tan sólo era aún viernes al mes, ¿qué de malo tenía? Además mamá y papá repetían a diario que los hermanos deben amarse y cuidarse, compartir las pequeñas cosas y las grandes dichas y cuando Emanuel y yo escuchábamos aquellos consejos, nuestras discusiones cesaban por unos días y renacía entre nosotros un amor fraternal que luego se olvidaba cuando Emanuel se entrometía en mis asuntos.

-Está bien, estoy segura que para mañana iremos  todos a la playa Emanuel.

-¡Bien dicho! –Rió, encogió los hombros y se levantó, luego frotó las manos.-Iré a arreglar mis chapaletas.-Salió del cuarto y pensé: ¿y si no es buena idea la salida en la balsa?

Luego que saliera, y pensando en la conversación sostenida con Gloria y Silvana, terminé los últimos trocitos de tortas y gelatina que quedaran en el plato y salí del cuarto. Antes de encaminarme al pasillo escuché un susurro y la risita melosa de mamá. Saqué los pies de las pantuflas color rosa y en puntillas y con el cuello adelantado me acerqué a donde escuchaba sus voces, que venían d ella sala. Me arrodillé y me oculté detrás de una de las sillas color champaña que mamá colocara en los rincones como detalles decorativos, además de algunas plantas, nuestro piso era de un granito claro que mamá limpiaba cada semana con mucho esmero, ese día seguramente lo había pulido porque al día siguiente vendría la señora Núñez a solicitar sus servicios. Me arrodillé junto a la silla y lentamente me acomodé para espiar a papá y a mamá, una curiosidad enorme latía en mi pecho, no sólo porque mamá se sintiera algo enferma sino también por los misterios que rodeaban su amor. Mamá sostenía un pañito amarillo entre las manos, limpiaba las hojas de las plantas e interrumpido su labor para trenzarse en el cuello de papá, ambos sonreían en los oídos del otro, parecía que papá le comentaba cosas divertidas porque ella giraba la cabeza hacia atrás, Papá se inclinó sobre ella sosteniéndola por la espalda y alcanzó su oreja izquierda con los dientes, mamá dejó de ir y lo miró a los ojos, me pareció creer que de cada uno de sus ojos un hilo de fuego surgía, papá sumergió las manos por la camiseta de mamá y tomó uno de sus senos, mamá gimió y aferrada a su cuello, con lo chiquita que era no tuvo ningún problema en alcanzar su boca y besarse un bes largo y romántico, papá sacó la mano y la levantó para tenerla más cerca, luego bajó por su espalda y tomó sus posaderas con suavidad, mamá besó su nariz y sus ojos, él le dijo algo muy bajito y ella volvió a reír, papá entonces sonriente le acarició el cabello, sus dedos pasaron desde la frente de mamá hasta el final del sedoso cabello de esta y con tono suave le susurró hasta que llegara a mis oídos:  Te amo, mi amor, te amo como loco.

-Espera la noche.-Mamá bajó de la nube en que estaba, desprendiéndose de los brazos fuertes de mi padre que luego que ella dijera esto último había sonreído, mostrando una dulzura simpática.

-¿Promesa?-Le preguntó levantando la mano en señal de juramento y en respuesta mamá se inclinó y volvió a besarlo en la boca.-Te creo.-Ambos rieron escandalosamente, yo como toda una espía retrocedí todavía de rodillas, llegué a mía pantuflas y poniéndome de pie caminé hacia el patio en donde mamá solía lavar las piezas delicadas, se hallaba la lavadora y las cuerdas improvisadas por papá para que mamá extendiera toda la ropa limpia, los días soleados en que mamá se ocupaba del lavado de la ropa. Papá de detenía a conversar con ella, sus temas eran variado, a veces demasiado complicados para que yo comprendiera, pero nunca hablaban de familiares, todo se reducía a los tres años juntos, Emanuel y yo como punto de partida, luego el trabajo de papá, las manualidades de mamá y la economía. Eran la compañía perfecta, y ahora que lograba encontrarlos yo más juntos ansiaba con que en mi futuro un Arturo Ríos se presentara y me jurara amor eterno, me tomara en sus brazos y me ascendiera por los aires haciéndome delirar de amor, que sin temor pudiera tomar mi cuerpo sin reserva porque le pertenecía, el amor…el amor es maravilloso, y os padres gracias a ese milagro nos amaban con total entrega.

A la hora de la cena, mamá se lució con un plato aromatizado con soya, repollo en hilos, chayotas cristalizadas, cebollas en julianas con pimentones salteados verdes y rojos, zanahorias al dente y jugosos trozos de jamón con muy poca sal que al morderlos dejaban un sabor exquisito en la boca, todo esto acompañado de un pollo a la plancha, trozos de pan blanco y vasos de jugo de pera, mamá se esmeraba con sus comidas exquisita.

Para nuestro asombro, Emanuel comió todo, su mejoría era visible, la fiebre se había espantado y la garganta había perdido el enrojecimiento. Comía todo con gusto y alababa las artes culinarias de mamá, papá guiñaba el ojo y completaba las frases que él no terminaba gracias a que tenía la boca llena. Nuestro ambiente familiar llevaba en su centro una aureola hermosa de felicidad a toda hora, me preguntaba si al ir creciendo mi hermano y yo, continuarían las risas o serían tan diferentes como las familias amigas de mis padres en donde los hijos ya crecidos habían salido a la ciudad y abandonado sus hogares para enfrentarse a  mejores o más modernas condiciones de vida. En San José tan sólo había una calle principal por donde dos autos en sentido contrario raras veces se encontraban, en la ciudad el ruido y el descontrol diario de la gente hipnotizaban a los visitantes y al poco tiempo aquellos que habían ido a independizarse encontraban en la casa un momento de solaz y las ganas tremendas de regresar.

Mamá y yo nos ocupamos de recoger los platos y nos dispusimos a fregarlos, ella los lavó y yo me ocupé de secar y acomodar cada uno en su sitio, desde los diez años hacía trabajos menores, lavaba mi ropa interior, arreglaba mi cuarto y sacudía el polco. Papá y Emanuel veían la televisión y reían como tontos de la programación cómica dela otra.

-Dentro de poco, haz de enterarte de la preparación de cómoda María Victoria.-Anunció mamá.-Mamá me metió en la cocina a los once años y a los trece en la costura y el bordado.

-¿Cocinabas para tu padre, mamá?

-Me estrené en un bautizo, una prima de mamá celebraba el bautizo y cumpleaños de su hijo de un año y todas la mujeres de la casa colaboraban con el festejo, mamá y yo nos ocupamos de tres pavos rellenos, ensaladas y postres, quesillos, flanes y una torta sin mucho trabajo, quizás fue esa la parte más fácil, estaba muy nerviosa, mamá y yo nos presentamos en la celebración con los nervios de punta, pero todo quedó delicioso, los invitados degustaron el pavo con deleite, la carne se deshacía en la boca con rico aroma de hierbas, la ensalada quedó bañada de una salsa con mostaza exquisita y los postres endulzaron a la hora de servirlos tipo buffet.-Mamá sacudió sus manos en el fregadero en señal de haber terminado con el oficio, cerró el chorro y me miró secándose las manos en su delantal.-Luego de eso, muchas personas allegadas a la familia llamaban a mamá para que preparara los mismos mangares, pero ella se negaba, a tenía demasiado trabajo con la costura.

-¿Y tu mamá?

-Al principio le insistía para que aceptara, pero me explicaba que debía aprender a servir a una familia, una sola ocupación Lourdes, me decía, y vaya que tenía razón, esto de tener familia es un trabajo pesado.-rió y miró hacia la sala en donde papá y Emanuel ni siquiera nos escuchaban.-Yo no quiero esto para ti María Victoria, deseo que disfrutes de los placeres sanos de la vida, que tengas una profesión que te impulse arriba por tus capacidades, está bien que aprendas a ser una experta ama de casas, todo es importante para ganarte la admiración de tu pareja, pero has de trabajar en la calle.

-¿Es lo que quería tu madre para ti, mamá?

Su semblante se ensombreció.

-No me ha ido mal.-Dijo para mi forjando una sonrisa.-Mírate, mira a Emanuel, que por cierto insiste en acompañarte mañana a la playa.

Acepté el cambio de conversación.

-Le prometí que lo llevaría.-Terminé de secar el último plato y lo apilé en la despensa.

-A tus amigas debe caerle pesado el charlatán de tu hermano.

-tienen sus días en que lo soportan.-Colgué e pañito en la manilla del horno y al volverme mamá se quitaba el delantal.-Hoy las chicas y yo hablábamos de finalizar nuestro grado y continuar estudiando aquí o allá, ya piensan en las pocas posibilidades de encontrar un hombre que quiera casarse con ellas.

-¡Por Dios, s muy pronto! –Mamá me miró asombrada.- ¿Tu qué piensas? No me digas que también quieres enamorarte ahora

-¡No mamá, por Dios! Estábamos soñando.-Caminamos hasta la mesita de la cocina y nos sentamos.

-Oh, me alivias entonces a los once años pensar en enamorarse o en matrimonio es prematuro.

.Puedo hablarte sólo por mi mamá, cada niña tiene sus aspiraciones, por cierto mamá, ¿Te casaste con vestido de novia? –Mecánicamente del televisor papá desprendió los ojos y los viró hacia nosotras.-Te pregunto porque ellas vieron el de sus madres y me dije que jamás había visto el tuyo, quizás lo regalarse o lo tienes en ese baúl del cuarto del cuarto del patio.-Mamá no protestaba nada, y lentamente miró a papá y volvió a mi.-Fotos mamá, ¿tienes fotos de su boda? ¿O no se casaron por la iglesia? ¿Podría ver tú vestido silo tienes? O cuéntame cómo era.-Creo que mis preguntas la enloquecieron, escuché la carraspera de papá pero no se acercó a nosotras, mamá se enderezó en la silla y tomó mis manos que descansaban sobre la mesa ahora que había parado de parlotear.

-Arturo y yo no nos casamos por la iglesia hija.-Habló con mucha dulzura y sentí como si lo lamentara, tal vez hubiese quiero que como mis amigas, yo tuviera un vestido de novia para admirar.-mamá quería que lo hiciera, pero no pudimos, tu padre y yo teníamos que establecernos lo más pronto que pudiéramos y decidimos casarnos sólo por civil.

-Ahhh.-Quedé con la boca abierta y un ahí tan largo que caso me tiene que subir la boca.

-Lamento que no haya vestido blanco de fantasías en donde imaginaras a tu madre caminando a un altar llegó de flores y un novio impaciente al lado de un sacerdote viejo y simpático.-Así lo soñaba ella por lo que pude percibir y efectivamente así lo soñé yo.-Tampoco cayó arroz en nuestras cabezas ni brotes masivos de champaña o whisky o ron.

-No fotos.-Logré decir y papá entonces se encontró con mi mirada.

-No fotos.-Mamá sonrió. Pero tampoco fue un acto triste, para entonces papá vivía y nos realizó un brindis muy discreto, tu padre y yo cruzamos copas y bebimos de la del otro, también bailamos y comimos hasta que llegó el momento de partir.

-¿Y a donde partieron?

-Aquí, desde ese momento.-Tomó aire y areció decidida  aclarar algunas cosas.-Entiendo que te hubiese gustado ver un álbum repleto de fotografías con rostro sonrientes, una pared repleta de invitados, sé que resulta ilusorio el vestido de tu madre, pero no eres la única persona que no tendrá eso, no puedo mentirte María Victoria, a pesar de que tu padre tenía los recursos para un festín lo entregó toda una vez que decidió formar una familia conmigo.

-Mamá…-Cada sueño fue explotando como burbujas en el aire, sin embargo, debía mantener en mi mente que nuestro presente era hermoso y que el futuro se anunciaba mucho mejor.-Y ese día, el día de su matrimonio ¿fuiste feliz?

-Muy feliz.-Sonrió ampliamente, tenía dientes parejos y muy blancos, una boca ancha y labios delgados muy bien delineados que afianzaron para mí, que decía la verdad.-Y no he dejado de serlo.-Entonces yo también sonreí, aunque en muchas ocasiones de aquella charla quise llorar, ahora no tenía por qué hacerlo.-El día de nuestro matrimonio por el civil, tu adre vistió un traje azul oscuro que papá tenía guardado para ocasiones especiales, aunque era un muchacho como lo verás tu padre siempre ha sido muy guapo y bien formado, le quedó a la perfección, para mí, mamá realizó un vestido blanco muy sencillo, pude usarlo para muchas ocasiones siguientes y luego no sé qué hice de él.

-Me hubiese gustado verlo.

Para mi orgullo tendrás el tuyo, y yo me ocuparé de que sea el más hermoso de todos.-Papá ya  nonos miraba, había vuelto la vista al televisor  y su respiración parecía haberse tranquilizado, yo quise parecer conforme y poco después me retiré a mi habitación, en donde no hice más que imaginar aquella boda con cuatro invitados. Los matrimonios que en la prensa mostraban estaban llenos de risas y banquetes con mucha gente, en la novelas radiales cada vez que los protagonistas regalaban y felicitaban. Pobre de mis padres, pobre de los abuelos.

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